viernes, 29 de junio de 2012

San Pedro



Hoy es San Pedro. "San Pedro", uno de los mejores instrumentales rockeros que he escuchado en los últimos años. Los integristas postulados del post rock, con su estrecho margen de maniobra, condenaban el movimiento a muerte lenta. Parecía que el trayecto de estas bandas no podría ser largo. Sin embargo, ahí siguen los escoceses Mogwai todavía reinventándose. 


miércoles, 27 de junio de 2012

Ciudad Rodrigo, Palacio de Ávila y Tiedra

  

Los que me conocéis, ya sabéis que estoy enamorado de mi pueblo, para mi uno de los más bonitos de España. A cuenta de ello, ando dándole vueltas a un proyecto, el de ir enredándome entre sus piedras, en su Historia e historias para usarlo como pie para mis propias historias y sentires. 


Ciudad Rodrigo es la ciudad de los palacios. Os dejo algo escrito sobre la fachada de uno de los que más me gusta desde crío, el Palacio de Ávila y Tiedra, también conocido como del Conde Montarco o de los Castro. Aquí solo me centro en el edificio, más en concreto en su fachada. Además de en el patrimonio artístico, en tantos edificios y rincones plenos de encanto, quiero entrar a fondo en lo sucedido entre murallas para explorar esa rica veta histórica. Todo ello, de llevarse a cabo, ya no aparecerá en el blog, de vocación temática menos local -si acaso se colará algún relato-. No es más que un comienzo, un propósito. 


"Andan los años y ando la plaza. Dicen que el tiempo erosiona  cariños. Ni noches de invierno, ni madrugada de soles.  Mi veneración permanece constante, tan sólida como su porte, sin más duda que el escaso desgaste que quinientos años de asombro consiguieron estrellar contra sus líneas. Esas líneas que parten frente a tus pies o sobre tu cabeza, para perderse, siempre puras, tan allá.

Gigante rectángulo por fachada, reflejado en el limpio espejo rectángulo que es la Plaza del Conde. Rectángulos por ventanas.  Dentro de estas, otros rectángulos y dentro de estos… un seguir, un llamar, un edificio que todo él es tender, querer, crecer.

El rojo color de los  sillares nacidos de la tierra, orgullosos de ser arrancados de las entrañas de ese orden desordenado que es la naturaleza para, moldeados, poder seguir encarnando perfección y armonía, como si el mismo palacio se hubiera alzado de las profundidades sin intervención de la poco fiable mano humana.

Esas pasiones humanas que te parieron y partieron. El afán de poder siempre arrastra la condena del temor a perderlo. Desmoche no parece palabra propia, se antoja vulgar y pedestre, poco ilustre para acompañar todos tus nombres. Si el signo no casa, cómo soportar la propia acción que encarna la voluntad del que un día se sintió invencible. Desmochado  una mañana que parecía como cualquier otra. Sus ambiciones y miserables sueños pasaron. Tú permaneces bello, indiferente a las cicatrices, con el aplomo orgulloso del que perdió piernas y batalla en combate.

Todo elegancia y altivez no se conforma. Al frío y austeridad del Renacimiento se le trata de insuflar vida. Ahí en el rincón de esa puerta tan a desmano, dos seres nacidos en el infinito mar calmo que es su fachada, dos serpientes de torso fuerte, nervios del palacio,  cabalgando sobre el océano, remedando  aquellas terribles serpientes de la Eneida que sedientas de sangre se aproximaban a la costa. Decapitadas, leones por cabezas cercenadas.

Todo perfección distinguida, vuelve a querer más. Y muestra el arte de  labrar la plata. Y se tallan cornisas y ventanas cual orfebre. Ganchillo de flores y ramas con lana que no se  ovilla. Animales inventados como los de aquellos maestros del Románico, aquellos que enseñaron el camino de la maravilla y que inexplicablemente no dejaron sus nombres escritos por doquier. Cuesta hoy comprender cómo el orgullo cedió frente al testimonio de la obra en sí. Enigmática figura la de aquellos maestros perdidos en el tiempo.

Bajo el  escudo de la casa sostenido por ángeles, porque de inspiración divina sería el mecenazgo de esta obra, doy un paso y cruzo la entrada que no podía ser más que  abrazo curvo, tierno y acogedor, rompiendo de nuevo la armonía de la recta  y penetro en un interior cuyas heridas lucen recién restañadas, como saludando su segundo milenio más fuerte y convencido que nunca."

Vale.

lunes, 25 de junio de 2012

Nunca faltan motivos



Esta semana descubrí un disco excepcional, "We´ll Never Turn Back". La verdad que no sé cómo se me escapó en 2007, año de su publicación. Estaba escuchando el último disco de Mavis Staples y probé con este  otro de portada tan bonita. Me atrapó desde el primer momento. Después investigué. Se trata de una recopilación de canciones  de los años cincuenta y sesenta con  un nexo común, el mensaje de denuncia y lucha por loss derechos de la población negra en Estados Unidos   

A los mandos y a la guitarra, una de las figuras con más prestigio en el mundo del rock and roll, Ry Cooder; de esos tipos que parece que todo lo hace bien, tanto cuando produce o coordina proyectos como cuando graba -últimamente en esta categoría podría entrar T Bone Burnette-.

La protagonista es Mavis Staples. Nadie mejor que ella, cantante de gospel antes de pasarse el lado del demonio, para recuperar esos cantos, la mayoría tradicionales,  a los que se aplica pátina moderna pero austera de resultado intenso. Tripulación ilustre: Jim Keltner a la batería, Ladysmith Black Mambazo a los coros.

