viernes, 30 de noviembre de 2012

Atrapados en la rueda




No se trata de amigos o amiguetes de facebook compartiendo fáciles y previsibles  consignas o mensajes que de reiterados,  dejaron de ser incendiarios hace tiempo. Son inspectores de hacienda, doctores  y profesores de economía cuestionando lo que cada día nos llega a través de los grandes medios, lo que me cuentan los políticos al mando.

Deslavazados apuntes que deberían dar pie a la reflexión acerca de y a cuenta de la jornada "Otra economía es posible" para la presentación de ATTAC Castilla y León en Salamanca. Instantáneas de la tramoya de la crisis y lo inevitable de la tragedia.

Hemos interiorizado que el capitalismo se comporta de esta forma. No hay que alarmarse. Sus crisis son cíclicas y aplicando las recetas adecuadas, todo volverá a funcionar. ¿Funcionar para quién? Es curioso que históricamente solo se hable de crisis cuando afecta los países ricos. Sin embargo, el sistema capitalista, tal y como está planteado, no puede más que calificarse como una condena endémica para la mayor parte del planeta.  Nuestros instrumentos de dominación han sido y siguen siendo eficaces.

Vuelta la burra al trigo. Todo regresará a su cauce cuando volvamos a crecer. Se nos dice que la solución es el crecimiento económico pero ello tiene sus evidentes límites ecológicos y sociales. Hasta el tipo más cerril o el político más obtuso, si se parara a pensar por un instante, habría de reconocer que el crecimiento económico continuo no es viable a largo plazo además de no ser un modelo exportable por el seguro agotamiento de los recursos naturales. El crecimiento del PIB se nos presenta como el objetivo de una sociedad, no como un medio. Deberíamos plantearnos qué, cómo,  para quién podemos producir. La energía fósil barata es historia.  Es necesario un cambio de modelo de producción y consumo. Debemos asumir renunciar a parte de lo nuestro para que el resto pueda vivir.

De  los 27 países de la Unión Europea, España es el que mayor diferencia tiene entre el 20 % más rico y el 20 % más pobre. Con la crisis,esas diferencias aumentan y aumentarán. Una de las funciones del Sector Público es corregir esas desigualdades pero son tiempos en los que  lo público ha sido proscrito. Se culpabiliza al Sector Público de ser el causante de la crisis cuando es una sentencia falsa. El déficit realmente se disparó con la crisis. Se nos dice que la única solución es la austeridad, cuyo único objetivo es garantizar el pago a los acreedores. Mientras, no se apuesta por nuevas vías de ingresos o soluciones como la puesta en práctica de un sistema tributario más progresivo -en lugar acudir a la vía fácil e injusta de la imposición indirecta- que grave la verdadera riqueza y luche contra el  fraude, la aplicación de tasas a las transferencias internacionales para evitar los movimientos de índole exclusivamente especulativo o  la liquidación definitiva de los paraísos fiscales.

Se nos vende que el problema de la banca es de liquidez – problema momentáneo para cumplir sus obligaciones-, cuando realmente es de insolvencia, con el carácter definitivo que ello conlleva, el de una quiebra. Vamos por la octava reforma del sistema financiero. Se comenzó a inyectar dinero con Zapatero y  comenzamos a perder la cuenta. Curiosamente, la solución es la intervención del denostado Sector Público. La Banca se ha convertido en adicta al dinero público demostrando una identificación total entre poder económico y público.Si el flujo es constante, qué nos separa de dar el paso al establecimiento de una rígida normativa que impida desmanes y facilite el crédito, en las puertas de una banca pública.
.
El neoliberalismo, reticente al establecimiento de cualquier tipo de regulación, era -¿es?- la nueva religión. El capitalismo financiero en el origen de la crisis; en el que, a diferencia del industrial, no hay riqueza palpable detrás, solo apuntes contables. Se nos decía, aún se nos cuenta que el mercado se autorregula pero no fue así. Se estrelló con el mundo a rebufo.

No estaría mal ponerle rostro a lo que ocurrió. Ninguno mejor que el de un tipo con clase, el de Jeremy Irons, en una gran película sobre el tema que ya pasó por aquí, una suerte de tragedia shakesperiana sobre el estallido de la crisis.

martes, 27 de noviembre de 2012

III Ruéu del Jálama

(Manu)

Aunque todo pintaba muy mal, no se falta a una de las citas más mentás del calendario jaramuguil.
Aunque todos íbamos dispuestos a aguantar el chaparrón,  inexplicablemente libramos.

Gran día de monte para los nueve corredores y  cinco caminantes que iniciamos trayecto en Extremadura, en las calles del bonito pueblo de San Martín de Trevejo.

Marco otoñal para olvidar nuestra marca, el Ruéu  no es otra cosa que buen entrenamiento y buen ambiente tanto durante la faena como cuando toca comentar la jugada, alargando unos más que otros el tercer tiempo.

Por mi parte, ya que mi vida sigue atrapada en ese veloz e imparable tiovivo que es tratar de hacer diez cosas al mismo tiempo sin poder entrenar más que esporádicamente, decidí variante sobre el Rúeu original, ascendiendo tranquilo hasta la cima del Jálama. Bien, mejor de lo esperado. Me pareció más largo que otras veces; cosas de no estar en forma. Mas bien, cumplimos. Efectivamente se conoce que el zorro sabe más por viejo que por zorro. Alrededor de veinte exigentes kilómetros, alrededor de dos horas y media. Hoy con agujetas pero ya echando de menos el monte y sobre todo compartirla con amigos. Más vivo que nunca. 

