miércoles, 28 de marzo de 2012

Metamorfosis cotidianas



La vida es cambio. Los acontecimientos suceden y nuestra repuesta, la forma en que los interiorizamos, nos transforman cada día.

Al igual que envejecemos a cada paso y somos incapaces de apreciar en el espejo  esos pequeños cambios o sutiles adaptaciones que experimentamos continuamente, también nos pasan desapercibidos esas mutaciones que progresivamente te convierten en alguien diferente.

Sin embargo hay etapas especialmente agresivas o días de balance en los que se asientan tentativas o sentires que llevan tiempo peleando por buscar acomodo en tu vida, como esas ocasiones en que nos sorprendemos viendo una foto de hace varios años y te espantas al constatar que aquella familiar figura ya no eres tú. Días en los que, especialmente receptivo, sientes lo que ha ocurrido. Recuerdas tiempos aún no lejanos en los que algunos temas o aficiones te parecían intocables y ahora apenas le dedicas pensamiento alguno. Simplemente quedaron atrás.

Es difícil encontrar  los motivos. O fácil. He conocido personas extraordinarias, unas personalmente, otras a través de las páginas de libros escritas en otros tiempos, en principio tan distintos. Los referentes siguen siendo los mismos, los que siempre han estado ahí y a los que, poco a poco, se le van uniendo alguno más. Los estoicos, Chris, el rock and roll y la música más básica. Tal vez a todo el cóctel le faltaba la experiencia del Sáhara para cambiar definitivamente mi modo de ver las cosas y el germen de un feroz anticonsumismo. Kerouac hablaba del camino, de que se pondría en marcha hasta llegar "allí" aunque no sabía dónde. Esa es la idea. Aprender cada día.

Mi camino está rodeado de lo que quiero, lo que yo entiendo como puro y limpio. Ya no busco experiencias lejanas, me conformo con lo cercano y tan extraordinario que me rodea. Sé que siempre ejerceré de marginal y francotirador. Va en el cargo desde que tengo uso de razón. Ahora mismo, por encima de todo, los libros, escribir, la música y el cine como prolongación de la literatura. Ahí la naturaleza y el deporte. Sigo lesionado pero hace tiempo que no gasto ilusión de colocarme dorsales. Me tiran más otro tipo de experiencias. De los próximos meses, me cautivan las aventuras del Anillo Vindio y el reto con mayúsculas de la Transpirenaica, apuesta que, hoy por hoy, considero fuera de mis posibilidades. Y ese viaje cicloturista largo tiempo pospuesto. Quizá rechazo  la masificación del deporte popular, por momentos tan alejado de lo que yo busco en ese mundo.

Me he pasado la vida diciendo que me gustaría volver atrás y hacer las cosas de otra forma. Recuerdo que un día escribí que si pudiera, si tuviera la lámpara de Aladino, lo cambiaría TODO. Mi pasado sería tierra quemada. Por una vez, lo doy por bueno. Rodeado de problemas, estoy justo donde quería estar, por primera vez con las ideas claras, listo para engancharme al futuro, a mi futuro.

Para acabar una de esas citas que a veces vuelves a encontrar en el momento adecuado, el maravilloso poema de D. H. Lawrence.


"Nunca vi un animal salvaje compadecerse de sí mismo. Un pájaro morirá de frío en una rama sin jamás haberse compadecido de sí mismo".


Este post se merecía una canción "generacional". Del último disco de La Habitación Roja, "La segunda oportunidad". 

P.S. Canción dedicada a Kenty, uno de esos lectores que por aquí nunca da señales de vida pero que de vez en cuando te envía algún correo contándote lo mucho que le gusta el blog. Gracias. A propósito, saludos a Iowa, California y Atlanta. Hay tres personas que es están leyendo el blog enterito, los más de tres años de artículos. Curioso.


 

Tras la tormenta, la calma

Planteamientos sorprendentes, textos brillantes, desarrollos impecables. 
Dos canciones tan enormes como distintas.

LISABÖ - "Gordintasunaren otordu luzea"




 

"El largo banquete de la crudeza"

Estamos despellejando el cielo con nuestras uñas desafiladas
Recogiendo gotas de sangre de los girasoles con la punta de la lengua.
Cuán crudo percibo el esqueleto de la carne.
Cuán crudo percibo el esqueleto de la carne.
Lo perdido jamás volverá.
Éramos críos, nos extraviamos en el bosque.
¿Acaso hemos regresado alguna vez?
Lo perdido no volverá nunca.
Quien esté vivo nunca se curará,
pues la vida no nos vive y el deseo no nos desea.
Lo perdido no volverá nunca.
Desaparecemos en la bruma de la costa
cada vez que partimos en busca del fuego interior
Lo perdido no volverá nunca
Las plegarias y los odios van viajando de mano en mano.
Las victorias y las imposibilidades.
De mano en mano los labios sesgados del amor.
El dolor y el erotismo de la sangre,
De mano en mano las llaves,
De mano en mano los cuchillos en busca de la carne mediante el alma,
Atados los unos a los otros,
Quien permanezca vivo que no olvide la unicidad de cada cual.
Mientras tanto, la vida ese tan hermosa como amarga;
Amigos, sabed que la tristeza no es lo más triste,
Amigos, haced el favor,
No olvidéis ningún nombre;
Os necesito incluso en las épocas más cálidas,
Pues los cortantes bordes de la luna nunca  pierden su filo. 