Además del aspecto meramente musical, la carga emocional, testimonial, el valor histórico es indudable.El espíritu de una época, el anhelo de millones de personas reflejado en piezas de unos minutos, en versos llenos de fuerza. El mismo ímpetu que, de forma bien distinta, transmite "A Change Is Gonna Come" de Sam Cooke. Lamentablemente no son malos tiempos para recordar historias de lucha, los motivos siempre estarán ahí, canciones que nunca perderán vigencia. 


A cuenta del tema, dejo un relato. Algunos conoceréis el episodio Rosa Parks en el autobús. Básicamente se trata de que un día de 1955, Rosa decidió sentarse en los asientos reservados para los blancos y se armó la marimorena, uno de los episodios más simbólicos de aquel duro, lento e ingrato periodo de lucha, lleno de tantas víctimas.
Bien, hace un tiempo le dije a Susana que eligiera una palabra para que yo desarrollara una historia a partir de ella. "Color" me dijo. Entonces decidí contar algo desde el punto de vista de una persona que hubiera estado presente durante el sucedido del autobús. Lo dejé aparcado porque el tiempo es poco y se van colando otros temas. Aprovechado el pretexto del disco, ayer decidí escribirlo.

Es totalmente ficticio, no tiene ninguna base. Un motivo para escribir un relato, no más. Creo que es la primera vez que utilizo la voz de un niño para construir una historia.

"Todo lo demás"

"Al principio miré sin comprender. Me había parecido que Rosa se había sentado en los asientos reservados para ellos, pero pensé que algo se me escapaba, que se había equivocado o que a lo mejor habían cambiado las normas sin que yo me enterara. Cuando después pensaba sobre ello, recuerdo que aquella mañana no la saludé como siempre, me debí quedar con cara de tonto o mis ojos sólo me sirvieron para preguntarle qué hacia, porque ella tampoco me saludó pero sí me respondió de una forma extraña, con una última y pequeña sonrisa que solo yo pude ver.  

Conocía a Rosa de toda la vida y mi madre me decía que siempre andaba buscando problemas,  dando alboroto. Y le tengo que dar la razón, aquello fue el mayor  lío que he visto en mi vida. Empezaron aquellos dos pasajeros gordos a insultarla mientras ella hacía como que no se enteraba, después el conductor paró el autobús y digo yo que si el conductor para el autobús y se levanta del asiento, algo muy grave tiene que estar pasando porque es algo que nunca he vuelto a ver.  Imaginaos cuando subió la policía y se la llevaron.
Estaba deseando contárselo a los amigos y hasta a mis padres. Por otro lado, me daba pena porque Rosa me caía bien. Siempre le estaban riñendo cuando venía a casa aunque de forma diferente a nosotros, como se riñe a la gente mayor. Aún no tengo muy claro qué clase es la peor. Por eso me sentí  bien y mal cuando se lo conté. Me sentí importante con tanta pregunta pero también un poco culpable de que mis padres se quedaran tan tristes. La verdad es que no entiendo cómo meten en la cárcel a la gente que ni roba ni mata ni cosas así. Le pregunto a mis padres pero no me hacen ni caso.
Ya llevaba algún tiempo dándole vueltas a mi color, a lo de ser negro y todo lo demás. Y ese todo lo demás yo sabía  que existía pero no acababa  de entenderlo. Sabía que en el mundo había gente de distintos colores y razas y  mi mente  no veía que eso fuera muy importante porque a esas edades, lo que te rodea es como es, no buscas significados distintos a lo que es como es.
 Cuando creces, los mayores o los chavales que saben, te cuentan que las cosas no son así y ahí empiezan todos los problemas. Te dicen que lo que es de una manera, en realidad es de otra. El lío. Sé que todavía tengo muchos años para vivir y acabaré entendiendo todo aunque hay veces que cuando veo discutir a los mayores de mi familia sobre tantas cosas, me da la impresión de que o no han aprendido bien porque no fueron mucho a la escuela o a lo peor, es que todo es más  complicado de lo que a mí me parece y hay que ser muy listo para ser capaz de entender tantas normas y leyes que digo yo estarán escritas en algún sitio, seguro que en alguno de esos libros gordos de la biblioteca. Pero claro, deber ser difícil aprenderlo todo por mucho que lo leas y muchos años que tengas.
 Dicen que todavía soy un niño pero no soy tonto y no soy tan crío como el verano pasado. De verdad que me da vergüenza recordar algunas cosas que entonces me creía. Nacer negro será mala suerte, sin más. Hay gente que se queda ciega o nace gordo o tiene enfermedades y nunca puede salir de casa y montar en bicicleta. Todos conocemos cosas peores.
Rosa a veces venía por casa y hablaba. Hablaba mucho  de noticias y periódicos y política. Mi madre le decía que se callara, que no  mareara. Ellos, los mayores,  creían que yo no me enteraba pero yo empezaba a darles vueltas a las cosas y hasta intentaba hablar con los amigos de ello, pero no me entendían o a lo mejor era que yo no conseguía explicarme bien.
 En general, yo me lo pasaba bien pero había veces que pensaba que no estaría mal volver a empezar, volver a nacer y tener la suerte de ser blanco, como cuando a veces piensas todo lo que harías si te tocara un premio. Aunque un día leí en una revista que un señor de un sitio que a mí me parecía muy lejos pero que, por lo que decían, no debía estarlo tanto, se había suicidado unos años después de ganar un montón de dinero. Lo de matarse ya es difícil entenderlo, imagínate después de tanta suerte. No estaría mal tener tanto dinero para tener todos los juguetes de los niños del barrio alto aunque cuando pasaba camino de la escuela y los miraba, tampoco me parecían que fueron mucho más felices que mis hermanas y yo.
 En esas andaba yo hasta aquella mañana que vi sentarse a Rosa en el autobús. Sobre todo me hizo ilusión ver la foto en los periódicos al día siguiente, la del autobús. Les contaba a mis amigos que yo iba en la parte de atrás, junto a la ventana que se veía en la portada. Después he pensado que aquel día entendí muchas de aquellas palabras que no paraban de salir de la boca de Rosa y algunas más que encontré por mi cuenta y que también me rondaban la cabeza. Mi madre dice que pienso demasiado, puede que tenga razón.
 Íbamos a la Iglesia, rezábamos, cantábamos. Decíamos que éramos afortunados  pero yo pensaba que en todo aquello había como un sentimiento de culpa. Y yo pedía perdón porque quería ser bueno y me gustaba cantar y escuchar al coro. Ya sé que pedíamos perdón por otras cosas pero a mí me daba la impresión de que al final todo era una especie de pena alegre. Cantábamos fuerte. A veces hasta me entraba la risa por el barullo que se armaba, pero cuando estaba echado en mi habitación pensaba que era una pena cantar encerrados, que me hubiera gustado gritar a voces, que me hubiera gustado que Anne, la vecina blanca de enfrente, viniera a vernos porque seguro que le hubiera gustado y se hubiera animado a cantar y hasta a bailar como hacía a veces las noches de verano, aquellas en que todo era tan divertido y el barrio entero se volvía un poco loco.
Y yo sigo pensando que Rosa no era ni mala ni estaba loca. Otros decían que era como una especie de héroe, como lo de los tebeos pero eso sí que no me acaba de entrar en la cabeza. Muchos la llamaban rara y cosas que no entendía.  Yo tengo mi opinión,  creo que ella al crecer, quería que las cosas fueran lo que parecían, que no cambiaran, que no vinieran con el cuento de que tenía que aprender algo que no entendía pero que siempre había sido así. Que todo fuera más sencillo, más simple. Cambiar la forma de ver el mundo para deshacer todos esos cambios que tanto complican la vida.
De alguna manera sé que ella tenía razón y todos los demás no. Ya sé que parece tonto que esto lo diga un niño pero de alguna manera que no sé explicar, sé que Rosa y yo tenemos razón. Pero no quiero decírselo a nadie porque tampoco quiero que me metan en la cárcel. Yo solo sé que me gustaría jugar en el jardín de Anne esta noche, aunque como siempre, no me dejarán, sin explicarme por qué.
 Cuando crezca, quiero leer todos esos libros que siempre lleva Rosa y que tal vez digan más verdades  que los de la biblioteca. Aunque claro, tampoco puedes tirar a la basura tantos libros como hay allí. No sé, puede que cuando los haya leído, entonces sea capaz de explicar bien lo que quiero decir y ustedes me entiendan".


