jueves, 24 de abril de 2014

Canciones para la Media de Ciudad Rodrigo

Dos puntos con equipos de música para el final de la Media Maratón de Ciudad Rodrigo del próximo domingo. Conociéndome, supongo que a muchos les sorprenderá que no tire de nada extraño; la mayoría clásicos reconocibles, que es de lo que se trata. Dos bucles para poco más de una hora.Desde mi doble condición melómana y fondista, canciones que pueden funcionar.


PUNTO 1. Km. 18. MODO "BÁSICO", rock and roll directo a las tripas. Y es que muchos no sabéis el empujón que te puede llegar a dar el primitivo ritmo de un bombo, el riff de una guitarra demoledora.



PUNTO 2. Km. 20. MODO "ELEVADO", directo al corazón. Aunque seas de los que te repele cierta épica de saldo, os aseguro que si has corrido como Dios manda y llegas vacío, eres muy vulnerable y caes, te emocionas.

lunes, 21 de abril de 2014

De repente Abril

            Soy padre. Era de esperar que escribiera algo. Cualquier padre sabe que es inevitable hablar sobre la nueva condición; es el TEMA del que tratas con todos, incluso con personas con las que no hablaste nunca y que ahora sientes cercanas. Si escribes, ten por seguro que escribirás sobre ello, que puede que a partir de entonces todo lo escribas diferente porque ya eres diferente. Lo increíble de la paternidad es que disertas sobre ello con convicción, casi como si fueras el primero que se convirtió en padre de la historia, porque cada pequeña curiosidad o gran acontecimiento del embarazo, se te presenta tan milagroso y espectacular que solo te cabe describirlo con pasión, tal que si fuera único. Y es que te acaba pareciendo increíble que a alguien le hubiera ocurrido antes, que siga ocurriendo mientras escribo estas líneas. Lo íntimo y lo público que tantos reconocen.


Desde  que Susana, mi mujer, llegó a mi vida, cualquier día me basta,  todo me sirve, y hasta me cabrea sorprenderme en una queja por algo. Me llena y sobra ser junto a ella. Sin embargo, aún llegó a agarrarme  más profundo con la noticia que aun siendo esperada -la que tantos hombres esperan de sus amadas-, golpea igual de fuerte. Me resistía a creer que de forma tan rápida – más tarde piensas que la medida del tiempo no es relevante, que  siempre hubiera parecido inesperado-, fuéramos a tener un hijo.

Tras la noticia, la lógica respuesta: alegría y sobre todo mucha ilusión; pero más que nada, miedo. Antes de ser padre en ciernes, seguiste desde la distancia el embarazo y nacimiento de muchos niños de la familia o amigos pero, fuera del papel protagonista, nunca te paraste a pensar seriamente sobre el tema, dando por sentado que todo va rodado y siempre sale bien; ¿por qué raro motivo algo podría fallar?

Bien, es entonces cuando eres consciente de por qué la información y particularmente internet, son algo tan nocivo a veces. Comienzas a leer y ver toda clase de vídeos, constatando alarmado, que esos motivos pueden ser miles. Cuando conoces las interminables y rápidas etapas de desarrollo del feto,  te parece increíble que todo se desarrolle según el guion para que cada pieza finalmente encaje en su lugar.

Llega la ecografía de las veinte semanas, la más importante, y en un rincón a oscuras, durante unos minutos interminables, escuchas alerta los susurros de los médicos mientras sospechas de las luces de colores en la pantalla –una luz roja no puede ser señal de nada bueno-. Pero no ocurre nada, todo es normal, conforme a natura, y hasta los paralizantes sangrados fuera de tiempo tienen su explicación relativamente tranquilizadora. Es una niña y en el camino de vuelta a Ciudad Rodrigo, elegimos definitivamente su nombre: Abril. Hasta ahora, para el padre primerizo, todo ha sido un no acabar de creerse lo que está ocurriendo. A partir de entonces, todo irá convirtiéndose en algo más real, sintiendo por primera vez el peso de una agradable responsabilidad. Puede que sea el hecho de individualizar, de dibujarle un contorno con el sonido de su nombre, lo que da pie a, veloz y estúpidamente, imaginarla en futuros absurdos, de comenzar a trazar y emborronar, montar e instalar hipotéticas situaciones conflictivas o felices.

