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lunes, 27 de junio de 2016

Tertulia: "Sobre la historia natural de la destrucción"



Vuelvo a Sebald tras aquel descubrimiento que fue la magnífica y extraña novela "Aursterlitz". Esto no es una novela sino un ensayo sobre un tema poco tratado dentro uno de los más tratados, el asunto que nunca pierde vigencia, por años que pasen: la Segunda Guerra Mundial. El tema central de la obra es el de los bombardeos aliados sobre Alemania durante la guerra, con unos efectos devastadores que puede que a alguno sorprendan: alrededor de 700.000 muertos (más del doble de bajas de los estadounidenses en la guerra) y siete millones y medio de personas sin hogar.  

Tratar de buscar las razones por las que apenas se estudió y valoró el fenómeno es complejo; especialmente misterioso o puede que elocuente es el silencio en la propia Alemania sobre la catástrofe. Se da a entender, o puede que todos entendamos como lógico, que la justificación  está en la culpa de Alemania, la que otorga la legitimación para la segura matanza de miles de inocentes sin objetivos militares diáfanos, más que un difuso concepto de justicia retributiva, castigo o pretendida desmoralización.

Para restar algo al cierto carácter  abstracto de un bombardeo, en el que se arrojan bombas sobre puntos de mira, el talento de un gran autor para bajar al terreno y retratarnos la destrucción total: el olor de los cadáveres pudriéndose bajo las ruinas durante semanas, la apertura de caminos naturales entre los escombros, la huida sin destino de hombres y mujeres que lo han perdido todo en infiernos de llamas eternas como Hamburgo o Dresde,la mujer en la estación llevándose a su hijo carbonizado en una maleta.

De fondo, subyaciendo ese horror inconmensurable que el siglo XX y la civilización tecnológica es capaz de crear, lo inconcebible superando esa íntima capacidad de aceptación humana y provocando la desorientación existencial.

Después de la guerra, un mando aereo venía a decir que, al fin, las bombas son "mercancías costosas" y son fabricadas para algo. No cabe dilema moral alguno dentro la operación: Inteligencia + Capital + Fuerza de trabajo = Destrucción total.

Para la próxima "tertulia", otro libro de plena actualidad, "El hombre que fue jueves" de Chesterton.

lunes, 12 de octubre de 2015

Tertulia: las 95 tesis de Lutero


Nuevo capítulo de esa extraña tertulia literaria conmigo mismo, hoy con más razón que nunca, dado lo exótico de la propuesta. Aunque subyacen más factores en un proceso que se extendió durante décadas, las tesis que Lutero clavó en la puerta de una iglesia de Wittenberg el 31 de octubre de 1517, se consideran el inicio oficial de la Reforma Protestante, del cisma de la Iglesia de Occidente.
Debió ser algún día en el que leyendo yo sobre otro tema, apareció alguna referencia a las tesis y me di cuenta de que, aun siendo un documento histórico de primer orden, nunca me había detenido a leerlo, y ya iba siendo hora, más siendo algo que se lee en un rato.

Lo cierto es que pensé que el texto iría algo más allá de lo que siempre había escuchado o me habían contado en clase pero, en términos generales, se reduce a lo que sabía: una crítica valiente contra el mercadeo de la Iglesia con bulas o indulgencias, algo que viene a ser pagar para el perdón de los pecados, algo importante en una sociedad donde la religión ocupaba un papel capital, donde el temor a la condenación ultraterrena constituía una amenaza real para la mayoría de las personas.

Lutero parte de la naturaleza de la penitencia para expiar los pecados, que exige contricción y mortificación de la carne, negándole al Papa tal facultad a través de la compra de indulgencias, acusando directamente a la Iglesia de engañar a la gente, que acaba creyendo que pagar es el mejor método para conseguir la salvación eterna, más que las propias obras de caridad o misericordia propuestas por la doctrina cristiana.

