
La idea de bajar la guardia básicamente se reduce a salir con ganas – que sí es positivo- aunque no con el debido respeto. Sí ,acabé, y como no podía ser de otra forma cuando cruzas la meta de estos retos desmedidos, si te fijabas con atención, casi podías ver cómo de mi cuerpo se desprendía una poblada nube de endorfinas mientras me abrazaba con mis compañeros.
Lo que no acabo de entender es que teniendo en la mano los datos: 168 kms, dos noches sin dormir y más de 11.000 metros de desnivel positivo, confiara tanto en mis posibilidades como para no ser capaz de proyectar los problemas que surgen, algunos necesariamente otros eventualmente, a lo larga de la aventura.
El tema todavía tiene aún más delito teniendo en cuenta el hecho de que ya no soy un pardillo, de que ya arrastro grandes cantidades de dolor en mis piernas. Bien es cierto que era mi segunda carrera en esta distancia y con dos noches completas sin dormir. La primera fue Ultra Trail del Mont Blanc. Efectivamente Ehunmilak tiene más desnivel y me pareció más dura a ratos aunque también es cierto que ésta tiene muchos tramos para volar.
La carrera. Una visión muy breve. No tengo mal recuerdo de ella y ni siquiera entra en mi “top ten” de los momentos más chungos de mi carrera globeril. Empecé bien, fino y fuerte. Casi como la mayoría aunque me da la impresión de que hay mucho inconsciente que sale por encima de sus posibilidades. Lo digo de los demás y me lo aplico a mí mismo. A partir del km. 30, después de varias ascensiones, me comencé a sentir bastante mal del estómago y me asusté. Traté de no ponerme nervioso pero empecé a pensar que no era mi día. Si tan al principio me encontraba fuera de carrera, me daba en la nariz que no llegaría muy lejos. Traté de pensar con frialdad. Dejé de correr porque el meneo no le sentaba nada bien a mis tripas y continué caminando tramos “corribles”. Decidí comer algo normal y dejarme de barras, dulces, frutas y demás. Preparé un pequeño bocadillo de jamón york con queso, sentado en un avituallamiento, con frío y destemplado por mis sensaciones y por el tiempo. No tenía hambre, más bien ganas de vomitar. Sin embargo me obligué a comer porque creía que me podía sentar bien. Como un niño remiso, le di vueltas y vueltas en mi boca a la comida hasta que conseguí comérmelo entero. Decidí usar música en mi salida hacia la noche del monte en solitario cuando justo entonces llegaron Fali, Miguel Ángel y Paco. Guardé la música y los esperé para marchar acompañado. Toda la noche por delante siempre asusta y en solitario aún más. Cual Cadel Evans perdido sin rueda que seguir, también necesitas referencias o estímulos que alivien el espeso paso del tiempo.
Poco a poco, charlando cuando se podía, me comencé a sentir mejor. Llegué a Azpeitia (Km.53) cansado pero contento porque me había recuperado de mis problemas, pudiendo correr los últimos kilómetros. Así seguimos hasta Tolosa en cuyo descenso dejé marchar a Paco y Miguel Ángel -corredores fuertes y con clase- porque pensaba que estaba desgastando demasiadas energías que probablemente iba necesitar más tarde. Km. 77 en 15 horas. A partir de aquí decidí tomármelo con más calma porque sabía que lo peor vendría al final –y de qué forma- y quería llegar entero. Esperé a Fali que incluso se dio un masaje. Al final más de hora y media de descanso. Arroz y macarrones. Era lo que quería, comida medio normal que asimilo perfectamente. Ya me siento seguro.
El sábado tocó día de calor. No era la parrilla del día de la Travesera pero supongo que nos moveríamos en torno a los treinta grados. Entre bosques, ya tocados y sin correr donde deberíamos, nos acercamos al Txindoki con el que nos llevan asustando desde el inicio de la prueba –desnivel de 1.245 metos para 8 kms-. Tras alimentarme bien, comienzo la ascensión a las tres de la tarde, con la fresca. La montaña da miedo de verdad aunque al final es menos de lo que parece. En dos horas y cuarto estamos arriba. Excepto ésta, en general las montañas de Ehunmilak son asumibles. Las montañas vascas son pequeñas y hermosas, pobladas a sus pies por bosques encantados. No es extraño que su gente se enamore de su tierra. Ninguna ascensión se va a más de una hora. Por lo que me cuenta Iñaki, compañero con el que seguiré hasta el final, las vistas desde las montañas por las que cresteamos tras la cima son imponentes pero ha entrado la niebla y no vemos nada. Una pena. A la caída de la tarde llegamos a Lizarrausti.