CHRISTINA ROSENVINGE: "Canción del eco" 





"Canción del Eco"

Condenada por los dioses,
sin su linda voz
Eco se esconde en la cueva con su dolor
El corazón mudo sólo puede repetir
las últimas sílabas que acaba de oír
Narciso es soberbio,
¡Por Dios que guapo es!
Las ninfas se ofrecen ante su desinterés
Pasea en el bosque su melancolia
Nada es suficiente su alma esta vacía
Eco de lejos le espía y suspira: ¡Amor!
Como confesarlo sin su propia voz
Un claro del bosque se abre para los dos
La cálida tarde presiente lo peor

¿Quién eres tu niña loca?

Niña loca… Niña loca…
No operare darte un beso
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río
En el río... en el río…
¿no pensaras que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero… Te quiero…

Narciso recibe castigo por ser tan cruel

El agua nunca fue tan clara, ni tanta la sed
Al ver su reflejo por fin descubrio el amor
Ahogado en si mismo se convierte en flor
Eco de pena y locura, se consumio
Solo quedo resonando sin fin
Su linda voz

¿Quién eres tu niña loca?

Niña loca… Niña loca…
Muero antes que darte un beso
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río
En el río... en el río…
¿no pensaras que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero… Te quiero…

Ahora tu dime:

¿Que demonios hago yo aqui?
¿Soy solo tu espejo o me ves a mi?
¿Se me consiente algo mas que repetir cada palabra que tu deseas oir?
Tocas el agua se tiende la nariz
La imagen es vana, el llanto no tiene fin.

¿Quién eres tu niña loca?

Niña loca… Niña loca…
Contigo hare lo que quieras
Lo que quieras… Lo que quieras…
¿no ves que triste es mi vida?
Es mi vida... Es mi vida…
Tu cargaras con mi pena
Con mi pena… Con mi pena…
¿Quién eres tu niña loca?
Niña loca… Niña loca…
Muero antes que darte un beso
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río
En el río... en el río…
¿no pensaras que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero… Te quiero…
Te quiero… Te quiero…
Te quiero… Te quiero…

domingo, 25 de marzo de 2012

Fuego amigo


No sé si es el primer poema que escribo sobre temática política o social.Seguro que sí es el primero que publico. Un día de elecciones es un buen día.

"Fuego Amigo"

"El peso de cadenas invisibles
Ruletas rusas ocupando su lugar
Labios sin voz, cañones entre dientes.

Es el plan desarmar tu esperanza
Resignación es la condena mayor
Patíbulos ahorcando mis fuerzas

Ellos,
Cazadores de fieras en domingo, 
Caza de hombres de lunes a viernes
Rendiste cuando quieres ser cazador

Al gustar lucir relojes gigantes,
Las ratas se adueñan de tus sueños
ya sin sentir la pistola en la sien.

Demolición controlada de libertad
Las víctimas no son tan víctimas
si es fuego amigo el que mata, 
te cuentan.

Nosotros,
Angustia de escuchar el ladrido,
corriendo en vacío hacia dónde
Sin jamás ver al perro inventado

Ojos en sangre frente a cañones,
Pagando precios, muriendo al día.
A por mí no vinieron esta vez

Para nuestros hacedores de normas,
sus redes de pesca, telas de araña,
Ni plazos, ni impuestos, ni ordenanzas.

Te gritan:
Nuestro PUEBLO, DEMOCRACIA, LIBERTAD
Verbena de sordos, murmullos sin voz,
Pueblo no es nadie, eres tú, soy yo.
El fuego amigo nunca existió.
Una víctima siempre es víctima."

*La foto es de Susa.
*Deberíais saber que la canción es de Jimmy Cliff :). Me gusta más el original -al "Jefe" a veces se le va la mano con el ímpetu-, pero quería la traducción.


jueves, 22 de marzo de 2012

Tertulia: "El corazón de las tinieblas"



Se colaron los tres posts del Sáhara. Con dos semanas de retraso, "El corazón de las tinieblas". 

El Congo a finales del Siglo XIX. El proceso de  colonización es un fenómeno difícilmente justificable desde cualquier  punto de vista. Es duro afirmar que en tantos años no fuéramos capaz de exportar ni una cosa buena. Manda cojones. Herederos con derechos a desatar todas las furias, sangre y fuego sobre nuestras tierras. Y en las mismas andamos. A veces hablamos de la época colonial o del proceso de descolonización como si fuera algo del pasado remoto pero todos sabemos que los países desarrollados -ahora también los pujantes- siguen triturando a los pequeños, a los dueños de las materias primas que necesitamos en nuestro hogar cada día. Sigue existiendo la fuerza pura y dura, las guerras, pero hoy también se convive con otras formas de coacción más sutiles. La explotación del hombre por el hombre ha sido una constante desde que desembarcamos en este planeta y a ratos parece que nada hemos avanzado, según en qué tierras, según en qué vidas.