"La verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da ocasión para ello" (40)

"Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios". (45)

Se ha de fijar el contexto: la historia de la Iglesia ha sido en muchos aspectos la de las luchas de poder inherentes a cualquier organización o la de la pura rapiña, pero en esta época la práctica debía ser especialmente acusada, ya que se acababan de iniciar los trabajos de construcción de la basílica de San Pedro, lo que motiva el escándalo de Lutero, lo mismo que el hecho de que en los templos se dedique más tiempo a tratar sobre las indulgencias que sobre el propio Evangelio. 

Además, una reivindicación muy actual: la transparencia. 

"Los tesoros de la Iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios". (56)
"Por ello, los tesoros del Evangelio son redes con las cuales en otros tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes." (65)
"Los tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las riquezas de los hombres" (66)

Se da a entender que las críticas contra estas prácticas, contra esta especie de tributo de imposición fiscal, digamos de naturaleza sobrehumana, debían ser comunes, actuando Lutero, en su calidad de teólogo y erudito, como catalizador del sentir general, al expresar de forma ordenada, fundada y contundente la indignación ante la situación.

"¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres creyentes?" (86)

La ruptura o tentativas de ruptura se manifestaron en una Europa especialmente convulsa, de diversas formas y con especiales características según los pueblos, como la calvinista o la anglicana. Lutero fue la chispa que antes o después había de llegar, que también dio origen a movimientos internos dentro de la Iglesia que denunciaron la relajación de costumbres, predicando la vuelta a la austeridad, muchos de ellos igualmente condenados por una Iglesia todopoderosa en una sociedad donde bien sabemos todos que la vida valía bien poco.

Para la próxima tertulia, 22 de diciembre: "Sobre la historia natural de la destrucción", una reflexión sobre los bombardeos aliados en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, más bien sobre el silencio acerca de un fenómeno no lo suficientemente claro para la mayoría, a cargo de W. G. Sebald, autor de "Austerlitz", una de los libros más brillantes que he leído últimamente, ahora que ya leo pocas novelas.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Tertulia: "Memorias del subsuelo"


Tertulia conmigo mismo, siguiendo con libros que han de resultar muy atractivos para la mayoría, de rabiosa actualidad, que se dice. Retraso justificado desde la convocatoria porque está siendo un año complicado debido a ese pequeño personaje que últimamente anda por casa.

El libro se presenta en la forma de  torrencial diario firmado por un extraño personaje, estructurado en dos partes.

En la primera, el protagonista nos presentará su negativa visión del mundo, del hombre y la sociedad. Desde la experiencia de su fracaso social  y la lucidez que se atribuye el más inteligente ("Soy culpable, ante todo, porque soy más inteligente que cuantos me rodean"), expone un desordenado tratado filosófico existencial lleno de resentimiento, sarcasmo y amargura, acerca del progreso y la civilización, la libertad o la voluntad humana, capaz de obrar en contra del interés del hombre y buscar su propia autodestrucción, llegando a esta definición del hombre: "Ser bípedo e ingrato" y la vida: "El deseo es la expresión de la totalidad de la vida humana". Sin embago, él tiene su subsuelo, la suprema finalidad de no hacer nada en absoluto, de renunciar, de no participar, "La inercia contemplativa es preferible a todo" "¡Viva el subsuelo!".

En la segunda parte se centra en sus recuerdos. Odia su trabajo, claro, y a sus compañeros, aunque pasa por periodos de complicada socialización ("Soy único mientras ellos son todos"). Lee mucho y pretende actuar como sus héroes románticos, de acuerdo a su lenguaje, cuando fantasea sin fin, refugiándose en "lo bello y lo sublime" de la vida; ensoñaciones que lo acercan a la plenitud, poniendo de manifiesto no sólo lo engreído de su actitud, sino también lo infantil y ridículo, especialmente en el divertido relato del casi incidente con el oficial.

