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lunes, 29 de enero de 2018

El conde con sus amigos


A un locutor de radio lo de Bill Basie le parecía nombre de poco glamour, por lo que justo antes de entrevistarlo le dijo que lo iba presentar como Count Basie, por aquello de jugar en la misma liga de orquestas que el duque, Duke Ellington. Y Count Basie se quedó.

Aquí momentos estelares con alguno de los muchos ilustres amigos que le acompañaron a lo largo de su carrera. Muchos quilates.


viernes, 16 de noviembre de 2012

"Some of These Days" según Sartre


"En seguida, vendrá el estribillo: es lo que más me gusta, sobre todo la manera brusca de arrojarse hacia adelante, como un acantilado contra el mar. Por el momento, suena el jazz; no hay melodía, solo notas, una miríada de breves sacudidas. No conocen reposo; un orden inflexible las genera y destruye, sin dejarles nunca tiempo para recobrarse, para existir por sí. Corren, se apiñan, me dan al pasar un golpe seco y se aniquilan. Me gustaría retenerlas, pero sé que si llegara detener una, solo quedaría entre mis dedos un sonido canallesco y languideciente. Tengo que aceptar su muerte; hasta debo querer esta muerte; conozco pocas impresiones más ásperas o más fuertes.

(...)

Unos segundos más y cantará la negra. Parece inevitable, tan fuerte es la necesidad de esta música; nada puede interrumpirla, nada que venga del tiempo donde está varado el mundo; cesará sola, por orden. Esta hermosa voz me gusta sobre todo, no por su amplitud ni por su tristeza, sino porque es el acontecimiento que tantas notas han preparado desde lejos, muriendo para que ella nazca. Y sin embargo, estoy inquieto; bastaría tan poco para que el disco se detuviera: un resorte roto, un capricho del primo Adolphe. Qué extraño, qué conmovedor que esta duración sea tan frágil. Nada puede interrumpirla y todo puede quebrantarla. 

El último acorde se ha aniquilado. En el breve silencio que sigue siento fuertemente que ya está, que algo ha sucedido.

Silencio

"Some of these days
You´ll miss me honey"

Lo que acaba de suceder es que la Náusea ha desaparecido. Cuando la voz se elevó en el silencio, sentí que mi cuerpo se endurecía; y la Náusea se desvaneció. De golpe; era casi penoso ponerse así de duro; de rutilante. Al mismo tiempo la duración de la música se dilataba, se hinchaba como una bomba. LLenaba la sala con su transparencia metálica, aplastando contra las paredes nuestro tiempo miserable. Estoy en la música. En los espejos ruedan globos de fuego; anillos de humo los circundan, y giran, velando y descubriendo la dura sonrisa de la luz. Mi vaso de cerveza se ha empequeñecido, se aplasta contra la mesa; parece denso, indispensable. Quiero cogerlo y sopesarlo, extiendo la mano... ¡Dios mío! Esto es sobre todo, lo que ha cambiado: mis ademanes. Este movimiento de mi brazo se ha desarrollado como un tema majestuoso, se ha deslizado a lo largo del canto de la negra; me pareció que yo bailaba.

El rostro de Adolphe está ahí, apoyado contra la pared chocolate; parece muy próximo. En el momento en que mi mano se cerraba, vi su cabeza; tenía la evidencia, la necesidad de una conclusión. Oprimo mis dedos contra el vidrio, miro a Adolphe: soy feliz".

(De "La náusea" de Sartre)

La versión es más moderna, de Ella Fitzgerald. Aparte del texto que es brutal, me gusta el vídeo, ese crear magia casi en zapatillas de estar en casa. Es Ella, es ella.

