martes, 25 de febrero de 2014

Si no fuera tiempo de "Crematorio"


Siempre a la última, he estado viendo "Crematorio". Hace unos días andaba  hojeando en la biblioteca de Salamanca libros de Rafael Chirbes y justo cuando me pongo a escribir sobre la serie, leo que está basada en un libro suyo. No es tan buena como promete en un principio; ahí están los puntos flacos que probablemente disgustaran al autor y que hacen que todo se venga un poquito abajo a medida que se acerca el final, pero hay que reconocer la serie está muy bien, con una sorprendente y estimable factura técnica. No veo ninguna serie española desde hace muchos años; puede que ahora todo se mueva en esa onda. 

Sin conocer el libro,  por alguna de las disertaciones de los personajes, que me recuerdan a otro tipo de mangoneo, también en el origen de todo el hostión, -el reflejado en otra buena película: "Margin Call"-, imagino que la obra buscará retratar y reflexionar sobre unos de los pilares de nuestra particular crisis patria.  
Seguro que su estreno fue contundente en 2011, pero tres años después se entiende mucho mejor. Entonces creíamos que los malos eran menos, que se criaban al calor de madrigueras que invitaban al trinque y al vicio. Hoy que han caído y siguen cayendo tantas cortinas de palacio -al menos nos queda eso-, descubrimos que eran muchos más de los que pensábamos (¿tal vez todos?), que el mangoneo se ejerce conforme a muchas suertes, que hay delincuentes que lo arriesgan casi todo, pero que también hay carta blanca para muchos delitos tolerados y hasta privilegios sin fundamento serio, consagrados por sacrosanta ley. 

El fin común es la que une a tanta ansia desbordada: una vida como la del temido Rubén Bertomeu, un rico de manual decadente y hortera donde no pueden faltar la tías buenas, el yate, el arte postizo o las piezas de caza. Porque eso es la FELICIDAD.

Me pregunto si al menos hemos sacado algo bueno de todo este maldito entuerto que ya dura demasiados años . Me pregunto si, al menos, la sociedad ha dejado de admirar a todos esos tipos que fueron los más respetados mismamente anteayer. Pero sobre todo me pregunto si las raíces del desprecio y censura son las correctas: un irrenunciable código de valores o simplemente  la envidia. 

Grande Pepe Sancho, para siempre encadenado a ese cabrón borracho de poder llamado Rubén Bertomeu.

 Ya lo sabéis, canción de cabecera interpretada por Loquillo. 

2 comentarios:

Javier dijo...

No he visto la serie. Leeté el libro. A mí me parece muy bueno. Es algo más que un libro sobre la crisis.

Atalanta dijo...

Creo que este lo tienen en la biblioteca, pero leeré otro.