miércoles, 30 de mayo de 2012

¡¡YO SOY ESPARTACO!!.... la prueba



Pedazo de regalo me hizo Susanita. No negaré que aparte de partirme de risa, hasta me emocioné con el dibujo. Lo pondré junto a mi mesa para recordarlo durante esos momentos de la vida en los que se necesita "punch", un grado más de fuerza.



Para acompañar el post, comparto una recopilación. Para enlazar con Espartaco, otra figura que también se filtró en mi ADN desde dagal. "Gracias, Boss", una recopilación de Springsteen, que ya iba siendo hora. Yo mismo lo percibo ahora como un señor pesado que celebra inolvidables fiestas por conciertos pero al que se le pide algo más. Tristemente, a día de hoy, es un tipo que predica épica acartonada en tiempos propicios para la épica sincera. Los "springstinianos" seguiremos esperando otra gran obra. Ya os lo he dicho muchas veces, no puedo ser severo con Bruce porque me amamantó cuando tenía sed, porque sembró cuando yo era un campo fértil que necesitaba florecer y descubrir; y esas semillas arraigan con fuerza. A veces pienso que todo lo que escribo se podría encerrar en los personajes e historias de dos, tres canciones de Bruce. "The River", "Backstreets", "Racing in the Street", descubiertas en la adolescencia, podrían servir. Hubo un tiempo en que la poesía de Springsteen era poderosa y certera, en que tenía el arrojo espontáneo e inconsciente de la juventud.




La recopilación es muy personal.  Faltan muchos clásicos pero todas son canciones enormes que me encadenan a recuerdos de ya incluso décadas pasadas. Os dejo la versión seca y cortante de "Racing in the Street", recogida en "The Promise", y que casa aún mejor con su letra de derrota.


1. Thunder Road
2. Racing in the Street
3. Backstreets
4. Atlantic City
5. The River
6. Incident on the 57th Street
8. Downbound Train
9. The Promised Land
10. Lost in the Flood
11. Better Days
12. Nebraska
13. Bobby Jean
14. Badlands
15. I Wish I Were Blind
16. This Hard Land
17. It´s Hard To Be a Saint in the City
18. Growing Up
19. No Surrender
20. Youngstown
21. The Rising
22. I´m Going Down
23. Sherry Darling
24. American Skin (41 Shots)
25. Darkness on the Edge of Town.

De chaval también se me quedó prendada la respuesta de los esclavos a la oferta de Craso. Una vez más:

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"


martes, 29 de mayo de 2012

Media Maratón de Cuatro Calzadas, reconciliación


Aprovechando prueba  a la puerta de casa, no tardé en volver a competir y lo hice en mi tipo de carrera favorita, dura y de poca participación. Media Maratón de Cuatro Calzadas. A pesar de estar junto a Salamanca, no llegamos a 150 los participantes. Terreno complicado, todo el circuito son pistas llenas de irregularidades donde es fácil caerse si vas deprisa y no estás atento. Muchos repechos que te ponen a tono. Buen entreno de fondo y de calidad.

Solo buscaba disfrutar haciendo deporte, librarme del recuerdo de mi penosa experiencia en Cantabria. Solo y tanto. No iría a morir pero tampoco lento. Buenas sensaciones, más rápido de lo que pensaba y siempre entero. Llevo unos días entrenando a diario y se va notando. Imagino que en asfalto ya estoy listo para correr por debajo de cuatro minutos el kilómetro. Lo mejor de la carrera es ir charlando con la gente. De los que conocí el nombre y a los que seguro volveré a ver: Ramón de los "Cazabaches" con quien ya compartí parte del maratón de Riki Abad en Salamanca y Luis Miguel Cáceres del Triatlón Salamanca. A propósito, en la crónica del Soplao no hice referencia a Daniel, un chaval muy majete, lector asturiano del blog. Abrazo, dagal. ¿Nos vemos en El Soplao 2013, ya con dorsal 77? 


Al final 1:32. Puesto 43. Enterito. En el buen camino.


De todas formas, lo mejor del fin de semana fue asistir el sábado por la noche al concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. No soy un experto pero sí he visto bastantes conciertos de música clásica aunque nunca una sinfónica con cien músicos. Tocaron dos sinfonías, la quinta de Schubert, la cuarta de Shostakovich. Interpretando esta última, con toda la orquesta al completo, aquello era sencillamente brutal. Volumen rockero para la perfección. Reunión de voluntades y talentos para construir algo único durante apenas un par de horas, una gigantesca catedral que se desvanece un instante antes del comienzo del aplauso. 

Estábamos en segunda fila. Algunos músicos muestran un entusiasmo contenido imposible de disfrazar al realizar su trabajo, es fantástico ser testigo de cómo vibran con algún pasaje, con la magia que nace de sus manos o de la de sus compañeros. Seres afortunados los que pueden dedicarse a aquello que aman con pasión, pagando el duro peaje de una dedicación obsesiva.

Os dejo la creciente parte final del primer movimiento de la Sinfonía número 7 de Shostakovich, "Leningrado", el disco que yo tenía del compositor ruso. Desde que la escuché, detecté el ascendiente sobre la banda sonora de Alex North en "Espartaco". La Cuarta Sinfornía que escuchamos el sábado no se llegó a estrenar en vida del autor. Intimidado por las críticas a anteriores composiciones por considerarse demasiado audaces o fuera del canon de lo que el régimen soviético consideraba como cultura edificante, decidió prescindir de una obra con demasiados elementos vanguardistas o rompedores. El asfixiate clima de compañeros intelectuales perseguidos por sus obras, le hizo desistir.  Se estrenó después de su muerte. Seguro que nuestro experto en estas materias, Phaeton, que supongo que aunque no lo viera, andaría por allí, aporta algo.

Vale.

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"


viernes, 25 de mayo de 2012

Ser no es tener


Tiempo de miseria y escasez. Puede que no sea tan malo anestesiar la codicia, matar la avaricia y buscar conformarse. Muchos encontrando tanto de lo que habíamos perdido. No necesito correr, me basta caminar lento para volar. No necesito ruido, me basta el silencio para comprender. No necesito ir lejos, me bastas tú para reconocerme. Quiero renunciar a todo lo que no necesito. Pero no me engañes. Me cuentas que la cultura es asunto de tener, que no es más que otra cosa. No, la educación es ser. Sin educación, solo el no existir. Generaciones de muertos en vida. ¿Hay futuro en un cementerio?

 

martes, 22 de mayo de 2012

Ultratrail de los 10000 del Soplao, excusas


Salí del avituallamiento de Bárcena Mayor (Km. 87), comencé la ascensión de El Moral, llegué al Km. 88, permanecí un minuto apoyado en un árbol meditando y decidí darme la vuelta de nuevo hacia el punto de partida. Cuando le dije a la organización que me retiraba, me contestaron que la carrera había sido suspendida por el mal tiempo.