El Congo es un caso especial. Se trató de un genocidio extremo, a la altura de Camboya, de la Alemania nazi, de la Unión Soviética de Stalin, de Armenia. La explotación por parte de la Bélgica de Lepoldo II fue despiadada, con millones de víctimas. Lo escandaloso no fue ya su triste impunidad sino que durante muchos años este monarca pasara por filántropo amante de la humanidad.



Joseph Conrad fue testigo directo del infierno construido por unos hombres para alojar a sus congéneres con el único objetivo de obtener beneficio económico, en este caso encarnado en el marfil. Se mataba y se moría por ello.

El narrador también desembarca en El Congo, encargado de gobernar el barco que río arriba le llevará a lo más profundo de la selva, al "corazón de las tinieblas" . Nada más llegar, es consciente de la realidad de un tierra donde los hombres son explotados hasta la extenuación. Asiste espantado a la escena en que unos hombres, privados no sólo de fuerzas sino también de  voluntad y esperanza,  se convierten en muertos en vida que literalmente se retirarn  a desaparecer en los confines de la selva. Mientras, el hombre blanco lucha por no enfermar. Su única motivación es arrancarle a la tierra sus tesoros.
 
Desde el comienzo, desde que llega a África todo parece irreal, todo transcurre dentro de una atmósfera onírica, como en un mundo rodeado por las brumas de pesadilla. La selva lo cubre todo. La naturaleza primigenia reina en silencio y cualquier empeño de civilización o dominio parece fútil.Sin límites, sin frenos, la selva se muestra como es, feroz y terrible.Aún no conquistada, es capaz de destruir a los hombres que osen intentar dominarla. El libro me trae ecos del también desasogante periplo africano del protagonista de "Viaje al fin de la noche" de Celine.

La prosa de Conrad es recargada, ampulosa, lastrada por la concatenación de adjetivos. A veces quiere ser tan preciso en lo que quiere expresar que se convierte en un bosque demasiado espeso o reiterativo.

El Coronel Kutz.El misterioso personaje que conduce el desarrollo de toda la novela. Apenas interviene y sin embargo, domina la obra. De proporciones míticas, una figura de talla fascinante y de, entendemos, logros sobrehumanos, fuera de la capacidad y del entendimiento humano.Se venera su eficacia pero al mismo tiempo se le teme e incluso se le quiero eliminar. El misterio le rodea.

Se nos sugiere que su comunión con la naturaleza, salvaje y perfecta, ha provocado un grado de lucidez y sabiduría que se concreta es esa frase final justo antes de morir: "¡El horror! ¡El horror!" ¿Acaso hay algo más? Basta  traspasar los límites para llegar al verdadero conocimiento, a destilar la esencia de la vida



"Apocalypse Now". Para nosotros el rostro del Coronel Kurtz siempre será el de Marlon Brando. No sé si sería idea de Coppola trasladar el escenario de la obra a la Guerra de Vietnam o se basó en algún texto previo. En cualquier caso me parece una ocurrencia brillante. Casi cien años después, otra selva, otra forma de explotación, de eliminación, aún más eficaz. La guerra, representada como nunca en el bombardeo con napalm. Una vez más, "¡Exterminad a esos bárbaros!". La imagen de los helicópteros sobre la jungla ardiendo mientras suena "The End" de The Doors es algo tan estéticamente bello como terrible. Con derecho propio en esa pequeña galería representativa del siglo XX, el siglo del horror, sin duda.

Cuando Jim Morrison grabó las voces de "The End", todos los presentes en el estudio fueron conscientes de que habían parido algo muy grande. Me gustan The Doors desde adolescente. Ahora, cuando oigo criticarlos con saña a algunos de los compañeros que más respeto de la blogosfera, me lo replanteo pero es demasiado tarde. Sí, sé que es la onda del afamado crítico Lester Bangs, tan fenomentalmente interpretado por Philip Seymour Hoffman -una vez más-, en "Casi famosos" cuando alude a Jim Morrison como ese payaso borracho. ¿Sobreactuado? ¿Poesía falsa? ¿Quién sabe? A mí me gustan... y mucho.

Para la próxima tertulia, tres relatos muy cortitos de Jack London, sugeridos por Suso: "La ley de la vida", "Amor a la vida" y "Encender una hoguera". Buscáis el título (más PDF) en el google y ya los tenéis. Un mes, 20 de Abril. 

Vale

viernes, 16 de marzo de 2012

Diarios de Smara


Llevo unos días muy largos haciendo malabares, manejando varias mazas en el aire. Con retraso, tercer capítulo.

