sábado, 31 de mayo de 2014

Romance de "La loba parda"


 A cuenta del artículo sobre el libro de Carlos Medina "El arte popular de los pastores salmantinos" que publico en el blog de Ciudad Rodrigo, comparto este romance cuento que allí descubrí y que me encantó.

ROMANCE DE "LA LOBA PARDA"

"Estando yo en la mi choza
Pintando la mi cayada
Las cabrillas altas iban
Y la luna rebajada;
Mal barruntaban las ovejas,
No paran en la majada.
Vide venir siete lobos
Por una oscura cañada.
Venían echando suertes,
Cual entrará en la majada;
Le tocó a una loba vieja, 
Patituerta, cana y parda,
Que tenía los colmillos
Como punta de navaja.
Dió tres vueltas al redil
Y no pudo sacar nada;
A la otra vuelta que dió,
Sacó la cordera blanca,
Hija de la oveja churra,
Nieta de la orejisana,
La que tenían mis amos
Para el domingo de Pascua,
¡Aquí mis siete cachorros,
Aquí mi perra trujillana,
Aquí perro el de los hierros,
A correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega,
Cenareis leche y hogaza;
Y si no me la cobráis,
Cenareis de mi cayada.
Los perros tras de la loba
Las uñas se esmigajaban;
Siete leguas la corrieron
Por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito
La loba ya va cansada.
-Tomad, perros, la borrega,
Sana y salva como estaba.
- No queremos la borrega,
De tu boca alobada,
Que queremos tu pelleja
Pa el pastor una zamarra;
El rabo para correas,
Para atacarse las bragas;
De la cabeza un zurrón,
Para meter las cucharas;
Las tripas para vihuelas
Para que bailen las damas."

lunes, 26 de mayo de 2014

Puño Invisible: Arde Granada


Capítulo de puño invisible.

Sin duda "Granada" será uno de los discos del año. Y lo será por o a pesar de ser un disco de versiones. Una hetorogénea colección de piezas que van desde Lluis Llach a Violeta Parra, de Edith Piaff a Fito Paez, pasando por composiciones tradicionales, poéticas o hasta clásicas del Siglo XIX. 

Silvia Pérez Cruz, de familia de raigambre musical, es una estrella en ciernes; tras su paso por Las Migas, "Granada" supone la reválida del pequeño éxito que ya fue su primer disco en solitario, "11 de noviembre", coronada por un mediático colofón: el Goya por "Blancanieves". 

Esta obra está firmada a medias con Raúl Fernández -músico interesantísimo cuyo disco "Nones" se me quemó de tanto escucharlo hace unos años-, y es que de la difícil colaboración, ha nacido un disco extraño donde la portentosa y cálida voz de Silvia, se inflama por el recio y austero tratamiento a que se someten las canciones. Arde Granada.

Para muestra esta pequeña maravilla, audaz porque se ha de ser valiente para intentar una nueva lectura de "Pequeño vals vienés", clásico de clásicos (Lorca a través de los ojos de Cohen), ya revisitado a través de otra desarmante y genial versión (Morente y Lagartija Nick). Silvia cosecha un fruto a la altura, versos y acordes potenciados hasta el infinito, llenos de ecos de mucho más, llenos de poesía.  Y me quedo con la duda de si esos quejíos finales que tanto recuerdan a Jeff Buckey, son un guiño intencionado al "Hallelujah" o es que nos salió así.

Vale.

viernes, 23 de mayo de 2014

Minimalismo Sacro


De los Nikis al Minimalismo Sacro; en fin, ya sabéis cómo va esto. De primeras, por lo que he leído, el uso de la etiqueta "Minimalismo sacro" es ciertamente bastante discutible, pero a mí me viene bien para presentar  en cuatro líneas a autores a los que llegué encadenada y casi inevitablemente. Primero fue John Tavener, al que conocí a través de un artículo publicado con motivo de su muerte en 2013 -la fama, esa forma de inmortalidad-; de él pasé a Henryk Gorecki, después  Arvo Pärt.  