Honestamente pienso que no había razón para tomar esta drástica decisión. Las condiciones fueron adversas, es cierto, pero creo que no había peligro serio para los participantes aunque parece ser que se produjeron bastantes hipotermias. En peores nos las hemos visto. Sí, cuando estás en carrera, las horas transcurren muy despacio bajo la lluvia, sobre todo si es de noche y no hay chaqueta que aguante e impida que sientas estar desnudo bajo una ducha. Sí, hacía frío. De hecho, no es que tuviera que prestarle los guantes a un compañero, es que incluso se los tuve que poner dedo a dedo porque el chaval no era capaz de colocárselos. Sí, había barro por doquier, pero a eso hay que encontrarle la gracia, ser duro y saber mantener la convicción para seguir a pesar de las complicaciones. Tampoco hay que olvidar que el ochenta por ciento de este ultratrail es terreno muy fácil, infinitos kilómetros de pista. Sin embargo, creo que en ningún momento hubo riesgo real de daño irreparable para ninguno de nosotros aunque es fácil argumentar sin sentir el peso de la responsabilidad de la seguridad de tantos atletas perdidos por el monte.

En fin, la cuestión: ¿Por qué me retiré yo?

Sí, estaba agotado, tenía frío y sueño. Tras una diminuta ventana de buen tiempo a mediodía del sábado, las nubes negras de nuevo auguraban largas horas de chaparrones, pero no es excusa. En otras ocasiones me he sentido peor y he seguido adelante en condiciones aún más lamentables. Simplemente estaba fuera de carrera, desmotivado y sin encontrarle demasiado sentido a lo que estaba haciendo. Tal vez si el recorrido hubiera tenido los 112 kilómetros que indicaba el rutómetro y no los más de 123 que nos confirmó la organización por un error de medición, me hubiera atrevido con ello, pero los 37 kilómetros que me anunciaron que restaban hasta meta desde el avituallamiento, además de las dos ascensiones de alta dificultad  para hacer sin bastones por el estado del terreno, influyeron en mi decisión final. Tal vez también la paliza previa a la carrera, dormir mal el jueves, trabajar el viernes por la mañana, un viaje de casi cinco horas para enlazar con la salida a las once de la noche. ¿Quién sabe? El hecho de que no tomara ni un gel durante la prueba da idea de mi actitud, como si ni siquiera intentara enderezarme cuando  el agotamiento asomaba  y la aventura se torcía.

Sí hay algo en lo que he cambiado. Me cuesta arrastrarme. Creo que puedo hacerlo mucho mejor y me jode ir penando a un ritmo patético. Cuando ya no puedo correr (Km. 70), me parece que allí ya no pinto nada, que puedo hacerlo mucho mejor y que debería entrenar para moverme con más soltura y suficiencia, que tengo condiciones para ello. Mi primer día de montaña fue el Trail Oh Meu Deus de hace quince días. Mi segundo día de monte fue este y claro, con estas alforjas, el viaje no puede ser muy largo. Ya estoy corriendo con regularidad pero dispongo de poco tiempo y se trata de lentamente ir creciendo. El palizón de este fin de semana fue otro escalón.

Por otro lado, tengo la cabeza en otras cosas. Por un lado preocupaciones, por otro esperanzas y me apetece dedicar fines de semana a placeres más sencillos, sin cronómetros, distancias o normas. A veces pienso en el cambio de Nacho, en que tal vez no me vendría mal una especie de periodo sabático donde me dedique  sólo a entrenar y a disfrutar de la actividad física en sí misma, sin dorsales por medio. Aunque en el anterior post anhelaba guerra para evadirme, reconozco que prefiero la vía de escape de su vientre.  Las carreras puede que vuelvan o pueden que se queden ahí para siempre, como entrañable recuerdo.
Ahora mismo busco otros retos en mi vida. Llegó el día en que dejé de ser Espartaco. Supongo que serán ciclos y todo volverá a su lugar dentro de un orden. Lo que tengo claro es que voy a competir menos, entrenar más y dedicar más atención a otros aspectos de mi vida que, en este momento, me ilusionan más. Estoy apuntado a la Media de Cuatro Calzadas del próximo domingo porque está al lado de casa pero francamente me apetece más el concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León del sábado por la tarde. 

Iremos contando.

Me pregunto por qué. "Wonder Why", una de las canciones más bonitas de 2011 a cargo de Vetiver. 


viernes, 18 de mayo de 2012

De tempestades



Allá arriba, donde los siglos son instantes, donde la piedra de los palacios, arena, donde nuestro orgullo tan sólo oscuridad y vacío, a menudo tormentas tornan en huracanes que cambiarán vidas. Es el aire el que se llevará todo cuando no necesito, sólo quedará lo mordido al suelo. La reducción a las raíces. La deducción  de una existencia. Cuando los años son las premisas de la conclusión que es el mañana. Y la fuerza incubando en un cielo inalcanzable, inalterable. 

Cuentan que en la guerra los dolores desaparecen. Obrando cual bálsamo, el pánico durante el combate, el pundonor por seguir existiendo sana muelas y lumbagos. Hace milagros, el cojo corre, el hueso funde, el ciego ve.

Mis dolores son otros. No niego de una pequeña trinchera inventada, de noches sin dormir entre lluvia y montañas para entender qué perdí, para olvidar llamas cotidianas, para volver a encontrarme, reconocerme, para volver a ser yo.

P.S. Dos huracanes de dos huracanes. El segundo en la magnífica versión de Jay Farrar.


jueves, 17 de mayo de 2012

David Foster Wallace


Sé que este post lo van a leer pocas personas. Demasiado largo. Dadle una oportunidad. Reservadlo para un rato que tengáis libre. Merece la pena. Es el discurso del escritor David Foster Wallace a los graduados de Humanidades del Kenyon College. Desmontar realidades, cuestionar lo obvio, construir actitudes. La autocrítica continua como forma de pensamiento para intentar buscar un mundo mejor. Premonitoria la referencia al suicidio. Él, víctima de la depresión, se ahorcó en 2008.

De música, Los Decembristas. "Culturetas" y divertidos utilizan "La broma infinita" , la obra emblemática del autor, como inspiración para el vídeo de "Calamity Song".

"Saludos y felicitaciones a la generación 2005 del Kenyon College.

Érase dos peces jóvenes que nadaban juntos cuando de repente se toparon con un pez viejo, que los saludó y les dijo, "Buenos días, muchachos ¿Cómo está el agua?" Los dos peces jóvenes siguieron nadando un rato, hasta que eventualmente uno de ellos miró al otro y le preguntó, "¿Qué demonios es el agua?"

