jueves, 8 de mayo de 2014

La trastienda de la Media Maratón de Ciudad Rodrigo

Ni mucho menos todos los que son. Una pequeña representación de nuestros voluntarios.


Hace tiempo que no escribo crónicas de carreras –básicamente porque por circunstancias de la vida, además de por cierto y no sé si transitorio cambio en mi relación con el deporte que sigo practicando a diario, apenas compito-,  pero los que me conocen, saben que mis relatos no eran de los habituales. Hoy vuelvo al tema, a una crónica de carreras, la de mi ciudad,  la de  la Media Maratón de Ciudad Rodrigo, pero a mi estilo, sin que siquiera aparezca  un corredor, un crono o un kilómetro. 


El año pasado, como miembro de la organización,  tuve un enfrentamiento absurdo  en línea de meta con un corredor que me respondió de malos modos a una  indicación. Supongo que íntimamente me rebeló la injusticia de la situación, el hecho de que después de trabajar tanto para que  atletas y acompañantes pudieran disfrutar de su afición con seguridad y sin preocupación alguna, se te pague de esa forma. Tal vez fue ese día el que decidí contar algo de la trastienda de la carrera, para que todos los participan o simplemente miran desde el tendido, sean conscientes del esfuerzo e ilusión que exigen la mayoría de carreras de nuestro calendario y que, aun con sus fallos, merecen respeto.


Cada año me hago la misma pregunta: Qué pinto yo en la organización de una media de asfalto cuando ni ya me interesa el asfalto ni en general el mundo de la competición, que para mí roba algo de su esencia al deporte popular. Que conste que para llegar a ese cuestionamiento he tenido que cruzar las metas de demasiados maratones y carreras de todo pelaje, algunas de dureza extrema. Imagino que la respuesta viene del apellido de nuestra carrera: Media Maratón de Ciudad Rodrigo. Lo escribía hace unos meses; me resultan ajenos las banderas y  símbolos patrióticos tan en boga, pero sí siento esa extraña vinculación con mi tierra, sin que sepa expresar qué demonios viene a significar la idea o concepto de tierra, el qué es Ciudad Rodrigo; si el entorno meramente físico, si la comunidad, si el acervo invisible que se viene construyendo día a día por los mirobrigenses, patrimonio de tradiciones o aspiraciones de mayor o menor  trascendencia, reconocimiento o valor. Al final es nuestro nombre, es una marca que, en cierta forma, exportamos.  Hace unos días, hablando con una oficina de la UNED de Madrid sobre un certificado que no me había llegado, la chica me decía que se acordaba perfectamente de haberlo enviado porque cuando escribió el destino en el sobre se dijo: “Ciudad Rodrigo, mira qué suerte vivir en un sitio tan bonito”. Aunque mucha gente no hace más que renegar de nuestro pueblo, también pienso yo eso, que me siento afortunado por ello y espero que nunca tenga que marchar como tantos otros. Tal vez eso dé respuesta a la pregunta con que iniciaba el párrafo; me explico mi labor en base a aportar algo a la vida de mi ciudad relacionada con una afición importante en mi vida, implicarme en una manifestación meramente lúdica, ofrecer nuevas posibilidades y visibilidad a Ciudad Rodrigo. Me respondo que bien está, digo yo.


Y tras esta larga introducción, entro en materia para trataros de explicar algo del trasfondo de una  Media como la de Ciudad Rodrigo  que comienza con reuniones varios meses antes de la prueba –siempre a la misma hora, las nueve y media de la noche- y ni mucho menos termina cuando el último corredor cruza la línea de meta de la Plaza Mayor en algo más de dos horas.


Tras dar por finiquitada la prueba, aparte de  la ardua tarea de dar de comer a cientos de personas con ya nuestros clásicos  huevos con farinato y paella, aguarda una dura tarde de domingo  tratando de limpiar, recoger y poner en orden todo lo que se ha montado el día anterior para dejar el pabellón tal y como lo encontramos un día antes. Por otro lado, adelantar  información y fotografías  a los medios de comunicación y a los ansiosos corredores, que seguro ya la están esperando.


Si se ha de fijar una fecha concreta como fin de los trabajos de la media, este día es uno de los de la semana posterior a la carrera, momento en el que liquidamos cuentas, hacemos balance y evaluamos con calma todos los aspectos de la prueba, revisando todas las incidencias y fallos – muchos más de los que imagináis- y asumimos el propósito de enmienda para la siguiente edición. Finalmente, en la medida de lo posible, se reparten obsequios, como muestra de agradecimiento a la gran cantidad de colaboradores que participan y entonces sí, entonces cerraremos la puerta hasta el año siguiente.


