Antes de entrar en materia, si algo recordaré del Triatlón de Buelna es al CiegoSabino echado en la camilla de la ambulancia. Al jodío se le fue la mano y se estampó bajando San Cipriano. Clavícula y dos costillas rotas. Ahora le va a tocar pasar unos cuantos días malos. Esperemos que sirva de lección para evitar futuros percances. Aunque a cualquiera nos puede pasar, siempre debemos tener claro que esto es una afición que en ningún caso puede comprometer otras facetas de tu vida más importantes.
Conocí en persona a uno de los clásicos, Mildolores. Visto y no visto. Quedan muchas conversaciones pendientes. Ahora mismo escuchando tu disco. Eché de menos a Inma. Con Humberto crucé un grito en el desfiladero. Después me dijo por teléfono que me animó en el final de la carrera a pie pero que iba tan grogui que ni me enteré.
Para los profanos en la materia que pasáis por aquí, os tengo que decir que emplear siete horas para hacer un medio ironman (1,9-90-21), aunque el recorrido sea duro -éste es durillo sin más-, es una barbaridad. Hace dos años -2008-, en esta prueba marqué 5:22. Estaba fino -a mi manera-, a quince días del que iba a ser el gran día, Roth, y las imágenes en mi memoria son muy distintas.
Como decía en el anterior post, estuve dudando hasta el último momento si participar ya que no había entrenado prácticamente nada. Desde Febrero, tres días de natación esta semana para no ahogarme y la bici sin tocarla desde el 3 de Mayo -anoche vi el diario-, sin ninguna salida cercana a cien kilómetros en todo el año, con unos miserables 500 kilómetros en 2010.
Al final me animé. Buelna tira. Creo que cualquiera que participa, repite. Es el ambientillo de la prueba. La zona de acampada, la parrillada final, el precio, el entorno, la entregada organización, hacen de este triatlón una carrera especial. Hace poco criticaba el mundillo del triatlón. Este fin de semana me ha servido de reconciliación y para recuperar las ganas.
Cuando a la luz de un luna preciosa, paseaba la noche anterior por la zona de acampada donde estaba montada la meta, añoraba estar en mejores condiciones. En mi estado, el objetivo era hacer las tres pruebas no con las tres "cs" de Alix (calma, cabeza y cojones) sino con una "c": calma. Solamente así podría terminar y esa noche, viendo la solitaria línea de llegada, me hacía especial ilusión cruzarla. Pensaba que si acababa, me movería en torno a las seis horas. No más.
Reencuentro con la natación. Creo que es la cuarta vez que nado en el mar. Me coloco por primera vez el neopreno este año y tranquilamente a pasar el trámite. Antes de llegar al primer giro, noto que me estoy mareando por la corriente, me preocupa pero no me molesta especialmente. Al salir a la playa, antes de encarar la segunda vuelta, veo que tal y como tenía previsto salgo de los últimos. Coño, me digo, tampoco tenía que ser literalmente "el último" como había anunciado. Aprieto pero tardo aún más. Parece ser que hemos nadado en torno a 300 metros más por el desplazamiento de las boyas. 55 minutazos.
Reencuentro con la bicicleta. Se trata de ir tranquilo y alimentarse bien. Ahora mismo, correr una media maratón después de la bici, me parece muy lejano. Sólo pienso en conservar buenas sensaciones y fuerzas para intentar acabar la carrera. Si no se puede, no pasa nada. El recorrido es realmente precioso pero no lo recordaba tan duro. Aquellos repechos que hace dos años me parecían "cosina de ná", me dan miedo y trato de mantener un ritmo uniforme. Bajando el puerto de San Cipriano, veo al Ciego, tapado con una manta y con cara de pena. Paro hasta que se lo lleva la ambulancia. Pienso que dentro de lo malo, podía haber sido peor. Sigo y unas curvas más adelante, otro ciclista se acaba de caer también. Sigo a mi ritmo, sólo por sensaciones -no llevo cuentakilómetros-. Seguro que podía haber ido más rápido pero mi falta de seguridad me hace ser prudente. La zona del desfiladero me cruzo con Humberto. El puertillo final, que en 2008 me pareció un repecho corto y duro, me cuesta de verdad y me hace ser consciente de que ya voy tocado. En la clasificación me marcan algo más de veinticinco de media. Supongo que la real serán algo más de veintiséis descacharrantes kilómetros por hora.
La carrera. Me pongo a ello sin mucha convicción. No voy pájara ni muerto, pero parece que no estoy muy metido en el asunto. Decido correr los diez kilómetros hasta que vuelves al pueblo y después ya veremos. Empiezo a correr. No me siento mal pero los pasos de los primeros kilómetros son lentísimos. No estoy vacío pero noto que no alargo la zancada, que tengo las piernas muy duras, muy rígidas, además de que se me dispara la respiración si intento cambiar. Marcho con un "aguaverde" al que le comento que quizá me retire en el Km. 10. Él me responde que ni de coña, que si no me duele nada, hay que llegar al final. "Pues es verdad", me dije yo. "¿A cuento de qué viene esa actitud?". A partir de ahí, decidí apretar (es un decir, más de cinco minutos el km.) y marché para delante solo. Cuando llegué al pueblo, me animé. Durante las cinco vueltas de dos kilómetros con paso por línea de meta, voy tostado pero con los ánimos y oliendo el final, ya no hay vuelta atrás. Un rato me molestó una de las tres uñas que se me están cayendo (secuelas del MAM que me preocupan para Peñalara), pero el problema no fue a más. Creo que al final hice dos horas pero no estoy seguro, ya no llevaba puesto el cronómetro.Tuve algún momento de crisis pero con un par de geles conseguí correr a ritmo trotón toda la media, sin caminar, de lo que estoy muy orgulloso. Acabar un "larga" siempre es un subidón.
Creo que me alimenté bien y no tuve ninguno de mis temidos problemas de estómago durante la prueba. Sin embargo, cuando acabé y me tiré en la hierba empapado, me levanté frío y bastante mal. Una pena no disfrutar de verdad de la estupenda parrillada que nos preparaban. Con lo rico que estaba todo... yo me lo comía, pero es que no me entraba. Lo hacía porque sabía que me iría bien para asentarme. Sólo me apetecían fantas de naranja.
Conclusión. Como no podía ser de otra manera, gran majadería es presentarse en un medio ironman duro sin haber entrenado nada. ¿Se puede hacer? Se puede hacer, ya te lo digo yo. ¿Merece la pena? No. De lo positivo, me quedo con vivir desde dentro una carrera que me encanta, sobre todo por la ilusión y las ganas que le echan los organizadores. Además, como ya dije, estas siete horas haciendo triatlón, me han dado ganas de volver a hacer triatlón de verdad. Ale, me voy a entrenar.
¡¡YO SOY ESPARTACO!!