Porque el miedo sigue ahí, alojado en lo más profundo de ti. Al menos aceptas que no ha de ser bueno ni malo, ya que intuyes con seguridad que esa cautela no te abandonará jamás porque nace del amor más puro e incondicional. El miedo a que nuestro hija no llegue a nacer, el miedo a que no que nazca sana, el miedo a que no sea feliz en un mundo libre donde pueda elegir su propio camino.

Sin embargo, es un temor acogedor que te mantiene vivo. Es y creo que será una comezón similar a la que me acompaña desde hace un par de años, desde que Susana entró en mi vida y me reconocí, desde el momento en que sé que no necesito más de lo que tengo para ser feliz, pero a cuya convicción acompañan traicioneras punzadas de inquietud, las de nuestra inevitable inconsistencia, la de que en un giro vital, inesperado y súbito, todo se quiebre y escape.


También  a nuestro temor y prudencia le acompaña el desamparo y fragilidad de Abril que, poco a poco, día a día, se irá convirtiendo en fortaleza si sabemos hacerlo bien. Aunque bien sé que solo del error y el dolor se aprende, se aloja en mí el puede que fútil empeño de guiarla para que durante ese tortuoso y obligado camino, marche ligera y a buen fin,  hasta el día en que todo lo bueno llega por añadido.

Durante el embarazo te empeñas en disfrutar de todo el proceso, en  tratar de retener la magia de cada instante, un trozo de vida irrepetible con tu pareja, en no querer acostumbrarse a la precaria felicidad que es esperar nuestro hija formándose en su vientre, en dar forma a algo muy especial que construimos entre los dos, aprehender el fruto de nuestro amor en gramos.

Tantos meses mis manos sobre ella, que la tripa de Susana acaba convirtiéndose en interlocutor habitual, algo que me aleja de todo el ruido que me rodea, que todo lo aplaza, que resta importancia a todo lo demás, algo que atrapaba lascivo de continuo antaño y que ahora tornó en algo distinto, de lo que cuesta separarse y que ahora trato con cariño desmedido. Un tripón gigante y brillante que miro con ternura, que me ordena la certeza de que jamás podrá existir algo más hermoso sobre Tierra. La naturaleza mostrándonos en un fogonazo todo su secreto. TODO lo que buscamos y tratamos de entender cada día está ahí. La belleza del vientre preñado de vida golpeando por salir. A qué discutir, no hallarás truco igual. Mis manos sobre su suave y tensa piel como el privilegio que sé no merecer. Lo natural como milagroso. La vida desplegando la magia de lo ordenado. Es acaso el secreto de nuestra existencia y destino que lo común sea especial, que lo milagroso se convierta en previsible.

Y comienzas a ver niños y mujeres embarazadas alrededor por doquier. Seguro que antes estaban allí, pero eran invisibles. Parece todo tan especial que te asombras de que casi todos hayan pasado por aquí y no te hayan dicho nada… hasta que caes en la cuenta de que seguro te lo contaron y no prestaste la atención que se merecía. Y ahora es a ti a quien toca poner cara de alelao; va en el cargo.

 Piensas en Abril, en cómo se siente ahí dentro, y la imaginas con el dedo en la boca, como en las ecografías, escuchando entre  curiosa y extrañada, música y voces distorsionadas, ruidos sordos y lejanos, envuelta por una oscuridad húmeda y cómoda, atrapada en una blanda cápsula de tecnología punta durante la primera etapa de su viaje en el tiempo. Qué alucinante notar que Abril te escucha, te siente, te responde con patadas. Tratamos de tenerla aquí junto a nosotros antes de tiempo, tal que si la tensa piel opaca fuera transparente, tal que si no existiera.

Cuando vas a ser padre, comienzas a conocer un nuevo mundo al que eras completamente ajeno, recibes tus primeros lecciones y hasta te atreves con la jerga: monitores, placentas previas, amniocentesis o “dudús”. Sin embargo, hay que ser honesto, somos una banda de intrusos.  Hablo desde el punto de vista del padre y por mucho sentimiento que le ponga a mis líneas, nuestro papel es a todas luces secundario porque  qué será ser madre, alojar en tu interior, acompañar, sentir el principio de vida. Por más que lo pretenda, ahí no cabe acercarse, mi prosa no puede alcanzar lo que no llega vislumbrar.

La medida de lo especial que es todo el proceso puede proporcionarla la ralentización del tiempo; contar semanas y días como jamás lo hiciste, anhelando un jueves en que se cumple la semana 37 y a partir de ahí…, bueno, a partir de ahí, ya da lo mismo. Parece que el tiempo nunca marchó tan lento, hasta que el terrible día del parto caes en la cuenta de tu error. Es entonces cuando ves transcurrir los minutos arrastrándose lentos y encadenados en una condena que, a ratos, se antoja sin fin.

