Ni mucho menos todos los que son. Una pequeña representación de nuestros voluntarios.
Hace tiempo que no escribo crónicas de carreras
–básicamente porque por circunstancias de la vida, además de por cierto y no sé
si transitorio cambio en mi relación con el deporte que sigo practicando a
diario, apenas compito-, pero los que me
conocen, saben que mis relatos no eran de los habituales. Hoy vuelvo al tema, a
una crónica de carreras, la de mi ciudad, la de la
Media Maratón de Ciudad Rodrigo, pero a mi estilo, sin que siquiera aparezca un corredor, un crono o un kilómetro.
El año pasado, como miembro de la organización, tuve un enfrentamiento absurdo en línea de meta con un corredor que me
respondió de malos modos a una indicación. Supongo que íntimamente me rebeló
la injusticia de la situación, el hecho de que después de trabajar tanto para
que atletas y acompañantes pudieran
disfrutar de su afición con seguridad y sin preocupación alguna, se te pague de
esa forma. Tal vez fue ese día el que decidí contar algo de la trastienda de la
carrera, para que todos los participan o simplemente miran desde el tendido, sean
conscientes del esfuerzo e ilusión que exigen la mayoría de carreras de nuestro
calendario y que, aun con sus fallos, merecen respeto.
Cada año me hago la misma pregunta: Qué pinto yo en
la organización de una media de asfalto cuando ni ya me interesa el asfalto ni en
general el mundo de la competición, que para mí roba algo de su esencia al
deporte popular. Que conste que para llegar a ese cuestionamiento he tenido que
cruzar las metas de demasiados maratones y carreras de todo pelaje, algunas de
dureza extrema. Imagino que la respuesta viene del apellido de nuestra carrera:
Media Maratón de Ciudad Rodrigo. Lo escribía hace unos meses; me resultan ajenos
las banderas y símbolos patrióticos tan
en boga, pero sí siento esa extraña vinculación con mi tierra, sin que sepa
expresar qué demonios viene a significar la idea o concepto de tierra, el qué
es Ciudad Rodrigo; si el entorno meramente físico, si la comunidad, si el acervo
invisible que se viene construyendo día a día por los mirobrigenses, patrimonio
de tradiciones o aspiraciones de mayor o menor trascendencia, reconocimiento o valor. Al
final es nuestro nombre, es una marca que, en cierta forma, exportamos. Hace unos días, hablando con una oficina de la
UNED de Madrid sobre un certificado que no me había llegado, la chica me decía
que se acordaba perfectamente de haberlo enviado porque cuando escribió el
destino en el sobre se dijo: “Ciudad Rodrigo, mira qué suerte vivir en un sitio
tan bonito”. Aunque mucha gente no hace más que renegar de nuestro pueblo,
también pienso yo eso, que me siento afortunado por ello y espero que nunca
tenga que marchar como tantos otros. Tal vez eso dé respuesta a la pregunta con
que iniciaba el párrafo; me explico mi labor en base a aportar algo a la vida de
mi ciudad relacionada con una afición importante en mi vida, implicarme en una
manifestación meramente lúdica, ofrecer nuevas posibilidades y visibilidad a
Ciudad Rodrigo. Me respondo que bien está, digo yo.
Y tras esta larga introducción, entro en materia para
trataros de explicar algo del trasfondo de una
Media como la de Ciudad Rodrigo que
comienza con reuniones varios meses antes de la prueba –siempre a la misma
hora, las nueve y media de la noche- y ni mucho menos termina cuando el último
corredor cruza la línea de meta de la Plaza Mayor en algo más de dos horas.
Tras dar por finiquitada la prueba, aparte de la ardua tarea de dar de comer a cientos de
personas con ya nuestros clásicos huevos
con farinato y paella, aguarda una dura tarde de domingo tratando de limpiar, recoger y poner en orden
todo lo que se ha montado el día anterior para dejar el pabellón tal y como lo
encontramos un día antes. Por otro lado, adelantar información y fotografías a los medios de comunicación y a los ansiosos
corredores, que seguro ya la están esperando.
Si se ha de fijar una fecha concreta como fin de los
trabajos de la media, este día es uno de los de la semana posterior a la
carrera, momento en el que liquidamos cuentas, hacemos balance y evaluamos con
calma todos los aspectos de la prueba, revisando todas las incidencias y fallos
– muchos más de los que imagináis- y asumimos el propósito de enmienda para la
siguiente edición. Finalmente, en la medida de lo posible, se reparten
obsequios, como muestra de agradecimiento a la gran cantidad de colaboradores
que participan y entonces sí, entonces cerraremos la puerta hasta el año
siguiente.