Apreciamos entonces cómo lo ven los demás, los que fueron sus compañeros del colegio, como un ser esencialmente ridículo, cuyo culmen sucede en el episodio de la cena de despedida del compañero que tanto desprecia. Aunque ahí descubrimos el origen de su actitud: "años de cárcel que habían sido mis años de estudio", "muchacho taciturno, silencioso, de mirado hostil". Recuerdos vivos que aún provocan su reproche.

Antes de su humillación total, del despojarse de toda su dignidad se muestra en todo su esplendor: exagerado, dramático, catastrofista, pensando que cualquier acontecimiento puede cambiar su existencia. Se vuelve definitivamente anitpático para el lector con su comportamiento con la prostituta, refinadamente despiadado que le contesta lúcidamente: "Usted habla como si leyera un libro". Señalar como inciso que el retrato que se hace de la prostitución es calcado al de cualquier reportaje de un periódico actual, con mujeres engañadas que jamás acabarán de pagar su deuda.

Cuando ella le visita en su casa, por primera vez en su vida, lo pensado, soñado literariamente, sucede: "Y entra en mi casa libre y resueltamente, como dueña".Sin embargo, como cuando analizaba la voluntad y la libertad humana, vuelve a ir en contra de sus intereses, busca la autodestrucción. Se burla de Lisa pero ella lo entiende, lo comprende y lo rescata con su amor, con ese abrazo, clímax emocional de la historia en el que, por un instante, se apaga el ardor de su cinismo impostado. Sincero, se tacha de mísero, vil, ridículo.Él deseaba quedarse en su subsuelo porque la vida real, a la que no está acostumbrado, lo oprime hasta ahogarlo."¿Qué es preferible, una felicidad vulgar o un sufrimiento elevado?"

Critica la sociedad acertadamente, llena de injusticias y frívolamente absurda en sus costumbres, pero el punto de vista utilizado, la actitud de este tipo, un vanidoso pedante insoportable con aires de grandeza, no legitima su juicio. 

El libro es muy bueno. Dostoievski, como todo lo verdaderamente clásico, no envejece; despiadado con todos, tiene el don para saber qué es el hombre, para reírse de él, sus quehaceres, sus afanes, sus cuitas, sus sueños, sus aires. 

Para la próxima tertulia una obra que muchos estarán deseando leer: "Las 95 tesis de Lutero". Un día pensé que realmente nunca había leído uno de los documentos más importantes de la Historia. 30 de septiembre, que éste es corto; necesariamente ha de serlo si lo Lutero lo clavó en una puerta.... Y la que se armó.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Tertulia: "El derecho a la pereza"



Imagino que a la hora de valorar históricamente una obra, poco marcará más que ser familiar de una de las personas más influyentes de la historia –tanto por las acciones como por las reacciones que desencadenó y desencadena su pensamiento-, que cualquier primer referencia a Paul Lafargue, ha de pasar por señalar de que era  yerno de Karl Marx

“El derecho a la pereza” fue publicado en 1880, en los albores de la Revolución Industrial, dato que nunca se ha de perder de vista. El título es equívoco, la pereza se identifica con el tiempo para el reposo y ocio que le dejaría una jornada laboral de tres horas. Paso a exponer unos someros apuntes de algunas de las tesis de Lafargue, teórico empeñado en construir un mundo mejor, en redimir a un proletariado esclavizado desde puntos de vista audaces, hoy discutibles. En cualquier caso, testimonio histórico de primer orden, retrato de las tensiones de una época. 

El trabajo como bien, es uno de los dogmas históricamente incuestionados más cuestionables de la historia. Para apoyar su afirmación parte de una serie de argumentos más bien peregrinos, poco serios, no basados en dato o estudio alguno, como las referencias a otras lugares y tiempos: sea nuestra España que puede vanagloriarse de tener pocas fábricas, donde en su literatura se canta a la dignidad del mendigo (véase nuestra imagen: “Para el español el trabajo es la peor de las esclavitudes”), sea la Grecia antigua donde el hombre libre piensa y no trabaja para sentar los pilares de nuestra civilización, sea el mismísimo “Sermón de la montaña”, donde Jesús cuenta aquello de que los lirios de los campos no trabajan o la referencia a Jehová, que el séptimo día se entregó a la pereza.

