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(Los padres con las dos criaturas, la que ya está aquí y la que está a punto de llegar.)
Os dejo mucho de lo que conté ayer en la presentación y las formas de adquirir el libro.
Gracias a Rebeca, a Raquel ,a Juan DMorán y a todos los que ayer me acompañasteis o simplemente os acordasteis.
PRESENTACIÓN
DE “EN EXTRAPLOMO” (15 de febrero de
2014)
“¿POR
QUÉ ESCRIBIR?”
Creé el blog a finales de 2008, poco antes de la quiebra de
la Banca Lehman, el acontecimiento
considerado como inicio oficial de la maldita crisis. Nadie creía entonces que se avecinaban tan
malos tiempos, que aún hoy, en 2014, tienen paralizado a todo un país entre el
miedo y la amenaza. Con un arranque anterior, también han sido malos tiempos
para mí. Sin embargo, una de las cosas buenas que saqué en claro de mi
particular travesía por el desierto fue descubrir que me gustaba escribir, que
casi lo necesitaba.
Entonces los blogs estaban de moda. Hoy, menos de
cinco años después, ya casi son una pieza arqueológica arrasada por la
implacable ley de caducidad del mundo virtual. Existía un subgénero dentro del
fenómeno bloguero: los blogs de deporte, los dedicados a la resistencia más exactamente,
donde los deportistas básicamente se dedicaban a contar sus entrenamientos y
competiciones.
Así empecé yo. Más a menos me ajustaba a las reglas
pero para mí era un campo demasiado estrecho, unas reglas de juego asfixiantes.
Pronto unos cuantos raros nos pusimos a
tratar también de música, literatura, cine, de la actualidad y acabamos por
escribir de cualquier tema, también de nosotros mismos. A cualquiera que abre
un blog siempre le asiste una duda: ¿no llegará el día en que se acaben los
temas, en que no sepa de qué hablar, que no tenga nada que compartir?
Yo me di cuenta muy pronto de algo importante: tengo
mucho rollo y el motivo más bien me da de lado. A menudo me tomo lo de escribir
un artículo como las redacciones que antaño nos mandaban hacer en la escuela. Tienes
un tema, lo haces, lo entregas y punto. Materia prima hay por todos lados y
toda es buena; que el material que fabricas sea bueno no depende del objeto,
depende de ti, de utilizar el ángulo y
los instrumentos adecuados, depende exclusivamente del tratamiento. De hecho ya
no creo que haya buenos o malos temas. Escribir no consiste más que sentarse y
darle al teclado o al bolígrafo. Me gusta esa frase de Javier Reverte: “Los
libros se escriben con el culo”. Lo de las musas es un gran camelo. Las ideas
llegan continuamente –yo siempre llevo en los bolsillos papeles con anotaciones
para que no se me escapen-, solo hay que colocar la antena y trabajarlas. Y
esto es como todo, como cualquier actividad en la vida, cuanto más la
practicas, cuanto más leas también, mejor te saldrá.
Por otro lado, en aquellos días, muchos lectores
comenzaron a decirme que le gustaba lo que escribía, que le interesaba y eso
anima, es estimulante. Es algo a lo que
nunca te acabas de acostumbrar y siempre, siempre se agradece.
Y llegó un día
que fui consciente de que ya no podía vivir sin escribir, que ocupaba
una parcela más de mi vida, como tantas otras. Pero no por las razones que a lo
mejor pensáis. La recompensa real es el texto, eso basta. Dar por terminado el
pequeño proyecto en el que has estado trabajando, primero mentalmente, después
ya manos a la obra, es un proceso que engancha. Yo soy deportista y es una sensación muy
parecida a la que tienes después de entrenar o competir, una forma de
liberación. Porque escribir como correr, cuesta, requiere concentración y
disciplina; de hecho, hay ocasiones en que puede resultar agotador.
El hecho de que al otro lado haya personas empleando
parte de su tiempo en algo que yo escribí me parece sencillamente milagroso. En un mundo en el que todos tenemos prisa, en
el que nunca llegamos a lo que queremos, en el que la tendencia reinante es probar de
todo quedándonos siempre en lo superficial, en el que ya solo leemos en
diagonal, que haya gente que emplee diez
minutos de su vida en uno mis artículos y le puedan sugerir algo, me hace sentir enormemente agradecido y espero
no perder nunca esa sensación.
Otro paso importante en mi relación con la escritura
fue el de comenzar con la ficción. Comencé a inventar, a escribir ficción hace
relativamente poco tiempo, alrededor de un par de años. Me gusta escribir
artículos sobre el material más variado y algunos me parecen que están bastante
más logrados, que tienen más calidad de lo que se incluye en el libro.
Escribir
ficción es más difícil porque construir personajes y situaciones creíbles es
muy complicado. También sé que soy muy exigente, muy autocrítico y me cuesta
horrores darle el visto bueno; puede que sea porque ya solo leo a los mejores.