Se echó de menos a habituales, sobre todo a esos que están tan lejos. 

Nos vemos.


Aquí los nueve corredores. Faltan las dos Susanas, Lara, Barco y Mar.

(Susa)



Canción y vídeo otoñales.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Tu otro corazón


Mientras corres, tu corazón poco a poco se convertirá en más grande,
Mientras pedaleas, tu corazón se hará fuerte para en cada latido, enviar más y más lejos cada gota de sangre,
Mientras nadas, tu corazón se frenará porque hace tiempo que no necesita volar como antes,
Mientras jadeas la montaña, tu sangre aprenderá a abrirse camino inventando vías y vasos, abrazando lejanos músculos que nunca imaginó

Mas no basta.

Mientras corres, mientras pedaleas, mientras nadas, mientras jadeas la montaña, necesitarás ese otro corazón,  esa otra sangre  que será la que te llevará más lejos aún, hasta esas metas con las que se sueña cada noche de invierno.

martes, 20 de noviembre de 2012

Socialista


Un relato.

"SOCIALISTA"
“Ellos o nosotros”, no hay más que saber, afirmaba con convicción un anciano en la televisión.  Aunque siguió hablando, yo ya no escuchaba pero seguía pensando en la contundente afirmación respaldada por aquella mirada  tan llena de fuerza vital y fuera de lugar en un cuerpo   devastado y  casi sin vida.  Era la misma de siempre, la que solo se sostiene en  un compromiso pétreo, el de la lucha constante. Aquella mirada marchó con él, se extinguió  apenas un instante antes de morir de la misma forma que su cuerpo había ardido hace un par de horas en el crematorio.

Volví  a mirar el monitor para escuchar como una preciosa locutora sobreactuada, empeñada en transmitir en cada gesto lo gran profesional que era, daba entrada a un pequeño reportaje en el que se encadenaban fragmentos de declaraciones del mismo hombre  años atrás, algunas que ni siquiera yo conocía. La sucesión de imágenes de nuevo finalizó con el mismo grito: “¡Ellos o nosotros!” y el rostro del anciano, años más joven, congelado en  pantalla. El rostro de Miguel, el rostro de mi padre.

Ya no se escuchaban pero parecía que las frases pugnaban por hacerse hueco en una mente largo tiempo acorazada frente a las palabras de un padre al que dejé de comprender hace más de treinta años. Eran más de las mismas que había amado y más tarde soportado  en todos los cuartos de estar que se habían sucedido durante mi infancia y adolescencia, de Moscú a París, de París a Madrid. Conforme a lo que había sido su vida durante los últimos años, esta última escena fue tal y como se le exigía. No hubo ajuste de cuentas con su destino ni romántica redención post mortem. Una vez más,  protegidos por la nube informe de ruido y voces del bar, como en tantas ocasiones, nadie parecía escucharle. A pesar de toda la energía y vocación de sinceridad que emanaban, sus palabras murieron, se perdieron. El obituario, al igual que el de tantos otros abuelos ilustres, preparado hace años por periódicos y cadenas, cumplió su función, la de recordar por unos instantes aquellos viejos tiempos que nunca volverían. Sin embargo, en el local un par de personas sí habían seguido  con atención sus palabras. Ambos estaban  solos, ambos no se conocían pero parecían recordar, buscar, creer; lo curioso es que mientras uno bien podía haber sido vecino del anciano en un Madrid en guerra, el otro apenas era un joven de veinte años.

Recordó  su última conversación con él. Una  más como tantas otras durante años. Sin lugar a despedidas. Una semana después marchó. Ni hospitales, ni agonía. Aunque  hacía casi setenta años que no vestía uniforme, Miguel siempre fue soldado porque así lo sentía y porque, incluso sin palabras, así lo conseguía transmitir a todos los que le rodeaban.  Él no merecía morir en la cama de un hospital. Murió empeñado en su propio combate, uno de aquellos locos y aburridos panfletos,  tan absurdos y  ajenos a su tiempo. Era su guerra, su bando, el ejército en que eligió alistarse. Y  murió en un frente a trasmano, en una trinchera de brasero y cuaderno. Un latigazo de elegida muerte en soledad en aquel piso del que nunca quiso moverse a pesar de todas las aburridas y previsibles discusiones que sabían estériles, cuyo resultado conocían de antemano  y que sin embargo, escenificaban cumpliendo a la perfección con el papel de padre e hijo. Bien es cierto que  desde que Marta se fue, las tentativas fueron cesando en número e intensidad. Esa cabeza de playa nunca sería tomada. Ella no podía comprender tus ideas. “El viejo tiene sus principios”, le explicaba yo mientras me reprochaba que no te convenciera para abandonar aquel piso que en menos de  treinta años había mudado de acogedor hogar a cuchitril frio y oscuro. Sabes que traté de arrastrarte fuera de tu casa pero en el fondo también sabes que me habrías decepcionado si te hubieses rendido. Tú te aferrabas a tus principios, lo único que necesitabas para continuar mientras me reprochabas todo lo que yo tenía y no necesitaba, mientras  me rogabas sin palabras que no abandonara a los míos. Al menos uno de los dos se mantuvo firme. Tus negativas eran para mí una forma de afirmación reconfortante. Cumpliste, viejo.

