No se trata de amigos o amiguetes de facebook compartiendo fáciles y previsibles consignas o mensajes que de reiterados, dejaron de ser incendiarios hace tiempo. Son inspectores de
hacienda, doctores y profesores de
economía cuestionando lo que cada día nos llega a través de los grandes medios, lo que me cuentan
los políticos al mando.
Deslavazados apuntes que deberían dar pie a la reflexión acerca de y a cuenta de la jornada "Otra economía es posible" para la presentación de ATTAC Castilla y León en Salamanca. Instantáneas de la tramoya de la crisis y lo inevitable de la tragedia.
Hemos interiorizado que el capitalismo se comporta de esta forma. No hay que
alarmarse. Sus crisis son cíclicas y aplicando las recetas adecuadas, todo
volverá a funcionar. ¿Funcionar para quién? Es curioso que históricamente solo se hable de crisis cuando afecta los países ricos. Sin embargo, el sistema capitalista, tal y como está planteado, no puede más que
calificarse como una condena endémica para la mayor parte del planeta. Nuestros instrumentos de dominación han sido y siguen siendo eficaces.
Vuelta la burra al trigo. Todo regresará a su cauce cuando volvamos a crecer. Se nos dice que la solución es el crecimiento económico pero
ello tiene sus evidentes límites ecológicos y sociales. Hasta el tipo más
cerril o el político más obtuso, si se parara a pensar por un instante, habría de reconocer que el crecimiento económico continuo no es viable a largo plazo además de no ser un modelo exportable por el seguro agotamiento de los
recursos naturales. El crecimiento del PIB se nos presenta como el objetivo de una sociedad, no como un medio. Deberíamos plantearnos qué, cómo, para quién podemos producir. La energía fósil barata es historia. Es necesario un cambio de modelo de
producción y consumo. Debemos asumir renunciar a parte de lo nuestro para que el
resto pueda vivir.
De los 27 países de la Unión Europea, España es
el que mayor diferencia tiene entre el 20 % más rico y el 20 % más pobre. Con la crisis,esas diferencias aumentan y aumentarán. Una de las funciones del Sector Público es corregir esas desigualdades pero son tiempos en los que lo público ha sido proscrito. Se culpabiliza al Sector Público de ser el causante de la crisis cuando es una sentencia falsa. El déficit realmente se disparó con la crisis. Se nos dice que la única solución es la austeridad, cuyo único objetivo es garantizar el pago a los acreedores. Mientras, no se apuesta por nuevas vías de ingresos o soluciones como la puesta en práctica de un sistema tributario más progresivo -en lugar acudir a la vía fácil e injusta de la imposición indirecta- que grave la verdadera riqueza y luche contra el fraude, la aplicación de tasas a las transferencias internacionales para evitar los movimientos de índole exclusivamente especulativo o la liquidación definitiva de los paraísos fiscales.
Se nos vende que el problema de la banca es de liquidez –
problema momentáneo para cumplir sus obligaciones-, cuando realmente es de insolvencia, con el carácter
definitivo que ello conlleva, el de una quiebra. Vamos por la octava reforma del sistema financiero. Se comenzó a inyectar dinero con Zapatero y comenzamos a perder la cuenta. Curiosamente, la solución es la intervención del denostado Sector
Público. La Banca se ha convertido en adicta al dinero público demostrando una identificación total entre poder económico y público.Si el flujo es constante, qué nos separa de dar el paso al establecimiento de una rígida normativa que impida desmanes y facilite el crédito, en las puertas de una banca pública.
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El neoliberalismo, reticente al establecimiento de cualquier tipo de regulación, era -¿es?- la nueva religión. El capitalismo financiero en el origen de la crisis; en el que, a diferencia del industrial, no hay riqueza palpable detrás, solo apuntes contables. Se nos decía, aún se nos cuenta que el mercado se autorregula pero no fue así. Se estrelló con el mundo a rebufo.
No estaría mal ponerle rostro a lo que ocurrió. Ninguno mejor que el de un tipo con clase, el de Jeremy Irons, en una gran película sobre el tema que ya pasó por aquí, una suerte de tragedia shakesperiana sobre el estallido de la crisis.