Es el día. El más importante de tu vida, el  marcado en el calendario con el rojo de lo trascendental, en el que sabrás qué es realmente una contracción, esas que has visto mil veces en películas pero que ni te has acercado a entender hasta que tu mujer te abraza con violencia, más fuerte que nunca, en una sórdida habitación de dilatación.


El parto. A menudo pienso sobre ese día tan largo, en cómo me hubo de cambiar presenciar aquella extenuante pelea por la vida contra el dolor. Hoy sinceramente creo que no puede haber experiencia que acerque más a dos seres humanos que la intimidad de haber compartido ese episodio tan traumático, que haber sido admirado testigo de la firme entereza de mi mujer. Es inevitable, yo la veo de forma distinta desde ese día, algo que no podré olvidar y que me dejó literalmente exhausto, más que cualquier ultra sin noches sin dormir. Así que podéis imaginar el cuadro de familia.

Un especial recuerdo al personal que nos asistió durante ese día y los meses anteriores. Además de injusta, no me parece sana esa deriva de gran parte de la sociedad en su crítica indiscriminada a nuestra Sanidad, que hoy por hoy, me parece un privilegio. Personalizar ese “gracias” en la persona de Inés, una persona hecha a convivir con el dolor extremo en su trabajo, que impartió toda una lección de lo que es una profesional, lo que únicamente valoras en su justa medida pasada la tormenta. Desde el aplomo tranquilizador, manejó los tiempos como solo lo puede hacer un maestro. Uno de aquellos maestros serios pero implicados, sabiendo adaptarse a cada paciente, animando cuando toca pero sin evitar dejar clara la realidad. Puede que ahora, mientras escribo, Inés esté realizando de nuevo una gran labor otra persona asustada; y eso me hace sentir bien, me proporciona seguridad.

Y en fin, Abril acabó naciendo, de una forma que a mí me pareció algo precipitada, en un cuarto de hora final un poco loco.  Abril  ya estaba aquí, levantando su cabeza, despierta y desorientada, sobre el pecho de su madre aunque para el Código Civil –deformación de jurista-,  le faltaran veinticuatro horas separada del claustro materno para “nacer”.

Y si ya parecías algo bobo cuando Abril estaba en la tripa, imagina ahora cuando puedo estar horas –que lamentablemente hoy no tengo-, mirándola dormida durante una tarde sin que ocurra nada, porque ya no necesitas nada. Abril ya sabe qué es el hambre, el frío, el ruido, el miedo. Ahora le toca a ella acertar y yo intentaré enseñarle de todo aquello en lo que me equivoqué; sobre todo le trataré de enseñar que cuando se necesita, se ha de pedir ayuda; puede que lo  más importante que he aprendido en mis más de cuarenta años de vida, tal vez lo único importante. Ahí estaremos nosotros, como tantos otros, a su alrededor.

Pasaron las horas y hasta para el Código Civil, Abril nació. Comienza mi mayor aventura, con tantas montañas, kilometros y noches en vela como nunca conocí, llena de sueños y alegría, miedos y desengaños. La vida como surco que decía Benedetti. Puede que solo entiendas de verdad estos que vivimos cuando acabas por comprender a tus padres y el círculo se cierra. Efectivamente, solo ahora entiendo sus desvelos al sentir  tirar de mí ese nuevo hilo que antes no tenía. Pesa, sí, pero también es un precioso globo que te separa del suelo y que casi te hace volar.

Dedicado a Susana. Cuando hace tiempo, a veces me costaba encontrar razones para vivir, ella me las regaló todas de un golpe. Entonces fue cuando yo mismo estuve preparado para engendrar vida.



Comienza la aventura de una hija y de un padre asustado. Seguro que CONTINUARÁ


P.S. Como en otros momentos importantes de mi vida, de nuevo Bruce con dos canciones sobre la paternidad.   

sábado, 5 de abril de 2014

Hermana Violencia



Puede que no existiera tal cascada, que solo me lo pareciera a mí porque andaba yo más receptivo de lo habitual, intentando enfrentarme a un artículo sobre la violencia; pero algo hubo en tantas noticias recientes para que al fin me decidiera a darle forma y así también poder comentar algo sobre un libro que leí hace un par de meses: "Palabras para la paz", una recopilación de textos de Gandhi.

