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lunes, 26 de marzo de 2018

La obra y el autor


La mayoría de vosotros no sabe quién es Noir Desir pero era uno de los grupos de rock más famosos de Francia, uno de mis favoritos también. Lo que sí puede que os suene es que su líder, Bertrand Cantat, mató a golpes a su novia durante una discusión, la actriz francesa Marie Trintignant.

Fue condenado por homicidio imprudente a ocho años de prisión por los tribunales lituanos, ya que la muerte acaeció en ese país durante el rodaje de una película. Cumplió cuatro años. Tiempo después, aunque creo que este dato no vendría propiamente al caso, puede que sí sirva para dimensionar la tragedia que genera y acompaña al personaje, su exmujer se ahorcó mientras él dormía en casa con sus hijos.

El año pasado la famosa revista de música francesa "Les Inrockuptibles" publicó una entrevista con Cantat con además portada dedicada, la que encabeza estas letras. Se armó  gran escándalo y la publicación se vio obligada a disculparse.

Este año el cantante ha publicado disco, excelente de principio a fin, se encuentra inmerso en gira de presentación y varios festivales franceses de verano lo habían confirmado en sus carteles. Sin embargo, en Francia se ha debido armar otra previsible gran polémica y el cantante ha declinado su participación.

El tema me interesa mucho, el del arte y la libertad, el de la presión social y sus medios, el de la legalidad, el de la ética, el de quién define e interpreta esas normas, el de  la relación obra y autor: ¿existe esa relación o ha de acatarse la muerte del autor que proclamaba Foucauld cuando nos enfrentamos a casi un organismo vivo e independiente en el que se convertiría la obra?

Antes de acabar la carrera, espero que me dejen hacer algún trabajo sobre un tema tan vivo y polémico, con tantas variantes y ramificaciones, con casuística compleja y problemática que apetece investigar, darle forma e identificar, que sirve para definir en gran parte qué es esta sociedad.

"Amor Fati" se llama el disco de Cantat, la clásica divisa estoica de aceptación del destino, donde casi parece aparcarse el libre albedrío, punto débil de su doctrina, tal vez también de la del autor. O tal vez se trate simplemente de una triste broma, tan elocuente como la portada.


domingo, 14 de diciembre de 2014

El arca del "casé"


Hace unas semanas compartí en facebook que a cuenta de la gran reorganización de la cochera, decidí tirar cientos de cajas y bolsas de aperos y achiperres que había ido acumulando con los años y que, reconozcámoslo -a Susana, claro-, no servían para nada. Entre ellas, dos enormes cajas de cintas de casette que desde demasiado tiempo, no hacían más que criar polvo. No sé si fue deliberado o inconsciente, pero el caso es que dejé para el último viaje previsto a los contenedores, el de las cintas. Justo antes de cogerlas, abrí las cajas y a la vista tantos títulos reconocibles al instante, rapído viaje al día que llegaron a mi vida, a las semanas o meses que las disfruté, me sentí algo culpable y decidí aplazar la ejecución. Tras desesperado llamamiento, finalmente se las quedarán unas amigas -aunque creo que no se imaginan la cantidad que hay-, mas decidí quedarme unas cuantas, testimonio de mis despertares, de los inicios de una afición pasión muy importante en mi vida, responsable de mucho de lo que soy. 

No fue fácil la elección. Las cintas retratan los ochenta y  noventa. Las he elegido, más que por la calidad de su contenido, por mi especial vinculación con esas cintas, por la ilusión que me hizo conseguirlas, por tantos buenos ratos que me hicieron pasar, por estar soldadas a etapas o personas de mi pasado, aunque a alguna de ellas hoy no dedicaría atención alguna, al juzgarlas y sentirlas desde otro punto de vista distinto, el que da más conocimientos y sobre todo más experiencias, nunca la atalaya definitiva, por cierto.

