viernes, 28 de febrero de 2014

El regreso de Vetusta Morla


Vetusta Morla es un grupo ignorado por esos entendidos que para mí son oráculo infalible, fiables faros en la infinita búsqueda de puerto seguro, de ciudades llena de tesoros que viene a ser la cotidiana e insana afición del melómano. Tampoco cuentan para esos otros "entendidos" de mente cerrada y rígidos prejuicios, de innegociables esquemas mentales en función del estilo que idolatren o tribu en que militen, aunque ese juicio me interesa bastante poco.

Francamente se me escapan las razones. En mi opinión, Vetusta Morla cuenta con una obra de peso, irreprochable desde cualquier punto de vista, aunque me bastaría una razón: haber compuesto "Los días raros", una de esas canciones que puedo llegar a escuchar y disfrutar sin descanso veinte veces seguidas.

Por otra parte, no son una banda que surgiera de un día para otro, a la que se le presentara la suerte de cara. Crecieron lentamente durante años hasta que llegó su merecido éxito con un debut brillante. Puede que el mejor vehículo para reflejar su trayectoria, sea el curioso vídeo de "Un lugar en el mundo", el paseo desde su casa hasta la sala de conciertos de la FNAC.

 Se anuncia su regreso con un buen adelanto: "Golpe maestro". Expectante.

 

miércoles, 26 de febrero de 2014

El misterio de Scott Walker



Compré un disco de Scott Walker con veintitantos años:"Scott Walker Sings Brel", todo versiones del cantante belga. Me  pareció un horror. Como ha de ser para cualquier chaval  sano y bobo de esa edad, el territorio estético musical en el que me movía estaba delimitado por coordenadas integristas.  Volví a ese disco varios años después y me pareció maravilloso. Scott Walker es de esos tipos de los que todos los entendidos hablan más que bien pero que pocos se paran a escuchar.

Fugaz apunte para recomendar el documental "Scott Waker 30 Century Man" sobre un tipo raro de verdad. Extraño por seguir una vocación de artista real, por elegir el camino de la experimentación, por principio minoritario, por renunciar al éxito y a la fama convencional, por elegir el prestigio que proporciona el misterio. 

Sí hay algo que me soprendió muchísimo. Tal vez no sabría definir exactamente qué es ser  "británico" en el mundo de la música, pero muchos sabemos de qué hablamos. Si tuviera que elegir figuras que encarnaran lo "british", esa mezcla entre elegante y decadente, entre teatral y distinguido, pondría en esa lista a Jarvis Cocker (Pulp), Neil Hannon (The Divine Comedy) o Paul Weller, pero nunca faltaría Scott Walker. Por eso me sorprendió tanto saber que habido nacido en Estados Unidos. 

martes, 25 de febrero de 2014

Si no fuera tiempo de "Crematorio"


Siempre a la última, he estado viendo "Crematorio". Hace unos días andaba  hojeando en la biblioteca de Salamanca libros de Rafael Chirbes y justo cuando me pongo a escribir sobre la serie, leo que está basada en un libro suyo. No es tan buena como promete en un principio; ahí están los puntos flacos que probablemente disgustaran al autor y que hacen que todo se venga un poquito abajo a medida que se acerca el final, pero hay que reconocer la serie está muy bien, con una sorprendente y estimable factura técnica. No veo ninguna serie española desde hace muchos años; puede que ahora todo se mueva en esa onda. 

Sin conocer el libro,  por alguna de las disertaciones de los personajes, que me recuerdan a otro tipo de mangoneo, también en el origen de todo el hostión, -el reflejado en otra buena película: "Margin Call"-, imagino que la obra buscará retratar y reflexionar sobre unos de los pilares de nuestra particular crisis patria.  
Seguro que su estreno fue contundente en 2011, pero tres años después se entiende mucho mejor. Entonces creíamos que los malos eran menos, que se criaban al calor de madrigueras que invitaban al trinque y al vicio. Hoy que han caído y siguen cayendo tantas cortinas de palacio -al menos nos queda eso-, descubrimos que eran muchos más de los que pensábamos (¿tal vez todos?), que el mangoneo se ejerce conforme a muchas suertes, que hay delincuentes que lo arriesgan casi todo, pero que también hay carta blanca para muchos delitos tolerados y hasta privilegios sin fundamento serio, consagrados por sacrosanta ley. 

