(Se reitera ADVERTENCIA: Material inflamable. Si te
exasperan los niños o aún peor, los padres hablando de niños, sentimiento muy
comprensible y razonable por otra parte, mejor no sigas leyendo)
Tarea de arquitecto o urbanista, la de diseñar casas,
calles, ciudades y el mundo alrededor. Abril también está construyendo su
mundo, es ya consciente de lo que le rodea y aunque mucho sigue
sorprendiéndole, creo que ya es menos
que lo que reconoce, que lo que vuelve a conocer cada día, que sabe que volverá
a estar ahí tras cada despertar. Por eso se apresura a fijar sus referencias,
dibujar sus mapas y diarios en los que aparecen accidentes geográficos, pasos
estrechos en forma de malos ratos y muchas corrientes favorables, por mar y
aire, en forma de personas, episodios, cosas y sentimientos.
Para trabajar con esa información y sobre todo para que le
sea útil, ha de saber transmitirla. De ahí esa frenética carrera por intentar
nombrar todo a su alrededor. Su mente es
algo así como un campo limpio hasta el horizonte en el que han comenzado a
elevarse afloramientos ya permanentes de naturaleza variada. O como
una enorme caja donde se acumulan sus recuerdos, experiencias que ella traduce
en palabras y algo que deben ser como
bocetos de conceptos. Comienza a descubrir, además de los colores, las letras y los números, ese milagro humano, esas armas que le servirán
para mucho más de lo que imagina, casi para construir vidas enteras acercándose
al rumor de su fuego. Es entrar en una habitación o salir a la calle y
despertar su dedo índice para señalar a cada cosa y decir qué es, como si con
su mirada se obrara un conjuro y todo se iluminara recitando en voz alta su
nombre o algo parecido a su nombre.
Últimamente Abril ha descubierto un gran poder: el poder del
no. Hay ratos en que el proceso es simple y automático: pedirle o decirle algo
e inmediatamente desencadenarse un
resorte interior, con o sin amago de ira, en la que se niega por principio, sin
más. El tema u objeto es lo de menos, ya
que puede tratarse de algo que desea realmente, por lo que la estrategia a
adoptar es tratar de distraerla y que
olvide su inicial actitud de cerrazón, muralla que a veces parece infranqueable
y que, sin embargo, a menudo se derrumba en un instante, lo que no deja de
resultar sorprendente.
Es imposible no acordarse de esa magnífica película de
dibujos animados de Pixar ,“Del Revés”,
cuya protagonista, Riley, de niña, se nos parece un montón a Abril. Obra que creo solo es disfrutable por los adultos, que a los
niños se les debe antojar un galimatías
indescifrable, donde se adopta el punto de vista interno de la niña, donde la verdadera estrella es su mente,
asumiendo el protagonismo unos pequeños seres que gobiernan a Riley y que
representan la ira, la tristeza, la alegría, el miedo y el asco, y donde tienen
importancia conceptos de la psicología como la memoria a corto y largo plazo. Y al que veo más veces de
las que quisiera al mando, es al tipo de color rojo, el que en determinadas circunstancias convierte
a Abril en un pequeño ser exasperante.
Pero toda va bien, siguiendo el curso previsto, sin más
incidencias e incidentes que los relativos a su integridad física, siempre
precaria, siempre al borde del descalabro, situación que espero con el tiempo vaya atenuándose, porque es algo que yo llevo
francamente mal por mi facilidad para detectar fatales riesgos a cada paso,
para cierto regocijo de Susana.
Desde que pasé aquellos malditos años de angustia y exilio
interior, algo que ahora creo estaba en mi destino, una especie de purga para tratar de acercarme a
qué soy realmente a todos los niveles, ostento una gran virtud: la de disfrutar
de las cosas que me gustan que es muchísimo y son muchísimas. En esa escala,
evidentemente hoy Abril ocupa el primer lugar y cada día que pasa es un
privilegio el poder ser testigo de lo
extraordinario que ofrece una niña de cerca de dos años a mi vera, enredándose
en mis piernas y exigiendo atención de continuo. Lo curioso es que a esos sentimientos y momentos de
plenitud, les acompaña inseparable la consciencia de su fugacidad, de que pronto añoraré esta vida o forma
de vivir, porque la presencia de Abril lo mediatiza todo, porque convivir con ella
convierte la vida en algo muy distinto.
Sí, a veces estorba, molesta y cabrea, más por mis gustos y
querencias, pero está por encima de toda duda que Abril marcará estos años, sin
que pueda haber experiencia , logro o problema personal durante los mismos, que
se superponga a lo que es nuestra vida
con Abril, lo más importante de nuestra vida, lo que dentro de unos años solo
será un recuerdo del que quedará como símbolo Lola –curiosa relación, casi
enfermiza, la de los niños con sus muñecos de apego- como testigo mudo. Ojalá
también que, de alguna forma, en la memoria oculta, guardada en un escondido archivo
del que ella en el futuro casi ni sea consciente, como en la película, Abril
también atesore algo de su relación con Lola, de su vida con Lola, también de
su vida con sus padres antes de convertirse ese alguien diferente, lo que
también aguardamos con ilusión y esperanza.
Otra de las canciones favoritas de Abril.
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