Si tratara de organizar la carrera perfecta, podría escoger salir junto al mar para acabar junto a montañas majestuosas.
Sería un ultra, elegiría una distancia larga pero no extrema, mejor jugar con un desnivel importante; pero también quiero correr, así que dejaría bastantes tramos propicios al principio, cuando todavía hay fuerza. Elegiría una noche y un día templado, ni frío ni calor, ni rastro de aire, esos días en los que cuando te detienes un instante tras coronar una cima, piensas que pese a dolores y agotamiento, no cabe mejor lugar en el mundo para encontrarse en ese momento.
Fijando precio contenido, obsequiaría a los corredores con una generosa bolsa del corredor y a los "finisher"con un buen y práctico premio; me empeñaría en marcar el recorrido exhaustivamente, en preparar avituallamientos abundantes y hasta con algún detalle que demuestre tino y mimo, trataría de conseguir una organización cercana y abierta con los corredores, animarles, colocar abundante personal en zonas comprometidas, tratar de difundir el reto e implicar a todos los que rodean a los protagonistas.
Cuando en Anillo Vindio, Pablo comentaba que limitaría la participación a 150 corredores porque lo más importante era que el asunto no se fuera de las manos y poder tratar a cada corredor como se merece, no eran palabras huecas. A fe mía que lo ha conseguido. Ya de puestos, si el próximo año, además de encargar un día tan perfecto, ya nos retiran el barro, de traca, oigan.
Aún así, ya tenemos la novedad más importante del año en el calendario de carreras de montaña. Si mantienen la ilusión y las ganas de trabajar, prueba destinada a consolidarse en ligas mayores en breve.
Gracias a toda la organización, del primero al último, de verdad.
De mi carrera, poco que contar y al menos esta vez, bueno. Más que contento. Después de cuatro semanas de inactividad completa, marchaba al más puro estilo atalantiano y con bastante respeto. No existía más plan que marchar prudente hasta que tocara sobrevivir. Como no puede ser de otra forma si una padece de estas aficiones, pasé momentos malos y alguno muy malo pero, tirando de oficio y voluntad, buscando ese algo inexplicable que te empuja a seguir adelante cuando estás derrotado, y que últimamente, a veces creí haber perdido, marché hasta el final y crucé la meta en 18 horas y 46 minutos. Puesto 82. Salimos alrededor de 150, llegamos 100. Volví a entender esa satisfacción íntima de cumplir con el absurdo compromiso que asumes cuando inicias un ultra de 90 kilómetros a las doce de un viernes noche.
Siguiendo con el experimento de construir el ultra perfecto, elegiría un compañero de altura, para charlar cuando se puede, para compartir, cuando no. Las noches en vela entre montañas dan para muchas palabras pero muchos sabemos que los silencios son más valiosos. Y es que en un ultra, se vive tanto que la mayoría de las veces no es necesario explicarse nada ni contar nada. Basta con aflojar cuando ves al otro tocado. Gracias, Asís. Y gracias también a esa pareja de hermanos incombustibles, Óscar y Rober.
Hoy una canción y vídeo bucólicos a tono con el post que me sirve para enlazar con el festejo que se organizará en mi casa el día de Halloween, fiesta de hombres de negro, de Cash y Cave y para el que ya se citará oportunamente. Además yo también tuve mis momentos "Breathless" este fin de semana.
"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"