El Minimalismo sin apellido fue una corriente vanguardista musical que se comienza a desarrollar en Estados Unidos durante los sesenta que solo conozco de oídas, que nunca he escuchado seriamente, con representantes como Steve Reich y Terri Riley.

  Tavener, Párt y Gorecki, aún con sus diferentes etapas, están influidos por el estilo. Si os interesa el tema y escucháis algo, sus notas o características se desprenderán rápidamente: simplicidad de armonías,  repetición hipnótica, en algunos casos reducción instrumental al mínimo, el uso de la voz, la influencia de la música antigua, la apariencia de sencillez, la austeridad o contar mucho con pocas notas, valiéndose del silencio incluso.

El calificativo de sacro viene de que todos eran cristianos convencidos, Gorecky católico, Tavener y Arvo Pärt ortodoxos. De ascendencia mística, a veces se sirven de textos religiosos.

Emocional, parece una música dirigida a lo más hondo, a nuestro mismo centro. La percepción de la música es algo muy personal, y aunque a veces resulta complicado abstraerse y dejarse inundar por un sonido que no lo pone fácil, si el momento es propicio, se recibe casi como sanador, como portador de una extraña paz.

Yo siempre ando investigando pero sin duda uno de los desubrimientos del año, puede que de mi vida.

miércoles, 21 de mayo de 2014

¿Te acuerdas de los Nikis?



Recuerdo a los Nikis de los ochenta, recuerdo un concierto un sábado por la mañana -sí, entonces se emitían esos disparates-, que me tragué enterito. Me gustaba la música, básicamente punk rock melódico pero las letras eran un poco chorras; francamente no sabía si me debían gustar, algo entendible en un adolescente a la búsqueda de unas señas de identidad "válidas".

Hacían una versión del "London Calling" de los Clash, "Algete arde", y Ordovás los bautiza como los "Ramones de Algete". Puede que su sonido les emparentara a los desharrapados de Queens pero ellos son chicos bien; de hecho el nombre lo tomaron de la prenda hoy proscrita excepto para el pijo militante, lo que si te paras a pensar, viene a ser bastante absurdo. Años después me enteré que por entonces se estilaba que descerebrados de ultraderecha alzaran el brazo en los bares cuando sonaba  una de sus canciones, "El Imperio contraataca".

Comenzaron como muchos grupos de este jaez, sin saber tocar y sorteando instrumentos. Sobre todo les gustaban las versiones y había un tema fetiche: Benidorm, que aparece en varias canciones. Hay una característica que inevitablemente se asocia a toda su obra: el humor. Son como la versión suave de Siniestro, pero más digeribles e inofensivos y con bastante menos talento.  Sin embargo, hay que reconocerles que partiendo de sus aspiraciones, lo que hicieron, lo hicieron bien y buenas risas y bailes nos echamos, lo que nunca es poco.

martes, 20 de mayo de 2014

Turismo, a nova sifilis



Esta semana se anunció que España alcanzará los 63 millones de visitantes durante 2014, 3 millones más que en 2013. La cifra es brutal, mentalmente inabarcable. Es nuestro maná, el salvavidas del naúfrago. Las razones son evidentes: maravilloso país de numerosos y variados atractivos, precios baratos e inestabilidad en zonas turísticas cercanas.

Hace unos días vimos un documental muy interesante, "Bye bye Barcelona" que da voz a la denuncia de los perniciosos efectos de un turismo desbocado, centrándose en una ciudad, Barcelona. Es el reverso de la fortuna, el cumplimiento del augurio "vigila lo que deseas porque puedes llegar a conseguirlo". Tras la nostalgia del vecino de barrio que demanda una mínima regulación que controle la ley de la selva, subyace la inutilidad de una casi imperceptible voz frente a los gigantes encarnados en el lobby hotelero, cuyas prácticas mafiosas también quedaron a la vista en un "Salvados" de hace un par de semanas.

