sábado, 8 de agosto de 2015

I Ultratrail de las Hurdes, campana y se acabó


Otra crónica pendiente que dejó escrita, más que nada, para tener un testimonio de nuestro primer ultratrail por Hurdes, precedente de, estoy seguro, muchos más. Porque estas tierras vecinas tienen tanto por descubrir para el corredor y caminante, que no queda otra que seguir con nuestra empresa: la de disfrutar y dar a conocer una tierra algo mágica, oscura y encantada. Planteé un recorrido, pero pudo ser otro bien distinto, como, de hecho, varió el finalmente realizado respecto al incialmente previsto.

Cuatro fuimos de la partida: Simón, Arturo, CiegoSabino y yo. Tras dormir en el gimnasio del colegio de Nuñomoral, amablemente cedido por su director, nos levantamos poco después de las cinco para comenzar a las seis de la mañana, con la fresca, desde el puente sobre el río Hurdano. Abandonamos de noche las calles de Nuñomoral para recorrer el kilómetro de asfalto -el único tramo del día-, que conduce a la alquería de Cerezal, para enfilar la corta y dura ascensión que nos situaría frente a la primera privilegiada vista del día,  una espectacular caída sobre el río.

La primera parte del recorrido consiste en ir por ese valle río arriba hasta la Pregonera. Cuando comenzamos a marchar por el camino, que, al comienzo, discurre en el interior de un pinar, ya ha amanecido y no se siente frío alguno. Después el camino que une Cerezal y Asegur transita entre huertos. Marchamos corriendo pero, a veces, paramos para apreciar los acusados meandros que forma el río. Hacia Asegur, el camino desciende progresivamente hasta situarse bajo el nivel de la carretera que discurre al otro lado del valle. Es un camino precioso y poco conocido, como tanto en Hurdes.

Al salir de Asegur cambia el percal, porque aunque la belleza de los montes en los que nos internamos impone, circulamos por pistas forestales, en una larga ascensión que hacemos andando. Después comenzaremos a descender por pistas hasta situarnos a la altura de Casares de Hurdes, que dejaremos atrás para llegar a Casarrubia y La Huetre, donde volveremos a valernos de un sendero entre huertos de cerezos, que en un par de giros nos sumergirá en paisajes de verdadera montaña algo inesperados, de la que hace exclamar, de la que hace sentir diferente, pasos que invitan a la admiración y al silencio y que finalmente nos conducen a uno de los balcones más impresionantes que he visitado y que, no sé si afortunada o desafortunadamente, poco gente de por aquí conoce: la Pregonera, donde llegamos con ya el sol calentando a pesar de que todavía es muy temprano y sudando lo nuestro -al menos yo, ya sabéis-. No importa las veces que lo visite; siempre merece la pena, siempre cabe sentarse y, callando, sumergirse con respeto en el entorno. Sobre la cima hay una estructura en forma de balcón o mirador que, aún evidentemente siendo un pegote, aquí cobra sentido, ahora que en Hurdes se tiende a abusar de la fórmula, colocándose y proyectándose miradores por todos lados, pervirtiendo algo del espíritu de unas tierras que no necesitan de este tipo de accesibilidad.

Tras el descanso de rigor a la deslumbrante luz del sol amenazante, descendemos para iniciar el regreso río abajo tras cruzar a la otra orilla, volviendo de nuevo por la pista trazada a media ladera que nos conduce por encima de Huetre y Casarrubia hasta casi la altura de Robledo, donde descendemos por un pronunciado camino hormigonado -¡Vive Dios el disparate!- hasta Casares de Hurdes, que atravesaremos para bajar de enuevo casi hasta el fondo del valle y enlazar con la Ruta de Alfonso XIII. Es cuando vemos un cartel explicativo de la ruta con perfiles y distancias hasta el final, Las Mestas. Teniendo en cuenta lo que llevamos, algo más de 20 kilómetros, haciendo una estimación de la distancia de Batuecas a Peña (el único tramo cuya distancia real desconocemos), por primera vez nos podemos hacer una idea de la distancia del recorrido total del ultra: alrededor de 60 kilómetros.

Desde Casares se inicia la subida hasta el alto de las Carrascas. Aunque ya hace calor y el terreno es de un exigente y largo desnivel, afortunadamente marchamos protegidos por la sombra de un pinar. Al llegar arriba, antes de comenzar el descenso, merece otro vistazo el nuevo valle en el que nos internaremos, el del Ladrillar, a lo largo del cual se desarrollará a partir de ahora nuestra aventura, paraje coronado por el pico más alto de Hurdes, el Mingorro.