Hasta el inicio propiamente dicho que necesariamente
marcha unido a una primera labor ingrata y difícil: pedir
dinero o dicho más finamente, tratar de implicar en el proyecto a empresas y
colaboradores a través de grandes y pequeñas aportaciones, todas importantes, y
que sumadas a las ayudas de las instituciones públicas, son indispensables para
que la prueba ofrezca los abundantes servicios que ya consideramos
innegociables para seguir adelante, la seña de identidad de nuestra carrera.
Yo escribo desde el punto de vista de los Jaramugos
y Jumentos, el club que, aparte de ser el más pequeño, es, de lejos, el que
menos se implica en la organización, el que menos trabaja. Básicamente mi tarea
consiste en la rutinaria tarea de solicitar cada año los permisos a los
organismos competentes y cuatro papeleos más, además de las labores puramente
presenciales y de trabajo real durante el fin de semana de la carrera. Concretamente
en este tema de solicitar ayudas, rastrear posibles colaboraciones o regalos
para ese día, hay personas dentro de la organización que se lo trabajan
muchísimo. Todos sabemos que no corren tiempos propicios para pedir dinero; por
ello, todo tiene más mérito. En concreto en la tarea de captar recursos, mi
labor es meramente testimonial
En la primera reunión hay dos temas se tratan de
inicio: si como viene siendo habitual, a la vista del éxito de la edición
anterior, ampliamos el número de participantes, y si subimos el importe de las
cuotas de los participantes. Os adelanto información: en 2015 ampliaremos a 700
atletas –el límite lo marca nuestras posibilidades de atender la comida,
tratando de evitar largas esperas en las colas-; y probablemente subiremos algo las cuotas ya que
el próximo año celebramos nuestra décima
edición y queremos celebrarlo de forma especial ofreciendo algún regalo
adicional conmemorativo. De todas formas, nunca se pierde de vista el criterio de justicia o proporcionalidad entre
lo que se pide y lo que se ofrece, sin dejar de tener claro que no es cuestión
de perder dinero en una carrera que ya maneja un presupuesto importante.
Hace años tratábamos sobre la elección del cartel,
la imagen de la prueba de cada edición, pero hemos optado por ofrecer tal posibilidad
a un dibujante o pintor mirobrigense cada año, limitándonos a dar el visto
bueno al diseño propuesto.
Tras barajar presupuestos, se eligen las
camisetas además de otras prendas y obsequios que, en la medida de lo posible, se
consigan por la organización, se gestiona la presencia de médico además de los
servicios de la Cruz Roja o la posible colaboración, siempre desinteresada, de los
fisioterapeutas.
Tarea importante es la actualización de la web y las redes sociales además del periódico envío de notas de prensa a los medios, y una
vez que se acerca el día de celebración, citar a representantes institucionales
para la entrega de trofeos, cartas de invitación y agradecimientos a
colaboradores o elaborar anualmente un “photocall” distinto que dé cuenta de la
relación detallada de aquellos.
Por muchos preparativos como los expuestos que se
adelanten, es inevitable que el pico de estrés y preocupación tenga lugar
durante el fin de semana elegido, en el que siempre saldrá algo mal. Aunque
tratamos de que el margen de error sea mínimo, al fin, resulta inevitable que
algo se descontrole o que no se pueda responder a algún imprevisto durante el
desarrollo de una prueba que dura varias horas y donde participan alrededor de
mil personas entre corredores, miembros de la organización y acompañantes, sin
mencionar espectadores.
Ese fin de semana comienza con un obligado
calentamiento la tarde del viernes donde nos ponemos al día mientras participamos
en la cadena que durante varias horas confeccionará casi 700 bolsas del
corredor con los obsequios que se han conseguido cada año: regalos, alimentos y
bebidas, información turística o de otras pruebas.
El sábado por la mañana hay que acondicionar el
pabellón, cubrir el suelo, montar la carpa para la comida y habilitar la zona
para nuestra tentativa de Feria del
Corredor que no acaba de consolidarse, a la par que una primera posibilidad
de entrega de dorsales, acompañada de una charla relacionada con el mundo del
deporte.
Vital que la distribución de voluntarios que
previamente se hizo sobre la mesa sea fiel a la realidad el domingo y cada uno sea encuentre en su lugar desde
primera hora de la mañana, todos uniformados con sus camisetas o chalecos, en
cruces o avituallamientos, como ciclistas o motoristas, montando líneas de
salida o meta, coordinando la salida de autobuses que después se encargarán de
ir recogiendo a los relevistas, entregando dorsales o encargándose del
guardarropa que habrá que desplazar a Ciudad Rodrigo, montando equipos de sonido
en varios puntos del recorrido, preparando la comida, especialmente esas paellas cuyos cocineros
tendrán la delicada misión de que el arroz esté en su punto en el momento justo
del fin de la ceremonia de entrega de trofeos.