Aquí se ve claramente cómo se cruza una línea donde la ciudad se convierte en algo muy distinto de un lugar para vivir, en poco más que un centro de recepción para que los implacables turistas se dediquen a hacer sus cosas -gran parte bastante absurdas-. La nostalgia del barrio antiguo impregna las indignidas declaraciones de los que han decidido seguir en sus casas de toda las vida a pesar de las ya casi insoportables molestias.

Si esto le ocurre a un entorno como el urbano, en principio mejor acondicionado para estas prácticas,  qué no será en el mundo rural o el entorno puramente natural. Todos conocemos algún pueblo que murió de éxito para convertirse en la antítesis de lo que, en un plano ideal, consideraríamos la vida en un pueblo. Y es que la masa pretende hacer turismo en el monte como lo hace en la ciudad, sin apenas renunciar a comodidades, y queriendo disfrutar de sus mismas posibilidades de evasión, sin saber "aburrirse" sabia y serenamente.

Sé que soy raro y por principio reacio a cualquier tipo de excursión mínimamente organizada. Cuando viajo me gusta ir a mi aire e improvisar, pero aún así, cuando el año pasado volví a Italia, quedé espantado de la locura de aquellas calles atestadas a deshoras en días laborables. Visité lugares para mí en principio mágicos y no sentí apenas nada, porque la capacidad de aislamiento era nula, porque no existía canal de conexión posible con las connotaciones que pudieran embargarme en el sillón de mi casa frente a una página  o fotografía sobre aquellos parajes o sus personajes.

Entonces fui consciente de que que para mí se abría otra etapa en la que carece de sentido alguno viajar a esos lugares emblemáticos o hermosos con el objeto de pedir turno para hacerme la foto de rigor. Ese viaje a Italia lo acabamos unos días en los Alpes y ahí sí aprecié realmente qué es la soledad y la serenidad de lo que busco.

El título del artículo viene de una pintada que vimos en Sintra -lugar ciertamente enfermo de este mal- y que además de graciosa, nos pareció especialmente lúcida.

P.S. Por si a alguien le interesa,  al documental se le pueden configurar los subtítulos en castellano.


lunes, 19 de mayo de 2014

jueves, 8 de mayo de 2014

La trastienda de la Media Maratón de Ciudad Rodrigo

Ni mucho menos todos los que son. Una pequeña representación de nuestros voluntarios.


Hace tiempo que no escribo crónicas de carreras –básicamente porque por circunstancias de la vida, además de por cierto y no sé si transitorio cambio en mi relación con el deporte que sigo practicando a diario, apenas compito-,  pero los que me conocen, saben que mis relatos no eran de los habituales. Hoy vuelvo al tema, a una crónica de carreras, la de mi ciudad,  la de  la Media Maratón de Ciudad Rodrigo, pero a mi estilo, sin que siquiera aparezca  un corredor, un crono o un kilómetro. 


El año pasado, como miembro de la organización,  tuve un enfrentamiento absurdo  en línea de meta con un corredor que me respondió de malos modos a una  indicación. Supongo que íntimamente me rebeló la injusticia de la situación, el hecho de que después de trabajar tanto para que  atletas y acompañantes pudieran disfrutar de su afición con seguridad y sin preocupación alguna, se te pague de esa forma. Tal vez fue ese día el que decidí contar algo de la trastienda de la carrera, para que todos los participan o simplemente miran desde el tendido, sean conscientes del esfuerzo e ilusión que exigen la mayoría de carreras de nuestro calendario y que, aun con sus fallos, merecen respeto.


