Desde chaval vengo leyendo en revistas de música referencias a La Banda Trapera del Río, cuyo contenido bien podía resumirse en que se trataba de uno de tantos grupos malditos que teniéndolo todo, se le cruzó la mala suerte para no conseguir lo que se merecían, un reconocimiento a la altura de su talento, más allá del de los más o menos enteraos o militantes; esa fama y dinero que sí alcanzaron otros haciendo menos méritos.
Muchos años después, gracias a internet, he podido escuchar las canciones de su primer disco y efectivamente me parece un trallazo de aúpa. Un cajón de rock mal encarado donde se mezclan más ingredientes de los que suponía. Sí, está el punk, pero también, garaje protopunk o ecos del rock duro más clásico. Respecto a mensaje, ideología, o actitud estético-vital, lo previsible: provocación de manual a saco, donde se unen la clásica contestación frente a un sistema político y cultural que oprime a una banda de chavales en efervescencia. Ese mensaje contundente, procaz, soez, blasfemo, ha de incomodar a una España recién salida de cuarenta años de falsas filas prietas a la fuerza . Pero ojo, su actitud no es impostada, como la de un intelectualillo rockero como Ramoncín, que fue el primer referente que me vino a la cabeza al escuchar la primera canción: "Curriqui de barrio". Ramoncín -por cierto, con parte de a cancionero muy reivindicable, a pesar de ser hoy un apestado cultural tanto para los "buenos" como por los "malos-" podría cantar "Ciutat Podrida" pero nunca pasaría de simple ejercicio de estilo, ya que los Traperos fofografían su vida, la de una Cornellá que a finales de los setenta, es un verdadero agujero de leprosos incurables de los peores males, los del desempleo, la violencia y al fin, la miseria.
Hace unos días vi el documental "Venid a las cloacas. La historia de la Banda Trapera del Río", basado en el libro de la gran pluma rockera de Jaime Gonzalo, "La Banda Trapera del Río: escupidos de la boca de Dios", y entonces todo se presentó muy claro. Sí, ahí estaba la mala suerte, pero al final no triunfaron porque, en pocas palabras, estaban como cabras; porque sí, estaban la violencia, las drogas, la lucha de egos, los errores de estrategia comercial y meteduras de pata antológicas graciosísimas emparentadas con las aventuras en Madchester de los chalados Shaun Ryder y los Happy Mondays. Pero esa tendencia autodestructiva ha sido el pan nuestro de cada día en muchísimas bandas de rock que finalmente tiraron para delante, a pesar o gracias a ella, ya que muchas veces acabaron otorgándole un plus importante, el de la leyenda. A estos catalanes les quedó la leyenda pero ni un euro. Ni siquiera su último intento de sacar algo en claro, "Directo a los cojones", funcionó. Por el año de edición, 1994, lo interpreto como reivindicación de la parte del pastel que les correspondía por su ascendiente sobre las bandas del bendito rock urbano -reconozco que para mí, salvo excepciones, un gran desconocido-, puede que el único verdadero rock vivo en este país, si tenemos en cuenta su principal seña de identidad: la del desprecio mutuo entre su música y los canales comerciales. Un último grito de que el rock no se vende, de Extremoduro a Reincidentes.
Si os interesa el tema, reservad una hora para el documental. Os garantizo que estos chalados os harán pasar un buen rato. Hay anécdotas descacharrantes.
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