Una de las preguntas de una entrevista que me pasó Alfredo "Furacán" era que eligiera cinco canciones. Complicado, muy complicado. O tal vez no tanto.
A.A: Como con mucha gracia explica Nick Hornby en su
novela“Alta Fidelidad” plantearle una pregunta de este tipo a un apasionado por
la música es una puñalada trapera,
porque te pasarás varios días pensando si deberías haber elegido alguna otra
diferente. Confieso que, de primeras, descarté elegir cinco canciones porque me
parecían demasiado pocas, que elegiría diez o quince, pero al final me dije que
eran las reglas y punto, así que allá van, un reflejo de mi momento musical
actual, o de a dónde me han llevado tantas horas de música. Como las encuestas,
está “cocinada”, tratando de que queden representados los estilos que más
escucho a día de hoy.
“Racing in
the Street” (Versión incluida en “The Promise”) de Bruce Springsteen. Ya
lo he escrito muchas veces, aunque ahora me pasa lo mismo que con De Niro y sus
películas, que prefiero que no publique más discos, para no seguir dilapidando
el prestigio que le otorgaron unas canciones maravillosas, es obligado ponerlo,
porque gracias a él descubrí la música siendo un chaval y por ejemplo, esta
canción me sigue pareciendo perfecta, tanto la música como la triste historia
que cuenta, quintaesencia del imaginario springtiniano.
Al boss lo considero más amigo que estrella; ha estado junto a mí
siempre, y con sus mejores canciones, seguirá estando ahí hasta el final. Solo
él me hace sentir de esa manera, la misma que cuando era un desorientado
adolescente.
“Transatlanticism”
de Death Cab for Cutie. Quería escoger algo de pop, y probablemente a
alguien le parezca raro que no tire de algo más viejo o clásico, pero este
disco de principios de siglo, de título homónimo, me parece una maravilla, o
tal vez fue que lo descubrí en un momento en que me encontraba algo vulnerable,
llegándome especialmente su mensaje. Esta canción está engarzada a la anterior
y a la siguiente en una trilogía excepcionalmente afortunada. Le hizo justicia
su memorable elección en un capítulo de “A dos metros bajo tierra”, una de mis
series favoritas. Nunca volvieron o volverán a grabar algo así.
“Wanted
Man”, de Nick Cave. Si lo lista hubiera sido algo más larga, seguro
hubiera puesto algo de hardcore, porque
como hace unas semanas escribía, a veces quiero o necesito romper cosas y no
puedo o no me dejan. El rock and roll, el ruido, tiene que estar ahí y la mejor
forma es utilizar a uno de mis cantantes favoritos, Nick Cave –hoy bastante más
tranquilo que antaño, aunque igual de inspirado-, tirando de la tradición
americana representada por los compositores de la canción, Bob Dylan y Johnny
Cash, tronco que así también aparece retratado en mi lista, y de cierta conexión envenenada con
el blues, muchas veces punto de partida del genio australiano.
“Agnus Dei” de Samuel Barber. Últimamente escucho tanta música
clásica o jazz como pop o rock. Por ejemplo, de camino al trabajo, ya no
sintonizo las tertulias que hay en casi todas las emisoras y me quedo aparcado en Radio Clásica. Me ha
sido difícil elegir una pieza porque hay muchísimas que me matan. Al final tiro
de un compositor “moderno” del que todos conocéis el emparentado adagio tantas
veces utilizado en cine. Si Nick Cave podía ser el diablo, mucho de lo oscuro
que albergamos en nuestro interior, esto podría ser Dios, en la forma en que
cada uno entienda el concepto, o mejor aún, la música que podía sonar entre las
cuatro paredes de una habitación como la del final de “Odisea 2001”
“Round
Midnight” de Miles Davis. Siguiendo
con la analogía, el jazz podría ser el hombre jugando a ser Dios. Me pasa como
con la clásica, aunque antes la escuchaba esporádicamente, ahora siento que hay un mundo ahí detrás que me conecta con
todo lo que me apasiona del arte, los libros que actualmente me interesan o la
cultura en general. Atrapar la esencia de la vida es algo imposible, pero con
el jazz a veces me ocurre tal que si
algo estuviera a punto de sueceder, de subirse un telón o derrumbarse una pared
y mostrarme otro mundo, o simplemente la vida tal y como es en realidad. Hay veces incluso,
que escuchando el lenguaje salvaje de Coltrane o Charlie Parker, se puede
llegar a sentir algo de vértigo. Elijo “Round Midnight” por considerarlo
accesible y lleno de esa misma magia difícil de definir.
Desde que empecé a escuchar música, aun con altibajos, no he
dejado de sentir ganas por descubrir y entender, y hoy ese ansia la siento más
viva que nunca. Al final, escuchar música, digamos “en serio”, durante una vida
entera, también es un camino durante el que se aprende y también se pierde
mucho –la mitad de los discos que me entusiasmaban de joven, ahora no los escucharía ni borracho-,
pero no es algo a lo que renuncio, forma parte de mi viaje y bagaje. Sin
embargo, siento que hoy no tengo tiempo para, según mi criterio, naderías. Creo
que todas las composiciones elegidas, cada una en su estilo, denotan la
intensidad que hoy persigo.