Cada año me hago la misma pregunta: Qué pinto yo en la organización de una media de asfalto cuando ni ya me interesa el asfalto ni en general el mundo de la competición, que para mí roba algo de su esencia al deporte popular. Que conste que para llegar a ese cuestionamiento he tenido que cruzar las metas de demasiados maratones y carreras de todo pelaje, algunas de dureza extrema. Imagino que la respuesta viene del apellido de nuestra carrera: Media Maratón de Ciudad Rodrigo. Lo escribía hace unos meses; me resultan ajenos las banderas y  símbolos patrióticos tan en boga, pero sí siento esa extraña vinculación con mi tierra, sin que sepa expresar qué demonios viene a significar la idea o concepto de tierra, el qué es Ciudad Rodrigo; si el entorno meramente físico, si la comunidad, si el acervo invisible que se viene construyendo día a día por los mirobrigenses, patrimonio de tradiciones o aspiraciones de mayor o menor  trascendencia, reconocimiento o valor. Al final es nuestro nombre, es una marca que, en cierta forma, exportamos.  Hace unos días, hablando con una oficina de la UNED de Madrid sobre un certificado que no me había llegado, la chica me decía que se acordaba perfectamente de haberlo enviado porque cuando escribió el destino en el sobre se dijo: “Ciudad Rodrigo, mira qué suerte vivir en un sitio tan bonito”. Aunque mucha gente no hace más que renegar de nuestro pueblo, también pienso yo eso, que me siento afortunado por ello y espero que nunca tenga que marchar como tantos otros. Tal vez eso dé respuesta a la pregunta con que iniciaba el párrafo; me explico mi labor en base a aportar algo a la vida de mi ciudad relacionada con una afición importante en mi vida, implicarme en una manifestación meramente lúdica, ofrecer nuevas posibilidades y visibilidad a Ciudad Rodrigo. Me respondo que bien está, digo yo.


Y tras esta larga introducción, entro en materia para trataros de explicar algo del trasfondo de una  Media como la de Ciudad Rodrigo  que comienza con reuniones varios meses antes de la prueba –siempre a la misma hora, las nueve y media de la noche- y ni mucho menos termina cuando el último corredor cruza la línea de meta de la Plaza Mayor en algo más de dos horas.


Tras dar por finiquitada la prueba, aparte de  la ardua tarea de dar de comer a cientos de personas con ya nuestros clásicos  huevos con farinato y paella, aguarda una dura tarde de domingo  tratando de limpiar, recoger y poner en orden todo lo que se ha montado el día anterior para dejar el pabellón tal y como lo encontramos un día antes. Por otro lado, adelantar  información y fotografías  a los medios de comunicación y a los ansiosos corredores, que seguro ya la están esperando.


Si se ha de fijar una fecha concreta como fin de los trabajos de la media, este día es uno de los de la semana posterior a la carrera, momento en el que liquidamos cuentas, hacemos balance y evaluamos con calma todos los aspectos de la prueba, revisando todas las incidencias y fallos – muchos más de los que imagináis- y asumimos el propósito de enmienda para la siguiente edición. Finalmente, en la medida de lo posible, se reparten obsequios, como muestra de agradecimiento a la gran cantidad de colaboradores que participan y entonces sí, entonces cerraremos la puerta hasta el año siguiente.


Hasta el inicio propiamente dicho que necesariamente marcha unido  a  una primera labor ingrata y difícil: pedir dinero o dicho más finamente, tratar de implicar en el proyecto a empresas y colaboradores a través de grandes y pequeñas aportaciones, todas importantes, y que sumadas a las ayudas de las instituciones públicas, son indispensables para que la prueba ofrezca los abundantes servicios que ya consideramos innegociables para seguir adelante, la seña de identidad de nuestra carrera.