Esto es algo común al inicio de los discursos de graduación en Estados Unidos: el empleo de una pequeña parábola con un fin didáctico. Esta costumbre resulta ser una de las mejores convenciones del género y la menos mentirosa, pero si te has empezado a preocupar de que mi plan sea presentarme como el pez sabio y viejo que le explica a los peces jóvenes lo que es el agua, por favor no lo hagas. Yo no soy el pez sabio y viejo. El punto de la historia de los peces es, simplemente, que las realidades más importantes y obvias son a menudo las más difíciles de ver y explicar. Enunciado como una frase, por supuesto, suena a un lugar común banal, pero el hecho es que las banalidades en el ajetreo diario de la existencia adulta pueden tener una importancia de vida o muerte, o así es como me gustaría presentarlo en esta mañana despejada y encantadora.


Por supuesto que el principal requisito en un discurso como éste es que hable sobre el significado de la educación en Humanidades y que intente explicar por qué el título que están a punto de recibir posee un verdadero valor humano en vez de ser una mera llave para la simple remuneración material. Así que mencionaremos otro lugar común al inicio de los discursos, que la educación en Humanidades no es tanto atiborrarte de conocimiento como “enseñarte a pensar”. Si son como yo fui alguna vez de estudiante, nunca hubiesen querido escuchar esto, y se sentirán insultados cuando les dicen que precisaron de alguien que les enseñara a pensar, porque dado que fueron admitidos en la universidad precisamente por esto, parece obvio que ya sabían cómo hacerlo. Pero voy a hacerme eco de ese lugar común que no creo sea insultante, porque lo que verdaderamente importa en la educación –la que se supone obtenemos en un lugar como éste– no vendría a ser aprender a pensar, sino a elegir cómo vamos a pensar. Si la completa libertad para elegir acerca de qué pensar les parece obvia y discutir acerca de ella una pérdida de tiempo, les pido que piensen acerca de la anécdota de los dos peces y el agua y que dejen entre paréntesis por unos segundo vuestro escepticismo acerca del valor de lo que es obvio por completo.



Les voy a contar otra de estas historias didácticas. Había dos personas sentadas en la barra de un bar en la parte más remota de Alaska. Uno de ellos era religioso, el otro ateo y ambos discutían acerca de la existencia o no de dios con esa especial intensidad que se genera después de la cuarta cerveza. El ateo contó: "Mirá, no es que no tenga un real motivo para no creer.  No es que nunca haya experimentado todo el asunto ese de dios, rezarle y esas cosas. El mes pasado, sin ir más lejos, me sorprendió una tormenta terrible cuando aún me faltaba mucho camino para llegar al campamento. Me perdí por completo, no podía ver ni a dos metros, había 50 grados bajo cero y me derrumbé; caí de rodillas y recé “Dios mío, si en realidad existes, estoy perdido en una tormenta y moriré si no me ayudas, ¡por favor!”. El creyente entonces lo mira sorprendido: ‘Bueno, eso quiere decir entonces que ahora crees! De hecho estás aquí vivo!”. El ateo hizo una mueca y dijo: “No, hermano, lo que pasó fue que de pronto aparecieron dos esquimales y me ayudaron a encontrar el camino al campamento".



Es fácil hacer un análisis típico en las Humanidades: una misma experiencia puede significar cosas totalmente distintas para diferentes personas si tales personas tienen distinto marco de referencia y diferentes modo de elaborar significados a partir de su experiencia. Dado que apreciamos la tolerancia y la diversidad de creencias, en cualquiera de los análisis posibles jamás afirmaríamos que una de las interpretaciones es correcta y la otra falsa. Lo que en sí está muy bien, lástima que nunca nos extendemos más allá y nos proponemos descubrir los fundamentos del pensamiento de cada uno de los interesados. Y me refiero a de qué parte del interior de cada uno de ellos surgen sus ideas. Si su orientación básica en referencia al mundo y el significado de su experiencia viene ‘cableado’ como su altura o talla del calzado, o si en cambio es absorbida de la cultura, como su lenguaje. Es como si la construcción del sentido no fuera realmente una cuestión de elección intencional y personal. Y más aún, debemos incluir la cuestión de la arrogancia. El ateo de nuestra historia está totalmente convencido de que la aparición de esos dos esquimales nada tiene que ver con el haber rezado y pedido ayuda a dios. Pero también debemos aceptar que la gente creyente puede ser arrogante y fanática en su modo de ver. Y hasta puede que sean más desagradables que los ateos, al menos para la mayoría de nosotros. Pero el problema del dogmatismo del creyente es el mismo que el del ateo: certeza ciega, una cerrazón mental tan severa que aprisiona de un modo tal que el prisionero ni se da cuenta que está encerrado.

Aquí apunto a lo que yo creo que realmente significa que me enseñen a pensar. Ser un poco menos arrogante. Tener un poco de conciencia de mí y mis certezas. Porque un gran porcentaje de las cuestiones acerca de las que tiendo a pensar con certeza, resultan estar erradas o ser meras ilusiones. Y lo aprendí a los golpes y les pronostico otro tanto a ustedes.




Les daré un ejemplo de algo totalmente errado pero que yo tiendo a dar por sentado: en mi experiencia inmediata todo apuntala mi profunda creencia de que yo soy el centro del universo, la más real, vívida e importante persona en existencia. Raramente pensamos acerca de este modo natural de sentirse el centro de todo ya que es socialmente condenado. Pero es algo que nos sucede a todos. Es nuestro marco básico, el modo en que estamos ‘cableados’ de nacimiento. Piénsenlo: nada les ha sucedido, ninguna de vuestras experiencias han dejado de ser percibidas como si fueran el centro absoluto. El mundo que perciben lo perciben desde ustedes, está ahí delante de ustedes, rodeándolos o en vuestro monitor o en la TV. Los pensamientos y sentimientos de las otras personas nos tienen que ser comunicados de algún modo, pero los propios son inmediatos, urgentes y reales.



Y, por favor, no teman que no me dedicaré a predicarles acerca de la compasión o cualquiera de las otras virtudes. Me refiero a algo que nada tiene que ver con la virtud. Es cuestión de mi posibilidad de encarar la tarea de, de algún modo, saltear o verme libre de mi natural e ‘impreso’ modo de operar que está profunda y literalmente auto centrado y que hace que todo lo vea a través de los lentes de mi propio yo. A gente que logra algo de esto se los suele describir como ‘bien equilibrado’ y me parece que no es un término aplicado casualmente.


Y dado el entorno en el que ahora nos encontramos es adecuado preguntarnos cuánto de este re-ajuste de nuestro marco referencial natural implica a nuestro conocimiento o intelecto. Es una pregunta difícil. Probablemente lo más peligroso de mi educación académica –al menos en lo que a mí respecta– es que tiende a la sobre intelectualización de las cosas, que me lleva a perderme en argumentos abstractos en mi cabeza en vez de, simplemente, prestar atención a lo que ocurre dentro y fuera de mí.

