De lo poco que saqué en claro de ver "Interestelar" fue un puñado de versos que al día siguiente se convirtieron en mucho, cuando leí tranquilamente frente a mi ventana, el maravilloso poema de Dylan Thomas sobre la muerte..
Ya me lo hizo con "Herida" de mi adorado David Fincher y lo volvió a repetir con "Interestelar"; dado el alarmante estado de presenilidad que transito, que Rober me coloque una película a las diez y media -casi la hora a la que me acuesto, aunque sí es cierto que cada día madrugo más y me cuesta menos-, es una puñalada trapera, más si dura casi tres horas. Desde mi estado de semiconsciencia enterrado en la butaca, puedo decir que la película seguro es mejor de lo que me pareció, pero que por supuesto se queda en el fallido amago del clásico que buscaba en un género que algunos adoramos. La verdad es que, a día de hoy, aún no tengo claro si realmente me gustó. Es curioso que ese mismo juicio pendiente podría emitir de "Origen", otra película de Nolan. Hecho bastante significativo al referirme a la obra de un autor. Seguiremos a la escucha.
"No entres dócilmente en esa noche quieta"
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
2 comentarios:
El poema... uf, es de los que te llegan al alma.
La película de Nolan aun no la he visto, pero la verdad es que le tengo muchas ganas, y también adoro el género.
"Origen" no me gustó nada... pero también la vi de noche muerto de sueño.
Saludo
Y yo que no conocía ese tremendo poema... Lo sientes golpear. No esperes nada maravilloso... entonces te gustará más. De todas formas, te reconozco que tengo muchas ganas de verla una tarde tranquilamente. TAmbién "Origen" aunque tengo el recuerdo de algo demasiado pretencioso y complejo en el mal sentido de la palabra -aquí algo te recordará a ella-. Abrazo.
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