Otra prueba clara de la condena del trabajo es cómo el hombre salvaje es físicamente superior e incluso más bello que el adicto al trabajo, que en su obcecación, ni siquiera dispone de tiempo para contemplar la naturaleza; entre ellos los campesinos propietarios y pequeños burgueses o ese proletariado empeñado en traicionar su misión histórica.

No hay que olvidar el panorama laboral del que parte el autor: jornadas de trabajo para hombres, mujeres y niños de hasta 16 horas, sometidos a unas condiciones terribles que se repiten generación tras generación, en la que, por ejemplo, la mortalidad infantil es inasumible.

Sin embargo, economistas, filósofos, literatos a sueldo, representantes de la moral burguesa, hija de la católica, cantan las bondades del trabajo como remedio contra los vicios,  que el verdadero fin perseguible es el progreso (cámbiese hoy por “crecimiento”), hijo primogénito del trabajo. Todo resulta tan confuso que en 1848, el derecho al trabajo se asume como un principio revolucionario.

“Los filántropos llaman bienhechores de la humanidad a los que, para enriquecerse sin trabajar, dan trabajo a los pobres. Más valdría sembrar la peste o envenenar las aguas que erigir una fábrica en medio de una población rural”. “Introducid el trabajo fabril, y adiós alegrías, salud, libertad, adiós a todo lo que hace bella la vida y digna de ser vivida”

Se menciona la primera crisis general del Capitalismo en 1825 (6 hasta 1880). Causa en la sobreproducción, consecuencia del sobretrabajo del proletariado embrutecido.

Crítica a los industriales filántropos –no bastan los paños calientes o buenas intenciones-, crítica también al proletariado, que en los momentos de crisis, en lugar de exigir la redistribución de la riqueza mendigan trabajo: más horas por menos salario (otra referencia que suena muy actual: la del aumento de la productividad a costa de la disminución de los costes salariales).

Es necesario que el proletariado recupere la conciencia de su fuerza, “que proclame los derechos a la pereza, mil y mil veces más nobles y más sagrados que los tísicos derechos del hombre, concebidos por los abogados metafísicos de la revolución burguesa; que se obligue a no trabajar más de tres horas diarias, holgazaneando y gozando el resto del día y la noche”.

La paradoja de que la máquina, cada vez más perfeccionada y productiva, exija más trabajo, no reposo (ya Antíparos, poeta griego, cantaba al molino de agua como máquina liberadora). Se da el fenómeno contrario, se suprimen días de fiesta, los economistas predican la religión de la abstinencia y el dogma del trabajo, se olvida el canto a la buena vida de Quevedo, Cervantes o Rabelais.

Sin embargo, el burgués, antes austero, se ve avocado al sobreconsumo y al desorden vital; porque las fatigas de la vida libertina también deterioran. Doble función del burgués, improductor y sobreconsumidor, rodeado de una enorme cantidad de trabajadores domésticos destinados a satisfacerlos y de una corte de jueces, policías y soldados destinados realmente a protegerlos, todos ellos improductivos. 

El problema no es producir más, sino encontrar consumidores y he aquí otra curiosa referencia tremendamente actual: “Todos nuestros productos son alterados a fin de facilitar su salida y abreviar su existencia”. ¿Precedente de la obsolescencia programada?.

El obrero clama por trabajar, pero ¿por qué no racionar el trabajo? A continuación alude a unos experimentos en los que reduciendo la jornada laboral, se aumentó la productividad, además del hecho de que se evitaron las que ya se habían convertido en periódicas huelgas. El gobierno inglés instauró la jornada de 10 horas y aun así, Inglaterra sigue siendo la primera nación industrial. También hace referencia al decidido uso en Estados Unidos de la máquina para aligerar el trabajo del hombre en una visión algo idílica y alejada de la realidad como el desarrollo histórico demostraría. 