El fin común es la que une a tanta ansia desbordada: una vida como la del temido Rubén Bertomeu, un rico de manual decadente y hortera donde no pueden faltar la tías buenas, el yate, el arte postizo o las piezas de caza. Porque eso es la FELICIDAD.

Me pregunto si al menos hemos sacado algo bueno de todo este maldito entuerto que ya dura demasiados años . Me pregunto si, al menos, la sociedad ha dejado de admirar a todos esos tipos que fueron los más respetados mismamente anteayer. Pero sobre todo me pregunto si las raíces del desprecio y censura son las correctas: un irrenunciable código de valores o simplemente  la envidia. 

Grande Pepe Sancho, para siempre encadenado a ese cabrón borracho de poder llamado Rubén Bertomeu.

 Ya lo sabéis, canción de cabecera interpretada por Loquillo. 

domingo, 16 de febrero de 2014

¿Por qué escribir? Presentación de "En Extraplomo"

FORMAS DE ADQUIRIR EL LIBRO:

En Ciudad Rodrigo en las librerías NOVA EXPRESS Y GARZÓN

A través de mi correo abelatalanta@hotmail.com

PRECIO:10 €

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PRECIO: 2 €


(Los padres con las dos criaturas, la que ya está aquí y la que está a punto de llegar.)

Os dejo mucho de lo que conté ayer en la presentación y las formas de adquirir el libro.

Gracias a Rebeca, a Raquel ,a Juan DMorán y a todos los que ayer me acompañasteis o simplemente os acordasteis.



PRESENTACIÓN DE “EN EXTRAPLOMO”  (15 de febrero de 2014)

“¿POR QUÉ ESCRIBIR?”

Creé el blog  a finales de 2008, poco antes de la quiebra de la Banca Lehman,  el acontecimiento considerado como inicio oficial de la maldita crisis.  Nadie creía entonces que se avecinaban tan malos tiempos, que aún hoy, en 2014, tienen paralizado a todo un país entre el miedo y la amenaza. Con un arranque anterior, también han sido malos tiempos para mí. Sin embargo, una de las cosas buenas que saqué en claro de mi particular travesía por el desierto fue descubrir que me gustaba escribir, que casi lo necesitaba.

Entonces los blogs estaban de moda. Hoy, menos de cinco años después, ya casi son una pieza arqueológica arrasada por la implacable ley de caducidad del mundo virtual. Existía un subgénero dentro del fenómeno bloguero: los blogs de deporte,  los dedicados a la resistencia más exactamente, donde los deportistas básicamente se dedicaban a contar sus entrenamientos y competiciones.  

Así empecé yo. Más a menos me ajustaba a las reglas pero para mí era un campo demasiado estrecho, unas reglas de juego asfixiantes.  Pronto unos cuantos raros nos pusimos a tratar también de música, literatura, cine, de la actualidad y acabamos por escribir de cualquier tema, también de nosotros mismos. A cualquiera que abre un blog siempre le asiste una duda: ¿no llegará el día en que se acaben los temas, en que no sepa de qué hablar, que no tenga nada que compartir?

Yo me di cuenta muy pronto de algo importante: tengo mucho rollo y el motivo más bien me da de lado. A menudo me tomo lo de escribir un artículo como las redacciones que antaño nos mandaban hacer en la escuela. Tienes un tema, lo haces, lo entregas y punto. Materia prima hay por todos lados y toda es buena; que el material que fabricas sea bueno no depende del objeto, depende de ti, de utilizar el ángulo  y los instrumentos adecuados, depende exclusivamente del tratamiento. De hecho ya no creo que haya buenos o malos temas. Escribir no consiste más que sentarse y darle al teclado o al bolígrafo. Me gusta esa frase de Javier Reverte: “Los libros se escriben con el culo”. Lo de las musas es un gran camelo. Las ideas llegan continuamente –yo siempre llevo en los bolsillos papeles con anotaciones para que no se me escapen-, solo hay que colocar la antena y trabajarlas. Y esto es como todo, como cualquier actividad en la vida, cuanto más la practicas, cuanto más leas también, mejor te saldrá.

Por otro lado, en aquellos días, muchos lectores comenzaron a decirme que le gustaba lo que escribía, que le interesaba y eso anima, es estimulante.  Es algo a lo que nunca te acabas de acostumbrar y siempre, siempre se agradece.