Yo escribo desde el punto de vista de los Jaramugos y Jumentos, el club que, aparte de ser el más pequeño, es, de lejos, el que menos se implica en la organización, el que menos trabaja. Básicamente mi tarea consiste en la rutinaria tarea de solicitar cada año los permisos a los organismos competentes y cuatro papeleos más, además de las labores puramente presenciales y de trabajo real durante el fin de semana de la carrera. Concretamente en este tema de solicitar ayudas, rastrear posibles colaboraciones o regalos para ese día, hay personas dentro de la organización que se lo trabajan muchísimo. Todos sabemos que no corren tiempos propicios para pedir dinero; por ello, todo tiene más mérito. En concreto en la tarea de captar recursos, mi labor es meramente testimonial


En la primera reunión hay dos temas se tratan de inicio: si como viene siendo habitual, a la vista del éxito de la edición anterior, ampliamos el número de participantes, y si subimos el importe de las cuotas de los participantes. Os adelanto información: en 2015 ampliaremos a 700 atletas –el límite lo marca nuestras posibilidades de atender la comida, tratando de evitar largas esperas en las colas-; y  probablemente subiremos algo las cuotas ya que  el próximo año celebramos nuestra décima edición y queremos celebrarlo de forma especial ofreciendo algún regalo adicional conmemorativo. De todas formas, nunca se pierde  de vista el  criterio de justicia o proporcionalidad entre lo que se pide y lo que se ofrece, sin dejar de tener claro que no es cuestión de perder dinero en una carrera que ya maneja un presupuesto importante.


Hace años tratábamos sobre la elección del cartel, la imagen de la prueba de cada edición,  pero hemos optado por ofrecer tal posibilidad a un dibujante o pintor mirobrigense cada año, limitándonos a dar el visto bueno al diseño propuesto.


Tras barajar presupuestos, se eligen las camisetas además de otras prendas y obsequios que, en la medida de lo posible, se consigan por la organización, se gestiona la presencia de médico además de los servicios de la Cruz Roja o la posible colaboración, siempre desinteresada, de los fisioterapeutas. 


Tarea importante es la actualización de la web  y las redes sociales además del periódico  envío de notas de prensa a los medios, y una vez que se acerca el día de celebración, citar a representantes institucionales para la entrega de trofeos, cartas de invitación y agradecimientos a colaboradores o elaborar anualmente un “photocall” distinto que dé cuenta de la relación detallada de aquellos. 


Por muchos preparativos como los expuestos que se adelanten, es inevitable que el pico de estrés y preocupación tenga lugar durante el fin de semana elegido, en el que siempre saldrá algo mal. Aunque tratamos de que el margen de error sea mínimo, al fin, resulta inevitable que algo se descontrole o que no se pueda responder a algún imprevisto durante el desarrollo de una prueba que dura varias horas y donde participan alrededor de mil personas entre corredores, miembros de la organización y acompañantes, sin mencionar espectadores. 


Ese fin de semana comienza con un obligado calentamiento la tarde del viernes donde nos ponemos al día mientras participamos en la cadena que durante varias horas confeccionará casi 700 bolsas del corredor con los obsequios que se han conseguido cada año: regalos, alimentos y bebidas, información turística o de otras pruebas. 


El sábado por la mañana hay que acondicionar el pabellón, cubrir el suelo, montar la carpa para la comida y habilitar la zona para nuestra tentativa de Feria del Corredor que no acaba de consolidarse, a la par que una primera posibilidad de entrega de dorsales, acompañada de una charla relacionada con el mundo del deporte.


Vital que la distribución de voluntarios que previamente se hizo sobre la mesa sea fiel a la realidad el domingo  y cada uno sea encuentre en su lugar desde primera hora de la mañana, todos uniformados con sus camisetas o chalecos, en cruces o avituallamientos, como ciclistas o motoristas, montando líneas de salida o meta, coordinando la salida de autobuses que después se encargarán de ir recogiendo a los relevistas, entregando dorsales o encargándose del guardarropa que habrá que desplazar a Ciudad Rodrigo, montando equipos de sonido en varios puntos del recorrido,  preparando la comida,  especialmente esas paellas cuyos cocineros tendrán la delicada misión de que el arroz esté en su punto en el momento justo del fin de la ceremonia de entrega de trofeos. 


Atender a tanta gente es complicado, aunque al final la clave no reside más que  encauzar con sentido todos los recursos humanos de los que afortunadamente disponemos, canalizar toda esa energía  para superar los obstáculos, dejando claro que al otro lado no hay otra contraprestación que la satisfacción personal de colaborar con el proyecto.