Si se prohibiera el trabajo por encima de ciertos límites, el trabajador podría convertirse en consumidor, sin necesidad de exportar. El derecho al trabajo es realmente derecho a la miseria. Ahí representa a Francia al estilo del caricaturista Daumier que hace unas semanas pasó por el blog, como una caricatura de un teatro en el que los burgueses y su corte se dedican a esquilmar su riqueza.

Para terminar, en el apéndice, Lafargue acude a fuentes clásicas en que se denigra el trabajo manual o la misma idea de negocio (Cicerón), utilizando palabras de Jenofonte “El trabajo ocupa todo el tiempo y no queda nada para la República y los amigos”.

La máquina ha de ser la redentora del humanidad, ya no será necesario el esclavo.

Un literal canto a la pereza: “¡Oh, pereza, apiádate de nuestra larga miseria!¡Oh, pereza, madre de las artes y las nobles virtudes, sé el bálsamo de las angustias humanas!”

Próxima tertulia: “Memorias del subsuelo” de Dostoyevski, el 27 de febrero.

viernes, 31 de octubre de 2014

Tertulia: "El coloquio de los perros"


Los habituales sabéis que esta vez sí que tengo la mejor excusa para justificar el retraso, aunque tampoco creo que importe mucho, ya que si habitualmente confío en que alguien, aunque no comente, haya leído la obra, me da que un texto del XVI poco  ha de llamar la atención en la sociedad de 2014.

"El coloquio de los perros", una de las Novelas Ejemplares de Cervantes, es la conversación de dos perros, Cipión y Berganza, prodigiosamente dotados del don del habla durante una noche en la que se  dedican a pasar despiadada revista al mundo de los hombres a través del relato de las andanzas de Berganza con sus diversos amos, siguiendo el estilo y estructura de la Novela Picaresca.  Al estar unida a la anterior historia, no se entiende muy bien la curiosidad en la forma sobre quién cuenta realmente lo que estamos leyendo, al aparecer al final dos personas que han escuchado vigilantes el diálogo de los perros.

Al fin, lo que te queda en claro tras leer la obra es que la sociedad española de la época que se describe es la de una banda de mangantes viviendo en el filo en la que cada uno va a la suya. Corruptelas sin fin, tanto en los servicios públicos como en cualquier profesión; por supuesto también en los encargados de mantener el orden o impartir justicia, siempre prestos al soborno, por no hablar del duro y previsible retrato de colectivos como gitanos o  moriscos, todo ello aderezado con el soniquete de la abundante tropa de titiriteros - con crítica a engreídos autores de teatro o a la absurda novela o poesía pastoril- o las habituales prácticas de brujería, real o imaginada, y la persecución a que da lugar.
Me pregunto si la descripción de Cervantes del panorama de la España actual hubiera distado mucho del de aquella España del XVI si le echara un vistazo un solo  día a  nuestra televisión, atendiendo tanto a titiriteros como a servidores de la cosa pública, hoy legitimados democráticamente, pero tan enfagados en el estiércol como antaño. Se acaba transmitiendo la idea de que no aprovecharse -sea ilegal o inmoral-, sería ridículo, que sería bastante tonto hacer lo correcto, como le ocurre a Berganza varias veces cuando intenta portarse como es debido.

El perro, símbolo de fidelidad y amistad al hombre que se muestra indigno de tal don, que continuamente dedrauda con su miserable comportamiento. Pero es lo que hay, se ha de espabilar, no es lugar para la confianza en el otro si se trata de sobrevivir. Visión pesimista de la vida y, pese a la denuncia, bastante resignada. "El hacer el mal viene de natural cosecha". "Hacer el mal lo heredamos de nuestros primeros padres y lo mamamos en la leche". Un mundo donde siempre parece que está a punto de suceder una calamidad, donde se ha de estar preparado para el próximo revés de la fortuna.
 