Bien, marchaste como querías, con dignidad. Sin querer saber nada de un mundo distinto que derribó todo por lo que luchaste; que en muchos sentidos te parecía más terrible que al que llegaste hace casi un siglo, al que sobre todo temías porque no lo entendías. Contabas que las calles y las pantallas estaban tan llenas de mentira y trampas,  tantos  presos sin barrotes, tantos mercenarios vendidos  que te resulta imposible orientarte, conocer al enemigo y plantarle cara. De sobra sabía que querías decir, pero descarté entenderte. Tú también te negaste a darme una oportunidad. Quiero pensar que ambos pagamos un precio. La cuestión es quién  más alto. Ahora que ya no tenemos nada que perder, que nos miramos desde los dos lados del cristal esmerilado que separa vida y muerte, donde ya reconocer el pasado no implica contraer deudas,  ambos sabemos que tú ganaste.

Al salir del bar reconocí mi fugaz imagen en un espejo. La corbata. La tarde que me reprochabas qué representaba el traje, que para lo único que servía era para engañar, para tratar de esconder la barrera que siempre existirá entre ellos y nosotros. Como tantas veces, jugábamos, parecían simulacros sin fuego real. Tú me decías que cada  capitulación contaba mientras entre risas, yo te llamaba abuelo y trasnochado. Buen recuerdo de aquellas cenas con madre aún viva. Entonces nos imaginábamos lejos pero qué cerca estábamos aún. Sin ninguno ser capaz de valorar la brecha que se abría entre nosotros, nos fuimos separando cada día un poco más hasta ayer. Y hoy que has marchado, te siento tan cerca como cuando era niño, como cuando me abrazabas en el frío invierno de Moscú.

Los problemas surgieron cuando volvimos de la Unión Soviética. Entonces yo tenía quince años y comencé a descubrir y comprender desde fuera lo que había vivido desde dentro. Mi padre  se empeñó en continuar creyendo lo que lo que no podía dejar de creer. Negarlo sería desmontar su vida por entero. Todo lo que contaron sobre  persecuciones, sobre el monstruo de la dictadura del proletariado no podía ser verdad y si lo fue, siempre habría alguna razón, estaría justificado. Tenía que estar justificado. Hasta el final se negó aceptarlo. Contaba cómo el pueblo soviético siempre fue mucho más culto que cualquier generación que hubiéramos parido en este país y hablaba de millones de licencias de  ajedrez como argumento irrebatible para desmontar las mentiras del poder, de un Capital obsesionado en retratar de fracaso su mayor amenaza. Un pueblo tan instruido nunca pudo ser engañado de esa forma. Y hablaba de cómo la Unión Soviética fue la que realmente frenó el terror nazi, el verdadero artífice de la victoria en la Segunda Guerra Mundial y ahí estaban sus millones de muertos para acreditar el titánico sacrificio. Esa victoria de la que, por otra parte, siempre me sentí tan orgulloso al haber luchado mi padre con el ejército rojo y yo haber nacido en Moscú. Cuando se hablaba de campos de concentración, de millones de muertos, él protestaba y cediendo un palmo de terreno, reconocía que pudo haber excesos pero que se había aprendido para no repetirlos, que el verdadero socialismo, tal y como lo expuso Marx, nunca se puso en práctica. Entre disparates, verdades y sobre todo muchas medias verdades, abandoné el tema a medida que abandonaba el hogar. Cuando ingresé en  el Partido Socialista, yo hablaba de libertad y justicia social. Entonces se abrió un debate que nos acompañó casi hasta el fin. “¡La libertad, la sacrosanta libertad!” –gritabas- “¿Crees que hay verdadera libertad hoy? ¿En España? ¿En 2011?” Nos engañan, nos engañan, Pablo, y tú lo sabes mejor que nadie porque ya no eres uno de nosotros, eres uno de ellos.  Fue la primera vez que me lo dijiste.

Mientras caminaba por una acera atestada de turistas, avancé hacia una pared empapelada con carteles de “TOMA LA CALLE , 15.05.11”.  15M. Pensé que si seguíamos utilizando cifras y letras para cada acontecimiento, llegaría el día en que seríamos incapaces de distinguirlas, de prestarle significado sin antes dudar. Tenía que llamar a Eva. Hoy le tocaba dormir conmigo y suponía que vendría después de la manifestación.

Súbitamente me detuve delante de un gigantesco escaparate, frente a un muro de pantallas con mi rostro. Un par de transeúntes me miraron extrañados al reconocerme en las imágenes del telediario. Levemente di voz al multiplicado y mudo movimiento de mis propios labios, a aquellas habituales frases que ya de forma automática se habían adueñado de mi discurso. Pausa. Mirada a cámara. “Ellos o nosotros”. Me pregunto cuándo el vacío dejó de ser sonrojante y  todo se convirtió en comedia. Pero mi nombre empezaba a sonar en el partido -no, no era “El partido”  como siempre les gustó llamar al PCE a los viejos militantes y camaradas de su padre-. Aunque tarde, por fin estaba justo donde quería desde hace años. Sin embargo, no estaba contento. La ambición, más si es política, más si es el poder lo que está en juego, nunca se ve colmada, jamás se verá completamente satisfecha sin que la acompañe el remordimiento pertinaz, la culpa reprimida.