El tiempo es el que es y no pierdo el tiempo en minucias. De hecho, la mayoría de lo que se publica y se
vende me parece bastante malo. Comencé con timidez y me sigue acompañando una
gran inseguridad –lo que no me parece malo y creo que acompaña a cualquier
creador, hasta a los buenos de verdad-, pero el hecho de que también a la gente
le gustara lo que publicaba, me hizo adquirir algo más de confianza.
Ahora
bien, soy muy consciente de mis limitaciones. A veces me cabrea cuando me sorprendo
tomándome demasiado en serio. Para mí es una afición como puede serlo el deporte.
Lo mismo que corriendo por el monte no puedo aspirar a ser Kilian Jornet, tampoco escribiendo puedo ser Muñoz Molina.
Pero a mí me basta, me satisface
compartirlo con un círculo más o menos amplio. Sí hay algo que busco, que mis
letras no sean letras muertas, lugares comunes de tantos periodistas o
escritores afamados que no escriben más que basura a sueldo, cartón piedra
previsible, quiero que se sienta la pasión que le pongo detrás, que hagan
sentir, pensar, incomodar, buscar.
Pero escribir bien es otra cosa, es atrapar algo que
los demás no vemos, es retratar con lucidez lo miserable o divino que hay en el
ser humano. Leer unas líneas de Philip
Roth, de Norman Mailer, de Céline me puede dejar literalmente noqueado. Cómo
meter tanta vida dentro de un simple párrafo. Y no hay una fórmula, es una
especie de don. Dentro de esos privilegiados los hay que escriben recargado y
complicado y otros –los mejores- cuentan mucho de la forma más aparentemente
humilde o sencilla.
Pero el caso es que hoy estoy aquí, presentando un
libro. El libro está autoeditado en uno de las tantas editoriales que hoy se dedican al fértil negocio de
atender las ínfulas de tipos como yo que se las dan de escritores. Leí que en
España se publicaban alrededor de 100.000 libros al año, lo que me parece una
locura, tal y como está el negocio. Además de no considerarlo tan bueno, el
libro es extraño y poco comercial, como para andar rompiéndome la cabeza buscando que lo publique una
editorial seria, sobre todo cuando sabes que hoy es complicado hasta para
verdaderos escritores profesionales. El formato físico ha quedado bien pero la
pasta debería ser algo más gruesa para hacer justicia a la gran foto de Raquel.
No es que la inversión sea muy grande, mas no
pretendo ganar ni un duro –me conformo con no perdelo-, soy realista. Sé lo que
tengo entre manos y sé cómo desgraciadamente está el percal.
Como decía, el libro es raro, en cierto sentido un
cajón de sastre, hay textos nuevos pero también muchos retales de los últimos
años que seleccioné y quería conservar antes de seguir adelante con otros
proyectos. Algunos de los textos más antiguos –se nota por la Ortografía de la
RAE anterior 2010 que no he querido retocar- , los hubiera descartado a la luz
de mi criterio actual, pero además de saber que hay personas a los que le gustaron mucho, finalmente vienen a ser
tus pequeñas criaturas a las que acabas cogiendo cariño.
El libro tiene dos partes:
Una primera de RELATOS. En principio, dentro de mi
estilo, es la parte más convencional del libro. Las historias no tienen un
motivo común. Sobre todo, si atiendo a los añadidos en último término, trato de
experimentar, de explorar varias posibilidades, probar nuevas formas de contar,
estilos, géneros, temas como puede ser la de utilizar la voz de un niño o el
diario de un adolescente, acercarme a las consecuencias y causas de la crisis,
pasando por las implicaciones políticas, tema prácticamente ineludible hoy,
algún amago de género más negro además de la violencia doméstica, históricos
con desarrollo en Ciudad Rodrigo, microrrelatos, etc. Se incluyen un par de
relatos premiados en dos concursos. Hay una nota común en todos ellos: es una
descripción de interiores de los personajes. Prescindo del entorno por
completo.
Sí hay una categoría especial, los más raros puede que sean los que más aprecio, los que
sugieren más que cuentan y que cada uno puede interpretar de distinta forma a
la luz de su situación, de sus vivencias, de sus expectativas. Son una especie
de transición a las ATALANTIANAS donde las imágenes y el lenguaje más puramente
poético manda. Un amigo, Carlos, hablaba
del rollo atalantiano y de esa broma
tomé el nombre para esas composiciones crípticas y misteriosas que de vez en
cuando publicaba en el blog.
La influencia de la poesía está ahí. Me gusta leer poesía, una
actividad que tal vez no esté de moda porque requiere concentración y se ha de
hacer de forma lenta y meditada. Me interesa el trabajo con imágenes, cómo son
capaces de atrapar realidades en apenas un verso y supongo que eso me influye
en mi forma de escribir.
Por otro lado, también está esa otra forma de poesía con la que
convivo muy unido desde adolescente: la música. Las atalantianas también se
podrían describir como canciones; en cierta forma, utilizan su lenguaje, su
forma de expresar. Además del deporte, puede que leer y la música sean mis aficiones
favoritas. Por ello, las referencias, tanto literarias como musicales, son
continuas a lo largo del libro.