Estoy seguro de que ustedes ya se han dado cuenta de lo difícil que resulta estar alerta y atentos en lugar de ir como hipnotizados siguiendo el monólogo interior (algo que puede estar sucediendo ahora mismo). Veinte años después de mi propia graduación llegué a comprender el típico cliché liberal acerca de las Humanidades enseñándonos a pensar. En realidad se refiere a algo más profundo, a una idea más seria; porque aprender a pensar quiere decir aprender a ejercitar un cierto control acerca de qué y cómo pensar. Implica ser consciente y estar atentos de modo tal que podamos elegir sobre qué poner nuestra atención y revisar el modo en que llegamos a las conclusiones a las que llegamos, al modo en que construimos significados en base a la experiencia que percibimos. Y si no logramos esto en nuestra vida adulta, estaremos por completo perdidos. Me viene a la mente aquella frase que dice que la mente es un excelente sirviente pero un pésimo amo.

Como todos los clichés superficialmente es soso y poco atractivo, pero en realidad expresa una verdad terrible. No es casual que los adultos que se suicidan con un arma de fuego lo hagan apuntando a su cabeza. Intentan liquidar al tirano. Y la verdad es que esos suicidas ya estaban muertos bastante antes de que apretaran el gatillo.

Y les digo que este debe ser el resultado genuino de vuestra educación en Humanidades, sin mentiras. Cómo impedir que vuestra vida adulta se vuelva algo confortable, próspero, respetable pero muerto, inconsciente, esclavo de vuestro funcionar ‘cableado’ inconsciente y solitario. Esto puede sonar a una hipérbole o a un sinsentido abstracto. Pero ya que estamos pensemos más concretamente. El hecho real es que ustedes, recién graduados, no tienen la menor idea de lo que implica el día a día de un adulto. Resulta que en estos discursos de graduación nunca se hace referencia a cómo transcurre la mayor parte de la vida de un adulto norteamericano. En una gran porción esa vida implica aburrimiento, rutina y bastante frustración. Vuestros padres y parientes mayores que aquí los acompañan deben de saber bastante bien a qué me estoy refiriendo.

Pongamos un ejemplo. Imaginemos la vida de un adulto típico. Se levanta temprano por la mañana para concurrir a un trabajo desafiante, un buen trabajo si quieren, el trabajo de un profesional que con entusiasmo trabaja por ocho o diez horas y que al final del día lo deja bastante agotado y con el único deseo de volver a casa y tener una buena y reparadora cena y quizá un recreo de  una o dos horas antes de acostarse temprano porque, por supuesto, al otro día hay que levantarse temprano para volver al trabajo. Y ahí es cuando esta persona recuerda que no hay nada de comer en casa. No ha tenido tiempo de hacer las compras esta semana porque el trabajo se ha vuelto demasiado absorbente y ahora no hay más remedio que subirse al coche y, en vez de volver a casa, ir a un supermercado. Es la hora en que todo el mundo sale del trabajo y las calles están saturadas de autos, con un tráfico enloquecedor. De modo que llegar al centro comercial le lleva más tiempo que el habitual y, cuando al fin llega, ve que el supermercado está atestado de gente que como él,  que después de un día de trabajo trata de comprar las provisiones que no pudo comprar en otro momento. El lugar está lleno de gente y la música funcional y melosa hacen que sea el último lugar de la tierra en el que se quiere estar, pero es imposible hacer las cosas rápido. Debe andar por esos pasillos atiborrados de gente, confusos a la hora de encontrar lo que uno busca y debe maniobrar con cuidado el carrito entre toda esa gente apurada y cansada (etc. etc. etc., abreviemos que es demasiado penoso) y al fin, después de conseguir todo lo que necesitaba, se dirige a las cajas que, por supuesto, están casi todas cerradas a pesar de ser la hora punta, y las que están funcionando lo hacen con unas demoras colosales, lo que es enojoso, pero esta persona se esfuerza por dejar de sentir odio por la cajera que parece moverse en cámara lenta, quien está saturada de un trabajo que es tedioso, carente de sentido de un modo que sobrepasa la imaginación de cualquiera de los aquí presentes en nuestro prestigioso colegio.

Bueno, al fin esta persona consigue llegar a ser atendida, paga por sus provisiones y escucha que le dicen ‘que tenga un buen día’ con un voz que es la de la muerte. Luego tiene que cargar todas sus bolsas en el carrito que tiene una rueda rota e insiste en irse para un costado y hace que el camino hasta el auto lo saque de quicio; luego tiene que cargar todo en el maletero y salir de ese aparcamiento lleno de autos que circulan a dos por ahora buscando un lugar libre ¡y todavía queda el camino a casa!, con un tráfico pesado, lento y plagado de enormes 4x4 que parecen ocupar toda la calle, etc. etc. etc.

Todos aquí han pasado por esto, claro. Pero aun no es parte de vuestra rutina de graduados, semana a semana, mes a mes, año a año. Pero lo será. Y cantidad de otras tareas fastidiosas y sin sentido aparente que les esperan. Pero no es este el punto al que me refiero. El punto es que estas tareas de mierda, insignificantes y frustrantes son las que permiten escoger qué y como pensar. Ya que debido al tránsito congestionado, o a los pasillos atiborrados de gente con carritos, o a las larguísimas colas, tengo tiempo para pensar y si no tomo una decisión consiente acerca de cómo pensar, de a qué prestar atención, me sentiré frustrado y jodido cada vez que me vea en estas situaciones. Porque el ajuste natural me dice que estar situaciones me afectan a MI. A MI hambre, a MI fatiga, a Mi deseo de estar en casa y me hace ver que toda esa gente se mete en MI camino. Y ¿quiénes son, después de todo? Miren qué repulsivos son, que caras de estúpidos portan, esa mirada de vacas, no parecen humanos, y que enojosos y groseros son hablando en voz alta por sus móviles todo el tiempo. Es absolutamente injusto e incordiante que me encuentre ahí, entre ESA gente.

Y, claro, además, como pertenezco a una clase de gente educada y socialmente responsable, gente de Humanidades, me parece terrible quedar atrapado en el tránsito de la hora pico entre esos tremendas 4x4, esos cochazos de 12 cilindros que desperdician egoístamente sus tanques de 80 litros de un combustible cada vez más escaso, y puedo asegurar que las calcomanías con los slogans más religiosos y patrióticos están pegados en vidrios de los más enormes, llamativos y egoístas de los vehículos, conducidos por los más horrendos personajes (aplausos y respondiendo a esos aplausos) –este no es un ejemplo de cómo debemos pensar, ojo! –, conductores detestables, desconsiderados y agresivos. Y también puedo imaginar cómo nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos van a acordarse de nosotros por derrochar el combustible y probablemente joder el clima, y pensar en lo egoístas y estúpidos que fuimos por permitirlo y como nuestra sociedad consumista es detestable, etc., etc., etc.

