lunes, 21 de abril de 2014

De repente Abril

            Soy padre. Era de esperar que escribiera algo. Cualquier padre sabe que es inevitable hablar sobre la nueva condición; es el TEMA del que tratas con todos, incluso con personas con las que no hablaste nunca y que ahora sientes cercanas. Si escribes, ten por seguro que escribirás sobre ello, que puede que a partir de entonces todo lo escribas diferente porque ya eres diferente. Lo increíble de la paternidad es que disertas sobre ello con convicción, casi como si fueras el primero que se convirtió en padre de la historia, porque cada pequeña curiosidad o gran acontecimiento del embarazo, se te presenta tan milagroso y espectacular que solo te cabe describirlo con pasión, tal que si fuera único. Y es que te acaba pareciendo increíble que a alguien le hubiera ocurrido antes, que siga ocurriendo mientras escribo estas líneas. Lo íntimo y lo público que tantos reconocen.


Desde  que Susana, mi mujer, llegó a mi vida, cualquier día me basta,  todo me sirve, y hasta me cabrea sorprenderme en una queja por algo. Me llena y sobra ser junto a ella. Sin embargo, aún llegó a agarrarme  más profundo con la noticia que aun siendo esperada -la que tantos hombres esperan de sus amadas-, golpea igual de fuerte. Me resistía a creer que de forma tan rápida – más tarde piensas que la medida del tiempo no es relevante, que  siempre hubiera parecido inesperado-, fuéramos a tener un hijo.

Tras la noticia, la lógica respuesta: alegría y sobre todo mucha ilusión; pero más que nada, miedo. Antes de ser padre en ciernes, seguiste desde la distancia el embarazo y nacimiento de muchos niños de la familia o amigos pero, fuera del papel protagonista, nunca te paraste a pensar seriamente sobre el tema, dando por sentado que todo va rodado y siempre sale bien; ¿por qué raro motivo algo podría fallar?

Bien, es entonces cuando eres consciente de por qué la información y particularmente internet, son algo tan nocivo a veces. Comienzas a leer y ver toda clase de vídeos, constatando alarmado, que esos motivos pueden ser miles. Cuando conoces las interminables y rápidas etapas de desarrollo del feto,  te parece increíble que todo se desarrolle según el guion para que cada pieza finalmente encaje en su lugar.

Llega la ecografía de las veinte semanas, la más importante, y en un rincón a oscuras, durante unos minutos interminables, escuchas alerta los susurros de los médicos mientras sospechas de las luces de colores en la pantalla –una luz roja no puede ser señal de nada bueno-. Pero no ocurre nada, todo es normal, conforme a natura, y hasta los paralizantes sangrados fuera de tiempo tienen su explicación relativamente tranquilizadora. Es una niña y en el camino de vuelta a Ciudad Rodrigo, elegimos definitivamente su nombre: Abril. Hasta ahora, para el padre primerizo, todo ha sido un no acabar de creerse lo que está ocurriendo. A partir de entonces, todo irá convirtiéndose en algo más real, sintiendo por primera vez el peso de una agradable responsabilidad. Puede que sea el hecho de individualizar, de dibujarle un contorno con el sonido de su nombre, lo que da pie a, veloz y estúpidamente, imaginarla en futuros absurdos, de comenzar a trazar y emborronar, montar e instalar hipotéticas situaciones conflictivas o felices.

Porque el miedo sigue ahí, alojado en lo más profundo de ti. Al menos aceptas que no ha de ser bueno ni malo, ya que intuyes con seguridad que esa cautela no te abandonará jamás porque nace del amor más puro e incondicional. El miedo a que nuestro hija no llegue a nacer, el miedo a que no que nazca sana, el miedo a que no sea feliz en un mundo libre donde pueda elegir su propio camino.

Sin embargo, es un temor acogedor que te mantiene vivo. Es y creo que será una comezón similar a la que me acompaña desde hace un par de años, desde que Susana entró en mi vida y me reconocí, desde el momento en que sé que no necesito más de lo que tengo para ser feliz, pero a cuya convicción acompañan traicioneras punzadas de inquietud, las de nuestra inevitable inconsistencia, la de que en un giro vital, inesperado y súbito, todo se quiebre y escape.


También  a nuestro temor y prudencia le acompaña el desamparo y fragilidad de Abril que, poco a poco, día a día, se irá convirtiendo en fortaleza si sabemos hacerlo bien. Aunque bien sé que solo del error y el dolor se aprende, se aloja en mí el puede que fútil empeño de guiarla para que durante ese tortuoso y obligado camino, marche ligera y a buen fin,  hasta el día en que todo lo bueno llega por añadido.

Durante el embarazo te empeñas en disfrutar de todo el proceso, en  tratar de retener la magia de cada instante, un trozo de vida irrepetible con tu pareja, en no querer acostumbrarse a la precaria felicidad que es esperar nuestro hija formándose en su vientre, en dar forma a algo muy especial que construimos entre los dos, aprehender el fruto de nuestro amor en gramos.