Hasta el inicio propiamente dicho que necesariamente marcha unido  a  una primera labor ingrata y difícil: pedir dinero o dicho más finamente, tratar de implicar en el proyecto a empresas y colaboradores a través de grandes y pequeñas aportaciones, todas importantes, y que sumadas a las ayudas de las instituciones públicas, son indispensables para que la prueba ofrezca los abundantes servicios que ya consideramos innegociables para seguir adelante, la seña de identidad de nuestra carrera.


Yo escribo desde el punto de vista de los Jaramugos y Jumentos, el club que, aparte de ser el más pequeño, es, de lejos, el que menos se implica en la organización, el que menos trabaja. Básicamente mi tarea consiste en la rutinaria tarea de solicitar cada año los permisos a los organismos competentes y cuatro papeleos más, además de las labores puramente presenciales y de trabajo real durante el fin de semana de la carrera. Concretamente en este tema de solicitar ayudas, rastrear posibles colaboraciones o regalos para ese día, hay personas dentro de la organización que se lo trabajan muchísimo. Todos sabemos que no corren tiempos propicios para pedir dinero; por ello, todo tiene más mérito. En concreto en la tarea de captar recursos, mi labor es meramente testimonial


En la primera reunión hay dos temas se tratan de inicio: si como viene siendo habitual, a la vista del éxito de la edición anterior, ampliamos el número de participantes, y si subimos el importe de las cuotas de los participantes. Os adelanto información: en 2015 ampliaremos a 700 atletas –el límite lo marca nuestras posibilidades de atender la comida, tratando de evitar largas esperas en las colas-; y  probablemente subiremos algo las cuotas ya que  el próximo año celebramos nuestra décima edición y queremos celebrarlo de forma especial ofreciendo algún regalo adicional conmemorativo. De todas formas, nunca se pierde  de vista el  criterio de justicia o proporcionalidad entre lo que se pide y lo que se ofrece, sin dejar de tener claro que no es cuestión de perder dinero en una carrera que ya maneja un presupuesto importante.


Hace años tratábamos sobre la elección del cartel, la imagen de la prueba de cada edición,  pero hemos optado por ofrecer tal posibilidad a un dibujante o pintor mirobrigense cada año, limitándonos a dar el visto bueno al diseño propuesto.


Tras barajar presupuestos, se eligen las camisetas además de otras prendas y obsequios que, en la medida de lo posible, se consigan por la organización, se gestiona la presencia de médico además de los servicios de la Cruz Roja o la posible colaboración, siempre desinteresada, de los fisioterapeutas. 


Tarea importante es la actualización de la web  y las redes sociales además del periódico  envío de notas de prensa a los medios, y una vez que se acerca el día de celebración, citar a representantes institucionales para la entrega de trofeos, cartas de invitación y agradecimientos a colaboradores o elaborar anualmente un “photocall” distinto que dé cuenta de la relación detallada de aquellos. 


Por muchos preparativos como los expuestos que se adelanten, es inevitable que el pico de estrés y preocupación tenga lugar durante el fin de semana elegido, en el que siempre saldrá algo mal. Aunque tratamos de que el margen de error sea mínimo, al fin, resulta inevitable que algo se descontrole o que no se pueda responder a algún imprevisto durante el desarrollo de una prueba que dura varias horas y donde participan alrededor de mil personas entre corredores, miembros de la organización y acompañantes, sin mencionar espectadores. 


Ese fin de semana comienza con un obligado calentamiento la tarde del viernes donde nos ponemos al día mientras participamos en la cadena que durante varias horas confeccionará casi 700 bolsas del corredor con los obsequios que se han conseguido cada año: regalos, alimentos y bebidas, información turística o de otras pruebas. 


El sábado por la mañana hay que acondicionar el pabellón, cubrir el suelo, montar la carpa para la comida y habilitar la zona para nuestra tentativa de Feria del Corredor que no acaba de consolidarse, a la par que una primera posibilidad de entrega de dorsales, acompañada de una charla relacionada con el mundo del deporte.


Vital que la distribución de voluntarios que previamente se hizo sobre la mesa sea fiel a la realidad el domingo  y cada uno sea encuentre en su lugar desde primera hora de la mañana, todos uniformados con sus camisetas o chalecos, en cruces o avituallamientos, como ciclistas o motoristas, montando líneas de salida o meta, coordinando la salida de autobuses que después se encargarán de ir recogiendo a los relevistas, entregando dorsales o encargándose del guardarropa que habrá que desplazar a Ciudad Rodrigo, montando equipos de sonido en varios puntos del recorrido,  preparando la comida,  especialmente esas paellas cuyos cocineros tendrán la delicada misión de que el arroz esté en su punto en el momento justo del fin de la ceremonia de entrega de trofeos. 