Era extraño que entre tanta gente, nadie se hubiera dirigido a mí. Cada vez más menudo me interpelaban por la calle con saludos, ánimos, ruegos, incluso algún insulto. Resulta extraño experimentar la paradoja de progresivamente irte alejando de la gente de verdad mientras cada día conoces mejor los resortes para hacer que el otro te sienta cercano y humano. Una pérdida de fe en las posibilidades del ser humano, en la existencia de una naturaleza humana real, en alguna suerte de bondad impresa en ella, una misantropía creciente manifestada precisamente en esa pringosa y excesiva simpatía, en falsa empatía impostada, moneda del voto, precio de imagen, lo único que sirve a gente como nosotros.

Cuando definitivamente abandoné la abogacía y elegí como excluyente el camino de la política,  bien podría considerarse el lógico fruto de la educación recibida desde crío en el hogar. Pero el viejo no me felicitó. Se mostró huraño, esquivo, tratando de evitar el tema y pronunciarse. Trataba de descolocarme y hacerme ver que cada vez que transigíamos, no era más que una marcha atrás. Extrañas campañas y discursos, aplausos y éxtasis colectivos para la celebración de cada renuncia disfrazada de avance, falsamente impregnada de la idea de bien común. Entonces  honestamente pensábamos que para seguir adelante, había que contemporizar. Y pronto supimos que la opinión y hasta la memoria de la sociedad es materia maleable, que el verdadero poder se encarna en la sobrenatural y todopoderosa facultad para cambiar los recuerdos y  aspiraciones de la gente. El problema es que la primera vez que capitulas te alejas un poco, apenas un centímetro de ti mismo. No parece trascendental. Mas tarde cada paso de ese camino abarca una milla. Hasta que llega el día en que no recuerdas el primero en que renunciaste. Inevitable, inseparablemente te acompaña la convicción de contar con la posibilidad de rectificar, pensar que nunca es tarde, que siempre puedes volver al punto de partida. Sin embargo, un día descubres que ya no sabes dónde estaba el principio.
El pueblo ya no éramos nosotros. Mi padre sabía que yo hace tiempo que estaba del otro lado. “Tu gente”, me espetaba con desprecio. “Tu gente”, doblaba su campana cada día de invierno que acudía a fincas extremeñas o salmantinas a aquellas monterías  donde aguardaban lujosos vehículos  frente a estancias amuebladas de forma casi inmoral. “Tu gente”, saludos al dueño, empresario de éxito. “Tu gente”, hechuras de palacio, servicio de uniforme. “Tu gente”, conversaciones cortesanas sobre inversiones y dinero, intrigas, rencillas. “Tu gente”. Mi padre me señalaba desafiante a  Felipe González: “Ese sinvergüenza que cobra millones de una de las empresas más poderosas del país a cambio de influencias, que unía a  su pensión desmedida a la que no renuncia. Ese traidor que acude puntual a cada campaña para hablarnos de socialismo.” Y me hablabas de Marcelino Camacho, casi muriendo en su piso de Carabanchel, de Anguita renunciando a su pensión de diputado, de Durruti alcanzado por la muerte con poco más que su ropa. “Lo peor no es enriquecerse a costa de los demás –continuabas-, lo peor es robarles sus esperanzas, quitarle  valor a los gestos más contundentes, valientes e inspiradores. El día en que la sociedad desprecia o tacha de loca o romántica la integridad, es el día en que se nos muere la ética.”

            No me apetecía volver a casa. Entré en una cafetería. Buscando alejarme del frío que no cura el calor, apretaba fuerte un café entre mis manos. Vi el suplemento de El País sobre la barra. Las páginas de la izquierda son una sucesión de tentaciones. Miradas de hombres y mujeres perfectos, perfumes, restaurantes, coches, viajes, la accesible promesa de un mundo feliz. Codiciamos lo que vemos y es duro prescindir. Si brilla el exterior, a quién preocupa el interior. Todos mis compañeros no se conformaban con menos. Claro, siempre había alguno que se preguntaba cómo casar  un socialista con un tipo que se dedica a acumular riqueza y propiedades. Entonces alguien, en tono jocoso, respondía  que ellos aspiraban a que todos tuvieran Audis, que eso era hoy el socialismo.

Nuestra victoria en las Elecciones de 1982, un inolvidable día de inmaculada pureza.  Día de sueños aún intactos. Uno de esos truenos vitales que recuerdas deslumbrantes, en los que reafirmas que todo mereció la pena para llegar hasta allí. Tan feliz, tan vivo, tan lleno de promesas desbordando corazones. Poco a poco aquel latido común se fue apagando, corazón a corazón. La realidad se encargó de poner a cada uno en su lugar: de descolocar al cerril, de acomodar al cínico, de aparcar al escéptico. Tal vez no por culpa de nadie o no solo por culpa de alguien. Es la vida y es el hombre. Lo mismo que no se forjaron en un día, tampoco es tarea de un día arrebatarle a un país sus sueños. Puede que basten treinta años. En 2011 los sueños se tornaron en falsa moneda de cambio.

Siempre seremos un país en el alambre, en permanente estado de construcción. Continua contienda, patio de vecinos receloso. Nuestra esencia es se parte Quijotes, parte Sanchos. Si basculas hacia un lado, pierdes todo lo que nos define. Yo  hace tiempo que me arrojé cuerpo a tierra sobre el día a día. Al reptar sobre el lodazal, la altura de las grandes palabras queda lejos. Era capaz de hablar más alto y grande que nunca, y también más vacío. Pero tenía a mis Quijotes en  casa,  padre e hija, que no cejaban en fustigar al que ya solo veían como el político profesional de éxito, cual si vieran pústulas sobre la piel del leproso. Mis dos conciencias que dolían sordo pero que quedaban muy atrás cuando se trataba de ganar el mundo. Y  madre ya no estaba, aquel baluarte de las familias españolas, esa figura protectora y poderosa, capaz de entender cada decisión de su hijo. Y sí, la echaba de menos.