viernes, 22 de junio de 2012

Aquellos festivales


La foto me habla de otros tiempos.  Antaño por estas fechas,  seguro que habiendo disfrutado ya en Mayo del  Festimad de Móstoles, ya tenía fijada la agenda de festivales para el resto del año. Tiempos de muchos tiros al aire de promotores arriesgados, muchas propuestas distintas en busca de un público y una  consolidación que en muchas ocasiones, aún viviendo en una España rica, se mostró insostenible.

Mi pasión por la música sigue intacta, hasta diría que mejor orientada, en  una suerte de proceso continuo en busca de los sonidos y voces que expresen lo que soy,  ese eterno  encontrarse a si mismo,  pero mi afán por la música en directo y los conciertos se atenuó.

Ya, la edad. No, hay algo más. No os equivoquéis, no se trata de la edad y de soportar las incomodidades inherentes al peregrinar del verdadero “festivalero”. Debido a mis pintorescas aficiones, sabéis que estoy acostumbrado a pasarlas peor que putas y según mi libro de estilo, un festival rockero no se puede vivir más que desde el interior desde esa cámara de gas asfixiante en que se convierte una tienda de campaña a las ocho de la mañana en Alburquerque, Benicassim o Jerez.

Supongo que simplemente soy yo, que cambié. Igual que hace unos años estaba pendiente de los adelantos de nombres de bandas que se iban filtrando mes a mes desde Enero para diseñar mis vacaciones, poco a poco ese espacio fue sustituido por el calendario de pruebas deportivas. Y claro, no había días ni dinero para todo.

A veces pienso que debo funcionar un poco a impulso de décadas. Primero la música, después el deporte más bruto en el sentido de domar distancias o dificultades, cuanto mas intimidantes mejor. Y ahora que he corrido alguna de las pruebas más duras del mundo, noto que también voy perdiendo “punch”, que estoy en otro cruce de caminos, que quiero seguir con el deporte pero de otra forma, que me sobran muchos dorsales.

Es la vida. El equipaje sigue aumentando, la música y el fondo extremo y por ello más puro,  forma parte inseparable de lo que soy pero necesito encontrar algo más.

Pero hablábamos de música. Como para todo lo que me gusta, soy muy devoto y aplicado. Era de las pocas personas que estaba a primera hora en todos los festivales para tratar de asistir a todos los conciertos posibles, descubrir nuevas bandas o disfrutar de otras que trataban de abrirse camino y de las que ya estábamos al tanto. Entonces casi no se te escapaba nada de lo que se movía en el panorama internacional de la música popular. Era duro ir de enteradillo en épocas “pre internet” o “pre spoty”

Presencié cientos de conciertos, algunos de ellos inolvidables, de los que marcan, de los de levitar o de los que te infunden  el deseo de romper con todo, de esos de los que sales tan convencido como feligrés en procesión. Compartirlos junto a amigos y novias los convirtió en  aún más especial. Los primeros que me vienen a la cabeza son Radiohead, Primal Scream,  PJ Harvey, aquel fantástico concierto de Nick Cave entre montañas,  bajo una luna llena maravillosa. Ahora he de reconocer que mi escenario favorito es  un teatro sentado, como los de Sigur Rós o Mark Lanegan. En Julio, Bon Iver.