Ya pescaron la idea.

Si yo escojo pensar así, cuando me encuentro atrapado en el tránsito o en los pasillos de un supermercado, bueno, a la mayoría nos pasa. Porque este modo de pensar es tan automático, tan natural y establecido que no implica ninguna oportunidad ni elección. Es el modo automático en que percibo la parte aburrida y frustrante de la vida adulta, cuando me dejo ir en automático, inconscientemente, cuando me creo el centro del mundo y que mis necesidades y sentimientos inmediatos determinan las prioridades de todo el mundo, que creo gira a mi alrededor.

La cosa es que, claro, hay otras maneras por completo diferentes de pensar acerca de estas situaciones. En ese transito entorpecido, con vehículos que dificultan mi avance, puede que, en una de esas horrorosas 4x4, haya un conductor que después de un horrible accidente de tráfico se haya sentido tan acobardado que el único modo de volver a conducir es sintiéndose protegido dentro de uno de esos tanques. O que aquella camioneta que corta mi paso imprudentemente, esté conducida por un padre que lleva a su hijo enfermo o accidentado y se apura por llegar a una guardia médica, o que está en una situación más urgente y legítima que la que yo me encuentro, y que en realidad yo soy el que se mete en SU camino.

O puedo elegir pensar y considerar que todos los que nos encontramos en esa larga cola del supermercado estamos tan aburridos y nos sentimos tan mal como me siento yo y que algunos de ellos probablemente tengan una vida más tediosa y dolorosa que la mía.

De nuevo, por favor, no crean que estoy dando consejos moralistas, o que sugiero el modo en que tienen que pensar ustedes, o que señalo cómo se espera que ustedes piensen. Porque esto que les describo es muy difícil. Requiere de mucha voluntad y esfuerzo y, si son como yo, algunos días no lo lograrán o simplemente se dejarán llevar por la comodidad y falta de ganas.

Pero puede pasar que, si están atentos los suficiente como para darse a ustedes mismos la opción, podrán escoger una manera distinta de percibir a esa gorda de ojos muertos, sobre maquillada que no deja de gritar a su hijito en la fila. Quizá ella no es siempre así. Quizá lleva tres noches sin dormir sosteniendo la mano de su marido que muere de cáncer en los huesos. O quizá esta señora es la misma que ayer ayudó a tu señora a resolver ese horrendo trámite en el Registro Automotor mediante un simple acto de gentileza. Claro, sí, nada de esto es lo habitual, pero tampoco es imposible. Todo depende de lo que uno elija pensar. Si estás seguro de saber exactamente cuál es la realidad y estás operando en automático como me suele suceder a mí, entonces no dejarás de pensar en posibilidades enojosas y miserables. Pero si en realidad aprendes a prestar atención, te darás cuenta de que en realidad hay otras opciones. Vas a poder  percibir ese atestado, caluroso, y lento infierno no solo como significativo, sino como algo sagrado, consumido por las mismas llamas que las estrellas: amor, comunión, esa unidad mística que hay bien en lo profundo de las cosas.

No afirmo que esta mística se necesariamente verdadera. Pero lo que sí lleva una V mayúscula es la Verdad de que podés decidir cómo te lo vas a tomar.

Esto, yo les aseguro, es la libertad que otorga la educación real. Aprender a cómo estar bien equilibrado. Y cada uno decidir qué tiene y qué no tiene sentido. Decidir conscientemente qué es lo que vale la pena venerar.

Y he aquí algo raro, pero que es verdad: en las trincheras del día a día de la vida de un adulto, no existe el ateísmo. No hay tal cosa como la ‘no-veneración’. Todo el mundo es creyente. Y quizá la única razón por la que debamos cuidarnos al elegir qué venerar, cualquier camino espiritual –llámese Cristo, Allah, Yaveh, la Pachamama, las Cuatro Nobles Verdades o cualquier set de principios éticos– es que, sea lo que sea que elijas, te devorará en vida. Si elegís adorar el dinero y los bienes materiales, nunca tendrás suficiente. Si elegís tu cuerpo, la belleza y ser atractivo, siempre te vas a sentir feo y cuando el tiempo y la edad se manifiesten, padecerás un millón de muertes antes de que al fin te entierren. En cierto modo, todos lo sabemos. Esto fue codificado en mitos, leyendas, cuentos, proverbios, epigramas, parábolas, en el esqueleto de toda gran historia. El verdadero logro es mantener esta verdad consiente en el día a día. Si elegís venerar el poder, terminarás sintiéndote débil y necesitarás cada día de más poder para no creerte amenazado por los demás. Si elegís adorar tu intelecto, ser reconocido como inteligente, terminarás sintiéndote un estúpido, un chasco, siempre al borde de ser descubierto. Pero lo más terrible de estas formas de adoración no es que sean pecaminosas o malas, es que son inconscientes. Son configuraciones de fábrica.

Día a día nos vamos sumergiendo en un modo cada vez más selectivo acerca de a qué prestar atención, qué percibir como bueno y deseable, sin siquiera ser consientes de lo que estamos haciendo.

Y el mundo real no te va a desalentar en este modo de operar, porque el así llamado mundo real está esculpido del mismo modo, dinero y poder que se regodean juntos en una piscina de miedo y odio y frustración y ambición y adoración al YO. Las fuerzas de nuestra cultura dirigen a estas fuerzas en pos de las riquezas, confort y libertad individual. Libertad para ser los señores de nuestro diminuto reino mental, solitarios en el centro de la creación. Este tipo de libertad es muy tentadora. Pero hay otros tipos de libertad, pero justo del tipo de libertad que es el más precioso no vas a escuchar mucho en este mundo que nos rodea.

La libertad que importa verdaderamente implica atención, conciencia y disciplina, y estar realmente interesados en el bienestar de los demás y estar dispuestos a sacrificarnos por ellos una y otra vez en miríadas de insignificantes y poco atractivas maneras, todos los días.

Esa es la libertad real. Eso es ser educado y entender cómo pensar. La alternativa es lo inconsciente, lo automático, el constante sentimiento de haber tenido y perdido alguna cosa infinita.

Yo sé que esto que les digo puede sonar poco divertido y que roza en lo grandilocuente,  espiritual en el sentido que un discurso de graduación debe sonar. Lo que quiero que rescaten, del modo en que yo lo veo, es el tema de la V mayúscula de Verdad, dejando fuera todas los giros retóricos. Ustedes son libres de pensar como quieran. Pero por favor, no tomen este discurso como  un sermón de esos con el dedito apuntando acusatoriamente. Nada de esto tiene que ver con moralidad o religión o dogma ni con las grandes preguntas después de la muerte.

La V mayúscula de Verdad se refiere a la vida ANTES de la muerte.