Tantos meses mis manos sobre ella, que la tripa de Susana acaba convirtiéndose en interlocutor habitual, algo que me aleja de todo el ruido que me rodea, que todo lo aplaza, que resta importancia a todo lo demás, algo que atrapaba lascivo de continuo antaño y que ahora tornó en algo distinto, de lo que cuesta separarse y que ahora trato con cariño desmedido. Un tripón gigante y brillante que miro con ternura, que me ordena la certeza de que jamás podrá existir algo más hermoso sobre Tierra. La naturaleza mostrándonos en un fogonazo todo su secreto. TODO lo que buscamos y tratamos de entender cada día está ahí. La belleza del vientre preñado de vida golpeando por salir. A qué discutir, no hallarás truco igual. Mis manos sobre su suave y tensa piel como el privilegio que sé no merecer. Lo natural como milagroso. La vida desplegando la magia de lo ordenado. Es acaso el secreto de nuestra existencia y destino que lo común sea especial, que lo milagroso se convierta en previsible.

Y comienzas a ver niños y mujeres embarazadas alrededor por doquier. Seguro que antes estaban allí, pero eran invisibles. Parece todo tan especial que te asombras de que casi todos hayan pasado por aquí y no te hayan dicho nada… hasta que caes en la cuenta de que seguro te lo contaron y no prestaste la atención que se merecía. Y ahora es a ti a quien toca poner cara de alelao; va en el cargo.

 Piensas en Abril, en cómo se siente ahí dentro, y la imaginas con el dedo en la boca, como en las ecografías, escuchando entre  curiosa y extrañada, música y voces distorsionadas, ruidos sordos y lejanos, envuelta por una oscuridad húmeda y cómoda, atrapada en una blanda cápsula de tecnología punta durante la primera etapa de su viaje en el tiempo. Qué alucinante notar que Abril te escucha, te siente, te responde con patadas. Tratamos de tenerla aquí junto a nosotros antes de tiempo, tal que si la tensa piel opaca fuera transparente, tal que si no existiera.

Cuando vas a ser padre, comienzas a conocer un nuevo mundo al que eras completamente ajeno, recibes tus primeros lecciones y hasta te atreves con la jerga: monitores, placentas previas, amniocentesis o “dudús”. Sin embargo, hay que ser honesto, somos una banda de intrusos.  Hablo desde el punto de vista del padre y por mucho sentimiento que le ponga a mis líneas, nuestro papel es a todas luces secundario porque  qué será ser madre, alojar en tu interior, acompañar, sentir el principio de vida. Por más que lo pretenda, ahí no cabe acercarse, mi prosa no puede alcanzar lo que no llega vislumbrar.

La medida de lo especial que es todo el proceso puede proporcionarla la ralentización del tiempo; contar semanas y días como jamás lo hiciste, anhelando un jueves en que se cumple la semana 37 y a partir de ahí…, bueno, a partir de ahí, ya da lo mismo. Parece que el tiempo nunca marchó tan lento, hasta que el terrible día del parto caes en la cuenta de tu error. Es entonces cuando ves transcurrir los minutos arrastrándose lentos y encadenados en una condena que, a ratos, se antoja sin fin.

Es el día. El más importante de tu vida, el  marcado en el calendario con el rojo de lo trascendental, en el que sabrás qué es realmente una contracción, esas que has visto mil veces en películas pero que ni te has acercado a entender hasta que tu mujer te abraza con violencia, más fuerte que nunca, en una sórdida habitación de dilatación.


El parto. A menudo pienso sobre ese día tan largo, en cómo me hubo de cambiar presenciar aquella extenuante pelea por la vida contra el dolor. Hoy sinceramente creo que no puede haber experiencia que acerque más a dos seres humanos que la intimidad de haber compartido ese episodio tan traumático, que haber sido admirado testigo de la firme entereza de mi mujer. Es inevitable, yo la veo de forma distinta desde ese día, algo que no podré olvidar y que me dejó literalmente exhausto, más que cualquier ultra sin noches sin dormir. Así que podéis imaginar el cuadro de familia.

Un especial recuerdo al personal que nos asistió durante ese día y los meses anteriores. Además de injusta, no me parece sana esa deriva de gran parte de la sociedad en su crítica indiscriminada a nuestra Sanidad, que hoy por hoy, me parece un privilegio. Personalizar ese “gracias” en la persona de Inés, una persona hecha a convivir con el dolor extremo en su trabajo, que impartió toda una lección de lo que es una profesional, lo que únicamente valoras en su justa medida pasada la tormenta. Desde el aplomo tranquilizador, manejó los tiempos como solo lo puede hacer un maestro. Uno de aquellos maestros serios pero implicados, sabiendo adaptarse a cada paciente, animando cuando toca pero sin evitar dejar clara la realidad. Puede que ahora, mientras escribo, Inés esté realizando de nuevo una gran labor otra persona asustada; y eso me hace sentir bien, me proporciona seguridad.

