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No sé los años que llevaba sin llegar a seguir de verdad una serie. Miento, la última fue la magistral "A dos metros bajo tierra" como alrededor de hace cinco años, creación de Alan Ball, el guionista de "American Beauty". Algún episodio de "House" o "C.S.I." pero estoy hasta el gorro de ver médicos hablando de enfermedades y de policías diseccionando cadáveres. Tal vez por eso tampoco me enganché a "Anatomía de Grey" que tenía su "aquél" pero que tampoco consiguió atraparme. Al final optaba por película o libro.
Cada semana leo que la ficción televisiva es cada día de más calidad, fundamentalmente comandada por las producciones de la HBO americana y la BBC británica. Sin embargo, los mortales de a pie, los que no disfrutamos de canales de pago, no tenemos acceso legal a esos alabadas obras. No entiendo porqué no se compran por los canales generalistas ya que muchas de ellas pienso que serían un éxito seguro.
Pero he aquí que un día Popita se cruzó en mi camino y me pasó dos enigmáticos discos, rotulados con la leyenda "Mad Men", dos primeras temporadas. Aquella olvidada pasión, aquel viejo afán que retrataba hace unos días por descubrir el nuevo episodio de Maziger Z, regresó. Cada día, después de cenar y fregar, vasito de leche con miel y capítulo de "Mad Men". Un placer simple y accesible. A veces me tentaba ver el siguiente pero me imponía ir uno a uno para que duraran más, como cuando un libro te engancha y no quieres que acabe nunca.
Me he enterado que ya habían estrenado la tercera temporada. Hoy bajo a Cáceres así que ya se la encargué a Popita, con lo que esta noche previsiblemente volveré a disfrutar con las desventuras de los publicistas al mando de ese icono televisivo que ya es Don Draper.
¿De qué va? Publicistas en el Nueva York de los años sesenta. Los inicios de la publicidad, decidida por hombres, sólo hombres con trajes impecables, cigarro en una mano y vaso de whisky en la otra. ¿Las mujeres? Cumplen otra función en esta sociedad y esas tímidas aperturas, esos amagos de escapar de su exclusivo rol de secretaria, de madre, de esposa es de los más interesante de la serie.
El protagonista absoluto sobre el que bascula toda la obra es el apuesto y brillante Don Draper, personaje de aparente vida perfecta, con esposa perfecta, familia perfecta, trabajo perfecto, un triunfador en toda regla. Sin embargo, arrastra un pasado oscuro que le atormenta y se desenvuelve en un presente lleno de confusión con continuas infidelidades toleradas por la sociedad bienpensante.
Si habéis visto "Revolutionary Road", la película de Sam Mendes protagonizada por Winslet y Di Caprio, basada en el libro de Richard Yates, trata sobre lo mismo, sobre la trastienda moral de esa brillante sociedad burguesa que se engaña a sí misma, que se dice que es feliz, que mantiene todos sus jardines y porches impecables pero que llora sin razón explicable en la oscuridad de sus dormitorios.
Y no digo más poque la tenéis que ver.
P.S. Tengo que ver "Perdidos" y "Los Soprano" para ver si son tan buenas.