Claro, todavía  seguiré yendo a conciertos y a algún festival esporádicamente; probablemente Contempopranea en Alburquerque con la tropa de Felipe y Elena, aunque siempre vienen los mismos grupos y apoyaría con entusiasmo la  moción de que  la mitad de ellos fueran ajusticiados en plaza pública pero hay que reconocer que el peculiar ambiente se echa de menos.

Recuerdo el primer festival al que acudí, "Doctor Music" en Pirineos. Garbage, Pulp, Portishead, Bob Dylan, Nick Cave, Iggy Pop, Beastie BoysExcelente material.  Casi soy capaz de sentir mi impaciencia mientras montábamos la tienda y se oía tocar un grupo a lo lejos. Eran Embrace. No llegamos a verlos, pero realmente fue la primera banda que escuché en un festival.

Os dejo su canción más famosa. Bien bonita aunque de corto recorrido, de las que acaban cansando.  De letra simple, simple, tonta, tonta.  En onda Coldplay que seguro os gusta a la mayoría y que otros decidimos aparcar para siempre.  


martes, 19 de junio de 2012

Habitaciones en llamas

Apretada agenda de fin de semana en Madrid. El sábado, teatro. Especial y por partida doble.

En el teatro me gusta sentarme en las primeras filas, muy cerca del escenario. Pierdo menos detalle y a pie de obra –nunca mejor dicho-, percibes claro el brillo de ese extraño arte que, resultándome en principio tan  ajeno, siento tan milagroso y embriagador. Bien,  si el sábado hubiera utilizado medidor de intensidad de luz, quizá me podría haber abrasado.
 Asistimos a dos montajes, el primero en el espacio denominado “La casa de la portera”, siguiendo la recomendación de Joaquín y Marga.  “Iván Off”, una adaptación de  Chejov. La obra se desarrolla en dos habitaciones de lo que efectivamente, en tiempos, fue la casa de la portera de un antiguo edifico céntrico de Madrid.

La extraña ubicación no responde más que al empeño de trabajar y buscar soluciones imaginativas destinadas a hacer frente a época de vacas flacas y el limitado acceso a otros espacios.
os actores y el texto son brillantes, condición indispensable para que la magia y el engaño no se desvanezcan  pero lo que convierte realmente la experiencia en tan especial es la cercanía.  Veintidós espectadores rodeando las dos habitaciones donde se desarrolla la acción, tras sucesivos cambios de ubicación y en las que, en ocasiones, se interpela al propio espectador.    

Precisamente hace pocos meses leí un volumen de cuentos comentados de Chejov.  Al principio no me convencían y no acaba de entender su grandeza. Sin embargo, acabé enamorado para siempre del autor ruso, de la sencillez con la que disecciona la naturaleza humana. Recuerdo alguna noche en que, en la cama, tras leer alguno de los cuentos más sencillos, me decía a mí mismo: “Joder, este perro, ¿cómo puede contar tanto y de forma tan pura, con tan poquito? El teatro no lo conozco, la verdad.

Ene esta obra Chejov retrata las miserias esa clase acomodada en Rusia que, venida a menos, literalmente “se aburre”. El autor es despiadado con todos los personajes, comenzando por  los más frívolos e irresponsables, la mayoría. Pero sorprendentemente también ridiculiza al crítico, orgulloso y pagado de sí mismo, que constantemente denuncia los vicios de una casta con las horas contadas y ni siquiera es más comprensivo con el atormentado protagonista que reconoce la inutilidad y lo pernicioso de su existencia pero que tampoco hace tampoco nada para remediarlo, una especie de estúpido Hamlet ocioso.
Tras dos horas de implicación emocional en la historia, salimos noqueados por la experiencia al insano calor de las calles de Madrid.

He de ser honesto, cuando íbamos de camino de Fuencarral para ver otra obra después de cenar y teniendo en cuenta lo expresado, me decía que iba a ser muy complicado competir con la  sesión previa. La semana anterior me había encontrado en Ciudad Rodrigo con Luis Ferreras, un amiguete del baloncesto que hace años se fue a vivir a Madrid y del que sabía dirigía y escribía teatro. Precisamente me dijo que acababan de estrenar, así que aprovechando visita a la capital, no nos lo podíamos perder. Sabía que era una sala de teatro alternativo y yo, que con la edad me hago más clásico – o tal vez mejor sería decir cascarrabias-, tenía un poco de miedo de que la cosa fuera un poco rara o demasiado moderna para mi actual actitud – la definición de “Performance” de Juanjo Sáez me perseguía: “sale alguien desnudo, hay un perro y nadie entiende nada”-.
En fin, para no extender demasiado. Sinceramente me sorprendió y encantó. La historia se desarrolla a lo largo de varias etapas históricas, teniendo siempre como protagonistas a una pareja de enamorados. Retrato de cómo las circunstancias políticas, económicas o sociales impiden la consecución de su amor. Todas esas pequeñas y trascendentales historias que hay tras los grandes procesos  que se ventilan en los libros de Historia con mayúsculas o en el día a día de los periódicos con unos párrafos. Atrapados en una España marcada por la tragedia  desde hace demasiado tiempo,  hasta en un hipotético futuro, finalmente resuelto para bien. Sirviéndose de las emociones, se vislumbra con claridad el mensaje de denuncia y llamada de atención al mismo tiempo.  