Es muy fácil acabar felicitándonos con cuatro obviedades  sobre el esfuerzo en común y demás lugares comunes pero no hay que olvidar que como en cualquier forma de organización humana, por básica o rudimentaria que sea –léase esa polémica comunidad de vecinos que todos conocemos-, siempre hay diferencias. Es inevitable porque nuestros caracteres, sensibilidades, aspiraciones o puntos de vista son distintos, más si se funciona en forma de comité. En el fondo, lo que subyace es una suerte de contrato social, no indispensable para organizar una sociedad civilizada, sino para la organización de una banal actividad lúdica, nunca vital o necesaria. Esta organización funciona a pesar de todos los problemas y barreras que tantas veces nos impiden acometer tareas a diario, más si es con los demás, y que definitivamente aparcamos para seguir a la nuestra –total, qué más da-; más tranquilos sí, pero puede que algo menos humanos. En la Media  un ejemplo de cómo aprovechar la ilusión por una meta olvidando roces para lograr un fin común, responsabilidad sobre todo de los dos clubes que más aportan a la celebración de la prueba: Cazahitos y Rincón Oeste. 


Pero aparte de personalizar en ellos, la Media tiene unos responsables muy claros a los que no cabe individualizar porque son cientos, son nuestros voluntarios. Por mi experiencia, recelo de todos esos mensajes con que a diario nos bombardean desde tribunas políticas o pseudofilosóficas, mensajes que sugieren o pretenden construir un mundo nuevo desde la consigna o la tribuna. Mi desengaño deriva de que,  cuando hay que madrugar o doblar el lomo, siempre hay alguien que se escaquea, pide algo a cambio o se compara con el otro.  Esa frustración torna en un manto reconfortante cuando  trabajas mano a mano con gente  que aparca un fin de semana de primavera para atender a una tropa de corredores y sus familias, la mayoría de fuera de Ciudad Rodrigo, porque no solamente lo hacen bien, sino que llevan a cabo sus tareas  con ganas y alegría,  sin buscar beneficio alguno, más que la recompensa de saber que la Media de Ciudad Rodrigo, una vez más, fue un éxito, estuvo bien. Y estoy seguro de que todos los que marchan de aquí, siguen dando fe de ello cada año.


Vale, os engañé, al final aparecerá algún corredor entre mis letras porque hay que reconocerlo, aunque no tengas ni idea de atletismo, venir desde Santis en algo menos de una hora como se marcaron los hermanos Bueno–si no les hiciéramos dar una vuelta en el pueblo, vaya que sería así-, no puede provocar más que admiración, porque el “1:20” que se marcó Álvaro, un amiguete triatleta, después de venirse aquella mañana en bici desde Salamanca asombra, porque igualmente sorprende algún otro inesperado valiente que se anima a esta locura del correr con un relevo como puente para la media completa en otra edición –modalidad ideada por la organización para ese fin, como estímulo para que la gente se lance a su primera aventura con un dorsal-. Sí, todo eso vale lo suyo.


Sin embargo, si me pones en el brete de elegir quién tiene más mérito, si ellos o los fenómenos que casi fríen mil huevos -más si antes has corrido la Media como hicieron Manu y Ángel-, probablemente te diré que ellos, que nuestros voluntarios son los verdaderos héroes de nuestra media, los que no llevan dorsal.












lunes, 5 de mayo de 2014

Tertulia: "Homenaje a Cataluña"