"Humildad base y fundamento de todas las virtudes"

"Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición  que no sea con daño de tercero"

"Aunque los gustos que nos da el demonio son aparentes y falsos, todavía nos parecen gustos, y el deleite mucho mayor es imaginado que gozado, aunque en los verdaderos gustos debe ser al contrario"

Para la próxima, el 14 de diciembre, una curiosidad:  "El derecho a la pereza" de Paul Lafargue, el que fuera yerno de Marx.

martes, 1 de julio de 2014

Tertulia: "Cuánta tierra necesita un hombre"



Un pequeño cuento de Tolstoi sobre las ambición puramente material y la insaciable avaricia  del ser humano.

Una constante en el pensamiento de Tolstoi es la llamada a la trascendencia del lado espiritual del hombre. He visto que está escrito en 1866, antes de la profunda crisis personal que sufre a los cincuenta años, cuando tras haberlo conseguido todo, ser un hombre rico y enormemente respetado y admirado, no le encuentra sentido a la vida, llegando a pensar obsesivamente en el suicidio. Busca infructuosamente las respuestas en la ciencia y la filosofía pero acaba encontrando su camino en el Cristianismo.  Este es un episodio refelejado en su obra "Confesión".

Tolstoi es ciertamente un cristiano peculiar, tanto que la Iglesia Ortodoxa rusa lo termina por excomulgar, llegando a escribir un Evangelio propio. En ese "Evangelio abreviado" selecciona lo que él considera esencial del mensaje cristiano, deshechando todo lo que considera contaminaciones posteriores y rechazando cualquier rastro de naturaleza divina de Cristo. 

La palabra que más se repite en ese evangelio es "espíritu", como esa parte divina del hombre a la que se ha de tender para intentar alcanzar la plenitud. Nada más opuesto al tema de este cuento: ese reconocible ansia  por tener, por ser más que los demás -tan respetado socialmente, por otra parte-, siempre creyendo que tras ese nuevo escalón, al fin se encontrarán la seguridad y felicidad completa. Sin embargo, al otro lado no hay más que una nueva frustración.

Tolstoi puso en práctica mucho de lo que predicaba. En su época llegó a ser algo muy parecido a lo que hoy consideramos una estrella de la música mundial, y siguiendo sus consignas, nació una suerte de movimiento tolstoiano que le seguía en la sencilla vida en el campo que eligió al final de su existencia. También, en arrebato o decisión reflexionada, cedió los derechos de toda su obra al pueblo ruso, lo que motivó un duro enfrentamiento con su esposa.

Supongo que nadie lo habrá leído pero, como muchos imaginaréis, la tierra que realmente necesita un hombre es que precisa para enterrarlo. El final del relato se podría contar de otra manera bastante más graciosa:



Anoche emitieron "Margin Call", una película sobre la ambición por encima de todo y a costa de todos, sobre la que ya escribí en su día. Ahí hay una canción, "Wolves", de Phosphorescent, uno de mis grupos favoritos.

Para la próxima tertulia, "EL COLOQUIO DE LOS PERROS" DE CERVANTES. 31 DE JULIO.

lunes, 5 de mayo de 2014

Tertulia: "Homenaje a Cataluña"