Atender a tanta gente es complicado, aunque al final
la clave no reside más que encauzar con
sentido todos los recursos humanos de los que afortunadamente disponemos,
canalizar toda esa energía para superar
los obstáculos, dejando claro que al otro lado no hay otra contraprestación que
la satisfacción personal de colaborar con el proyecto.
Es muy fácil acabar felicitándonos con cuatro
obviedades sobre el esfuerzo en común y
demás lugares comunes pero no hay que olvidar que como en cualquier forma de
organización humana, por básica o rudimentaria que sea –léase esa polémica
comunidad de vecinos que todos conocemos-, siempre hay diferencias. Es
inevitable porque nuestros caracteres, sensibilidades, aspiraciones o puntos de
vista son distintos, más si se funciona en forma de comité. En el fondo, lo que
subyace es una suerte de contrato social,
no indispensable para organizar una sociedad civilizada, sino para la
organización de una banal actividad lúdica, nunca vital o necesaria. Esta
organización funciona a pesar de todos los problemas y barreras que tantas
veces nos impiden acometer tareas a diario, más si es con los demás, y que
definitivamente aparcamos para seguir a la nuestra –total, qué más da-; más
tranquilos sí, pero puede que algo menos humanos. En la Media un ejemplo de cómo aprovechar la ilusión por
una meta olvidando roces para lograr un fin común, responsabilidad sobre todo
de los dos clubes que más aportan a la celebración de la prueba: Cazahitos y
Rincón Oeste.
Pero aparte de personalizar en ellos, la Media tiene
unos responsables muy claros a los que no cabe individualizar porque son
cientos, son nuestros voluntarios. Por mi experiencia, recelo de todos esos
mensajes con que a diario nos bombardean desde tribunas políticas o pseudofilosóficas,
mensajes que sugieren o pretenden construir un mundo nuevo desde la consigna o
la tribuna. Mi desengaño deriva de que, cuando
hay que madrugar o doblar el lomo, siempre hay alguien que se escaquea, pide
algo a cambio o se compara con el otro. Esa frustración torna en un manto
reconfortante cuando trabajas mano a
mano con gente que aparca un fin de
semana de primavera para atender a una tropa de corredores y sus familias, la
mayoría de fuera de Ciudad Rodrigo, porque no solamente lo hacen bien, sino que
llevan a cabo sus tareas con ganas y
alegría, sin buscar beneficio alguno,
más que la recompensa de saber que la Media de Ciudad Rodrigo, una vez más, fue
un éxito, estuvo bien. Y estoy seguro de que todos los que marchan de aquí,
siguen dando fe de ello cada año.
Vale, os engañé, al final aparecerá algún corredor
entre mis letras porque hay que reconocerlo, aunque no tengas ni idea de
atletismo, venir desde Santis en algo
menos de una hora como se marcaron los hermanos Bueno–si no les hiciéramos dar
una vuelta en el pueblo, vaya que sería así-, no puede provocar más que
admiración, porque el “1:20” que se marcó Álvaro, un amiguete triatleta,
después de venirse aquella mañana en bici desde Salamanca asombra, porque igualmente
sorprende algún otro inesperado valiente que se anima a esta locura del correr
con un relevo como puente para la media completa en otra edición –modalidad
ideada por la organización para ese fin, como estímulo para que la gente se
lance a su primera aventura con un dorsal-. Sí, todo eso vale lo suyo.
Sin embargo, si me pones en el brete de elegir quién
tiene más mérito, si ellos o los fenómenos que casi fríen mil huevos -más si
antes has corrido la Media como hicieron Manu y Ángel-, probablemente te diré
que ellos, que nuestros voluntarios son los verdaderos héroes de nuestra media,
los que no llevan dorsal.
2 comentarios:
Que puedo decir, no he participado nunca en la organización de una carrera, sí he sido voluntario un año en el GTP.
He ido 3 años a la media de Ciudad Rodrigo (ahora el asfalto lo tengo más apartado y no me cuadra tanto), pero supongo que sólo con el tema de ser una carrera lineal, y el jaleo de la comida, no es poco. Por lo que a mí respecta esos 3 años he disfrutado de la carrera y la organización ha sido básicamente "perfecta", si eso lo unes a lo bonito que es Ciudad Rodrigo.....
Habrá que plantearse volver a disfrutarla, que mejor que el año que viene en su X edición.
Un saludo.
Más pronto que tarde, seguro que nos volvemos a ver por aquí. Gracias, Juan Luis.
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