Aunque  sé que nadie se lo habrá leído para esta cita - puede que alguien lo leyera  hace años-, antes que nada,  previsible justificación  por el retraso respecto a la fecha anunciada en principio. La mayoría  sabéis de los dos importantes sucesos que han ocurrido en mi vida durante los últimos meses que como es lógico, mediatizan todo y exigen fijar prioridades. 
Al lío.  A “Homenaje a Cataluña” creo que hay que tratarlo como un documento histórico de excepcional  valor sobre una de las etapas más decisivas y tratadas de nuestra Historia. Verdadero lujo  el de contar con un escritor de primer nivel para relatarnos com participante directo, los inicios de la Guerra Civil en Barcelona y el frente de Aragón, así como las luchas internas en el bando republicano, con el loco estallido final en las calles de Barcelona durante los primeros días de mayo de 1937.
Es importante situarse; el libro está escrito a finales de 1937, pocos meses después de que el autor abandone España, cuando aún es incierto el resultado del conflicto.
Creo que la mejor forma de comentar el libro es utilizar referencias o fragmentos del autor para contar qué ocurría en aquella trágica España. 
Especialmente curioso el impacto de aquel raro intento de poner en pie una sociedad fundada en principios anarquistas que ya traté en el blog cuando comenté el interesantísimo libro de Einzensberger, “El corto verano de la anarquía”.
 

Orwell llega a Barcelona a finales de diciembre de 1936. Barcelona es obrera. El poder real lo tienen los anarquistas, los que en realidad salieron a la calle para luchar y evitar que el golpe triunfara en la ciudad. Aparte de los convencidos, el resto se arrima al sol que más calienta, un sol que pronto se apagará. No se estila el “don” o los “buenos días”. En su lugar el “tú” y “salud”. La vestimenta usual, el mono azul.
Cuando marcha al frente, Orwell  queda espantado por el cuadro. Hay motivación y son buena gente pero se trata de un desastre desolador. No existe organización, no existe disciplina, no existe adiestramiento militar, no hay armas. Todo se resuelve o llegará “mañana”. “Nada en España, desde una comida hasta una batalla, tiene lugar a la hora señalada”.

Horror al ver su unidad. No eran soldados reales, muchos de ellos no más que niños o adultos comportándose como críos (“algo patético en la literalidad con que estos españoles idealistas tomaban las gastadas frases de la Revolución”). Esto lo escribe en 1937, alguno seguimos sintiendo idéntico bochorno ante el uso de aquellas consignas por según qué prestigiosas voces.
Desde enero a mayo del 37, en un frente estable y disperso casi no entra en combate; solo se producen ocasionales  escaramuzas, lo que le resulta frustrante. Apenas hay artillería, se carece de armas que puedan recibir tal nombre;sin cascos, sin pistolas, que al igual que las granadas, casi son más  peligrosas para el que dispara. Sin linternas, aceite, corta alambradas, mapas o prismáticos.
Las escasas bajas son causadas en su mayor parte por el fuego amigo. Los accidentes son continuos. “No hay nada que convenza a un español, sobre todo a un español joven, de que las armas de fuego son peligrosas”. Describe la guerra como una “ópera cómica con alguna muerte ocasional”. Dada la calidad del armamento, “en este guerra, todo el mundo le erraba a todo el mundo, siempre que fuera humanamente posible”. Muchos proyectiles de artillería que no explotaban, se reacondicionaban; se decía que había uno que viajaba de lado a lado con apodo propio.
Orwell está alistado en las milicias del POUM  y especialmente interesante es la descripción de un ejército sin rangos donde no hay oficiales y todos los soldados son camaradas. La disciplina del soldado revolucionario depende exclusivamente de su compromiso. Son voluntarios y no existe la coacción. Evidentemente es difícil luchar en una guerra en esas condiciones, pero como referí antes, se ha de reconocer que la primera batalla la habían ganado  el entusiasmo de esos “soldados” en el frente de las calles de Barcelona el 19 de julio, tras el golpe fascista. En las milicias revolucionarias no existe división de clases. Para Orwell es un “acontecimiento único y valioso” que se valorará a posteriori. No existe ostentación o afán de lucro; todos cobran lo mismo. “Una comunidad donde la esperanza es más normal que la apatía o el cinismo”.
Y tras 115 días de ¿lucha contra el fascismo? regresa a Barcelona, donde se encuentra su esposa,  para disfrutar de una semana de permiso. A finales de abril la atmósfera revolucionaria ha desaparecido.  A la población ya no le interesa la lejana guerra. El prestigio de las milicias ha decaído. Aparece el Ejército Popular con sus oficiales. Vuelve a apreciarse la lógica diferencia de clases entre ricos y pobres. 
Asiste a los enfrentamientos de mayo entre el gobierno, valiéndose del ejército y la Guardia Civil frente a los anarquistas de FAI y CNT además de contras las milicias del POUM de ascendencia trostkista.
Sorprendido por los acontecimientos, es obligado a participar en una lucha absurda que le repugna.  “Creo que pocas experiencias podrían ser más asqueantes, más decepcionantes o, inicuas, más exasperantes que esos días de guerra callejera”.