Largo y técnico descenso por un precioso sendero hata Roomalo de Arriba, pequeño pueblo semiabandonado. Desde allí, a la vera del río, sin dificultad alguna hasta Ladrillar. Después sí enalazaremos un prolongado sendero ascendente con imponentes vistas a uno y otro lado donde, completamente expuestos al sol, llegaremos a un mirador a partir del cual se baja en un par de kilómetros a Cabezo, donde hacemos una parada en el Hogar de Mayores.

Aquí, en lugar de seguir la Ruta de Alfonso XIII, nos desviaremos por el camino que nos lleva fuera de Cáceres, fuera de Hurdes, a la provincia de Salamanca, a Batuecas. Cuando lo revisamos hace unas semanas una tranquila mañana, no me pareció nada complicado, pero a estas alturas ya debo marchar algo cansado porque, a pesar de marchar tranquilos, aprecio cuestas donde antes no las había.

Preciosa e insólida imagen para la mayoría, el punto de vista desde el camino de Hurdes del monasterio de Batuecas. Sería una falta de respeto con el entorno no hacer parada aquí, junto al mágico y bello río. Cumplimos, comemos y alguno hasta nos bañamos.

He aquí que cuando ya casi estamos para reiniciar el camino río arriba que nos llevaría a Peña de Francia, CiegoSabino pregunta si estamos seguros del camino. La verdad es que yo este tramo no lo había revisado pensando que no era necesario, que no había lugar a error; yo había bajado corriendo en una ocasión, Agus dos veces y Simón también; yo tenía la impresión de que aquello no tenía pérdida. Sin embargo, comenzamos a dudar cuando caminamos río arriba, advirtiendo CiegoSabino que por allí no era, así que al final,  cautos, optamos por otra alternativa, la de subir por el temible Portillo a las cuatro de una tarde de despiadado calor para terminar en La Alberca.

Antes, en uno de nuestros cónclaves y tentativas de camino, parados, al bajar de un escalón colocado frente a las pinturas rupestres, me caí. Ciertamente aquello no le parecería nada a cualquiera que lo hubiera presenciado, más después de tantos años de verdaderas caídas corriendo por el monte, pero noté algo extraño, que me hice daño en el exterior de la rodilla, sin poder evitar cojear ostensiblemente. Así subí el Portillo, otra memorable ascensión, esta vez aún más machacado por lo especial de las circunstancias. Arturo y Simón por delante, yo esperé arriba al Ciego que me dejó los bastones para bajar hasta La Alberca porque era bajando cuando más sufría mi rodilla.

Y así acabamos malamente un gran día. Alrededor de 55 kilómetros y bastante más de 5.000 metros de desnivel acumulado -3.275 positivos-, por paisajes extraordinarios, en compañía extraordinaria.

Desde entonces -mayo-, no he vuelto a correr más que un par de medias horas para confirmar que esta vez no, que el reposo no sanaba la lesión que, a grandes rasgos, por reciente diagnóstico, ha de ser síndrome de cintilla iliotibial y condropatía rotuliana. En estos momentos el tiempo libre lo utilizo para estudiar, así que lo dejo estar. Después de los exámenes montaré en bici hasta el Iberman del 3 de octubre -que ésa es otra-, a ver si me sienta bien, ya que una de los objetivos de la rehabilitación sería fortalecer el cuádriceps. ¿Después? Ya se verá. Al menos puedo andar por el monte, por lo que, de una manera u otra, habrá futuras ediciones del Ultratrail de Hurdes, y a no mucho tardar. Sería egoísta por mi parte seguir conociendo estas tierras, que ya considero algo mías, y no compartirlo.

A todo hay que verle el lado bueno. A cuenta de quedarme en casa con la pata quebrada -básicamente, eliminar la salida larga del fin de semana por el monte-, me senté en serio y terminé el libro sobre mis 20 años de relación con el deporte de fondo, que finalmente publicará la Biciteca a finales de año, y hasta me presenté a una asignatura cuando ya no lo tenía previsto hasta septiembre, decisión que tomé tras la crisis que sufrí a principios de año, cuando constaté que era imposible trabajar, estudiar y la convivencia con un pequeño duente algo alocado. Bien, parece que reconsideré aquella resignación y en ello andamos, luchando por hacer posible lo imposible, robándole tiempo al sueño y a otras partes de la vida. Pero yo me engaño: me gusta estudiar. 

Después de este apunte que no venía mucho a cuento, clásico cierre:

"¡¡¡YO SOY ESPARTACO!!!"


































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