Y llegó un día  que fui consciente de que ya no podía vivir sin escribir, que ocupaba una parcela más de mi vida, como tantas otras. Pero no por las razones que a lo mejor pensáis. La recompensa real es el texto, eso basta. Dar por terminado el pequeño proyecto en el que has estado trabajando, primero mentalmente, después ya manos a la obra, es un proceso que engancha.  Yo soy deportista y es una sensación muy parecida a la que tienes después de entrenar o competir, una forma de liberación. Porque escribir como correr, cuesta, requiere concentración y disciplina; de hecho, hay ocasiones en que puede resultar agotador.

El hecho de que al otro lado haya personas empleando parte de su tiempo en algo que yo escribí me parece sencillamente milagroso.  En un mundo en el que todos tenemos prisa, en el que nunca llegamos a lo que queremos,  en el que la tendencia reinante es probar de todo quedándonos siempre en lo superficial, en el que ya solo leemos en diagonal, que haya gente que  emplee diez minutos de su vida en uno mis artículos y le puedan sugerir algo,  me hace sentir enormemente agradecido y espero no perder nunca esa sensación.

Otro paso importante en mi relación con la escritura fue el de comenzar con la ficción. Comencé a inventar, a escribir ficción hace relativamente poco tiempo, alrededor de un par de años. Me gusta escribir artículos sobre el material más variado y algunos me parecen que están bastante más logrados, que tienen más calidad de lo que se incluye en el libro.

            Escribir ficción es más difícil porque construir personajes y situaciones creíbles es muy complicado. También sé que soy muy exigente, muy autocrítico y me cuesta horrores darle el visto bueno; puede que sea porque ya solo leo a los mejores. El tiempo es el que es y no pierdo el tiempo en minucias.  De hecho, la mayoría de lo que se publica y se vende me parece bastante malo. Comencé con timidez y me sigue acompañando una gran inseguridad –lo que no me parece malo y creo que acompaña a cualquier creador, hasta a los buenos de verdad-, pero el hecho de que también a la gente le gustara lo que publicaba, me hizo adquirir algo más de confianza.

            Ahora bien, soy muy consciente de mis limitaciones. A veces me cabrea cuando me sorprendo tomándome demasiado en serio. Para mí es una afición como puede serlo el deporte. Lo mismo que corriendo por el monte no puedo aspirar a ser Kilian Jornet,  tampoco escribiendo puedo ser Muñoz Molina. Pero a  mí me basta, me satisface compartirlo con un círculo más o menos amplio. Sí hay algo que busco, que mis letras no sean letras muertas, lugares comunes de tantos periodistas o escritores afamados que no escriben más que basura a sueldo, cartón piedra previsible, quiero que se sienta la pasión que le pongo detrás, que hagan sentir, pensar, incomodar, buscar.

Pero escribir bien es otra cosa, es atrapar algo que los demás no vemos, es retratar con lucidez lo miserable o divino que hay en el ser humano. Leer unas líneas de  Philip Roth, de Norman Mailer, de Céline me puede dejar literalmente noqueado. Cómo meter tanta vida dentro de un simple párrafo. Y no hay una fórmula, es una especie de don. Dentro de esos privilegiados los hay que escriben recargado y complicado y otros –los mejores- cuentan mucho de la forma más aparentemente humilde o sencilla.

Pero el caso es que hoy estoy aquí, presentando un libro. El libro está autoeditado en uno de las tantas editoriales  que hoy se dedican al fértil negocio de atender las ínfulas de tipos como yo que se las dan de escritores. Leí que en España se publicaban alrededor de 100.000 libros al año, lo que me parece una locura, tal y como está el negocio. Además de no considerarlo tan bueno, el libro es extraño y poco comercial, como para andar rompiéndome  la cabeza buscando que lo publique una editorial seria, sobre todo cuando sabes que hoy es complicado hasta para verdaderos escritores profesionales. El formato físico ha quedado bien pero la pasta debería ser algo más gruesa para hacer justicia a la gran foto de Raquel.   No es que la inversión sea muy grande, mas no pretendo ganar ni un duro –me conformo con no perdelo-, soy realista. Sé lo que tengo entre manos y sé cómo desgraciadamente está el percal.

Como decía, el libro es raro, en cierto sentido un cajón de sastre, hay textos nuevos pero también muchos retales de los últimos años que seleccioné y quería conservar antes de seguir adelante con otros proyectos. Algunos de los textos más antiguos –se nota por la Ortografía de la RAE anterior 2010 que no he querido retocar- , los hubiera descartado a la luz de mi criterio actual, pero además de saber que hay personas a los  que le gustaron mucho, finalmente vienen a ser tus pequeñas criaturas a las que acabas cogiendo cariño.