A pesar de haber sido educado sin religión, los códigos conforme a los cuales se valoraba mi conducta fueron  aún más rigurosos. Por ello la culpabilidad pesaba aún más. Vuelas sobre el tiempo pero el pasado permanece ahí y aunque nunca volverá, tampoco marchará, elevando, pieza a pieza un muro de mampostería ya imposible de derribar. El muro formado por todas las opiniones de los demás que jamás entenderán y siempre juzgarán, que nunca olvidarán lo que fuiste. Solo el pasado existe y nada de lo que hagas puede cambiar el destino que el otro eligió para ti.

Todo cambia el día que finalmente aceptas que la sociedad no puede cambiar, que esta sociedad genera distintos grados de ciudadanía, como en la Antigua Roma. Unos con más, otros con menos derechos y no tiene demasiado sentido luchar por vaciar el mar. Atemperar su furia, quizá. Mientras, labrar un camino para mí y los míos. No sé si ese egoísmo siempre estuvo ahí, latente o apareció con el tiempo. Francamente me defraudaría a mí mismo pensar que no había cambiado y que en otro tiempo fui mejor.

Ya era tarde cuando llegué a casa. Distraído, puse la televisión. Varios canales con la misma emisión, una tremenda concentración de  gente  en la Puerta del Sol. Intereconomía, un placer culpable. No acababan de aparecer las esperadas imágenes que el presentador ansiaba para acreditar sus acusaciones de miles de descontrolados “antisistemas”. Aquella tarde había discutido con Eva, censurando su actitud pero colocándome en el punto de vista contrario, por considerarlos demasiados “prosistema”. Tirando de la última hebra de dignidad, como si yo fuera el joven que fui a su edad, le dije que a mí también me hubiera gustado jugar a primaveras del 68 e intentar cambiar el mundo como entonces, pero en el fondo se trataban de unos reaccionarios que buscaban perpetuar el estado de las cosas,  su derecho a ser burgueses, reclamar la parte del trato que se les había prometido con millones de horas de publicidad y que ahora se les negaba. Querían sueldos, querían dinero para gastar.

Cambió de cadena. Otra periodista se dedicaba a recoger cortas declaraciones de los integrantes de la masa que se agolpaba en Madrid. De pronto apareció Eva y mirando a la cámara, lo volvió a decir: “Ellos o nosotros” y por un momento, no supo decir si era la voz de su padre o la de su hija la que escuchaba.

Apagué la tele y puse el disco que había estado escuchando esos días, un viejo vinilo  comprado en una de las pocas tiendas de discos que quedaban en la capital. Se trataba de una banda australiana de los ochenta que casi no recordaba. El mismo disco de entonces. La música me trajo el olor de la vida a los veintitantos, cuando todo estaba por hacer. Aquel “Wide Open Road” fue el amplio camino que se abría ante mí y que la mayoría creía que efectivamente había transitado. Pero nadie sabe de las heridas íntimas, de las mordazas diarias, de los lazos no elegidos.

El principio está lejos y derribar el muro ladrillo a ladrillo lleva su tiempo. Pero hay momentos en la vida en que el único alivio posible procede de la redención que acompaña a la aceptación de la derrota completa, de la rendición sin condiciones.

Parecía que hacía siglos que no escuchaba a oscuras una canción varias veces seguidas. Al fin se levantó y fue al baño. Ante el espejo se quitó la corbata y tomó una decisión largamente pospuesta y que nadie entendería, quizá ni él mismo. Después marchó a Sol a buscar a su hija, a recuperar a su padre. 

domingo, 18 de noviembre de 2012

¡¡¡CORRE, BULLY, CORRE!!!



Para conocer a Bully, ya deberías esconder muchos años de recuerdos y  buena memoria distribuida en cajones de fácil acceso. Pistas: dio la vuelta al mundo en 80 días pero no fue el primero que fue un tal Willy Fog. Policía de Scotland Yard, lo hizo a la carrera tras el caballero inglés, a las órdenes de Dix, un cargante superior que se pasaba los episodios tratándolo de estúpido y pidiéndole que corriera.  Lo de Bully, perezoso y achuchable, no era el deporte y se metió entre pecho y espalda el mayor ultratrail  jamás planeado, siempre al borde de la extenuación. Una suerte de simpátíco santo patrón del ultrafondo.

LLevo meses recopilando canciones sobre eso del correr y la huída y se me ocurrió utilizar su nombre para bautizarla. Ayer hice una selección y tiré la mitad a la basura. Os dejo con las que elegí. 

Aunque probablemente mi afición favorita sea leer,  las que  verdaderamente me proporcionan mejores sensaciones, -cuestión de endorfinas supongo-, son correr o el deporte de fondo y escribir. Como aquel  "Aunque camine por el valle de las sombras, nada temeré", se puede vivir el infierno a tiempo parcial y saber que siempre habrá junto a ti un par de zapatillas y un lápiz, un cuaderno y una montaña.