Capítulo aparte merece el su juicio a los medios de información , tanto nacionales como internacionales, de los que recela en un principio, para acabar descalificándolos en su totalidad como pura propaganda interesada. 

Esos medios juegan un papel fundamental en la batalla interna que se libra en el lado republicano donde la siembra de cizaña y  el asfixiante clima de sospecha– la primera vez que escucha la palabra traición es tras la caída de Málaga- están a la orden del día.  Poco después  es consciente de que todo lo que aparece en los medios es puro montaje, más cuando, indignado, lee sobre un pequeña escaramuza en la que ha participado y que es vendida como una gran victoria. Habla de un espía ruso difundiendo la idea del complot anarquista lo retrata de esta forma: “primera vez que veía a una persona cuya profesión era mentir”.
Otro aspecto importante es cómo la prensa extranjera silencia el aspecto revolucionario de los primeros meses de lucha. La contienda se reducía a “fascismo contra democracia”, lo que no era cierto. El anarquista y el comunista rechazaba la República por considerarla burguesa y tibia.
Tras los sucesos de Barcelona, regresa al frente más desengañado, menos idealista. “La libertad individual y una prensa veraz no son compatibles con la eficacia militar”. “Revivir ese pernicioso sentimiento tan difícil de evitar de que la guerra, a fin de cuentas, es algo glorioso”.  Sin embargo, hay cierto alivio íntimo al advertir que en el frente desaparecían las rencillas que infestaban las calles de Barcelona. La política pasa a segundo plano y se sabe quién es el enemigo. Es entonces cuando será gravemente herido por un dispara en el cuello, cuya experiencia retrata muy vivamente.
El libro acaba con un apéndice para explicar más detalladamente las luchas internas en el lado republicano con un exhaustivo análisis y enérgica denuncia de la manifiesta injusticia que fue la demonización e ilegalización del POUM además de la persecución de sus militantes, con especial y dolorosa mención a aquellas tragedias de miembros y compañeros extranjeros de las milicias,  que como él, habían venido a luchar por la libertad y que fueron encarcelados o asesinados sin jamás entender las razones, por los adalides de la libertad y la justica.
Se aprecia bien el desencanto y la prematura lucidez que le llevará pocos años después a escribir “Rebelión en la granja” o “1984”, como reacción frente al estalinismo.

 “Tengo recuerdos muy desagradables de España pero muy pocos malos recuerdos de los españoles”. "Poseen una generosidad, una especie de nobleza que no pertenece realmente al siglo XX Es lo que me hace pensar que en España hasta el fascismo puede asumir una forma comparativamente tibia y soportable. Pocos españoles poseen la maldita eficiencia que requiere un Estado totalitario moderno”.

 “Ojalá ganen su guerra y echen de España a todos los extranjeros, alemanes, rusos e italianos por igual”

Para terminar, no me resisto a compartir un curioso apunte sobre la Sagrada Familia: “una catedral moderna, uno de los edificios más horribles que he visto… Los anarquistas demostraron mal gusto no dinamitándolo”
Para la próxima, tertulia, un pequeño relato de Tostoi. “¿Cuánta tierra necesita un hombre?”.  Últimamente ando yo muy enredado con este hombre tan peculiar. 30 de junio.