También era una sala pequeña, junto al escenario donde actuaban los dos actores, Raúl y Mónica. Los dos están muy bien. A Mónica,  hermana de Ferreras, la conocía de vista del pueblo y por eso quizá, como soporte de la tensión dramática de la obra, me impactó más. Me pareció que estaba brillante, convincente y que manejaba con solvencia todos los recursos para transmitir la intensidad de los sentimientos de un personaje atrapado y fuera de lugar. Además imagino aún más complicado sostener una obra con solo dos personajes. Gran responsabilidad que a veces se podría intuir paralilzante.
Después estuvimos con ellos tomando unas cervezas y me quedo con lo que nos contaba Mónica del oficio, con esa pasión desbordante de alguien valiente para elegir vocaciones, de alguien que habla de forma torrencial sobre qué es actuar, alimentarse del vínculo con su pareja en el escenario, de alguien que relata problemas y sin embargo cómo compensa  elegir caminos que te enriquecen y llenan por completo.

Ambas obras tienen ese nexo común de lo cercano. A veces tienes la impresión de que podrías tocar, caminar entre los actores, abrazarlos, consolarlos, pedirles que reaccionen, como uno más entre ellos. Sientes arder las vidas al chocar unas con otras en el interior de una pequeña habitación y comprendes lógica esa combustión, en la que hasta puedes llegar a compartir lágrimas con los actores. Ciertamente es increíble y estoy agradecido por mantener esa capacidad para deslumbrarme ante composiciones tan diminutas y gigantes a la vez, las de valor real, las que no se ajustan a escala de medida.
A pesar del persistente mantra motivado por el general telón de fondo actual, la cultura  saldrá adelante porque siempre habrá gente, iba a decir dispuesta, pero quizá la expresión más ajustada sea “que necesita expresar”. Desde chavales necesitamos escuchar historias. Es  una necesidad vital. Cuando somos críos, son mentiras; eso nos lo dicen después. Cuando somos mayores, seguimos preguntándonos por qué si todas son mentira, reconocemos tanto de nosotros mismos entre sus líneas.  La cultura es inherente al ser humano. No cabe apartarla y dejarla atrás, para seguir adelante.


No os cuento más de un aprovechado fin de semana en Madrid porque esto se alarga demasiado. Prado –ya lo he visitado muchas veces aunque es distinto con pintora-,  concierto de románticos del country en la onda de Hank Williams y del rockabilly –fauna peculiar de verdad- o la gran idea de las librerías de Lavapiés, repletas de libros, todos interesantes, que ojeas mientras te tomas un café.

En fin, soy un  enamorado de Ciudad Rodrigo pero aún así, de vez en cuando hay que meter en vena todo eso que llena tanto y que te pierdes al estar fuera de las ciudades monstruo, aquellas donde los raros siempre son menos raros.

Dudaba qué música compartir. Como últimamente estoy oyendo mucho blues añejo, una de las esencias del rock, y el sábado entendí lo que presencié como asistir a la simple esencia de un arte ya milenario como el teatro, se podía trazar una especie de forzado paralelismo. Os dejo una canción de Son House, epítome de aquellos tipos que se arrastraban por el sur a principios del XX. De manual, ya sabéis: Mississippi, religión, mala vida, asesinatos, cárcel. Maestro de la técnica del cuello de botella, incluso se dice que fue él y no el diablo el que le enseñó a tocar la guitarra a Robert Johnson.  Además la musculosa versión  de ese gran apasionado y erudito en estos palos nunca suficientemente valorados, que es Jack White, al mando de “White Stripes”, mientras aporrea Meg. "Death Letter Blues"
P.S. Para los madrileños o aquellos que planeer escapada al foro, hacedle un hueco, no os arrepentiréis: “Iván Off” en C/ Abades, 24  y “Antes de la lluvia” en la Sala Nudo, C/ Palma, 18.

Vale.
 

viernes, 15 de junio de 2012

Susan y Derek


Sin tiempo, os dejo una canción para el fin de semana. Susan Tedeschi y Derek Trucks son pareja y les gustan las cosas a pares, como dos ingredientes de su música: el soul y el rock and roll, del sureño, por favor. En esta canción mecedora, cocinan a fuego lento los alimentos que ya echan humo desde el mercado. Otra vez dos pizcas, la de esa tremenda voz y  la de la portentosa guitarra. Listo para servir. Intensidad de la buena, de la contenida, de la suave. 


jueves, 14 de junio de 2012

Los blues del río



Dolido o furioso, con el mundo o contigo mismo, él siempre cumplirá su parte, reconfortarte en tu soledad. Cual viejo blues ajado cuyo lamento siempre alivia. Tantos años a su vera respetando la fuerza de lo que se percibe para siempre.

Los ríos no entienden de penas humanas, o tal vez lo entiendan todo. Pasamos, llegamos, le contamos todo lo que es tan importante y él sin parar de hablar y sin embargo, sin cambiar ni una palabra. Ambiciones, pasiones, culpas sin medida inundadas bajo sus aguas de tiempo, hoy  no significan nada. Todo marchó, sólo él. A veces buscamos ese día extraordinario que nos salve. Y si nos sentáramos en la orilla y tratáramos de comprender el río de otra forma, si por una vez fuéramos conscientes del tremendo espectáculo que es ver la luz del sol reverberar sobre el agua o simplemente levantar la vista y ver pasar nubes a toda velocidad por el cielo, tal vez viviéramos de otra forma. Tal vez entonces no tendríamos que pensar en que el río rememore lo bueno o el tiempo pasado. Tal vez entonces aceptáramos que realmente nunca perdemos nada. Nunca nos bañamos en el mismo río pero él siempre es uno porque sabe conservar lo imperecedero de cada cual, lo que nunca marchará..