Recopilación abierta que se seguirá construyendo con el tiempo y con alguna buena propuesta. (Pinchad en el título)


1. BRUCE SPRINGSTEEN: "Born to Run"
2. JACKSON BROWN: "Running on Empty".
3. THE UNFINISHED SYMPATHY: "You´ve got a long run"
4. SNOW PATROL: "Run"."
5. JONATHAN RICHMAN & THE MODERN LOVERS: "Roadrunner"
6. VAN MORRISON: "Come Running"
7. WILLIE JOHNSON: "Run"
8. BLIND WILLIE JOHNSON: "I´m Gonna run to the City of Refuge"
9. NICK CAVE & THE BAD SEEDS: "City of Refuge"
10. THE VELVET UNDERGROUND & NICO: "Run, Run, Run"
11. MUSE: "Time is Running Out".
12. DAN PENN: "You´ve Left the Water Running"
13. THE ANIMALS: "Roadrunner"
14. SOUL ASYLUM: "Runaway Train"
15. SAM COOKE: "I´ll Come Running Back to You"
16. JAMES: "Runaground"
17. THE FELICE BROTHERS: "Run Chicken Run"
18. M. WARD: "The Time I Ran Away"
19. THE SPENCER DAVIES GROUP: "Keep on Running"
20. NEW ORDER: "Run2"
21. PAUL WESTERBERG: "Runaway Wind"
22. THE NATIONAL: "Runaway"

VALE.
 

viernes, 16 de noviembre de 2012

"Some of These Days" según Sartre


"En seguida, vendrá el estribillo: es lo que más me gusta, sobre todo la manera brusca de arrojarse hacia adelante, como un acantilado contra el mar. Por el momento, suena el jazz; no hay melodía, solo notas, una miríada de breves sacudidas. No conocen reposo; un orden inflexible las genera y destruye, sin dejarles nunca tiempo para recobrarse, para existir por sí. Corren, se apiñan, me dan al pasar un golpe seco y se aniquilan. Me gustaría retenerlas, pero sé que si llegara detener una, solo quedaría entre mis dedos un sonido canallesco y languideciente. Tengo que aceptar su muerte; hasta debo querer esta muerte; conozco pocas impresiones más ásperas o más fuertes.

(...)

Unos segundos más y cantará la negra. Parece inevitable, tan fuerte es la necesidad de esta música; nada puede interrumpirla, nada que venga del tiempo donde está varado el mundo; cesará sola, por orden. Esta hermosa voz me gusta sobre todo, no por su amplitud ni por su tristeza, sino porque es el acontecimiento que tantas notas han preparado desde lejos, muriendo para que ella nazca. Y sin embargo, estoy inquieto; bastaría tan poco para que el disco se detuviera: un resorte roto, un capricho del primo Adolphe. Qué extraño, qué conmovedor que esta duración sea tan frágil. Nada puede interrumpirla y todo puede quebrantarla. 

El último acorde se ha aniquilado. En el breve silencio que sigue siento fuertemente que ya está, que algo ha sucedido.

Silencio

"Some of these days
You´ll miss me honey"

Lo que acaba de suceder es que la Náusea ha desaparecido. Cuando la voz se elevó en el silencio, sentí que mi cuerpo se endurecía; y la Náusea se desvaneció. De golpe; era casi penoso ponerse así de duro; de rutilante. Al mismo tiempo la duración de la música se dilataba, se hinchaba como una bomba. LLenaba la sala con su transparencia metálica, aplastando contra las paredes nuestro tiempo miserable. Estoy en la música. En los espejos ruedan globos de fuego; anillos de humo los circundan, y giran, velando y descubriendo la dura sonrisa de la luz. Mi vaso de cerveza se ha empequeñecido, se aplasta contra la mesa; parece denso, indispensable. Quiero cogerlo y sopesarlo, extiendo la mano... ¡Dios mío! Esto es sobre todo, lo que ha cambiado: mis ademanes. Este movimiento de mi brazo se ha desarrollado como un tema majestuoso, se ha deslizado a lo largo del canto de la negra; me pareció que yo bailaba.

El rostro de Adolphe está ahí, apoyado contra la pared chocolate; parece muy próximo. En el momento en que mi mano se cerraba, vi su cabeza; tenía la evidencia, la necesidad de una conclusión. Oprimo mis dedos contra el vidrio, miro a Adolphe: soy feliz".

(De "La náusea" de Sartre)

La versión es más moderna, de Ella Fitzgerald. Aparte del texto que es brutal, me gusta el vídeo, ese crear magia casi en zapatillas de estar en casa. Es Ella, es ella.

martes, 13 de noviembre de 2012

Todo fue contado


Borges contaba que solo hay, que solo hubo cuatro historias: 

El asedio de una ciudad poderosa de hombres valientes, Troya, por un ejército armado. La ciudad sabe que su defensa será inútil, que su destino es ser destruida. Aquiles sabe que morirá en la conquista. Los hombres como títeres en manos de los Dioses, incapaces de controlar su destino ¿Pueden ser nuestros triunfos más que ridículos?

El viaje de regreso de Ulises. Perderse y las dificultades para encontrar de nuevo el camino. Los obstáculos y la ilusión. El reencuentro. Sí, siempre la redención.

La búsqueda del vellocino de oro de Jasón y los Argonautas. Los sueños, el marchar detrás de quimeras absurdas, mágicas, inalcanzables.

El sacrificio de un Dios que se ofrecerá dando ejemplo y exigiendo nuestra parte. 