Atender a tanta gente es complicado, aunque al final la clave no reside más que  encauzar con sentido todos los recursos humanos de los que afortunadamente disponemos, canalizar toda esa energía  para superar los obstáculos, dejando claro que al otro lado no hay otra contraprestación que la satisfacción personal de colaborar con el proyecto.


Es muy fácil acabar felicitándonos con cuatro obviedades  sobre el esfuerzo en común y demás lugares comunes pero no hay que olvidar que como en cualquier forma de organización humana, por básica o rudimentaria que sea –léase esa polémica comunidad de vecinos que todos conocemos-, siempre hay diferencias. Es inevitable porque nuestros caracteres, sensibilidades, aspiraciones o puntos de vista son distintos, más si se funciona en forma de comité. En el fondo, lo que subyace es una suerte de contrato social, no indispensable para organizar una sociedad civilizada, sino para la organización de una banal actividad lúdica, nunca vital o necesaria. Esta organización funciona a pesar de todos los problemas y barreras que tantas veces nos impiden acometer tareas a diario, más si es con los demás, y que definitivamente aparcamos para seguir a la nuestra –total, qué más da-; más tranquilos sí, pero puede que algo menos humanos. En la Media  un ejemplo de cómo aprovechar la ilusión por una meta olvidando roces para lograr un fin común, responsabilidad sobre todo de los dos clubes que más aportan a la celebración de la prueba: Cazahitos y Rincón Oeste. 


Pero aparte de personalizar en ellos, la Media tiene unos responsables muy claros a los que no cabe individualizar porque son cientos, son nuestros voluntarios. Por mi experiencia, recelo de todos esos mensajes con que a diario nos bombardean desde tribunas políticas o pseudofilosóficas, mensajes que sugieren o pretenden construir un mundo nuevo desde la consigna o la tribuna. Mi desengaño deriva de que,  cuando hay que madrugar o doblar el lomo, siempre hay alguien que se escaquea, pide algo a cambio o se compara con el otro.  Esa frustración torna en un manto reconfortante cuando  trabajas mano a mano con gente  que aparca un fin de semana de primavera para atender a una tropa de corredores y sus familias, la mayoría de fuera de Ciudad Rodrigo, porque no solamente lo hacen bien, sino que llevan a cabo sus tareas  con ganas y alegría,  sin buscar beneficio alguno, más que la recompensa de saber que la Media de Ciudad Rodrigo, una vez más, fue un éxito, estuvo bien. Y estoy seguro de que todos los que marchan de aquí, siguen dando fe de ello cada año.


Vale, os engañé, al final aparecerá algún corredor entre mis letras porque hay que reconocerlo, aunque no tengas ni idea de atletismo, venir desde Santis en algo menos de una hora como se marcaron los hermanos Bueno–si no les hiciéramos dar una vuelta en el pueblo, vaya que sería así-, no puede provocar más que admiración, porque el “1:20” que se marcó Álvaro, un amiguete triatleta, después de venirse aquella mañana en bici desde Salamanca asombra, porque igualmente sorprende algún otro inesperado valiente que se anima a esta locura del correr con un relevo como puente para la media completa en otra edición –modalidad ideada por la organización para ese fin, como estímulo para que la gente se lance a su primera aventura con un dorsal-. Sí, todo eso vale lo suyo.


Sin embargo, si me pones en el brete de elegir quién tiene más mérito, si ellos o los fenómenos que casi fríen mil huevos -más si antes has corrido la Media como hicieron Manu y Ángel-, probablemente te diré que ellos, que nuestros voluntarios son los verdaderos héroes de nuestra media, los que no llevan dorsal.












2 comentarios:

yonhey dijo...

Que puedo decir, no he participado nunca en la organización de una carrera, sí he sido voluntario un año en el GTP.
He ido 3 años a la media de Ciudad Rodrigo (ahora el asfalto lo tengo más apartado y no me cuadra tanto), pero supongo que sólo con el tema de ser una carrera lineal, y el jaleo de la comida, no es poco. Por lo que a mí respecta esos 3 años he disfrutado de la carrera y la organización ha sido básicamente "perfecta", si eso lo unes a lo bonito que es Ciudad Rodrigo.....
Habrá que plantearse volver a disfrutarla, que mejor que el año que viene en su X edición.
Un saludo.

Atalanta dijo...

Más pronto que tarde, seguro que nos volvemos a ver por aquí. Gracias, Juan Luis.