El post no lo motivó la llegada del verano sino una canción,  El personaje de "A Tree By The River" de Iron and Wine habla sobre un pasado feliz, simbolizado por el árbol junto al río.  Imagino que se trata de un guiño al "Rio" más famoso, el de Springsteen donde el protagonista identifica el río con lo mejor de su vida; un hombre atrapado como un títere por la presión social y el entramado económico, piensa en el río como lo único puro y feliz de su pasado. Además, el personaje de Sam Beam hace mención a una edad en concreto, los diecisiete años, los mismos que tiene el narrador de la de Springsteen cuando conoce a su chica, con la que se bañaba cada noche de verano en ese río mágico.

Vale.

 

martes, 12 de junio de 2012

El asno ilustrado, cuaderno de jaramugadas.




Hace tiempo que andaba dando vueltas al tema de crear una página donde citar y relatar nuestras jaramugadas, donde fijar un calendario para que los posibles "quijotes" estuvieran al tanto de la próxima y se pudieran recoger ideas para nuevas disparatadas aventuras o simplemente para entrenamientos especialmente exigentes que merezca la pena sufrir-disfrutar en compañía. Ahora que cada día comulgo menos con dorsales, simplemente una forma de  difusión, un lugar de encuentro.

No acababa yo de cuadrar el nombre y he aquí que hace unos días di con ello. Llevo unas semanas estudiando el papel de Ciudad Rodrigo durante la "Guerra de la Independencia" porque quiero escribir una historieta y encontré referencia a un extraño tratado escrito por un paisano, Manuel Pérez Lozano Ramajo, clérigo mirobrigense que debía ser hombre peculiar y a primera vista, ascendiente de la tradición arrabaliana del otro personaje ilustre del pueblo. Ese título, con todas sus acotaciones, a cada cual más disparatada y absurda, bien casa con la idiosincrasia jaramuga.


Dejo al margen el enlace al blog y ampliaré los autores para que puedan escribir otros miembros del club. No he puesto nada, sólo el título, la definición de David de una Jaramugada y un par de fotos. 

He pensado que Chago podía montar una foto de algunos burritos con el título y que Manu o Felipe podían crear una página o perfil en facebook para difundir esos retos beodos que se nos ocurren de vez en cuando.


"El asno ilustrado"


Avance para el verano que seguro irá enriqueciéndose y del que se irá dando cuenta detallada y concretándose fechas:

JULIO 

¡¡En todus lus frentis!!
(Senderismo y/o ciclismo y/o carrera o trail alrededor de la Peña de Francia)

AGOSTO 

Travesía Mirriobrigense.
(4,5 o 10 kms. de natación en función de qué pantano se elija este año)

Desafío Elola 2.0
(Hoyos del Espino - Refugio Elola en el Circo de Gredos a la carrera)

SEPTIEMBRE

Ciudad Rodrigo - Peña de Francia 

Por supuesto tras todos los retos, comida y/o cena
Todos estáis invitados a hacer los recorridos completos o a la parte que Dios os dé a entender como sensata.

Una canción que vaya bien, de espíritu más  gamberro y rockero. Los crudos Japandroids vienen de Canadá.   En la onda Black Keys, guitarra y batería para las mejores interjecciones, los mejores "Oh, Oh, Oh" del momento.


miércoles, 6 de junio de 2012

Un buen día


Tras varios días de lucha sin adversario, la fiebre cedió. Por primera vez en una semana, se sintió en paz. Al borde de un principio. Buscó la luz que se filtraba a través de la ventana. El milano alto y libre, eco de su infancia, por un instante le colmó de una tristeza inconsolable. Después el vacío, el descanso. Inundado por el tacto y el olor de las sábanas limpias, suaves, frescas. Y recordó aquel día lejano que hoy no lo parecía tanto.

Aquel día que madrugó  para correr río arriba camino del sol naciente, el corazón galopando arrogante sobre el dolor de unas piernas ahora ya muertas,  el día que le costó abandonar el estudio de una “Divina Comedia” insondable, el día en que marchó a trabajar disfrutando de cada pequeña e ingrata tarea junto a sus compañeros, investidos todos de un compromiso que por unas horas pareció tan lógico , el día en que al sonreír a su anciana madre, ella le devolvió una extraña mirada agradecida, el día en que dijo todo lo que quería decir, el día que  supo ser valiente, pronunciar un no y contar todo aquello que les dolió y renovó, el día en que echados en la hierba, sintió como si la voz de ella junto a la del río envolvieran la noche entera, abrigando todos sus temores y esperanzas, el día en que  antes de dormir, ya de madrugada, creyó entender y escribió el párrafo que explicaba el secreto de nuestro eterno diálogo con la inevitable soledad, el día en que pensó que aquel chico triatleta sin brazo era el hombre más poderoso del planeta, el día en que buscó el bastón de mariscal en su mochila, el día en que persiguió la dignidad que sostiene nuestra condición humana. 
Y entonces, expiró.


P. S. No, no son Planetas. Son Warren Ellis y Nick Cave.


martes, 5 de junio de 2012

El día que sobraron los colegios


Un artículo que escribí la semana pasada sobre el incierto futuro del Colegio "El Puente" de Ciudad Rodrigo Ya se publicó en una página local y se utilizó en la protesta. No se trata únicamente de un exponente más de la política actual, hay otros factores. Cerrar la puerta de colegios debería ser un día triste. El verdadero problema para una sociedad, llega cuando a nadie le importa. 