martes, 22 de junio de 2010

El fondo según Murakami


Ya leí el libro del que más se ha hablado en los mentideros deportivos en general, fondistas en particular, "De que hablo cuando hablo de correr" -gracias, Michel-. Ya había leído anteriormente "Tokio Blues" de este autor sin conocer nada de éste ni por supuesto que era uno de tantos japoneses chalados por el fondo. Este último me gustó mucho, me pareció especial, poético y extraño, dotado de un especial magnetismo. Cuando me enteré que iba a publicar libro sobre la figura del corredor, me ilusioné. Seguro que era algo especial que a mí, dada mi condición deportista, me llegaría dentro.
Bien, me equivoqué. El libro en general me ha decepcionado. Cuando un escritor se consagra a nivel internacional como Murakami, es claro que independientemente de la entidad de la próxima publicación, cuentas con miles de lectores potenciales que se harán con tu nueva obra y la empresa saldrá rentable (algo similar a lo que hizo Nick Hornby al publicar un libro con simples críticas de canciones en "31 canciones"). Estoy seguro que si Murakami no fuera Murakami, ninguna editorial le publicaría esto. Él compara entrenar con escribir, actividades exigentes que requieren de concentración y constancia. Pues no me creo que este libro le haya supuesto un gran esfuerzo. No le otorgo gran valor a esa serie de pensamientos inspirados en su práctica deportiva -recopilación, por momentos deslavazada- o semblanzas de alguna carrera. Sí hay algún párrafo o alguna idea que me ha podido inspirar pero en general todo me ha producido una sensación de "déjà vu".

Tal vez una persona que no conozca desde dentro este mundillo, se sorprenda con la visión del protagonista sobre este extraño deporte pero francamente a mí, acostumbrado a escribir y leer sobre el tema, no me convenció. Estoy seguro de que si confeccionáramos un pequeño volumen con unos cuantos textos sobre carreras, entrenamientos o pensamientos de algunos de los blogueros deportistas que escriben bien y con criterio, se haría un libro bastante más interesante sobre la mística de la larga distancia... si es que existe.

Alquien decía que no hay libro tan malo que no tenga cosas buenas. Algunos puntos de vista o visiones que me han gustado, son éstos:

Ese extraño concepto del "Runner´s Blue", la tristeza del corredor, esa desgana que a veces, sin saber de dónde llega, te inunda y simplemente no tienes ganas de entrenar aunque no eres capaz de encontrar el motivo. Sin duda, 2010 es mi año "Runner´s Blue".

Entender el fondo y el deporte como algo que forma parte de tu naturaleza, que realizarás mientras te sea posible físicamente, por muy avanzada que sea tu edad , desafiando la incomprensión de la gente que estima que "no vives como es debido" pero que tú entiendes como uno de los aspectos esenciales para vivir plenamente.

Ese sentimiento de pertenencia a una rara secta con una extraña forma de vida. La futilidad de nuestro esfuerzo, cómo consideramos valiosos logros que a la vista de la "gente normal" no se entienden porque no son evaluables materialmente, ya que la mayoría nunca ganaremos ni un trofeo, ni un euro.

Sí me ha hecho gracia que su primer maratón se tratara de una "jaramugada" en toda regla, de Atenas a Maratón por una carretera atestada de peligrosos conductores griegos durante un abrasador día de verano.

Y otro punto en común: la insana afición por la música. Melómano militante, se reconoce compulsivo comprador de vinilos. Muchos no lo entenderéis pero son pasiones muy, muy cercanas.

Quizá lo que más me ha gustado es ese tono tristón y resignado que sobrevuela todo el libro, esa épica del perdedor que tan bien cuadra para muchos de los que pasáis por aquí. Ese correr para lograr el vacío, esa mirada perdida del corredor. Esa sensación nos es familiar, ese momento en que pasas la frontera y no sabes muy bien donde te encuentras, en que estás cerca de todo y de nada. Difícil de explicar.
Después de escribir estas líneas, estoy por pensar que quizá me gustó más de lo que creía. Puede que esperara más. Las grandes expectativas nunca son buenas.

De música dejo el "Roadrunner" de los Modern Lovers. Hace tiempo que pienso en un post con canciones sobre "correr". Ésta sería una de ellas. Jonathan Richmann es un tipo curioso. Aunque no lo creáis, la mayoría lo conocéis. Es el individuo que va relatando sus canciones a lo largo del metraje de "Algo pasa con Mary". Jonathan es como un chaval; si lo ves en un concierto, cuando le escuchas contar anecdotas, cuando ves como se troncha, lo sientes muy cercano, como alguien que ha decidido hacer lo que le gusta sin preocuparse demasiado por los demás -¿como un corredor?-. Podrías decir finamente que gasta ideología naif, podrías decir que está un poco tonto, pero se le nota feliz. Este disco es de 1976, está producido por nada menos que John Cale, de The Velvet Underground y es un disco muy cachondo, muy espontáneo, muy rockero. Tiene el "deje" y la alegría del verdadero rock and roll.





Aparte os dejo una pieza a la que se hace referencia en el libro al relacionarla con el "Maratón de Nueva York". Es "Autumn in New York" de Vernon Duke. Dos monstruos del jazz clásico, Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, recrean el estándar.