Todas las conversaciones de la gente a mi alrededor, mientras facturábamos en Barajas, versaban sobre años anteriores en el Sáhara. Por  momentos, parecía el único novato y me preguntaba cuál es la magia oculta en Smara para regresar cada año. Os cuento algo de lo que allí vi, parte de lo que me ayudó a encontrar su rastro y dejaros pistas que os puedan servir de guía.
Llegas a Smara a las cuatro de la madrugada completamente congelado porque al autobús que recorre en hora y media el trayecto entre Tindouf y Smara, como me cuentan que también ocurrió el año pasado, le falta un cristal, lo que ya da una idea de cómo funcionan las cosas por allí.
En Smara nos  repartimos entre las familias. Una mujer de alrededor de sesenta años te conduce a través de anárquicas callejuelas hasta su casa. En el corto trayecto a oscuras ya te das cuenta de lo que otro día os contaba, en el desierto el cielo estrellado pesa aún más que en las montañas. Te introduce en una dependencia con el suelo cubierto por alfombras, pequeñas ventanas con cortinas junto al suelo –más tarde sabremos que diseñadas para conseguir corriente cuando aprieta el calor de verdad- y con muchos cojines junto  a las paredes.  Primera lección: en casa se está descalzo y la vida se hace en el suelo.
Marian es seria. Piensas que probablemente esté deseando que pasen estos días para que esta banda de raros extranjeros vuelen de vuelta a sus casas, que están obligados a prestarnos atención a cambio de algo del dinero que nosotros pagamos. Días después, esos pensamientos te hacen sentir ridículo al descubrir que nuestra mentalidad, en modo alguno,  es exportable a la forma de vida y espíritu del pueblo saharaui. Ellos llevan soldado a su idiosincrasia la hospitalidad. Abrir su casa, abrazar al extraño.  No es que no se planteen hacerlo de otra forma, es que no se plantean sentir de otra forma. Aunque nos levantan por la mañana temprano y fijan las horas de las comidas –todo muy rico por cierto, incluido el camello-, se esfuerzan para que seas natural, para que no te sientes coartado, para que esa sea tu casa, para que no pidas perdón por algo que crees que no has hecho bien conforme a su tradición o reglas.
A Marian la cubre la pátina de la dignidad. Pronto apercibes que es la persona más importante de la casa, la que inspira más respeto y  ejerce más autoridad, al menos moral.  Hay un momento en el que se pone especialmente de manifiesto, la preparación del té, siempre a su cargo. Más tarde la descubriremos riendo con ganas mientras sus hijas bailaban o  presenciaba alguna de nuestras acaloradas “discusiones” políticas sobre la Rusia soviética (¿?). Esa nueva faceta de Marian que sólo aparecerá en contadas ocasiones, es la que la hace más humana y admirable.
El té. No se trata de tomar una infusión. Representa mucho más. Es un motivo de reunión, es una forma de invitarte a estar con ellos,  de invitar a conocerte y conocerlos. Es lento. Allí todo es más lento.  En Smara los acontecimientos  suceden al ralentí y con retraso. El tiempo se espesa. La puntualidad no existe ¿Es eso malo? Quien sabe. El té exige un ritual conforme a unas reglas marcadas e inalterables, la preparación en el hogar con brasas, el líquido escanciado de vaso en vaso conforme a unos usos que se me escapan y el ofrecimiento en varias y sucesivas bandejas al invitado. No hay prisa, hablemos. Conóceme, dime cómo eres.
Marian tiene cinco hijos, cuatro chicas, Bakilla, Esleila, Nawja, Maffuda y Mohamed. Bakilla, la mayor, está en pleno proceso de consolidación, a punto de recibir la “auctoritas” de Marian. Reciente madre, es amable, considerada, alegre, cercana y muy responsable. Un “chica diez” con todas la de la ley. Excepto Mohamed, más tranquilo, las demás son más alocadas. Por la calle caminan totalmente tapadas, incluso con botas y guantes de invierno además de gafas de sol. Apenas dejan ver sus ojos. Desde fuera, tal vez te induce a pensar que son personas tristes. Su razón es que no quieren ponerse morenas para estar más hermosas. El amor y los novios, como en cualquier lugar, están muy presentes y como en cualquier cultura, según en qué edades, invitan a la risa nerviosa. Por eso no muestran ni una pizca de piel. Nuestros prejuicios, esteorotipos, limitaciones mentales se desmoronan al descubrirlas tan bromistas y divertidas. Hay chicas preciosas, algunas de rasgos que a mi me parecen asiáticos, como de ascendencia mongol.
Los hombres suelen ser bastante altos, delgados y de buena planta. El saharaui es responsable aunque me dio la impresión de que es la mujer la que lleva el peso de la vida en los hogares de Smara. La economía es muy básica y excepto los años de reclutamiento –imagino que obligatorio- que pasan en el Frente Polisario, no sé muy bien en qué se les va la vida a gran parte de ellos.  Los numerosos soldados del cuartel no llevan armas. No hay que olvidar que nos encontramos en territorio argelino. Supongo que Argelia  les tendrá reconocida una especie de autonomía sui generis. Nos dijeron que los representantes del gobierno de los campos se eligen en elecciones entre el pueblo saharaui una vez al año en el que por supuesto votan las mujeres.
Ya lo decía en el primer post, el sonido que manda en esos espacios que no pueden llamarse calles es el de la risa, el de los niños, el de alboroto de la infancia desbocada y feliz. Y observas y te extrañan las muestras de cariño tan frecuentes entre la gente, el contacto físico, también entre hombres.
Otro sonido es el de la música, el de la noche en las jaimas. Los niños y las mujeres adultas – a los hombres no los he visto participar-, conviven con la música. Desde niños bailan y cantan. Rememoré síntomas de mi pasión adolescente, cuando en la fiestas trataba de dar con la canción ideal, la “buena de verdad”, tal y como hacían ellas cada noche. De hecho, la música está presente en muchas momentos. La suya es repetitiva y de "larga distancia". Me gusta. La importada de nuestro país ya os podéis imaginar que no es mi palo (Baute, Camela,etc.) . Les gusta la música sentimental más previsible y tonta pero es lo que hay. “Sin cesar se agita el demonio a mi lado” como escribía Baudelaire. Ni en medio del desierto me consigo librar.  Los niños ríen y bailan hasta literalmente caer rendidos. También en alguna ocasión escuchamos una forma de canción protesta. Cantautores saharauis en árabe y español, expresando su compromiso y su lucha, sus ansias por salir del callejón sin salida en el que se encuentran. No podemos olvidar que su situación política actual es la de alto el fuego en medio de una guerra.