Todo el mosaico del que hablo y que me da pie, está formado formado por teselas de imágenes como las de luchas en las calles de Madrid, donde la  inevitable reacción emocional manda,  pero cuya interpretación obedece no a la realidad sino a la representación de la misma que se decide varios planos por encima de las cabezas de los peones; por imágenes de gradas futboleras un domingo cualquiera, a través en actitudes que creí ya proscritas y que sin embargo, parecen seguir siendo habituales, donde se tolera que un imbécil arrroje un plátano a un jugador de otra raza o donde más de uno -es lo triste- insulten con saña a jugadores hasta desde butacas de gente bien, lo que me obliga a preguntarme por los niños que participan y maman de ese ambiente, puede que los mismos que aprenden de sus padres a insultar a sus entrenadores y árbitros en partidos de críos de sábado por la mañana; por imágenes de violencia empastadas en voces de micrófonos que paradójicamente, clamando contra la violencia en las calles, ejercen de violentos en cada palabra, azuzan, crispan insultando, incitan al odio en cada inflexión de voz; para rematar, ayer, el amigo Rouco al que no le cuadra el segundo plano y marchar en silencio, solo se le ocurre mentar la Guerra Civil, no se sabe a cuento de qué. 

Algo bueno obtuve de presenciar mucho de ese sinsentido  y fue la reflexión final sobre cualquier tipo de violencia de un concejal del Partido Popular de Rentería en "Salvados"; un tipo valiente como pocos han de existir, un hombre que durante muchos años decidió transformar su vida en algo completamente distinto de lo que pudo haber sido, en algo más sórdido y complejo, algo que hoy son recuerdos de miedos y quebrantos por compañeros muertos, arrastrando a una familia en su aventura, a la que no le quedó otra que ser comprensiva con su decisión, -trascendental para él, estúpida para la mayoría-: la de ser consecuente con su compromiso con la democracia. Ahora dice que quiere mirar adelante y construir un mundo nuevo, y lo expresa con claridad y facilidad, molestando, transmitiendo todo aquello que embrollan y simulan los políticos profesionales. Nadie habrá más legitimado que él para hablar del tema y cuestionar actitudes. Bien, pues cuestionando a este hombre de cojones tan grandes, habrá algún otro con galones, a cientos de kilometros de Euskadi, que los tenga aún más gordos para criticar desde su despacho a este soldado de trinchera. 

Todo esto a cuenta de una recensión sobre un pequeño libro: "Palabras para la paz", una pequeña recopilación de textos de Gandhi. Se ha de ser un tipo extraordinario para, en un mundo esencialmente violento e injusto, dar un paso al frente para denunciar y al mismo tiempo, soportar. Gandhi consideraba que la no violencia es la verdadera posición de fuerza, que su "no" es contundente como un bate, que el violento pierde la razón desde el momento en que golpea para devolver el golpe. Él sabe que para valerse de su lenguaje y renunciar a la venganza, se ha de ser más duro y valiente que nadie. De ahí que para la mayoría, este hombre parezca más personaje más que persona, una figura capaz de conservar la calma en el centro de la vorágine de las pasiones que nos devoran a diario.

Como respuesta a las injusticias y abusos, la desobediencia en cualquiera de sus formas, acompañado siempre de la certeza de que esa actitud comportará dolor, también incomprensión. Esa forma de encarar el conflicto requiere de una disciplina y autoconocimiento extraordinarios, no al alcance de los mortales. Él no necesita el grito, sino un firme silencio, parte esencial de la estrategia de una persona tímida, acostumbrada al autocontrol, a la que acompaña, inseparable, la oración y la meditación y la creencia en la misericordia y hasta la providencia. No apartarse de su camino correcto, devolver bien por mal en sociedades opresoras nunca puede ser fácil, pero para él solo es valiente el que escoge la no violencia, a la que siempre se encuentra unida la verdad, la única, y el amor.

Las raíces de su mensaje llegan de muchos lugares, entre ellos Jesús y su "Sermón de la Montaña", tan alejado de lo que transmite la Iglesia, por otra parte. También de aquel Tolstoi cuestionado por unos jóvenes que requerían de su apoyo en una lucha cruenta contra un régimen autocrático y despiadado como el zarista, pero a los que aquel rechazaba porque, aun compartiendo fines, deploraba sus métodos.

Sus "palabras para la paz" suenan hermosas y poderosas, trascendentes, alejadas de nuestras miserias, puede que imposibles.