El libro tiene dos partes:

Una primera de RELATOS. En principio, dentro de mi estilo, es la parte más convencional del libro. Las historias no tienen un motivo común. Sobre todo, si atiendo a los añadidos en último término, trato de experimentar, de explorar varias posibilidades, probar nuevas formas de contar, estilos, géneros, temas como puede ser la de utilizar la voz de un niño o el diario de un adolescente, acercarme a las consecuencias y causas de la crisis, pasando por las implicaciones políticas, tema prácticamente ineludible hoy, algún amago de género más negro además de la violencia doméstica, históricos con desarrollo en Ciudad Rodrigo, microrrelatos, etc. Se incluyen un par de relatos premiados en dos concursos. Hay una nota común en todos ellos: es una descripción de interiores de los personajes. Prescindo del entorno por completo.

Sí hay una categoría especial, los más raros  puede que sean los que más aprecio, los que sugieren más que cuentan y que cada uno puede interpretar de distinta forma a la luz de su situación, de sus vivencias, de sus expectativas. Son una especie de transición a las ATALANTIANAS donde las imágenes y el lenguaje más puramente poético manda.  Un amigo, Carlos, hablaba del rollo atalantiano y de esa broma tomé el nombre para esas composiciones crípticas y misteriosas que de vez en cuando publicaba en el blog.

La influencia de la  poesía está ahí. Me gusta leer poesía, una actividad que tal vez no esté de moda porque requiere concentración y se ha de hacer de forma lenta y meditada. Me interesa el trabajo con imágenes, cómo son capaces de atrapar realidades en apenas un verso y supongo que eso me influye en mi forma de escribir.

Por otro lado, también  está esa otra forma de poesía con la que convivo muy unido desde adolescente: la música. Las atalantianas también se podrían describir como canciones; en cierta forma, utilizan su lenguaje, su forma de expresar. Además del deporte, puede que leer y la música sean mis aficiones favoritas. Por ello, las referencias, tanto literarias como musicales, son continuas a  lo largo del libro.

Las atalantianas son las que definen el título: “En extraplomo”; para los que no lo sepan “extraplomo” es un término que se  utiliza en la jerga montañera y describe la escalada en rocas que superan la línea vertical, colgados de paredes que literalmente se te vienen encima. Puede que así me sintiera yo durante muchos años.

El valor de las atalantianas está en la verdad que encierran. Ciertamente ahora no podría escribirlas y esa es la mejor señal de la fidelidad del testimonio. Fueron mis armas para entonces expresar y explicar, hoy para interpretar mis peores años. El texto más claro “2012”, que en principio, carece de valor literario alguno pero es importante para mí; no es más que una sucesión de imágenes, de pensamientos que decido exponer a través de una estructura rota para indicar su ritmo constante, el de un metrónomo golpeándome durante años con el que aprendí a convivir, fabricándome paréntesis artificiales e inestables.

 Como reverso positivo, “Cordada” y la única atalantiana fechada, que quería recoger porque simbolizan mi renacer, mi llegada a un nuevo mundo. Todas esas composiciones retratan una experiencia concreta de la que se puede partir para la reflexión. Todos pasamos por problemas en la vida; y aunque nos afectan de forma distinta, seguro que todos reconocemos esa íntima desazón que a veces se apropia de nuestras vidas.  Lo que nos diferencia no es el tamaño de nuestros problemas sino la forma de encararlos o resolverlos.  Yo nunca  supe hacerlo –puede que no supiera hacerlo en toda mi vida-,  hasta que yo mismo me convertí en el problema. Aunque a veces pensamos que no hay cosas peores que las que nos ocurren a nosotros, no es una percepción real. A diario somos testigos de ejemplos de vidas traspasadas por tragedias terribles que demuestran una fuerza y un temple inspiradores para afrontar nuestras pequeñas desgracias.

            Hay una frase de Juan José Millás que me encanta: “Escribo por las mismas razones por las que leo, porque no me encuentro bien”. Esta respuesta que me parece muy lúcida, aplicable a todo lo que escribo, es especialmente verdad para referirme a estas composiciones huella del más íntimo dolor que hoy –insisto-, jamás podría escribir. Por otra parte, escribir, al igual que el deporte, me sirvió para alejarme de mí mismo, para intentar entenderme, para sobrevivir, fue una bendita válvula de escape.

