viernes, 3 de julio de 2009

André y Dorine, una historia de amor



“Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. De nuevo siento en mi pecho un vacío devorador que sólo colma el calor de tu cuerpo abrazado al mío”.

Este párrafo, sin más, fue una de mis primeras entradas. Como ahora sois muchos más los que os pasáis por aquí y acabo de leer el libro que lo contenía, vuelvo a él. Es de “Carta a D. Historia de un amor” de André Gorz. Se trata de una larga carta de amor que el autor le dedica a su esposa, compañera de toda su vida, después de que se le diagnosticara una enfermedad terminal. El libro está escrito en 2006. En 2007 André Gorz se suicidó junto a su esposa.

En términos generales, el libro es un ajuste de cuentas del autor consigo mismo y con su esposa, despojando la expresión de la dimensión más mediática y sangrienta, aunque no visceral ¿Cómo es posible que lo más importante de su vida haya influido de forma tan escasa o falsa en el grueso de su obra filosófica?

“Necesito reconstruir la historia de nuestro amor para captar todo su sentido. Gracias a ella, somos lo que somos, uno por el otro y uno para el otro. Te escribo para comprender lo que he vivido, lo que hemos vivido juntos”.

Los orígenes de su relación.

“Pero todo esto no puede explicar el vínculo invisible que hizo que nos sintiéramos unidos desde el comienzo. Por más que fuéramos profundamente diferentes, no dejaba de sentir que algo fundamental nos era común, una especie de herida originaria. Hace poco hablaba de “experiencia fundadora”: la experiencia de la inseguridad. Su naturaleza no era la misma en ti y en mí. Poco importa: tanto para ti como para mi significaba que nuestro lugar en el mundo no estaba garantizado. Que sólo tendríamos lo que lográramos hacer. Que teníamos que asumir nuestra autonomía.”

Los principios de André, fundamento para sus reticencias ideológicas respecto al matrimonio y la respuesta de Dorine:

“Si te unes con alguien para toda la vida, ambos ponéis vuestra vida en común y evitáis hacer lo que pueda dividir o contrariar vuestra unión. La construcción de tu pareja es tu proyecto en común, nunca acabarás de confirmarlo, de adaptarlo y de reorientarlo en función de las situaciones cambiantes. Nosotros seremos lo que hagamos juntos.”

“Hubiera debido darme cuenta de que no considerabas que tuvieras ninguna relación con una legalización o una socialización de nuestra unión. Debía significar simplemente, que estábamos de verdad juntos, que yo estaba dispuesto a concertar contigo un pacto para toda la vida por el que cada uno prometía al otro su lealtad, su dedicación y su ternura.”

¿La esencia del amor?

En teoría, era capaz de mostrar –invocando a Hero y Leandro, Tristán e Isolda, Romeo y Julieta- que el amor es la fascinación recíproca de dos personas en su aspecto más inefable, menos socializable y más reacio a los papeles y las imágenes de sí mismos que la sociedad les impone, y a cualquier pertenencia cultural. Casi podríamos ponerlo todo en común porque era casi nada lo que teníamos al comienzo. Me bastaba con aceptar vivir lo que vivía, con amar por encima de todo tu mirada, tu voz, tu olor, tus finos dedos y tu modo de habitar tu cuerpo, para que todo el futuro se abriera ante nosotros.
Únicamente esto: tú me habías suministrado la posibilidad de evadirme de mí mismo y de instalarme en un lugar distinto cuya mensajera eras tú. Contigo, podía dar vacaciones a mi realidad. Eras el complemento de la irrealización de lo real, incluido yo mismo, algo en lo que me empleaba desde siete u ocho años atrás mediante la actividad de escribir. Para mí, eras la portadora de la puesta entre paréntesis del mundo amenazante donde yo era un refugiado de ilegítima existencia, cuyo porvenir nunca se prolongaba más allá de tres meses. No tenía ganas de volver a poner los pies en el suelo. Me cobijaba en una experiencia maravillosa y repudiaba que lo real la recuperase. En lo más hondo de mí, rechazaba lo que, en la idea y la realidad del matrimonio, lleva consigo este retorno a lo real. Hasta donde puede llegar mi memoria, siempre había intentado no existir. Tuviste que trabajar durante años para hacerme asumir mi existencia. Y me parece que ese trabajo sigue inconcluso”

“Encontré muchas dificultades con el amor (al que Sartre había dedicado treinta páginas de “El ser y la nada”), ya que es imposible explicar filosóficamente por qué se ama y se quiere ser amado por tal persona precisa, con exclusión de todas las demás.
En aquella época no traté de responder a esta cuestión a partir dela experiencia que estaba viviendo. Aún no había descubierto, como lo acabo de hacer aquí, cuál era el fundamento de nuestro amor. Ni que el hecho de estar obsesionado, a la vez dolorosa y deliciosamente, por la coincidencia siempre prometida, y siempre evanescente, del gusto que tenemos por nuestros cuerpos –y cuando digo cuerpos, no olvido que “el alma es el cuerpo” tanto para Merleau-Ponty como para Sartre-, remite a experiencias fundadoras que hunden sus raíces en la infancia: al descubrimiento primordial, originario, de las emociones que una voz, un olor, un tono de piel, una forma de moverse y de ser, que para siempre constituirán la norma ideal, pueden hacer resonar en mí. Se trata de eso: la pasión amorosa es una forma de entrar en resonancia con el otro, en cuerpo y alma, y únicamente con él o con ella. Nos encontramos más allá o más acá de la filosofía.”