Bowles quería ser viajero, nunca turista. Este ha sido un viaje diferente. Aunque te empeñes, ni tú ni yo jamás podremos ser viajeros. Siempre sabemos que volveremos a nuestro hogar.  Sigues siendo un jodido e insoportable turista, terco en ver y fotografiar el otro lado de cada quicio, real o imaginado. Por unos días te entrometes en la vida de una familia que te acoge  y simplemente comparte contigo. ¿Qué? Comparten su forma de ver la vida,  comparten su vida, comparten. Basta el verbo, si añades predicado, te sientes injusto, sientes que limitas el sentido de su hospitalidad infinita.
Yo no escribí aquella pintada que se leía en una pared de Sintra: “¡¡Turismo, a nova sífilis!!” pero ahora sé que podría haberla firmado con gusto y que si la escribo ahora es otra forma de pintarla en una pared, firmando mi propia sentencia de condena. A medida que pasan los años, entiendo menos el concepto de turista pero esa es otra historia a la que ya dedicaré un artículo en el futuro. Me voy de Smara y a la vista de los que dejo allí, me pregunto si no es un poco estúpido o pueril todo esto de viajar para ponerse un dorsal y competir, ese afán por conocer sin conocer. Me planteo otras posibilidades de viaje interior y exterior pero probablemente no sean más que fuegos artificiales de corto alcance. A indagar, a desarrollar.
Cuando marchas, les miras a los ojos, les sonríes y tratando de imitar la sinceridad de sus miradas, le das las gracias para que entiendan que probablemente nunca podrás usar esa palabra tan usada y lejana a la vez, con más sentido.
Cuando marchas, piensas que tú vuelves España pero que ellos quedan allí, que ahora mismo, mientras escribo estas líneas a las nueve de la noche, aquella habitación seguirá atestada de niños jugando o bailando. En Madrid, al día siguiente de la vuelta, y después de dormir extrañamente mal en una cama, revisas emocionado las fotos de un viaje que intuyes te ha hecho mejor persona, paradójicamente más confiado en el futuro en un mundo al borde del precipicio, alguien más completo.
Marchas y has descubierto la magia de Smara. Marchas y sabes qué algún día volverás y sientes la necesidad de esa próxima vez compartirlo con alguien querido.
Marchas y esperas un día volver pero te gustaría volver, no a un desierto de Argelia, sino a un país llamado República Saharui Democrática. España es el gran responsable de su desgracia, su cobarde abandono fue el inicio de su odisea de vuelta a Ítaca. El vínculo sigue existiendo, estudian español y aquí hay mucha gente comprometida y trabajando por su causa. Espero que de una u otra forma, a ese gran pueblo apartado de la historia al que se le arrebató su destino, le sea devuelto su derecho a vivir en libertad.
Marchas y piensas si esos pocos días han servido para cincelar en algún sentido la personalidad ya demasiado decantada o enraizada de una persona de cuarenta y un años. Ya soy objeto de bromas por parte de los que me rodean por esa especie de ascetismo incipiente que de un tiempo a esta parte se me viene acentuando. Tenemos demasiado y realmente  necesitamos muy poca cosa para ser verdaderamente felices. Esleila, entre molesta y divertida, nos decía convencida que allí tenían de todo. Kuria, una chica que había pasado cinco veranos en Europa, me preguntaba si me gustaba Smara. Ella, que ha vivido la abundancia del norte, del otro lado del muro, se atreve a plantearte la comparación. Esa inocencia, esa ingenuidad es tal como sus rosas del desierto, como el brillo de un lago en el corazón del Sáhara.
 La felicidad no se puede encontrar a través de acumulación de cosas o el hedonismo. Nosotros tenemos mucho más pero al mismo tiempo mucho menos. Nos falta tanto. La felicidad sólo se puede encontrar dentro de uno mismo. La virtud o la dignidad, si somos capaces de desentrañar qué demonios significan,  puede ser el camino pero hay tantas llamadas que te tientan para que te alejes de la senda, tanto ruido ensordecedor, que la mayor parte del tiempo no sabes bien dónde estás. En todo caso, ha sido otra parte del aprendizaje que es cada día de nuestra vida. A estas alturas, ya todos sabemos que en este mundo no hay metas, sólo  caminos que te conducen a ellas. El objetivo es llegar lo más lejos posible. Precisamente esta mañana desayunando, leí un artículo sobre Chris. ¿Casualidad? Aunque a veces parezca un imperativo grabado a sangre y fuego en nuestra mente, el consumismo es una opción. Es cierto que la libertad es falaz. No somos libres para elegir nada pero podemos intentar rebelarnos. Por eso me jode lo poco bueno que exportamos, por eso me jodía verlos a ratos pendientes de un amenazante móvil y vuelvo a ver nuestro espejo. ¿Es lo único que a día de hoy puede exportar nuestra podrida civilización: móviles y fútbol, allí también religión?
No quiero terminar así. Quiero acabar esta disertación, más que retrato, diciendo que si hubiera sido pintor, me hubiera gustado hacer un cuadro con la familia de Marian sentada en el suelo, a su alrededor mientras preparaba el té. Creo que esa imagen bastaría para describir quién es de verdad el pueblo saharaui. Como no manejo colores, espero que mis palabras hayan sido remedo de pinceladas para este deslavazado fresco de Smara que he tratado de componer.
Estos días dejaré más fotos en un álbum de Facebook.
El próximo post sí que será el de la tertulia y ya nos ponemos al día.
Música. Pues eso, que ojalá nos volvamos a ver pronto. Herman Dune. Desde este verano, a este sí que lo conocéis.