A partir de aquí comienza la segunda noche, a partir de aquí comienza la guerra. No os quiero aburrir. Tras una exigente subida, a través del bosque teníamos que marchar con mucho tiento con las señales debido a la niebla. Comenzó a llover y ya no paró en toda la noche. La bajada a Etxegarate fue criminal entre el barro aunque no tanto como la subida al Aizkorri -llegamos a las siete de la mañana y a Antonio le dije que ni foto ni leches, que para abajo enfilados- y sobre todo el posterior descenso por la cara norte entre un viento del demonio que mezclado con la lluvia me metió el frío hasta el tuétano. Unos cinco costalazos sin consecuencias me llegaría a dar primero sobre la piedra caliza pulida que mojada resbala como la madre que la parió y después sobre las embarradísimas pendientes del bosque. Lo curioso es que varias veces en los avituallamientos me dijeron que tenía buena cara. Si buscamos el lado positivo a las condiciones, podríamos decir que con tanto trajín, no tienes tiempo para que te entre el sueño.
Después de toda la aventura, tengo la impresión de que he terminado bastante entero y sin dolores en las piernas aunque sí en las plantas de los pies. Me salieron después en la espalda tras quitarme la mochila. La entrada en Beasain con mis tres compañeros, Iñaki, Bautista y Antonio –de Portugal, por supuesto :)- fue, como no podía ser de otra forma, muy emocionante. Entre los ánimos de ese público como no hay otro igual, es difícil no sentirse el rey del mundo por unos instantes.
Me reafirmo porque es de justicia y sería ingrato no mencionarlo una vez más. Correr en Euskadi es correr en un mundo aparte, en una especie de parque temático ideado para el disfrute del corredor popular. Te anima, te apoya ab –so-lu-ta-men-te todo el mundo, desde el crío hasta el abuelo. Y para la organización un sobresaliente por esa simpatía y cuidado con que nos miman. La carrera lo tiene todo para crecer aunque creo que se deben plantear el cambio de fechas para no coincidir con otras pruebas del mismo pelaje. Se lo merece.
Iba a escribir poco pero al final se me ha ido de las manos. Con mucho, lo mejor del trail de ultrafondo son los corredores. Llevo muchos años participando en el mundo del deporte popular pero el compañerismo que se siente aquí no existe en ninguna parte, ni por asomo en el triatlón o el asfalto. Por otro lado, soy consciente de que me estoy convirtiendo en una adicto a la naturaleza, en un "yonkie" de las montañas, necesito esos cielos, esos espacios, esos olores. Ya publicaré otro post en Demonfit sobre las noches del ultratrail. Sólo quiero expresar mi más profunda admiración y aprecio por todos los participantes. Encontré lo que buscaba. A unos cuantos ya os conocía. Este fin de semana conecté con muchos más. La compañía en este tipo de carreras es un factor fundamental. Gracias a Begnat, Montse, Miguel, Paco, Asís y Silvia ,Marga y Juan, Assumpta, Moutinho, Rober, Albertxo, Josu, Txeroky , el chico polaco, Bautista, Antonio y sobre todo a Iñaki del que ya me considero amigo y Fali que aún pasando por momentos muy difíciles, tiró de experiencia para ser una vez más “finisher”. Un abrazo muy especial para mis colegas Arturo y CiegoSabino que finalmente se retiraron pero ambos saben que en estas carreras caminas por el alambre. No hay que darle mayor importancia. Nos vemos en las montañas, compañeros.
De los 204 que partimos, sólo llegamos 96. Puesto 60 con 42 horas y creo que 23 minutos.
Algunas fotos. Espero que la próxima semana tenga de la entrada en meta.
"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"
Salida con CiegoSabino y Arturo
Amanecer tras la primera noche
El Txindoki con txapela. Ni de coña se aprecia la mole que era.
En la cima. Reto superado. ¿Me puedo volver a casa?
Dando una vuelta por el campo un sábado por la tarde
Un buen augurio. Cuando estábamos acabando la carrera, pasamos junto a una burrita recién parida. Un jumento tenía que inmortalizar el momento. Ella estaba molesta conmigo pero el toro, que había asumido funciones de protector, se estaba enfadando de verdad.