Más de dos mil años pasaron  y otros tantos pasarán y todo lo por contar, ya estará contado. Podemos marear y enredar pero con acento porteño, se nos responderá que todas esas páginas no son más que milongas. Y ellas, las palabras, siguen encandilando.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Esos juglares


Es nuestro día a día marcha marcial. Desbordar días menguantes, la condena de nuestros propósitos. La calma apenas existe y cuando aparece, no es más que espacio abocado a distracciones que nos obligan a acelerar de nuevo porque buscamos la evasión exótica y deslumbrante, siempre nueva. Por ello, resulta aún más sorprendente la existencia de juglares modernos a los que les basta levantar la voz y contarnos un cuento para divertir y enseñar.


Escuchando a Eugenia Manzanera entiendes ese pequeño y gran milagro que es la capacidad del hombre para  narrar historias.

Leyendo a Savater comprendes  mejor el poder de fascinación de un simple cuento.

"Porque los cuentos y con los cuentos viaja nuestra alma, y también se arriesga, se compromete, se regenera. El niño o el adolescente que se entregue al embrujo de la narración está desafiando en su camino lo inexorable y abriéndose a las promesas de lo posible. De ese insustituible aprendizaje del valor y la generosidad por vía fantástica depende en buena medida el posterior temple de su espíritu, la opción que determinará sus vidas hacia la servidumbre resignada o hacia la enérgica libertad".

Siempre las palabras, siempre el lenguaje.¿Acaso se necesita más para crecer cada día?

jueves, 8 de noviembre de 2012

Armenios



No soy oyente habitual ni de música clásica ni del rock más duro. Sí ocasional. A Jordi Savall lo conocí a través de Phaeton. Erudito de gran prestigio en el ambiente musical, se trata de un músico e investigador de músicas de periodos antiguos.  Actividad incansable que aúna estudio, conferencias o conciertos que nunca serán trabajo sino pasión.

Su última obra se centra en el acervo musical armenio. "Esprit d´Arménie" es un disco verdaderamente delicioso, excelso. Os dejo una recopilación de varios fragmentos.


Hablando de Armenia, recordé al grupo de Serj Tankian y Daron Malakian, System of a Down, grupo californiano con orígen armenio. Unido a otras bandas de aquel desnortado "chandal rock" cuyo sonido ha envejecido tan malamente y que fue incapaz de parir algún disco realmente memorable. Estoy hablando de Korn, Fear Factoy, Linkin Park, Limp Bizkit, etc. Sin embargo, "Toxicity" de System of a Down sigue siendo un disco fresco y potente. Como en tiempos hicieron Sepultura en su "Roots", tratando de acercarse a la música de su Brasil natal, también los armenios fueron permeables a influencias autóctonas. De mensaje contundente, entre las continuas y previsibles denuncias de los males endémicos de nuestra sociedad, no podía faltar ese gran olvidado de la humanidad, el genocidio de más de un millón de almas armenias a principios de siglo XX.

Vale.

martes, 6 de noviembre de 2012

Amigos de vuelta



LLevo años queriéndole dedicar un artículo a Loquillo. Esas previsibles líneas de tono nostálgico y sentío aún están por escribir. Nunca pensé que el detonante de la primera visita del "loco" por el blog, no sería el pasado sino un nuevo disco. Desde la distancia he seguido su carrera en solitario. No es que me interesara gran cosa pero lo sigo respetando. Me atrae la construcción de un personaje a través de pura convicción o de cómo la impostura, en lugar de resultar ridícula o acartonada, gracias a una seguridad ya legendaria, se convierte en tolerable, casi en entrañable.

Sin embargo, hace un par de semanas, escuché  sorprendido que Loquillo volvía a publicar disco, pero esta vez, junto a Sabino Méndez, el otro alma de los Trogloditas. Muchos fueron los desencuentros  y los problemas que, probablemente acrecentados por la leyenda, quedaron aparcados para publicar "La nave de los locos". Este disco, formado por recuperados retales de los últimos años, sí lo escucharía. Y así es, lo sigo escuchando. Una obra digna. Claro, ahora detecto muchas taras que no veía con veinte años menos porque era menos exigente (verdaderamente es un pena perder inocencia y ganar cinismo), pero me es imposible juzgar con objetividad. Escuchar a la pareja genera en mí demasiada carga emocional.

Cuando adolescente, comencé a escuchar las canciones de Loquillo y Sabino, quería ser rocker, buscaba algo,  no sabía muy bien el qué. Gracias a ellos y muchos más que llegaron después, sentí, nunca entendí -como todo lo verdaderamente importante en la vida, jamás se podrá explicar-, qué era ese rock and roll que, como escribió Sabino, para siempre conquistó mi corazón.

Además de "El rompeolas", otra canción del último disco sobre una época, que sinceramente creo más "auténtica" y que lamentablemente jamás regresará. De todas formas, es bueno sentiros ahí fuera, acompañándome como si nada hubiera cambiado en nuestras vidas y volver a escuchar un disco vuestro de nuevo por primera vez.

VAle

lunes, 5 de noviembre de 2012

Tertulia: "El retrato de Dorian Gray"


Aunque creo que nadie se lo habrá leído, disculpas por el retraso respecto a la cita fijada inicialmente,  pero ando bastante liado y además se me fue colando otro material ajeno a la tertulia al que le tenía más ganas.