Es acerca de los valores que implica la real educación, que no tiene nada que ver con el acumular conocimiento y sí con la simple atención, atención a lo que es real y esencial, tan oculto en plena vista a nuestro alrededor, todo el tiempo, que tenemos que estar constantemente recordándonos a nosotros mismos, una y otra vez: Esto es agua. Esto es agua. Esto es agua.

Es inimaginablemente arduo de llevar a cabo, estar conscientes y vivos en el mundo adulto, día a día. Lo que trae a colación otro gran cliché archisabido: la educación ES un trabajo para toda la vida. Y comienza ahora.

Les deseo que tengan más que suerte




domingo, 13 de mayo de 2012

Trail Oh Meu Deus, la primera en la frente.


Previsible. Si  sabes, sin lugar a error, que no estás preparado para algo, mejor no intentarlo. Si lo haces, no te pueden sorprender las consecuencias que básicamente se reducen a un cuerpo dolorido que sentía a cada movimiento, mientras escribía el lunes en la cama. Sería mi primera salida a la montaña este año.  Debut serio: 52 kms - 2.325 metros de desnivel positivo.

Aunque los días anteriores miraba el parte meteorológico buscando lluvias torrenciales que me sirvieran de excusa para no acudir a la cita, sobre todo teniendo en cuenta que no perdía importe de cuota de inscripción al haber sido gratuita por haber quedado tercero el pasado año -éramos 30, no os creáis-, finalmente allí me planté. En fin, pensé que dentro de quince días tenía los 112 del Soplao así que era un primer entrenamiento de categoría, con la distancia y fecha adecuadas. Además, como decía Chuchi Caridad en la reunión posterior a la Media, cuando nos planteábamos ampliar el cupo de atletas inscritos: "¿Quién dijo miedo teniendo hospitales?


Depués de dormir mal, me levanté a las cinco de la mañana para, en hora y media, llegar al corazón de la Serra da Estrela. Nada más pasar la frontera, ya tuve que parar a tomarme un "galao" -café con leche largo-, con mi primera nata del día, mi pastel preferido del planeta, ya que me estaba quedando dormido al volante. Poco antes de empezar, repetí menú en una pastelería-panadería henchida de ese maravilloso olor a pan y pasteles recién hechos -ojo, no soy goloso pero cuando cruzo la frontera, me transformo-. De hecho, llegué tarde a la salida.


La carrera. No recordaba que el año pasado se había cambiado el recorrido a última hora por el mal tiempo. Llevaba en mente un trail bastante soso, lleno de pistas y muy poco técnico, sorprendente teniendo en cuenta el atractivo de la zona.

Este año se realizaba el recorrido original y me percaté de mi error alrededor de la mitad del recorrido, cuando ya iba bastante tocado. Hasta entonces, marchamos por pistas y senderos con ritmo animado. Me encontraba bien, fuerte y sin problemas. Ritmo medio porque sabía que no estaba preparado para hacer ningún alarde. De hecho, tras mi lesión en la Media de Salamanca a principios de Marzo, lo más que había corrido eran cuarenta minutos el viernes anterior al trail. Después seis días de descanso completo.

El año pasado veía en los carteles de Manteigas el cartel con la ruta de ascensión a Torre, la montaña más alta del Portugal continental y había decidido acercarme algún día a hacerla porque parecía muy atractiva. Se recorre un hermoso trayecto a través del valle del antiguo glaciar hasta la ascensión propiamente dicha. Lo conocía del largo descenso en bicicleta a través de la carretera paralela. El puerto de Torre es muy duro. Nosotros subimos desde el otro lado de la sierra, desde Seia, en una ascensión de casi treinta kilómetros que se terminan haciendo muy largos, sobre todo si lo haces un día de resaca como me ocurrió a mí antaño, cuando era algo más arrojado.

Bien, cuando nos íbamos acercando a través del glaciar, yo ya veía que se iban acercando todos los males. Empecé a sentirme flojo. Corría todos los llanos junto a los tres portugueses con los que marchaba pero cada paso me costaba más seguirlos. Íbamos empapados por las lluvias intermitentes y por el pesado suelo completamente encharcado. Al final, justo antes de empezar el sendero de ascensión, mi cuerpo me decía que no pero yo seguía trotando, sabiendo que la gasolina me iba a durar bien poco y que después ya veríamos.

Estar a los pies de Torre es un espectáculo. Es un macizo aislado, imponente. Una pena no llevar cámara porque a la vista de la carrera de 2011, creí que no merecía la pena. Tras un primer tramo de subida, llegamos a una larga pradera completamente llena de agua. Traté de trotar tras mis compañeros pero ya no me era posible. Tenía amagos de calambres. Mi cuerpo no estaba preparado para la empresa y me estaba avisando. La subida a la parte final es dura pero no cinco estrellas. Aunque durante los últimos kilómetros ya he ido comiendo regularmente barritas, la sensación de vacío en el estómago regresa cada media hora. Parezco una caldera consumiendo calorías. Cuando ya falta poco para llegar a la cima y el frío ya no es soportable -hasta ese momento he ido aguantando en marga corta a pesar de las lluvias-, paro para ponerme la chaqueta y tomarme un gel que me ayuda en mi penosa ascensión. Cuando estoy agotado, al subir montañas, me ataca el sueño. Me pasa a menudo. Supongo que a la falta de fuerzas, se une la altura, en este caso, 2.000 metros. Me apetece llegar arriba, me apetece comer grasa, una hamburguesa del Ladis o tostón con patatas fritas. Esto es Portugal y confío que en la cima al menos tengan una sopa calentita. El último tramo se hace por la carretera. con los márgenes con medio metro de nieve, Hace mucho aire , las nubes pasan a toda velocidad y el viento gélido te deja congelado, especialmente los pies que llevas empapados. Todavía se tarda más de lo deseable en llegar a la furgoneta que sirve de avituallamiento, entre turistas tirándose bolas de nieve.






Gracias a Dios había una sopa. Adoro Portugal. Me dejan sentarme en el interior de la furgoneta y mientras me pongo a comer como un animal de todo, cierro los ojos. Casi me quedo dormido. Flirteo con la idea de retirarme y bajarme a Manteigas en coche pero pienso en mis compromisos futuros y lo bien que me vendrá una salida lo más larga posible. Además, esto es el kilómetro 32. A partir de ahora, casi todo lo que resta, es descenso. Me pongo en marcha.

El primer tramo de bajada, en torno a cuatro kilómetros, es carretera. Imagino que no habrá otra posibilidad. Una pena. En otras condiciones me hubiera encantado encontrarme con esta parte para volar cuesta abajo pero estoy agotado, con todo el cuerpo dolorido y la tripa llena. Me cuesta ponerme a trotar pero no queda otra. Es una carretera cuesta abajo, ¡un poco de dignidad! Me alcanza un chico de Lisboa, seguidor de Josef Ajram, y me animo charlando con él.

