miércoles, 29 de junio de 2016

Hojalatería heroica


La semana pasada se celebró el "Día de la música"; pretendía compartir algo, pero al final, como a menudo ocurre, tareas e intenciones no llegaron a cuadrar. Me pongo ahora a ello con un fragmento de "Tristán e Isolda", aunque la semana pasada dudaba si tirar de  otro gran melómano como Baloo -favorito de Abril-, que seguro no tardará en aparecer por aquí.

Ya lo he comentado en alguna ocasión, que temiendo aguardo el día que me atreva con una ópera completa del alemán, ya que francamente, no me veo capaz de mantener la atención durante las cuatro horas y media de "Parsifal", por ejemplo.

Es entonces cuando recuerdo la sentencia de ese gran vividor que fue Rossini: "Wagner tiene momentos bellos pero cuartos de hora malos" o la descripción de otro cabroncete como era Stravinsky sobre la música del alemán: "Hojalatería heroica". O varias menciones que se hacen en esta peculiar entrevista de Ramón Andrés a John Eliot Gardiner con motivo de la publicación de su libro sobre Bach: "La música en el castillo del cielo"; digo peculiar, porque para entender las preguntas del escritor, aquí entrevistador, supongo que habrá que tener un par de licenciaturas o efectivamente disfrutar de la condición de "Sir" británico. 

Ahora que... agárranse a este "momento bello" (prescindan del infame subtitulado).

lunes, 27 de junio de 2016

Tertulia: "Sobre la historia natural de la destrucción"



Vuelvo a Sebald tras aquel descubrimiento que fue la magnífica y extraña novela "Aursterlitz". Esto no es una novela sino un ensayo sobre un tema poco tratado dentro uno de los más tratados, el asunto que nunca pierde vigencia, por años que pasen: la Segunda Guerra Mundial. El tema central de la obra es el de los bombardeos aliados sobre Alemania durante la guerra, con unos efectos devastadores que puede que a alguno sorprendan: alrededor de 700.000 muertos (más del doble de bajas de los estadounidenses en la guerra) y siete millones y medio de personas sin hogar.  

Tratar de buscar las razones por las que apenas se estudió y valoró el fenómeno es complejo; especialmente misterioso o puede que elocuente es el silencio en la propia Alemania sobre la catástrofe. Se da a entender, o puede que todos entendamos como lógico, que la justificación  está en la culpa de Alemania, la que otorga la legitimación para la segura matanza de miles de inocentes sin objetivos militares diáfanos, más que un difuso concepto de justicia retributiva, castigo o pretendida desmoralización.

Para restar algo al cierto carácter  abstracto de un bombardeo, en el que se arrojan bombas sobre puntos de mira, el talento de un gran autor para bajar al terreno y retratarnos la destrucción total: el olor de los cadáveres pudriéndose bajo las ruinas durante semanas, la apertura de caminos naturales entre los escombros, la huida sin destino de hombres y mujeres que lo han perdido todo en infiernos de llamas eternas como Hamburgo o Dresde,la mujer en la estación llevándose a su hijo carbonizado en una maleta.

De fondo, subyaciendo ese horror inconmensurable que el siglo XX y la civilización tecnológica es capaz de crear, lo inconcebible superando esa íntima capacidad de aceptación humana y provocando la desorientación existencial.

Después de la guerra, un mando aereo venía a decir que, al fin, las bombas son "mercancías costosas" y son fabricadas para algo. No cabe dilema moral alguno dentro la operación: Inteligencia + Capital + Fuerza de trabajo = Destrucción total.

Para la próxima "tertulia", otro libro de plena actualidad, "El hombre que fue jueves" de Chesterton.

martes, 21 de junio de 2016

Aldeias históricas




Belmonte, Sortelha, Monsanto... aldeias históricas, un mundo encantado cuya puerta apenas estamos entreabriendo.

lunes, 20 de junio de 2016

El ángel de la historia




Resulta inevitable, a la vista de los hechos del pasado, cierta tendencia a examinar la historia como destino, el mismo que unió a a dos personajes ilustres del siglo pasado, al hoy escritor de moda, Stefan Zweig, y al pensador Walter Benajmin. Destino común en forma de suicidio, el del primero en Brasil en 1942,  humanista horrorizado por una Europa entera bajo el imperio nazi; el de Benjamin en España dos años antes, en Portbou, incapaz ya de luchar por su vida contra la adversidad y la persecución. Ambos judíos, ambos espantados por la inacapacidad de su amada e inabarcable cultura germana para frenar lo impensable, la victoria del terrible poder del mal.

“Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que mira fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, tiene la boca abierta y además las alas desplegadas. Pues este aspecto deberá tener el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona incansablemente ruina tras ruina y se las va arrojando a los pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, una tempestad se enreda en sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja incontenible hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciencio hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad”.

(Walter Benjamin)