La imagen errónea que transmitió de su relación y su amor por Dorine en su obra:

“Pretendía hablar de ti como de la única mujer a la que amé verdaderamente y de nuestra unión como de la decisión más importante de nuestras dos vidas. Pero, evidentemente esa historia no me cautivaba, ni los siete años que, en el momento en que escribía “El traidor” habían pasado tras esas decisión. Haberme enamorado apasionadamente por primera vez, y ser correspondido, era aparentemente demasiado banal, demasiado privado, demasiado común: no era un tema apropiado para permitirme acceder a lo universal. Al contrario, un amor naufragado, imposible, concedía nobleza literaria. Me sentía cómodo en la estética del fracaso y la aniquilación, no en la de la afirmación y el éxito (...)
Una anotación de Kafka en su “Diario” puede resumir mi mentalidad de entonces: “Mi amor por ti no se ama”. Yo no me amaba por amarte. (...)
La dedicatoria que escribí en tu ejemplar dice: “Para ti, llamada Kay, que al darme a ti misma, me diste mi propio yo”. ¡Ojalà hubiera desarrollado eso en lo que acabó convirtiéndose en “mi libro”!

La enfermedad y su dedicación exclusiva a ella, dejando incluso su trabajo.

“... a fin de cuentas, sólo me importaba una cosa: estar contigo. Me resulta inimaginable seguir escribiendo si tú ya no estás. Tú eres lo esencial sin lo cual todo lo demás, por importante que me parezca mientras estás ahí, pierde su sentido y su importancia.”

El final de la carta, el final del libro:

“Acabas de cumplir ochenta y dos años. Y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco volví a enamorarme de ti una vez más y llevo de nuevo un vacío devorador que sólo sacia tu cuerpo apretado contra el mío. Por la noche veo a veces la silueta de un hombre que, en una carretera vacía y en un paisaje desierto, camina detrás de un coche fúnebre. Es a ti a quien lleva esas carroza. No quiero asistir a tu incineración; no quiero recibir un frasco con tus cenizas. Oigo la voz de Kathleen Ferrier que canta “Die Weilt ist leer, Ich will nicht leben mehr” (“El mundo está vacío, no quiero vivir más”) y me despierto. Espío tu respiración, mi mano te acaricia. A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos”

(21 de Marzo-6 de Junio de 2006)


Espero que alguien se lo haya leído entero y le haya gustado. Si queréis el libro, en un tienda grande se encuentra en la sección de filosofía. A mí, de todo el libro hay una frase que me enamoró: "el modo de habitar tu cuerpo"


Para romper el hechizo un apunte, cuando el año pasado escribí el primer párrafo, no el mejor pero el comentario más gracioso fue el del Ciego Sabino que contaba cómo le recordaba los amores de nuestra Duquesa de Alba y Alfonso Díez.


5 comentarios:

CiegoSabino dijo...

Joer, no me acodaba de haber dicho algo de eso al respecto, pero seguramente estaría en pleno apogeo en los medios la historia de amor de la duquesa.

De todos modos ya sabes que soy básico, por no decir primario (o primitivo, o primate).

Clemente Alonso McKernan dijo...

Joder, también me había gustado esa misma frase. Abel deja de leerme el pensamiento, que sólo y sé si tengo mucho que ocultar o no, creo.

Salud!

Nacho Cembellín dijo...

Hoy, mientras apuraba mi carrera una pareja de más o menos la misma edad, descansaban sentados en un banco del parque por ´donde yo pasaba. Ella recostaba su cabeza sobre el hombro izquierdo del hombre con los ojos cerrados y gesto cansado. Él, la acariciaba el pelo mientras perdía la vista. La visión ha sido tan fugaz como mis piernas han podido y te prometo que me ha impresionado.

No es lo mismo ni tiene le mismo contexto pero visiones así me llegan dentro y sueño con llegar en igualdad de condiciones, sin entrar a juzgar o saber la verdadera historía de los personajes.

Buena entrada.

A. dijo...

Llevo un rato pensando...no encuentro nada que escribir que pueda estar a la altura. Me imagino la cara de Dorine escuchando o leyendo lo que en él había inspirado.

Bonita historia de Amor.

Atalanta dijo...

Je, je, ésta sí que ha sido una entrada cañera. Dudé si hacerla un poco menos árida, recortando contenido pero al final opté por la vía más honesta, la de enseñaros todo lo que me había llegado. Seguro que a algunos también le pasó lo mismo.

Ciego, que no, que no me la das. Por mucho que quiera ir de brutito, tú de básico ná de ná.

Hombre, Clemente, es que la frase dice tanto con tan poco. Me alegro que te haya gustado. Sí es curioso que coincidimos en muchas cosas... menos en el libro de Bukowsky que me gusta, ;-).

Nacho, ya sabía yo que eras uno a los que te iba a gustar. Sí, supongo que a algunos (no sé el porqué), esas cosas nos llegan adentro. Oye, antes le preguntaba a Diego. Si este fin de semana es Roth, mucha suerte...¡DALE DURO, CHULO!

Miss Take, por lo que dices es por lo que esta entrada se reduce a fusilar textos. Es difícil contar algo con tanta fuerza y tan sincero. Me alegro de que te haya gustado.