Aunque  sé que nadie se lo habrá leído para esta cita - puede que alguien lo leyera  hace años-, antes que nada,  previsible justificación  por el retraso respecto a la fecha anunciada en principio. La mayoría  sabéis de los dos importantes sucesos que han ocurrido en mi vida durante los últimos meses que como es lógico, mediatizan todo y exigen fijar prioridades. 
Al lío.  A “Homenaje a Cataluña” creo que hay que tratarlo como un documento histórico de excepcional  valor sobre una de las etapas más decisivas y tratadas de nuestra Historia. Verdadero lujo  el de contar con un escritor de primer nivel para relatarnos com participante directo, los inicios de la Guerra Civil en Barcelona y el frente de Aragón, así como las luchas internas en el bando republicano, con el loco estallido final en las calles de Barcelona durante los primeros días de mayo de 1937.
Es importante situarse; el libro está escrito a finales de 1937, pocos meses después de que el autor abandone España, cuando aún es incierto el resultado del conflicto.
Creo que la mejor forma de comentar el libro es utilizar referencias o fragmentos del autor para contar qué ocurría en aquella trágica España. 
Especialmente curioso el impacto de aquel raro intento de poner en pie una sociedad fundada en principios anarquistas que ya traté en el blog cuando comenté el interesantísimo libro de Einzensberger, “El corto verano de la anarquía”.
 

Orwell llega a Barcelona a finales de diciembre de 1936. Barcelona es obrera. El poder real lo tienen los anarquistas, los que en realidad salieron a la calle para luchar y evitar que el golpe triunfara en la ciudad. Aparte de los convencidos, el resto se arrima al sol que más calienta, un sol que pronto se apagará. No se estila el “don” o los “buenos días”. En su lugar el “tú” y “salud”. La vestimenta usual, el mono azul.
Cuando marcha al frente, Orwell  queda espantado por el cuadro. Hay motivación y son buena gente pero se trata de un desastre desolador. No existe organización, no existe disciplina, no existe adiestramiento militar, no hay armas. Todo se resuelve o llegará “mañana”. “Nada en España, desde una comida hasta una batalla, tiene lugar a la hora señalada”.

Horror al ver su unidad. No eran soldados reales, muchos de ellos no más que niños o adultos comportándose como críos (“algo patético en la literalidad con que estos españoles idealistas tomaban las gastadas frases de la Revolución”). Esto lo escribe en 1937, alguno seguimos sintiendo idéntico bochorno ante el uso de aquellas consignas por según qué prestigiosas voces.
Desde enero a mayo del 37, en un frente estable y disperso casi no entra en combate; solo se producen ocasionales  escaramuzas, lo que le resulta frustrante. Apenas hay artillería, se carece de armas que puedan recibir tal nombre;sin cascos, sin pistolas, que al igual que las granadas, casi son más  peligrosas para el que dispara. Sin linternas, aceite, corta alambradas, mapas o prismáticos.
Las escasas bajas son causadas en su mayor parte por el fuego amigo. Los accidentes son continuos. “No hay nada que convenza a un español, sobre todo a un español joven, de que las armas de fuego son peligrosas”. Describe la guerra como una “ópera cómica con alguna muerte ocasional”. Dada la calidad del armamento, “en este guerra, todo el mundo le erraba a todo el mundo, siempre que fuera humanamente posible”. Muchos proyectiles de artillería que no explotaban, se reacondicionaban; se decía que había uno que viajaba de lado a lado con apodo propio.
Orwell está alistado en las milicias del POUM  y especialmente interesante es la descripción de un ejército sin rangos donde no hay oficiales y todos los soldados son camaradas. La disciplina del soldado revolucionario depende exclusivamente de su compromiso. Son voluntarios y no existe la coacción. Evidentemente es difícil luchar en una guerra en esas condiciones, pero como referí antes, se ha de reconocer que la primera batalla la habían ganado  el entusiasmo de esos “soldados” en el frente de las calles de Barcelona el 19 de julio, tras el golpe fascista. En las milicias revolucionarias no existe división de clases. Para Orwell es un “acontecimiento único y valioso” que se valorará a posteriori. No existe ostentación o afán de lucro; todos cobran lo mismo. “Una comunidad donde la esperanza es más normal que la apatía o el cinismo”.
Y tras 115 días de ¿lucha contra el fascismo? regresa a Barcelona, donde se encuentra su esposa,  para disfrutar de una semana de permiso. A finales de abril la atmósfera revolucionaria ha desaparecido.  A la población ya no le interesa la lejana guerra. El prestigio de las milicias ha decaído. Aparece el Ejército Popular con sus oficiales. Vuelve a apreciarse la lógica diferencia de clases entre ricos y pobres. 
Asiste a los enfrentamientos de mayo entre el gobierno, valiéndose del ejército y la Guardia Civil frente a los anarquistas de FAI y CNT además de contras las milicias del POUM de ascendencia trostkista.
Sorprendido por los acontecimientos, es obligado a participar en una lucha absurda que le repugna.  “Creo que pocas experiencias podrían ser más asqueantes, más decepcionantes o, inicuas, más exasperantes que esos días de guerra callejera”.