Hay dos casos especiales, dos cintas con asterisco: la grabación que me preparó Julián de "Honey´s Dead" de The Jesus and Mary Chain con el logo de su bar "El Gato Negro"que me hace ilusión conservar por los buenos ratos que allí pasamos, tal que locos chavales de veintitantos, y "Mistrial", probablemente el peor disco de Lou Reed, ya que, hablando en propiedad y de propiedad, esa cinta es mía y de Carlos, un amigo, aunque, dado el tiempo transcurrido, tal vez ya la haya adquirido por usucapión -tengo que revisar los plazos para bienes muebles-. Si no me equivoco, esa cinta pedida al Discoplay,data de 1986 y refleja mejor que nada la incipiente pasión de dos chavales con cuatro perras, esperando un par de semanas por probablemente el disco más decepcionante de sus vidas. Recuerdo darle vueltas y vueltas y no hallar traza alguna de que el autor de esa basura fuera el mismo de "Rock and Roll Animal" y "Transformer", los únicos discos que por entonces habíamos escuchado de Lou en una cinta de Fernando, el hermano de Carlos. Entonces, tanto la ilusión como la decepción son algo más puro, eleva o golpea con más fuerza. Es la inocencia, esa que con el tiempo se nos va cubriendo de la costra protectora formada por todas las cicatrices de cada herida. 

Vale.

martes, 9 de diciembre de 2014

La Banda Trapera del Río, nacidos para perder


Desde chaval vengo leyendo en revistas de música referencias a La Banda Trapera del Río, cuyo contenido bien podía resumirse en que se trataba de uno de tantos grupos malditos que teniéndolo todo, se le cruzó la mala suerte para no conseguir lo que se merecían, un reconocimiento a la altura de su talento, más allá del de los más o menos enteraos o militantes; esa fama y dinero que sí alcanzaron otros haciendo menos méritos.

Muchos años después, gracias a internet, he podido escuchar las canciones de su primer disco y efectivamente me parece un trallazo de aúpa. Un cajón de rock mal encarado donde se mezclan más ingredientes de los que suponía. Sí, está el punk, pero también, garaje protopunk o ecos del rock duro más clásico. Respecto a mensaje, ideología, o actitud estético-vital, lo previsible: provocación de manual a saco, donde se unen la clásica contestación frente a un sistema político y cultural que oprime a una banda de chavales en efervescencia. Ese mensaje contundente, procaz, soez, blasfemo, ha de incomodar a una España recién salida de cuarenta años de falsas filas prietas a la fuerza . Pero ojo, su actitud no es impostada, como la de un intelectualillo rockero como Ramoncín, que fue el primer referente que me vino a la cabeza al escuchar la primera canción: "Curriqui de barrio".  Ramoncín -por cierto, con parte de a cancionero muy reivindicable, a pesar de ser hoy un apestado cultural tanto para los "buenos" como por los "malos-" podría cantar "Ciutat Podrida" pero nunca pasaría de simple ejercicio de estilo,  ya que los Traperos fofografían su vida, la de una Cornellá que a finales de los setenta, es un verdadero agujero de leprosos incurables de los peores males, los del desempleo, la violencia y al fin, la miseria.  

Hace unos días vi el documental "Venid a las cloacas. La historia de la Banda Trapera del Río", basado en el libro de la gran pluma rockera de Jaime Gonzalo, "La Banda Trapera del Río: escupidos de la boca de Dios", y entonces todo se presentó muy claro. Sí, ahí estaba la mala suerte, pero al final no triunfaron porque, en pocas palabras, estaban como cabras; porque sí, estaban la violencia, las drogas, la lucha de egos, los errores de estrategia comercial y meteduras de pata antológicas graciosísimas emparentadas con las aventuras en Madchester de los chalados Shaun Ryder y los Happy Mondays. Pero esa tendencia autodestructiva ha sido el pan nuestro de cada día en muchísimas bandas de rock que finalmente tiraron para delante, a pesar o gracias a ella, ya que muchas veces acabaron otorgándole un plus importante, el de la leyenda. A estos catalanes les quedó la leyenda pero ni un euro. Ni siquiera su último intento de sacar algo en claro, "Directo a los cojones", funcionó. Por el año de edición, 1994, lo interpreto como  reivindicación de la parte del pastel  que les correspondía por su ascendiente sobre las bandas del bendito rock urbano -reconozco que para mí, salvo excepciones, un gran desconocido-, puede que el único verdadero rock vivo en este país, si tenemos en cuenta su principal seña de identidad: la del desprecio mutuo entre su música y los canales comerciales. Un último grito de que el rock no se vende, de Extremoduro a Reincidentes. 

