domingo, 28 de junio de 2015

Es la libertad de pensamiento, idiota


De "Castellio contra Calvino", el libro de Zweig del que escribía hace unos días. La reivindicación un hombre jugándose la vida en su disputa contra el todopoderoso Calvino por lo que él consideraba más valioso: la libertad de pensamiento. Siglo XVI, canela en rama.

"Y como Calvino insiste una y otra vez en que se vio obligado a quemar a Servet para defender la doctrina, para proteger la palabra de Dios, como una y otra vez trata, como todos los violentos, de disculpar su acto brutal por medio de otros intereses suprapersonales, de una autoridad superior, Castellio, como un rayo iluminador en medio de la noche oscura de aquel siglo, le aborda con estas inmortales palabras: "Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet no defendieron ninguna doctrina, sacrificaron a un hombre. Y no se hace profesión de la propia fe quemando a otro hombre, sino únicamente dejándose quemar uno mismo por esa fe".
 (...)
De un homicidio siempre es culpable su autor, y jamás se puede justificar un asesinato por medio de una idiología. Las verdades se pueden difundir, pero no imponer. Ninguna doctrina será más cierta, ninguna verdad más verdadera, porque grite y se encolerice. Ninguna debería imponerse artificalmente recurriendo a una brutal propaganda. Pero una doctrina, una ideología, serán aún menos verdaderas si persiguen a los hombres por oponerse a su modo de pensar. Las convicciones son vivencias y episodios individuales, que no dependen de nadie más que de aquel a quien pertenecen. No se dejan reglamentar, ni que les den órdenes. Y aunque una verdad invoque a Dios una y mil veces y se declare santa, nunca puede considerar legítimo el destruir el santuario de la vida de un hombre, creada por Dios. Mientras para Calvino, el dogmático, el hombre de partido, tiene poca importancia el que un mortal sea eliminado a causa de una idea que él considera inmortal, para Castellio todo hombre que sufre y muere por sus convicciones es una víctima inocentemente asesinada. La coacción en cuestiones espirituales no sólo es para él un crimen contra el espíritu, sino un esfuerzo inútil. "¡No forcemos a nadie! Pues la coacción jamás ha hecho mejor a un hombre. Aquellos que quieren imponer una fe a los hombres, actúan de modo tan absurdo como alguien que con un palo quisiera alimentar por la fuerza a un enfermo". Por eso, de una vez por todas, hay que acabar con la reprseión de los que piensan de modo distinto. "Niega de una vez a tus funcionarios el derecho al empleo de la violencia y la persecución. Concede a todos, como reclama San Pablo, el derecho a hablar y a escribir, y pronto reconocerás lo que es capaz de hacer en la tierra la libertad, una vez redimida de la coacción".

sábado, 27 de junio de 2015

Western


"La idea de que en un universo consumado y cerrado sobre sí mismo, todavía es posible cruzar la línea que los puntos sin retorno dibujan en los secretos mapas de los sueños. El simple vadeo de un río cuya orilla sigue inexplorada o la cabalgada libre sobre una planicie ilimitada son configuraciones imaginarias en las que una remota frontera histórica se convierte en una cercana frontera mental. Eso es un western."

("Más allá del oeste". Ángel Fernández Santos).

martes, 23 de junio de 2015

"This is Opera", un camino fácil


Supongo que a las puertas del verano, si no se trata de un nuevo cambio de horario -criticable en un medio privado, escandaloso en uno público pretendidamente serio-, "This is Opera" habrá finalizado temporada. Esperemos que se trate de cierre por vacaciones, no definitivo.

"This is Opera" es la forma en la que se trasladó a La 2  el programa "Ópera en vaqueros" que se emitía en una canal catalán. La fórmula es la misma, la de un programa divulgativo en la que, valiéndose de un tono distentido y divertido, trata de que la gente se acerce a la ópera dejando atrás prejuicios y temores, que se le dé una verdadera oportunidad.

Para este difícil propósito se sirven de un antiguo tenor (aunque en algún programa se refieren a él como barítono), un extraordinario Ramón Gener. Todos los programas comienzan con su frase "Tengo una pasión" para, a continuación, presentar la ópera que se tratará. Efectivamente, se puede dar fe de que este hombre es una apasionado por la ópera y por la vida, dada la ingente cantidad de conocimientos que parece atesorar y la riqueza interior que transmite con un repertorio gestual desmedido.

Supongo que al entendido de verdad, todo el tinglado le parecerá un horror, que se rasgará las vestiduras ante tal banalización. Hasta a mí, que lo he disfrutado muchísimo y soy un aficionado de tercera, puede que  en vías de ingreso en segunda -de hecho, ahora esucho más clásica que rock-, a veces me cargaba tanta tontería, sobre todo en algunos programas en los que podían trascurrir muchos minutos sin que se hablara de la música, por ejemplo recabando opiniones de gente sobre el amor, el destino o a saber qué, que para mí carecían  interés. Claro, hay programas mejores que otros, pero esto que cuento resultó especialmente sangrante en el primer programa dedicado a Wagner, el de "Parsifal", uno que esperaba con ganas y donde al final, me quedé preguntándome qué coño había sacado en claro sobre la ópera, con tanto Grial arriba y abajo. Al menos, la decepción fue aliviada con los otros dos capítulos dedicados al alemán, "El anillo del Nibelungo" y "Tristán e Isolda". Ya que estamos con el alemán, el hecho de que se hiciera enterrar en una sepultura sin nombre, ¿es un signo de sencillez y austeridad como afirmaba Gener o no hay mayor gesto de egolatría como opino yo?