“El día que sobraron los colegios”
No es lo peor que  un colegio se  muera poco a poco, lo peor es la percepción de que a nadie le importe. Ahí están las razones, todos las conocemos. Un poco entre todos, lograremos que llegue  el día en que tras las puertas de unas aulas, solo haya silencio. 
Ahora nos reunimos y hacemos una llamada. Tiempo de reflexión.
No se cierra, me dirás. No, se aparta. Allí están ellos, aquí nosotros. En las sociedades occidentales, a cada paso más compartimentadas y esterilizadas, nosotros lucimos más estilo. La centenaria muralla aún cumple su función, la de separarme de la amenaza, el río como defensa, como frontera que me aparta de todo aquello que no me gusta, que me estorba. Nosotros y ellos.
 Nos afanamos por construir, por hacer tantas cosas que no perdurarán.  Carreteras, estadios,  Torres de Babel de doscientos pisos. Todo, hasta nuestras catedrales, un día retornarán a polvo. Cada pueblo a lo largo de la Historia ha querido  mostrar de qué es capaz pero quizá lo único que perdure, lo único que diferencia al ser verdaderamente humano, sea  su capacidad para contar historias,  lo que nos ocurrió, lo que aprendimos.
Sí, parece que no importa demasiado restar material o profesores, sumar horas y alumnos. Sí, nos dan a entender que en tiempos de tristes elecciones, de susto o muerte,  poco importa que cuando un maestro se gire tras escribir en la pizarra, en lugar de  veinte rostros, vea  cuarenta.  Lentamente vamos asumiendo que solo existen tentativas de educar, que no hay formas, porque eso que  llaman “calidad”, es término quimérico.  Se da por hecho que todos esos recursos están destinados al fracaso, tanto desde el punto de vista humano  como desde el de la formación de herramienta laboral para un sistema colapsado. Faltan alumnos en el “El Puente”, sobran en otros. ¿De verdad importa?
En el colegio me construyeron, soy lo que aprendí.  Es de los pocos cimientos ciertos que  sostienen mi existencia, que básicamente definen mi carácter y forma de encarar la vida. Sin embargo, miro a mi alrededor y duele entender que a la mayoría no le importaría que se cerraran bibliotecas o ardiera Alejandría. Ya no se estila quemar libros, ahora se cambia el nombre a los centros donde se enseña a leer, se crean ciclos, se redistribuye. Una forma más aséptica y neutra  de cerrar puertas al futuro.
Es triste que una sociedad que se adivinó renovada y llena de vida tras el fin de cuarenta años de yugo, en apenas tres décadas, dé por buenos estos planteamientos. Creímos que este país, tras un impasse de varios siglos de enroscarse en sí mismo, por fin se engancharía a los valores de la Ilustración pero, en cierto sentido, es como si todas aquellas expectativas redujeran  aún a menos lo conseguido.
Cerrar colegios es romper  cadenas, las que nos unen  a todo lo valioso del pasado, a unos pensamientos y una tradición clásica que, dejando de lado matices de planes de estudio sin sentido, deberían encarnar los de una verdadera sociedad democrática.
 Cerrar colegios es también crear cadenas,  las que nos convierten en esclavos alienados por fútbol y televisión, las que impedirán una sociedad de ciudadanos verdaderamente interesados, libres, informados  y responsables.
Un colegio que se cerrará y esa culpable sensación de que ninguno de nosotros hizo lo suficiente para tratar de impedirlo.


Una canción de chicos. El fin de semana del 15 vamos a Madrid. He visto que el viernes toca Paul Collins. Me gustaría verlo, disfrutar de impecable rock de corte clásico, enérgico y bien facturado. Otro gran talento al que se le robó el estrellato.

sábado, 2 de junio de 2012

Tertulia, "El perseguidor"




El relato es un homenaje a Charlie Parker, el genial saxofonista. Hace muchos años leí una biografía del músico a cargo de Ross Russell. Para introducir al personaje, cuatro letras. Charlie Parker es uno de los músicos más importantes en la historia del jazz. Junto a Dizzy Gillespie fueron los abanderados de un movimiento que revolucionó el jazz, el Bebop. Básicamente la cosa consistía en dejar atrás los patrones del jazz más lineal y clásico, representado, entre otros, por Louis Armstrong o  las orquestas de Count Basie o Duke Ellington para buscar la libertad, saltarse las normas, improvisación tras un lenguaje más puro. Como es de rigor ante cualquier fenómeno de índole rompedora o revolucionaria, llegó la incomprensión y el desprecio. Después, el encumbramiento. Paso intermedio para las idas de olla de Ornette Coleman y demás alucinados del Free Jazz. A ver, no he consultado nada, oigo jazz de vez en cuando pero estoy a mil millas de ser un experto así que si aparece un verdadero aficionado militante al uso,  como el Chulo, no me molestará y agradecido, tendré por bien merecida la colleja por entrometido. 

Además Charlie Parker cumplió a rajatabla el manual de la autodestrucción, el del genio devorado por su arte del que conocemos tantos ejemplos en jazz y rock. Drogas, alcohol, noche, desorden moral y vital. Empeño en apartar de sí a todos los que sinceramente lo quisieron. Charlie Parker murió a los treinta y cinco años. El parte de la autopsia decía que su cuerpo parecía el de un hombre de sesenta. Supongo que muchos habréis visto "Bird", la película de Clint Eastwood sobre la vida del músico, interpretado por Forrest Whitaker.