Si os interesa el tema, reservad  una hora para el documental. Os garantizo que estos chalados os harán pasar un buen rato. Hay anécdotas descacharrantes.

miércoles, 15 de mayo de 2013

1963, cruce de caminos


Hoy en día el rock and roll o el pop en general es un movimiento minoritario a cuyas divinidades -de ahora y de antes-, seguimos venerando unos cuantos nostálgicos engreídos. El  rock and roll da lo que da el rock and roll. He dicho.Y eso que nadie sabe que es, no hay otra forma de conseguirlo. Ya somos bichos raros pero con el tiempo lo seremos aún más. Tal vez un motivo más para disfrutar de lo nuestro con más placer y orgullo.

Hoy no significa un pimiento pero hubo un tiempo en que el pop venía a ser una gran bola de fuego, incómoda y seductora por igual, capaz de arrasar todo a su paso. Hasta que se conocieron sus claves, y todo el circo se cubrió con urna de cristal, gran parte de la sociedad sintió el peligro de ver a un crío de cuatro años corriendo a toda velocidad por un salón atestado de porcelana.

1963 fue un hermoso cruce de caminos con varias formas de entender este mundo de locos.

1963 fue el año de "I want to Hold your Hand". Aunque algún recalcitrante discípulo me lo discuta, la futura grandeza de los de Liverpool no se veía en el horizonte.. Primero debieron quitarse los trajes que les encorsetaban, con los que subían a escena y los más importantes, todos los esquemas que lastraban su creatividad. Curiosamente en su despedida final volvieron a ponerse traje.El sastre fue Phil Spector que volverá a aparecer dentro de unas líneas. Volver a desnudar "Let It Be" le costó más de treinta años. 

1963 fue el año de "A Hard Rain Is Gonna Fall", lo que venía siendo volver a descolocar al personal. Aquel tipo huraño utilizaba la música para sus denuncias y cuitas pero lo hacía de una forma esencialmente hermosa y profunda cuando habíamos quedado que esta música era cosa de beatnicks arrastraos. Al poco tiempo envió la protesta y a todo aquel mundo indignado a tomar viento. No lo entendieron. Al poco tiempo, enchufó una guitarra eléctrica y mandó el folk a tomar viento. No lo entendieron. Al poco tiempo dijo que su Señor era Jesús y acabando cantándole al Papa. No lo entendieron. Mientras, Dylan cada día era más grande. Los genios es lo que tienen, no hay quien los entienda.

1963 fue el año de "Be My Baby", seguro una de mis diez canciones favoritas. Phil Spector, que viene a ser el Mourinho del pop -aunque el portugués todavía no ha encañonado a uno de sus jugadores... que se sepa-, quiso demostrar que él se bastaba y sobraba para fabricar las canciones que sonarían en el mundo entero. Casi no le hacía falta ni cantante. El productor como el mágico alquimista capaz de convertir la piedra en oro. No fue tan simple pero le reconocemos razones a su vanidad.

1963 fue el año de "Loui Loui" o la demostración de que cuatro merluzos con el talento justo podían comerse el mundo. Bastaba un riff poderoso, capaz de atravesar las décadas y plantarse a mis pies, en 2013, tan fresco como nunca. Desde entonces cuántas canciones relámpago de esas que te achicharran al instante y que jamás dejan de arder.

El pop siempre estará a punto de morirse pero nunca lo matarán. Siempre habrá alguien que cada mañana decida ponerse una camiseta favorita que no compró en unos grandes almacenes.

Vale.

P.S. 1963. Primer año de Manolín. 50 años a tomar viento. Lástima.