Es curioso. Esta mañana, un día después de publicar el artículo, he leído esta cita: "Dios ha creado países repletos de agua para vivir y desiertos para que los hombres encuentren en ellos su alma". De nuevo, ¿casualidad?
Vale.







Enseñamos a jugar al ajedrez a Mohamed. Escuela Miguel "Spasky", por supuesto.



Celebraciones del aniversario de la proclamación de la Republica Saharaui
Bakilla con su hija
A la salida de una de las escuelas


Mafuda, la mejor bailariana del Sáhara

Nuestra casa durante una semana.
El peor viaje en autobús de mi vida. Casi fenezco congelado.

sábado, 10 de marzo de 2012

Maratón del Sáhara, la carrera




Me gustaría haber llegado de otra forma, me gustaría haber llegado en forma. El que se pretendía entrenamiento apresurado de tres semanas se convirtió en uno express de tres días. Y no es una frase hecha, no. Uno de ellos, el de veinte kilómetros, retiró de la circulación mi gemelo. Así que me presenté en la salida de El Aaiún tras diez días parado para no empeorar las cosas. Bien es verdad que salía confiado porque dos días antes del maratón corrí con Rafa, ya en Smara, cuarenta minutos y no sentí molestias. Sé que soy afortunado, que tirando de genética y supongo que de la memoria que mi cuerpo ha ido acumulando a lo largo de los años, puedo completar la distancia con dignidad sin apenas entrenamiento. Saldría tranquilo, cruzaría los dedos para que el dolor no apareciera y encararía la segura crisis tirando de experiencia y temple. Ése ere el plan. Y el plan, en grandes líneas, se cumplió.

Vamos desde Smara hasta El Aaiún a las seis y media de la mañana pero la carrera no comienza hasta las nueve y media. Demasiado tarde, no libramos las horas fuertes de calor. El maratón es una fiesta. Partimos con mucha ilusión entre las banderas y los gritos de ánimos de la población del campo.

Por mi  parte, desde el comienzo me marco el ritmo que, a mí entender, es fácil y no demasiado agresivo; en torno a cinco minutos el kilómetro y hacia adelante.  Veo que me quedo solo, algo que tampoco quiero. Espero que se estabilicen los ritmos de los corredores, algunos quizá demasiado animados por la excitación del momento.  Yo ya soy perro viejo y sé lo que quiero y necesito. Espero mi momento.  Hay varias carreras, de cinco, diez y veintiún kilómetros. El maratón sólo lo corremos alrededor de noventa atletas.

Voy a lo mío. A los dos kilómetros ya veo que el grupo que me precede, de alrededor de siete unidades, aunque me aventaja en alrededor de doscientos metros, lleva un ritmo muy similar al mío por lo que decido acelerar hasta engancharme al vagón. Ya sabéis que no me gustan las carreras masificadas cada vez más de moda.  Sin embargo, gusto de correr acompañado  y sobre todo a estos ritmos, marchar charlando y conociendo a la gente.

Bien, estoy justo donde quería.  Metido en un grupillo a un ritmo medio, sin noticias del gemelo y con ya algo menos de cuarenta kilómetros de desierto por delante.  Un pensamiento maza golpea mi cabeza. “El Sáhara. Puede que una vez en la vida. Aprovéchalo. Devóralo. Unta el plato”.  Quiero ser una especie de radar de setenta kilos que no pierda detalle, al que no se le escape nada.  Al fondo el horizonte, la línea ente el cielo y el suelo.  No más.

 La primera media es la parte más fácil de la carrera, fundamentalmente son pistas con piedra y algo de arena. Marchas fresco y con ganas. Además sopla una ligera brisa en contra que  refresca.  Sin embargo es inevitable que a medida que avanzamos, el peso de los kilómetros comience a pesar y se opere la selección natural del  grupo.