Y en fin, Abril acabó naciendo, de una forma que a mí me pareció algo precipitada, en un cuarto de hora final un poco loco.  Abril  ya estaba aquí, levantando su cabeza, despierta y desorientada, sobre el pecho de su madre aunque para el Código Civil –deformación de jurista-,  le faltaran veinticuatro horas separada del claustro materno para “nacer”.

Y si ya parecías algo bobo cuando Abril estaba en la tripa, imagina ahora cuando puedo estar horas –que lamentablemente hoy no tengo-, mirándola dormida durante una tarde sin que ocurra nada, porque ya no necesitas nada. Abril ya sabe qué es el hambre, el frío, el ruido, el miedo. Ahora le toca a ella acertar y yo intentaré enseñarle de todo aquello en lo que me equivoqué; sobre todo le trataré de enseñar que cuando se necesita, se ha de pedir ayuda; puede que lo  más importante que he aprendido en mis más de cuarenta años de vida, tal vez lo único importante. Ahí estaremos nosotros, como tantos otros, a su alrededor.

Pasaron las horas y hasta para el Código Civil, Abril nació. Comienza mi mayor aventura, con tantas montañas, kilometros y noches en vela como nunca conocí, llena de sueños y alegría, miedos y desengaños. La vida como surco que decía Benedetti. Puede que solo entiendas de verdad estos que vivimos cuando acabas por comprender a tus padres y el círculo se cierra. Efectivamente, solo ahora entiendo sus desvelos al sentir  tirar de mí ese nuevo hilo que antes no tenía. Pesa, sí, pero también es un precioso globo que te separa del suelo y que casi te hace volar.

Dedicado a Susana. Cuando hace tiempo, a veces me costaba encontrar razones para vivir, ella me las regaló todas de un golpe. Entonces fue cuando yo mismo estuve preparado para engendrar vida.



Comienza la aventura de una hija y de un padre asustado. Seguro que CONTINUARÁ


P.S. Como en otros momentos importantes de mi vida, de nuevo Bruce con dos canciones sobre la paternidad.   

14 comentarios:

Joserra dijo...

Os deseo todo lo mejor para vuestra pequeña y para vosotros como padres. El texto es precioso como Abril, qué bonito nombre westman! Un abrazo desde Bilbao muy muy grande de vuestros amigos de Bilbao. Menuda carrera en la que te has puesto dorsal más chula! Zorionak a los tres!

RTorres dijo...

Um texto lindo, lindo, lindo!
Com palavras escritas não com uma tinta qualquer e sim com a mais finas das canetas: aquela que povoa a nossa alma, o nosso ser, e nos faz dizer de forma tão singela e terna o que a boca não consegue exprimir porque se fala desde dentro, desde o coração.
Parabés, caro aluno!
Parabéns, caro papai!
Seja bem-vindo a mais linda aventura que o ser humano pode experimentar: a de dar vida, ter vida, viver a través de alguém algo tão importante que é a própria vida em si.
Beijinhos aos três.
Rubi Torres.

El crusti dijo...

Enhorabuena a los tres. Llega el Ironman en el cual el hombre del mazo viaja a tu lado desde la salida. Lo que viene ahora es más bonito que el embarazo (para el padre). Miedos e inseguridades desconocidos te aguardan. Disfrutadlo. Keep on !!!

CiegoSabino dijo...

Bueno socio, qué quieres que te diga.

Sólo que un abrazo.

Y arrimando el ascua a mi sardina, me felicito a mi mismo por la (pequeñita) parte que me toca.

davidiego dijo...

Precioso.

Que las alegrías continúen para la nueva familia.

Esperamos conoceros este finde.

Sofía Ledesma dijo...

Qué bonito Abel! Me sorprende gratamente leer tanta sensibilidad de una figura paterna. Abril es muy afortunada. Un abrazo.

Miguel dijo...

Enhorabuena a toda la familia Abel. Ser padres es difícil, pero habrás visto que no lo cambiarías por nada.

Charli dijo...

Sencillamente precioso, mi más sincera Enhorabuena.

robertin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
robertin dijo...

Enhorabuena a los tres , y gracias por resumir tan bien algunas de estas sensaciones

ser13gio dijo...

¡Enhorabuena!
Lo mejor y más duro que te puedas imaginar. Lo vas a disfrutar mucho, seguro.
s

Furacán dijo...

Enhorabuena!! Menuda crónica!

Col dijo...

Después de leerte, no me queda más que felicitarle a Abril. Ha llegado en el momento y al lugar perfecto para comenzar.
Enhorabuena!

Atalanta dijo...

Pues eso, que muchísimas gracias a todos.... pero DE CORAZÓN. ABRAZO FUERTE.