Ahora me ocurre como a los músicos que no vuelven a escuchar sus discos. Ya no leo lo que escribí. No me gusta porque lo vería lleno de fallos y haría cambios sin parar; además hoy me veo a mí mismo como a otra persona, como si fuera un personaje de mis relatos,  alguien distinto a mí. A veces pienso que todo aquello no fue tan malo, quizás el destino que me ayudó a despertar, a convertirme en otra persona, a ser feliz. La frase de Dylan que utilizo para abrir el libro creo define muy bien esos textos o esos años de mi vida. “El que no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo”  de “It´s all right, ma (I´m only bleeding)”. Yo aquellos años solo moría un poco cada día y ahora siento revivir cada uno. En realidad, todo es mucho más fácil de lo que pensaba.  

La última parte se trata de una recopilación de  unos pocos poemas dedicados a temas variados que no quería perder, incluido el que se recogió en la recopilación que se hizo sobre la crisis y en la que comparto páginas con ilustres como Aute, Juan Carlos Mestre, Ángel Petisme o Inma Luna. Especial recuerdo al Manolín, nuestro bar. Lo que era un poema con motivo de sus cinuentenario se convirtió en una suerte de sentida despedida.

Para terminar, unos textos que parten de experiencias reconocibles por todos como son la muerte de mis abuelas, el nacimiento de mi hija o  la relación con mi madre que creo, encajan bien en un libro de naturaleza tan íntima o personal, sobre todo teniendo en cuenta que jamás volveré a publicar algo así.

Mis siguientes proyectos serán muy diferentes.  Después de verano pretendo presentar un libro sobre mi relación con el deporte de resistencia con algunos textos del pasado retocados y algunos que tengo por hacer. Su nombre será “Diarios de ultrafondo”.  
Por úlitmo, el próximo año quiero publicar mi primera novela cuyo guion ya tengo esbozado que se desarrollará entre Las Hurdes y Ciudad Rodrigo  y en la que ya estoy trabajando.  Su nombre: “De prodigios”.

Y por supuesto habrá tiempo –o quiero pensar que lo habrá- para escribir en el blog de lo que se tercie: música, deporte, Ciudad Rodrigo… y por supuesto, Abril.

Escribir, escribir lo que sea. ¿Por qué escribir? Porque me ayuda a entenderme, porque me ayudó a salvarme.



domingo, 9 de febrero de 2014

I Know It´s Over según Buckley


¿Se puede mejorar lo excelso?

Nadie mejor que Jeff Buckley, el ángel caído, autor de la VERSIÓN con mayúsculas, capaz de llevar aquella canción evangelio mil años luz más allá, para probar con otra.


jueves, 6 de febrero de 2014

Nunca demasiados, Philip


Hoy se regalan los elogios, tanto se derrochan que el mismo concepto se devalúa. Dentro del gran pantéon de vanidades que, por principio, ha de ser el cine, nacemos acostumbrados a sobrevalorar la figura del actor, en tantas ocasiones no más que un resorte en la gran empresa que es poner en pie las películas, que a veces funcionan a pesar de, no gracias a la estrella de turno.

He aquí una excepción. Supongo que al ser tantos, a Philip Seymour ya no le alegrarían los elogios y premios como antaño, como en sus inicios. Él seguía a lo suyo, atrapando algo especial en cada fraseo o gesto. Un criterio que utilizo cuando juzgo arte, es la intensidad; trato de rastrear la autenticidad detrás de cada tentativa. Tantos secundarios inolvidables que golpeaban-algunos tan irreconocibles que descubría como suyos meses después-, tantos rostros que  con apenas un puñado de minutos convertían una película en algo completamente distinto.

Como recuerdo, un personaje real, el mítico crítico Lester Bangs. Lo elijo porque "Casi famosos" es una película fetiche para todos los que sentimos la música o el rock and roll -grito cajón que abarca mucho más- como algo especial que a menudo nos atraviesa sin entender el porqué.  Elijo a su Lester por esos intentos infructuosos de relatar una pasión que le devora y que estoy seguro no debe estar muy alejada de la comezón de esas personas que no pudieron nacer mas que para interpretar, para contarnos historias.

Grande Philip Seymour Hoffman. Se te echará de menos, compañero.