Las atalantianas son las que definen el título: “En
extraplomo”; para los que no lo sepan “extraplomo” es un término que se utiliza en la jerga montañera y describe la
escalada en rocas que superan la línea vertical, colgados de paredes que literalmente
se te vienen encima. Puede que así me sintiera yo durante muchos años.
El valor de las atalantianas está en la verdad que
encierran. Ciertamente ahora no podría escribirlas y esa es la mejor señal de
la fidelidad del testimonio. Fueron mis armas para entonces expresar y
explicar, hoy para interpretar mis peores años. El texto más claro “2012”, que
en principio, carece de valor literario alguno pero es importante para mí; no
es más que una sucesión de imágenes, de pensamientos que decido exponer a
través de una estructura rota para indicar su ritmo constante, el de un
metrónomo golpeándome durante años con el que aprendí a convivir, fabricándome
paréntesis artificiales e inestables.
Como reverso
positivo, “Cordada” y la única atalantiana
fechada, que quería recoger porque simbolizan mi renacer, mi llegada a un nuevo
mundo. Todas esas composiciones retratan una experiencia concreta de la que se
puede partir para la reflexión. Todos pasamos por problemas en la vida; y
aunque nos afectan de forma distinta, seguro que todos reconocemos esa íntima
desazón que a veces se apropia de nuestras vidas. Lo que nos diferencia no es el tamaño de
nuestros problemas sino la forma de encararlos o resolverlos. Yo nunca
supe hacerlo –puede que no supiera hacerlo en toda mi vida-, hasta que yo mismo me convertí en el problema.
Aunque a veces pensamos que no hay cosas peores que las que nos ocurren a
nosotros, no es una percepción real. A diario somos testigos de ejemplos de vidas
traspasadas por tragedias terribles que demuestran una fuerza y un temple
inspiradores para afrontar nuestras pequeñas desgracias.
Hay
una frase de Juan José Millás que me encanta: “Escribo por las mismas razones por
las que leo, porque no me encuentro bien”. Esta respuesta que me parece muy
lúcida, aplicable a todo lo que escribo, es especialmente verdad para referirme
a estas composiciones huella del más íntimo dolor que hoy –insisto-, jamás
podría escribir. Por otra parte, escribir, al igual que el deporte, me sirvió
para alejarme de mí mismo, para intentar entenderme, para sobrevivir, fue una
bendita válvula de escape.
Ahora me ocurre como a los músicos que no vuelven a
escuchar sus discos. Ya no leo lo que escribí. No me gusta porque lo vería
lleno de fallos y haría cambios sin parar; además hoy me veo a mí mismo como a
otra persona, como si fuera un personaje de mis relatos, alguien distinto a mí. A veces pienso que todo
aquello no fue tan malo, quizás el destino que me ayudó a despertar, a
convertirme en otra persona, a ser feliz. La frase de Dylan que utilizo para
abrir el libro creo define muy bien esos textos o esos años de mi vida. “El que
no está ocupado naciendo, está ocupado muriendo” de “It´s all right, ma (I´m only bleeding)”.
Yo aquellos años solo moría un poco cada día y ahora siento revivir cada uno.
En realidad, todo es mucho más fácil de lo que pensaba.
La última parte se trata de una recopilación de unos pocos poemas dedicados a temas variados
que no quería perder, incluido el que se recogió en la recopilación que se hizo
sobre la crisis y en la que comparto páginas con ilustres como Aute, Juan
Carlos Mestre, Ángel Petisme o Inma Luna. Especial recuerdo al Manolín, nuestro
bar. Lo que era un poema con motivo de sus cinuentenario se convirtió en una
suerte de sentida despedida.
Para terminar, unos textos que parten de
experiencias reconocibles por todos como son la muerte de mis abuelas, el
nacimiento de mi hija o la relación con
mi madre que creo, encajan bien en un libro de naturaleza tan íntima o
personal, sobre todo teniendo en cuenta que jamás volveré a publicar algo así.
Mis siguientes proyectos serán muy diferentes. Después de verano pretendo presentar un libro
sobre mi relación con el deporte de resistencia con algunos textos del pasado
retocados y algunos que tengo por hacer. Su nombre será “Diarios de ultrafondo”.
Por úlitmo, el próximo año quiero publicar mi
primera novela cuyo guion ya tengo esbozado que se desarrollará entre Las
Hurdes y Ciudad Rodrigo y en la que ya
estoy trabajando. Su nombre: “De
prodigios”.
Y por supuesto habrá tiempo –o quiero pensar que lo
habrá- para escribir en el blog de lo que se tercie: música, deporte, Ciudad
Rodrigo… y por supuesto, Abril.
Escribir, escribir lo que sea. ¿Por qué escribir? Porque
me ayuda a entenderme, porque me ayudó a salvarme.