Cuando volvemos a la montaña, en los llanos, me deja. No tengo fuerzas. Ya solo trato de llegar. Para los profanos, bajar en montaña, es cuestión de técnica y práctica. Hoy, al principio de la carrera, me he sentido muy torpe. Como no he salido a la montaña, al cuerpo le cuesta volver a adaptarse. Es algo que progresivamente se va recordando a lo largo de la prueba. Sin embargo, en condiciones como las de hoy, a pesar de que ibas recobrando la soltura, puede más la nube negra del agotamiento y su falta de reflejos, por no hablar de la ristra de dolores que arrastra todo cuerpo mientras golpeas en cada zancada. No hay nada especialmente técnico. Simplemente no marchas. Sólo miras el reloj calculando cuánto tardarás en llegar a aquella lejana Manteigas que se vislumbra al fondo.

Al final entré en meta con un tiempo de 8:46. Creí que sería de los últimos, pero al final puesto 15 de 36 que corríamos el Trail. También había Mini y Ultra de más de cien kilómetros.

El próximo año volveré. Este recorrido es muy atractivo con tramos muy variados y algunos realmente espectaculares. Además a un paso de casa. El año pasado hubo problemas de señalización. En cambio este,  os puedo asegurar que quizá sea la carrera mejor marcada que he corrido. Y os lo dice un perro viejo.

A los que le gusten las crónicas de carreras al uso, no se me quejarán. Ladrillo sin interés de aúpa.

Mal estreno para los Demonios.

De música, un descubrimiento de esta semana, Eleanor Friedberger. Componente  junto a su hermano Mathew de The Fiery Furnaces, a quienes conocía solo de oídas."Mis errores", buen título para mis decisiones y modos de enfrentarme al fondo, siempre con falta de respeto. Una canción y un vídeo muy achuchables.


jueves, 10 de mayo de 2012

Elegid una de las tres


(Susa)

100 palabras. Tema: "Trayecto, tren, desplazamiento" Me escribió sobre el concurso Suso. Por la noche redacté tres historias de una sentada. Sin título. El primero lo llevaba pensado, el segundo es sobre un suceso de hace tiempo, el tercero fue creciendo solo a partir de la primera frase que se me ocurrió.  

Si os gusta alguno, ¿cuál más?

"Aunque nadie recordaba a su marido, siempre fue la mujer del comandante. Durante años, cada tarde de domingo acudía con sus maletas a la estación en su busca, a la espera del tren que les llevaría de vuelta a Berlín. El frente desapareció. A la reconstrucción de los edificios,  siguió la de los hombres. A ella no le sirvió argamasa alguna. Con la autoridad de la soledad elegida,  hoy subió al tren de Berlín. Le acompañaba un apuesto hombre de uniforme. Un uniforme distinto al de la fotografía del militar condecorado que ahora veo en su salón."


"En la camilla de la ambulancia, articuló su último recuerdo: un brazo tatuado con una cruz, un enorme puño rápido y esperado hacia su rostro. Dentro del vagón, el día de Nochebuena. Hasta al militante de eterna mueca  cínica, le acaba venciendo una incómoda relajación. Varios “Feliz Navidad”. Velos y túnicas también sonríen. Súbitamente, el grito del odio. Preguntas sin interrogación, la antesala del dolor. Golpes. Peticiones de ayuda. Mi duda. Resulta inconfesable recordar junto al miedo inasumible, un ridículo pensamiento fugaz sobre cámaras en el vagón o la prensa, justo un instante antes de sujetar el brazo de la furia desbocada y gritar: “¡BASTA!”.



"En “Cortina Rasgada” parecía tan difícil matar un hombre. No era cierto, era tristemente fácil.  Nadie vigilaba en los trenes del norte.  Max estaba cansado de viajar y sólo pensaba en descansar para siempre, en sus pies flotando sobre el suelo de la celda. Le dio su nombre real al pasajero apestosamente lleno de falsa y absurda simpatía que le acompañaba. Tardó poco tiempo en identificarlo en el periódico que hojeaba. De pronto, calló y se levantó realizando un gesto extraño, fuera de lugar. Max lo pensó mejor: “Sólo una vez más” y lo siguió por el pasillo."

miércoles, 9 de mayo de 2012

Ángel

(Susa)

viernes, 4 de mayo de 2012

Libros

(Susa)

El “Día del Libro” pensé  escribir algo sobre  literatura.

No hay mayor  magia que con veintisiete signos se pueda abarcar el mundo entero. El proceso de creación se me asemeja a entender cada una de las letras o palabras como recipientes de nitroglicerina. Los agarras fuerte y te aplicas a agitarlos hasta intentar conseguir una explosión. Al pasar las páginas, te asombras con lo que consiguen algunos privilegiados. Estallidos del tamaño de catedrales, hogueras que atraviesan los siglos. Céline, Pessoa, Grossman, Roth.

Me honra leer a Sábato algo calcado a lo que yo escribí hace tiempo: “La literatura no es un pasatiempo ni una evasión sino una forma –quizá la más completa y profunda-, de examinar la condición humana”.  Un libro no me sirve si sólo me entretiene, me tiene que enseñar. A veces son datos pero las más,  vías para encontrarme a mí mismo a través de esos caminos  tan transitados y sin final cierto. Los temas fueron y serán siempre los mismos: la finitud, el amor, nuestro sentido o destino.


Los verdaderos autores están repletos de demonios. Los libros son su pugna por expulsarlos y comprenderlos. La única vía posible, la trinchera. De nuevo Sábato:  “La condición más preciosa del creador. El fanatismo. Tiene que ser una obsesión fanática, nada debe anteponerse a su creación, debe sacrificar cualquier cosa a ella. Sin ese fanatismo no se puede hacer nada importante”.

Y además la poesía, su agotadora concreción. Todos buscando el todo en un solo verso.

Coleridge decía que la poesía son las mejores palabras en el mejor orden o Eugenio Montejo  contaba aquello de se trataba de ponerlo en las menos palabras posibles.  Tan sencillo, tan complicado.

Cuando un aficionado  se mira hondo y busca fotografiar su interior,  le frustra no dar con la precisión de  palabras y  giros que retraten su sentir. Solo en alguna ocasión te aproximas a ello, lees el párrafo y te dices que sí, que es eso  lo que te quema. Supongo que ese es el proceso que los escritores llaman “encontrar tu propia voz”.

Libros, mucho más que cosas.  Sé que para vivir necesito poco, pero jamás me podrá faltar libros, lápiz y papel.