Pero no os equivoquéis, se recomienda y se espera con ganas el regreso del programa.

domingo, 14 de junio de 2015

De Calvino a Isis


No hay mal que por bien no venga. Mi lesión de rodilla en Batuecas, me obligó a reconsiderar decisiones: la de encarar un apresurado mes de entrenamiento en bici para poder a volver a completar el ironman Northwest Triman con ciertas garantías y otra menos obvia:  la de descartar exámenes hasta septiembre, asumido desde marzo que es ciertamente muy complicado centrarse en este tipo de tareas con una pequeño terremoto en casa. El hecho de no poder hacer deporte, consiguió que, en varios fines de semana, rematara mi próximo libro sobre mi relación con el deporte y que, en una súbita e inesperada decisión, decidiera lanzarme a por una asignatura en junio. Bien, transcurridos esta exigentes semanas, volvemos a darle marcha al blog. 

Vuelvo con un fragmento de "Castellio contra Calvino", magnífico libro de Stefan Zweig, un alegato a favor de la libertad de pensamiento, en el que el autor reivindica la figura del humanista Castellio en su enfrentamiento contra Calvino tras la ejecución de Servet. Volveré a él en unos días. Hoy, una referencia de tipo anecdótico, cogida al vuelo tras leer recientemente varios artículos sobre el horror cotididano que impera en el Califato propuesto por ISIS. Un hilo que recorre la historia de la humanidad, que en mucho recuerda la Ginebra del Siglo XVI, cuyo retrato, no conocía con detalle hasta leer este libro.

"A primera vista, tal vez parezca ridículo en qué futilidades se inmiscuye la discipline de Calvino, pero no menospreciemos el refinamiento de este método. Con intención, Calvino teje una red de prohibiciones tan densa, tan tupida que resulta imposible escapar a ella o permanecer libre. Intencionadamente, amontona las prohibiciones precisamente en lo que se refiere a menudencias y mezquindades, con lo que cualquier inidividuo se siente en todo momento culpable y se produce un estado de miedo permanente frente a la autoridad ominipontente y omnisciente, pues cuantos más cepos se pongan a un lado y a otro en el camino diairo de una persona, más didficultades encontrará para caminar erguida y libremente. Pronto, sentirse seguro en Ginebra resulta imposible, pues el Consitorio declara que es pecado hasta el más despreocupado aliento. Basta hojear las actas del Consejo para apreciar lo refinado del método de intimidación. A un ciudadano que se ha reído durante un bautizo: tres días de cárcel. Otro que, agotado por el sopor veraniego, se ha dormido durante el sermón: a la cárcel. Unos trabajadores han tomado empanada en el desayuno: tres días a pan y agua. Dos ciudadanos han jugado a los bolos: a la cárcel. Otros dos, a los dados, tomando un cuarto de vino: a la cárcel. Un hombre se ha negado a bautizar a su hijo con el nombre de Abraham: a la cárcel. Un violinista ciego ha bailado mientra tocaba: es expulsado de la ciudad. Otro ha alabado la traducción de la Biblia hecha por Castellio: también es expulsado. A un muchacha la pillan patinando; una mujer se ha arrojado sobre la tumba de su marido; durante el servicio de Dios, un ciudadano ha ofrecido a un vecino una pizca de tabaco. A todos ellos: citación ante el Consistorio, exhortación y multa. Y así sucesivamente, sin pausa. El día de Reyes, unos bromistas han metido una habichuela en el roscón: veinticuatro horas a pan y agua. Un ciudadano ha dicho "señor" Calvino en lugar de "maestro" Calvino; un par de labradores, al salir de la iglesia y siguiendo una antigua costumbre, han hablado de negocios. ¡A la cárcel con ellos! Un hombre ha jugado a las cartas: es expuesto en la picota, con las cartas en torno al cuello. Otro, insolente, ha cantado en la calle: es obligado " a cantar fuera", es decir, es expulsado de la ciudad. Dos galeotes se han peleado, sin matar a nadie: son ejecutados. Tres chicos menores de edad, que han hecho indecencias entre ellos, son condenados primero a morir en la hoguera, pero después se les concede la gracia de permanecer públicamente ante la hoguera encendida. Y naturalmente, lo que se castiga del modo más atroz es cualquier movimiento de agitación contra la infalibilidad estatal y espiritual de Calvino. Un hombre que se expresa públicamente en contra de la doctrina de la predestinación de Calvino, es azotado hasta hacerle sangrar en cada cruce de camino de la ciudad y, después, desterrado. A un impresor que, borracho, ha insultado a Calvino, antes de expulsarle de la ciudad, le atraviesan la lengua con un hierro al rojo. Jacques Gruet, solo por haber llamado hipócrita a Calvino en persona, es torturado y ejecutado. Cada falta, hasta la más nimia, consta en las actas del Consistorio, de modo que la vida privada de cualquier ciudadano está constantemente en evidencia. La policia dirigida por Calvino encargada de vigilar las costumbres no conoce, como él mismo, un solo olvido o despiste."