Desde que me integré en el grupo comencé a charlar con Agustín, un vasco que competía por tercera vez y está implicado en su tierra en tareas solidarias con los saharauis.  Su idea es bajar de las cuatro horas.  Voy animado y firmo el propósito sin leer letra pequeña.

Pasamos por Auserd, mitad de la carrera y comienzo de la Media Maratón. No nos compliquemos buscando palabras: emocionante.  Montones de saharauis distribuidos a lo largo del largo paso por el asentamiento, nos saludan, nos animan entre signos de la victoria, gritos y banderas.  Pasamos la media en 1:54.

Los avituallamientos de agua, algo de isotónico, naranjas y dátiles están colocados cada tres kilómetros. He bebido y me he alimentado con cabeza – a propósito, los dátiles son una buena opción para  los ultras-. Lo que no me perdonaría es pecar de pardillo y fracasar por no atender casi a lo más importante en una prueba de estas características.

A la salida comienza la parte más complicada del recorrido.  El verdadero calor nos recibe para hacer varios kilómetros de repechos y arena. No son muy pronunciados lo que  es casi peor porque tratas de mantener el rimo del plano.  Agustín está fuerte y tensa la cuerda. Aunque comienzo a notarme ya algo cansado, aguanto bien el ritmo y me engancho sin problemas aunque sé que estoy gastando fuerzas que probablemente después echaré en falta. Pero bueno, ¿qué sería esto sin el factor riesgo, apuesta, pique?  
El recorrido está marcado con hitos de piedra. Excepto en caso de fuertes vientos, no hay pérdida. Sin embargo, aquí, entre ascensos y descensos, a veces dudamos cuál es el siguiente cerro a conquistar.  Ya sólo quedamos Roberto, de León, Agustín y yo. En el comienzo de un descenso, Roberto tropieza con unas piedras y se da un buen costalazo despellejándose una  mano. Ni los reflejos ni las fuerzas son las mismos de hace unas horas.

                Aunque hace rato que lo estaba viendo venir, justo cuando completamos toda la zona de desniveles y encaramos otro plano infinito que conduce ya hasta Smara, en torno al km. 34 y llegando a un avituallamiento, paro a comer y recuperarme, dejando marchar a mis compañeros cuyo ritmo es excesivo para mí. De hecho me doy cuenta de que he transitado por la zona roja demasiado tiempo. No puedo más, estoy totalmente vacío, ya no puedo correr y sigo caminando, también con problemas. Si hubiera una sombra me sentaría un rato. La chicharrera que está cayendo es importante. “ Vale, Abelín, no es la primera ni va a ser  la última. Sabes lo que tienes que hacer. Comer y asimilar, esperar que regresen las fuerzas”.  Me tomo un gel, al rato viene a nuestro encuentro Diego en un patrol al que le acepto otro gel y agua. Sabes cómo funciona el tema pero siempre tienes dudas.  Miro hacia atrás, miro hacia delante y recuerdo las palabras de Carlos cuando me contaba que en algún momento si te dieran una vuelta, no sabrías hacia dónde ir porque todo es exactamente igual. Sigo caminando y me digo que como no sea capaz de volver a ponerme en marcha y tenga que seguir andando hasta meta, se me va a hacer eterna la agonía.  Tras la carrera, me reía cuando me acordaba de este rato. No creo que llegara a un kilómetro la parte que hice andando  pero al fin y al cabo, estuvo bien este momento “Orens” (así llamaban los árabes a Lawrence).  Ya que vas al desierto, lo suyo era penar como un perro  por allí, como tantas veces habías visto en las películas.

Poco a poco, me empiezo a encontrar un poquito mejor pero ni por asomo me apetece correr. Decido esperar a algún corredor para tratar de engancharme.  Finalmente cuando por fin llegamos a una referencia, cuando cruzamos la carretera de Smara, llega un chaval vasco y me engancho. La cafeína del gel hace milagros. No me conformo con ir con él, en un alarde absurdo, lo adelanto y me marcho. No duro ni un kilómetro, la carrera me pone en mi sitio. Me vuelve a pasar y me olvido de él. Ya nos lo habían avisado muchas veces. La vuelta a Smara es muy larga, casi cinco kilómetros que completo trotando a un ritmo patético a alrededor de treinta grados y con los brazos ardiendo; agradeciendo a los escasos chavales de las afueras sus ánimos, a los que todavía tengo fuerzas para regalar el buff de Tor des Géants –bien soso, por cierto-.  No quiero volver a caminar y finalmente consigo entrar en meta. Unos argentinos están preparando un documental. Me entrevistan, me preguntan sobre la carrera. Joder, no pienso con claridad, parezco medio lelo, les digo que esperen a que me recupere. Después me preguntan algo más sobre la situación política y ahí sí me explayo con algo de coherencia.