Ya estáis en situación. El relato. Bien, el relato es maravilloso. Así, de entrada. Con eso debería bastar. Cualquier cosa que yo cuente, sobra. Tanto desde el punto de vista formal -por ejemplo, me sorprendió y conquistó ese cambio al tiempo futuro para hablar de pasado- como de fondo, me parece una pequeña pieza maestra. Siempre digo que la gente que escribe bien intimida. Esta pequeña obra no asusta, está llena de párrafos que son verdaderas hostias en pleno rostro. 

Bruno, un crítico de jazz francés que ha escrito un libro sobre la vida del músico -aquí se llama Johnny Carter-, nos relata su ajetreada estancia en París. Es amigo y receptor de las absurdas disertaciones y diatribas del saxofonista, por momentos completamente fuera de la realidad, al borde de la locura.

Johnny persigue con su música algo que no entiende pero que sabe que está ahí. Lo que busca está al margen de la realidad, no puede aprehenderse mediante palabras, ni siquiera puede ser pensado. Bruno sabe que es cierto y se siente impotente y falso al intentar describir su música y su figura en palabras que nunca podrán retratar su talla real. Es consciente de su mezquindad frente al genio y eso le hace sentir miserable. Reconoce como egoístas a  que le rodean que solo quieren "sacarle brillo a la estatua que hemos erigido entre todos", "salvar nuestra idea de él".

Atormentado por los recuerdos y por una insatisfacción imposible de calmar, da pie a reflexiones filosóficas sobre tiempo y realidad ¿Y si fuera un visionario? ¿Y si él fuera el único cuerdo y el resto del mundo fuera el loco? Embarcado en una tarea titánica, la de encontrar lo inencontrable, consigue atisbos en  esa gloriosa grabación paradójicamente imperfecta.

"Comprendo que le enfurezca la idea de que vayan a publicar "Amorous", porque cualquiera se da cuenta de las fallas, del soplido perfectamente perceptible que acompaña algunos finales de frase, y sobre todo la salvaje caída final, esa nota sorda y breve que me ha parecido un corazón que se rompe, un cuchillo entrando en un pan ( y él hablaba del pan hace unos días). Pero en cambio a Johnny se le escaparía lo que para nosostros es terriblemente hermoso, la ansiedad que busca salida en esa improvisación llena de huídas en todas direcciones, de interrogación, de manoteo desesperado. Johnny no puede comprender (porque lo que para él es un fracaso a nosotros nos parece un camino, por lo menos la señal de un camino) que "Amorous" va a quedar como uno de los momentos más grandes del jazz. El artista que hay en él va a ponerse frenético de rabia cada vez que oiga ese remedo de su deseo, de todo lo que quiso decir mientras luchaba, tambaleándose, escapándosele la saliva de la boca junto con la música, más que nunca solo frente a lo que persigue, a lo que se le huye mientras más lo persigue. (...) Johnny persigue en vez de ser perseguido, que todo lo que le está ocurriendo en la vida son azares del cazador y no del animal acosado". 

Os dejo unos fragmentos. Mejor que nada que pueda contar:

"Esto lo estoy tocando mañana" se me llena de pronto de un sentido clarísimo, porque Johnny siempre está tocando mañana y el resto viene a la zaga, en este hoy que él salta sin esfuerzo con las primeras notas de su música."

"Porque después del paso de Johnny por el saxo alto no se puede seguir oyendo a los músicos anteriores y creer que son el non plus ultra; hay que conformarse con aplicar esa especie de resignación disfrazada que se llama sentido histórico, y decir que cualquiera de esos músicos ha sido estupendo y lo sigue siendo en su momento. Johnny ha pasado por el jazz como una mano que da vuelta a la hoja, y se acabó".

"Que la música salve por lo menos el resto de la noche, y cumpla a fondo una de sus peores misiones, la de ponernos un buen biombo delante del espejo, borrarnos del mapa durante un par de horas".

"Este jazz desecha todo erotismo fácil, todo wagnerianismo, por decirlo así, para situarse en un plano aparentemente desasido donde la música queda en absoluta libertad , así como la pintura sustraída a lo representativo queda en libertad para no ser más que pintura".

Referencia a los músicos clásicos, a Armstrong: "Es como lo toca Satchmo, tan limpio, tan puro. ¿A ti no te parece que lo que toca Satchmo es como un cumpleaños o una buena acción? Nosotros... Te digo que he querido nadar sin agua. Me pareció... pero hay que ser idiota... me pareció que un día iba a encontrar otra cosa..."

Para terminas, ¿Un intento de Cortázar por describir la música que le apasiona a través de la voz del propio Johnny?

"Sobre todo no acepto a tu Dios -murmura Johnny-. No me vengas con eso, no lo permito. Y si realmente está del otro lado de la puerta, maldito si me importa. No tiene ningún mérito pasar al toro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a patadas, eso sí. Romperla a puñetazos, eyacular contra la puerta, mear un día entero contra la puerta. Aquella vez en Nueva York yo creo que abrí la puerta con mi música, hasta que tuve que parar y entonces el maldito me la cerró en la cara nada más que porque no le he rezado nunca, porque no le voy a rezar nunca, porque no quiero saber nada con ese portero de librea, ese abridor de puertas a cambio de una propina, ese..."

Ya estoy tardando en leer "Rayuela".

Para la próxima terturlia, "El nadador" y "Reunión", dos relatos de Cheever de los que hace tiempo que leo muy buenas referencias. Son muy cortitos. Ni siquiera los han colgado en PDF. Están escritos directamente por ahí. Buscadlos. 1 de Julio.

De música, Charlie y Dizzy, claro.