Hoy una poetisa más que música, una de las intocables, Patti Smith.


jueves, 3 de mayo de 2012

Puño invisible: "Confesión"



¿Acaso hay mayor prueba de amor que renunciar al amor? Enrique Santos Discépolo. Mejor aún que "Casablanca"

"El tango produce sensaciones verdaderamente hermosas, que se refieren siempre a temas metafísicos de soledad, nostalgia y muerte. Esta sensación de abandono era además  agravada por la enorme extensión del país y sus pampas. El gaucho es un hombre solitario frente al infinito. En él, el sentimiento religioso es inevitable" (Ernesto Sábato)


"Confesión"

Fue a conciencia pura,
que perdí tu amor,
nada más que por salvarte;
hoy me odiás y yo feliz,
me arrincono pa'llorarte.
El recuerdo que tendrás de mí,
será horroroso,
me verás siempre golpeándote,
como a un malva'o;
y si supieras bien, que generoso,
fue que pagase así,
tu gran amor.-

Sol de mi vida,
fuí un fracasa'o;
y en mi caída,
busqué de echarte a un la'o.
Porque te quise tanto,
tanto, que al rodar;
para salvarte,
solo supe hacerme odiar.-

Hoy después de un año atroz,
te vi pasar;
me mordí pa'no llamarte,
ibas linda como un sol,
se paraban a mirarte;
yo no sé si el que te tiene así,
se lo merece,
solo sé que la miseria cruel,
que te ofrecí,
me justifica al verte hecha una reina,
que vivirás mejor,
lejos de mí.-

Sol de mi vida,
fuí un fracasa'o,
y en mi caída,
busqué dejarte a un la'o,
porqué te quise tanto,
tanto que al rodar,
para salvarte,
solo supe hacerme odiar.


martes, 1 de mayo de 2012

Media Maratón de Ciudad Rodrigo, el privilegio de estar fuera



No quería correr, quería escribir.  ¿A esos extremos hemos llegado? Explicación. Sólo hubiera corrido para poder escribir, para ser los ojos de un chico ciego que llamó para preguntar si alguien podía servirle de guía. Buscaba esa experiencia y que me contara qué era correr sin  ver. Quería escribir sobre ello. Él tenía pensado hacer entre 1:45 y 1:50 y a mí, recién salido de una lesión, me venía bien como entrenamiento de fondo.  Finalmente no volvió a dar señales de vida y tuve miedo de intentar correr rápido y volver a recaer en una lesión ya demasiado larga. Aparco mi vuelta hasta el próximo sábado en un trail de 50 kilómetros en  Manteigas.

Opté por quedarme fuera. Responsable de montaje de línea de llegada. Durante la prueba, unos metros por delante de la meta  para desviar vehículos.  No lo había pensado antes de colocarme pero elegí bien, el mejor lugar de toda la carrera. Eres testigo de los últimos pasos de todos los atletas, de caras desencajadas apurando al máximo y pidiendo el final, de personas que han explotado y terminan su agonía pero también de esa meta que cualquier atleta popular busca cuando sale a entrenar cada noche, de gritos, sonrisas, muchas sonrisas,   de cómo la adrenalina y las endorfinas hacen su  efecto y algunos levitan iluminados hacia el cronómetro.  Muchos amigos del pueblo pero también de fuera y hay veces que, sabiendo de sus retos personales, te emocionas casi tanto como ellos porque lo han conseguido y ahí incluyo a nuestra figura Jaramuga, Chago –primer mirobrigense- , Manu  –que consiguió el tiempazo que soñaba y  que hace tiempo merecía-, Chuchi Domínguez- que por fin consiguió cruzar la meta en su pueblo-,  esos dos atletas de alrededor de ochenta años que engañando  a la realidad,  te dan toda una lección,  todos  los conocidos a través del blog –Santi, Juan Luis, Humberto, Antonio, Asís…- ,  atletas que como Iñaki o Teto abrazan a lo que más quieren en el mundo, a sus hijas, para cruzar bajo el arco, Agus Castillo, que gracias a su ilusión, lo volvió a hacer a pesar de su lesión, todos los Jumentos, José Vicente, Bienvescribe, Michel,  Ángel…, el eterno buen humor de la gente noble que son todos los Cazahitos  y no digo más porque faltan muchos atletas, amigos y conocidos y siempre se me olvidaría alguno.


Cuando chocas su mano, cuando te sonríen, cuando te responden o  te dan las gracias o no apartan la línea del imparable y despiadado cronómetro,  cuando pasan apenas a un metro de ti, sientes algo del brillo que les ilumina, de ese calor que cientos de veces has sentido arder dentro de ti y que una fría y mañana nublada en la Plaza Mayor de tu pueblo, milagrosamente te consigue templar sin haber corrido ni un metro.

Es entonces cuando das por buenas  las reuniones durante las noches de invierno o ese temor que se aloja en tu interior, justo a la altura del abdomen, desde el sábado por la tarde hasta el domingo a mediodía, esas continuas llamadas que bien sabes antes de descolgar,  son otro cabo suelto, otro problema urgente que demanda solución. Cuando te giras un instante y ves cruzar a uno de los nuestros, porque al final todos somos el mismo, desde Álvaro hasta el hombre de ochenta años que cerró la prueba, te dices que no podemos dejar morir este pequeño circo que hemos montado entre todos.


Un agradecimiento especial a David Diego, que colaboró de una forma muy especial ayudándonos a poner en práctica una nueva idea, la de una charla sobre algún tema deportivo el día antes de la prueba.  “ De la Media Maratón al Ironman”, el entretenido e interesante retrato de la vida de un triatleta popular enomorado de una distancia y una forma de vida. 


Con Juan Carlos y Chuchi o lo que es lo mismo, Rincón Oeste y Cazahitos, bajo la exhaustiva y metódica dirección del primero, verdaderos artífices de la prueba. Nosotros, los Jaramugos, nos conformamos con echar una mano en lo poco que podemos. Se ve que organizando es la única forma de subir al podio. 

En especial gracias a toda esa tropa de voluntarios que llamamos y que están dispuestos a sacrificar un fin de semana cada año, ayudando desde el sábado por la tarde para que todo salga casi perfecto.

P.S. Perdonad si a alguno no os hice todo el caso que os merecíais el sábado o el domingo aunque imagino que ya apreciasteis que estaba bastante nervioso y siempre con prisa.


De los foráneos, con los que más convivimos este fin de semana fue con Asís y Silvia. La mayoría de las personas que nos encontraremos a lo largo de la vida serán buena gente. También los habrá enfermos y de corazón podrido,  los menos. Pero hay unos pocos de una calidad humana excepcional; a este último grupo pertenecen esta pareja. Ellos nos diseñaron ruta de cocina de alta escuela en su Donostia. A cambio, nosotros los llevamos a comer pollos  a Ivanrey y cervezas al Manolín. Ya que son Jaramugos de adopción, había que comprobar si hay realmente temple jumento. Nos vemos en Julio tras la madre de todas las aventuras.

De música, pues eso, que os esperamos el próximo año de nuevo a todos. "You can move back here" de Richmond Fontaine, otro grupo de la aristocracia del folk rock americano. 

El vídeo de la media es de Vicente Martín Calvo.