Capítulo aparte merece el su juicio a los medios de información , tanto nacionales como internacionales, de los que recela en un principio, para acabar descalificándolos en su totalidad como pura propaganda interesada. 

Esos medios juegan un papel fundamental en la batalla interna que se libra en el lado republicano donde la siembra de cizaña y  el asfixiante clima de sospecha– la primera vez que escucha la palabra traición es tras la caída de Málaga- están a la orden del día.  Poco después  es consciente de que todo lo que aparece en los medios es puro montaje, más cuando, indignado, lee sobre un pequeña escaramuza en la que ha participado y que es vendida como una gran victoria. Habla de un espía ruso difundiendo la idea del complot anarquista lo retrata de esta forma: “primera vez que veía a una persona cuya profesión era mentir”.
Otro aspecto importante es cómo la prensa extranjera silencia el aspecto revolucionario de los primeros meses de lucha. La contienda se reducía a “fascismo contra democracia”, lo que no era cierto. El anarquista y el comunista rechazaba la República por considerarla burguesa y tibia.
Tras los sucesos de Barcelona, regresa al frente más desengañado, menos idealista. “La libertad individual y una prensa veraz no son compatibles con la eficacia militar”. “Revivir ese pernicioso sentimiento tan difícil de evitar de que la guerra, a fin de cuentas, es algo glorioso”.  Sin embargo, hay cierto alivio íntimo al advertir que en el frente desaparecían las rencillas que infestaban las calles de Barcelona. La política pasa a segundo plano y se sabe quién es el enemigo. Es entonces cuando será gravemente herido por un dispara en el cuello, cuya experiencia retrata muy vivamente.
El libro acaba con un apéndice para explicar más detalladamente las luchas internas en el lado republicano con un exhaustivo análisis y enérgica denuncia de la manifiesta injusticia que fue la demonización e ilegalización del POUM además de la persecución de sus militantes, con especial y dolorosa mención a aquellas tragedias de miembros y compañeros extranjeros de las milicias,  que como él, habían venido a luchar por la libertad y que fueron encarcelados o asesinados sin jamás entender las razones, por los adalides de la libertad y la justica.
Se aprecia bien el desencanto y la prematura lucidez que le llevará pocos años después a escribir “Rebelión en la granja” o “1984”, como reacción frente al estalinismo.

 “Tengo recuerdos muy desagradables de España pero muy pocos malos recuerdos de los españoles”. "Poseen una generosidad, una especie de nobleza que no pertenece realmente al siglo XX Es lo que me hace pensar que en España hasta el fascismo puede asumir una forma comparativamente tibia y soportable. Pocos españoles poseen la maldita eficiencia que requiere un Estado totalitario moderno”.

 “Ojalá ganen su guerra y echen de España a todos los extranjeros, alemanes, rusos e italianos por igual”

Para terminar, no me resisto a compartir un curioso apunte sobre la Sagrada Familia: “una catedral moderna, uno de los edificios más horribles que he visto… Los anarquistas demostraron mal gusto no dinamitándolo”
Para la próxima, tertulia, un pequeño relato de Tostoi. “¿Cuánta tierra necesita un hombre?”.  Últimamente ando yo muy enredado con este hombre tan peculiar. 30 de junio.