Cuatro horas y doce minutos. Puesto 24 de los ochenta que finalizaron. Creo que a lo largo de la prueba sólo me adelantó un chaval. Imagino que de ir en forma, se puede correr en alrededor de 3:30. Con lo que iba, más que contento. Por cierto, el gemelo me lo "rompí" seis días después en la Media de SalamancaA alguno le extrañará en mí tanto detalle en una carrera pero sé que a muchos le gusta y la ocasión lo merece. El lunes sigo con un post largo sobre la vida en Smara.

Os dejo unas fotos de la carrera.

Música. Monster Magnet. Título apropiado, “Heads Explode”. Aunque la canción es un pepinazo no muy relacionada con el movimiento, son exponentes del “Stoner Rock” que tanto me prestaba a mí en tiempos. Ya he hablado en alguna ocasión del tema. Desierto, drogas, generadores eléctricos portátiles, riffs poderosos, trance. Palabra del profeta de Satán, el inteligente Dave Wyndorff.

Vale.


Un gran vídeo de medio horita sobre la carrera y sus razones

¡¡YO SOY ESPARTACO!!






Con Rafa, Miguel, Jesús y Mohamed.


A las siete de la mañana en el autobús urbano hace frío.


Me costó decidirme. Usé guetres.



Con "Tovarich" Miguel y Rafa, el guaje. Puxa Asturies.


Carlos, otro gran tipo de Madrid.


La sonrisa del deber cumplido. 

jueves, 8 de marzo de 2012

Las estrellas de Smara

Sin tiempo, sirva un entrante.

¿Sabéis que en el desierto las estrellas brillan aún más cerca que en las montañas? En las noches de Smara parecía fácil alcanzarlas de un salto. Si  serenas tu espíritu, podrás sentir su aliento protector, el que ampara un perdido campo de refugiados en lo más inhóspito del Sáhara. Si por unos días detienes tu vida, podrás escuchar el murmullo de las estrellas, el apagado espejo del sonido que llena Smara durante el día, el de las voces de cientos de niños riendo, gritando, jugando. Nunca vi gente tan feliz y como escribía Machado, en el buen sentido de la palabra, buena. Ernesto Sábato decía que nada puede el mundo contra el que canta en la miseria. Ahí radica su fuerza.

Si corres en el desierto, entonces sabes qué es el desierto. Mires donde mires no hay límites ni final. Sólo un horizonte implacable. La odisea del orgulloso pueblo saharui empezó hace más de treinta años y tampoco se nos alcanza el final. Es como una jaula sin barrotes, como correr por el desierto.  Sin embargo su esperanza es sólida como una roca y hablan del día que caminarán por las calles de un El Aaiún libre.

No diré que llevaré a la familia de Marian en mi corazón porque me parece cursi pero soy tramposo y tiro de "El collar de la paloma", aquel tratado sobre el amor que compuso Ibn Hazm, también musulmán, pero de la Córdoba del Siglo XI que gustaba hablar de cómo el amor verdadero se alojaba en las entretelas del corazón. Siempre sentiré entre las mías el ejemplo y el cariño a unas personas excepcionales que me enseñaron más en unos días que miles de páginas de libros a lo largo de una vida.

Ellos quieren que el mundo no olvide su causa. Yo mantendré vivo el recuerdo y ojalá un día pueda volver. Además, como símbolo por una vez pleno de significado, cada vez que cruce una meta "grande", portaré su bandera para dar testimonio de su resistencia, como muestra de respeto y apoyo a su lucha.

Vale.

lunes, 5 de marzo de 2012

Una Media Maratón de Salamanca muy cuesta arriba


Ya sé, ya sé que queréis que os cuente algo del Sáhara pero primero escribo un post telegráfico sobre la Primera Media Maratón de Salamanca que, con 1800 participantes, ha entrado de forma fulgurante en el calendario.

El desayuno


Recién aterrizado del Sáhara STOP Estado de forma inseguro pero creciente STOP  Intención de rodar cómodo para 1:30 STOP Sin reloj STOP Malas sensaciones desde el comienzo STOP Adiós a la liebre en el Km. 5 STOP Kilómetros y cuestas interminables STOP Buena conversación para engañar al mal rato con Alberto "Runners de Barrio" STOP Ganas de terminar desde el comienzo STOP Sin motivación, sin ganas STOP Dolor del gemelo, el que no me molestó en el desierto, a partir del Km. 15 STOP Cansado, harto STOP. Entro en meta abrazado a al debutante Simón STOP. 1:31:50- Puesto 366 STOP. Hacía tiempo que no disfrutaba en una carrera, para mí más larga que muchos maratones STOP Ahora estoy cojo STOP Posibles causas: no estar recuperado aún, dormir poco y mal el sábado STOP Muchos amigos durante la prueba STOP No me gustan las carreras masificadas STOP Prefiero la soledad STOP


De vuelta en casa. "Home Again". O mucho me equivoco o dentro de poco Michael Kiwanuka dejará de ser patrimonio de los enterados para compartir monitores con basura mediática. Esa deliciosa mezcla de folk y soul lo merece.

P.S. Oye, aviso para esas mentes marginales que hayan leído "El corazón de las tinieblas". La tertulia la posponemos para la próxima semana. Los tres artículos siguientes versarán sobre el Sáhara, carrera y vida.

Vale.

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"

Jaramugos y Jumentos en la capi.