Dorian Gray es un chico singularmente guapo e inocente. La trama parte del retrato que de él hace Basil, un amigo pintor, consiguiendo una obra de extraordinaria belleza. Ante la inusual perfección del cuadro, Dorian piensa que le gustaría permanecer por siempre tan joven. A través de una suerte de pacto tácito y fantástico, se le concede su deseo. Él, para siempre conservará su juventud pero el cuadro reflejará los cambios de su alma, de su interior. Esto viene a cuento de que simultáneamente al nacimiento del retrato, Dorian conoce a Lord Henry, amigo de Basil, que aprovechando el magnetismo y la influencia que ejerce sobre un espíritu puro como el de Dorian, le convence de que lo único que importa en la vida es  seguir los impulsos, disfrutar mientras se pueda, experimentar sin el freno de cualquier barrera  moral, saciar todos los apetitos; no se ha de retroceder ante la posibilidad de conseguir gozar una pasión, ya que cuando pasen los años, se sentirá pesar por no haber caído en cada tentación."Solo los sentidos pueden curar el alma".

Despreocupado y fascinado,  Dorian, elige su cuerpo, prescinde de su alma. Pero, como era de suponer,  esa elección tiene un precio. A partir de ahí su vida será un despeñarse sin control, probando toda clase de placeres y pecados, arrastrando culpas y remordimientos que se verán reflejados en el progresivo deterioro del cuadro en un agobiante, progresivo e íntimo espanto. El cuadro representa realmente su conciencia y es consciente de que ya es incapaz de amar, de que la juventud, que él glorificó, no es más que un tiempo prematuro de superficialidad y pensamientos malsanos. Se da cuenta del error que fue su vida.La cita final pronunciada por un orador callejero y reproducida por Lord Henry, su mentor, el  responsable de su destino, resume su tragedia: "¿De qué sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?".

Aunque en un primer momento. la obra podría considerarse una exaltación de los sentidos, del arte, de la belleza como un valor en sí mismo,  cuando Dorian finalmente se arrepiente y ve la gran mentira que fue su vida, se podría pensar que es un libro moralista que apoya el sacrificio, el trabajo, la renuncia como medio para conseguir una vida plena. Sin embargo, a pesar de sus postreras intenciones, el retrato sigue deteriorándose lo que se explica en que en el origen de tantas buenas acciones no hay más que curiosidad, hipocresía o simple vanidad. No, no hay mensaje claro.

El estilo, en ocasiones,  me parece demasiado detallista y recargado, contando con un pasaje que verdaderamente sobra: en la  retrospectiva de la vida de Dorian, el autor se empeña en describirnos todo lo que ha experimentado y gozado durante esos años: religión, perfumes, joyas, tejidos, músicas... en una enumeración francamente aburrida que no aporta nada. Por otro lado, la construcción de los sórdidos ambientes de los muelles de Londres, está muy conseguida. Por momentos,  se da un salto a casi una novela de terror gótico. Sorprendente el mundo de la droga, no muy alejado del actual.

También es de destacar el retrato de la alta sociedad británica. Lord Henry disecciona de forma despiadada la forma de vida de la gente que le rodea. Misógino, misántropo,tan inteligente como cínico, tirando de continuas paradojas y dobles sentidos, desprecia todo lo que se valora socialmente. Critica con gracia y aparentemente sin sentimiento; parece no ser dueño de afectos reales. 

Entre continuos y brillantes giros, describe a gente inmoral y ociosa,  preocupada por apariencias hasta lo absurdo,  que le basta con no ser vulgar. Por supuesto, jamás se preocuparían de las estrecheces del mundo real, ajeno al suyo. Ahí la indiferencia ante la supuesta muerte de un ojeador ("me han estropeado el día").
"Puedo simpatizar con todo menos con el sufrimiento (...) Es demasiado feo, demasiado horrible, demasiado deprimente. Hay algo agudamente enfermizo en esta simpatía moderna por el dolor. (...) Cuanto menos se hable de miserias, mejor".

Termino con algunas de las curiosas sentencias de Lord Henry, un tipo lúcido y amargado, probablemente trasunto en muchos sentidos, del propio Oscar Wilde.

"El temor a la sociedad, que es la base de la moral; el temor de Dios, que es el secreto de la religión; Tales son las dos fuerzas que nos gobiernan"

"La puntualidad es el ladrón del tiempo"

"Hoy la gente sabe el precio de todo y el valor de nada"

"La experiencia no tiene valor ético alguno. Es simplemente el nombre que damos a nuestros errores".

"Las cosas superfluas nos son tan necesarias"

"El autoreproche es un lujo. Censurándonos, imaginamos que nadie tiene ya derecho a hacerlo".

"Siempre pesa una fatalidad sobre las buenas resoluciones: la de tomarlas demasiado tarde" (...) Son simples cheques que el hombre expide contra un banco en el que no tiene la menor cuenta".

"Cada éxito nos trae un enemigo. Para ser popular, es preciso ser mediocre".

"El conocimiento es fatal. La incertidumbre es lo que subyuga"

"Solo dos caminos conducen a la civilización, uno es la cultura, el otro el vicio".

La próxima tertulia, 2 de Enero, sobre un libro que me regalaron en mi cumpleaños, de uno de los escritores españoles que más me gustan, Javier Cercas, "Las leyes de la frontera" Teniendo en cuenta la desmedida campaña publicitaria del libro, imagino que quizá alguien lo tenga y se anime.