domingo, 18 de septiembre de 2016

Travesía de Irueña: CiegoSabino o ser de lo que eres capaz


 

Hace unos años, cuando cada verano completábamos la travesía de cuatro kilómetros y medio desde el risco de Martiago hasta el pantano, lo que llamábamos el Descenso Mirriobrigense, ya nos planteábamos recorrer algún día los casi diez kilómetros justos que separan el castro de Irueña de la nueva presa. 

Al que firma le parecía que el proyecto tenía más de quimérico que de serio. Pero he aquí que al amigo CiegoSabino, lo mismo que mi idea de “Los 500 de Asís” le pareció una estupenda forma de pasar una calurosa semana de agosto cruzando Portugal, también ayer transformó lo rifado en barra de bar en realidad.


Uno de los elementos a partir del cual se construye el fondista de grandes distancias, puede que el esencial, es el de saber mantener una forma diálogo interior que necesariamente se expresa en soledad, que a pesar de las circunstancias adversas, las previstas e imprevistas, se ha de desarrollar con serenidad, al ritmo acompasado y constante, en momentos agónico, de tu propia respiración.


 En natación en aguas abiertas, ese aspecto se manifiesta de forma especialmente cruda porque no hay nada que alivie la fatiga y el aviso del umbral de la resistencia. Nadando el deportista carece de estímulo externo alguno, atrapado entre la oscuridad que sugiere la gran profundidad y el cielo,  las lejanas referencias que atisba a través de las gafas siempre resultan demasiado lejanas y difusas, sin ni siquiera escuchar los gritos e indicaciones de los que le animan y alientan a su lado.

En el deporte de fondo las referencias son la vida, y estas fueron llegando ayer tras la mitad del recorrido, los cinco kilómetros que otro día parecían mucho, que ayer no eran nada para lo que se pretendía. Tramos de río eternos hasta llegar el siguiente recodo surgiendo entonces un puente, después otro puente, finalmente la presa, pero siempre tan lejanas… todo a cámara demasiado lenta. Nadando, las referencias siempre tardan demasiado en llegar; cuanto más avanzado el reto, más lejos parecen, porque cuando llevas casi cuatro horas nadando, y además se ha levantado aire en contra con un ligero oleaje que molesta, ya casi todo estorba,  duele el cuerpo entero y los amagos de calambres son continuos.

Fijar los retos, sueños o metas, esa capacidad propiamente humana que nos da la vida en cualquier ámbito, no necesariamente deportivo: ser de lo que eres capaz. Después toca ponerse a ello, a la faena. Para nadar los al final once kilómetros, para nadar casi cinco horas, evidentemente se ha de tener un gran corazón, trabajado a lo largo de muchos años además de contar con dos condiciones más, dos alas en forma de ilusión pura y  entrenamiento cotidiano oscuro, imprescindible para aquel que, aun despreciando la competición, anhela medirse con el reto pensado. Además  CiegoSabino tiene algo aún más importante que a muchos con más condiciones le falta: tiene una cabeza muy dura, sin nunca tomarse muy en serio ni a él mismo ni lo que hace. A cuento de qué, pensaría él. Pero para eso ya estamos nosotros, para reconocérselo, todos los que sabemos que Agus tiene un gran corazón, todos los que sabemos que ahora ya no estoy hablando ni de pulsaciones.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Donde el arte queda vencido por su misma materia


"Por si los viajeros desean saber por quien

y por qué se fabricó este puente gigantesco y

este templo cavado en la misma peña del Tajo

lleno de la majestad de los dioses y del Cesar

en donde el arte queda vencido por su misma materia

sepan que Lacer, hombre esclarecido en

el arte divino de la arquitectura, hizo este puente, 

que durará mientras dure el mundo" 
Puede que la pregunta del caminante, la del viajero en el tiempo, siempre sea la misma del interesado por la Historia,tratando de entender el carácter de la relación con su tierra de los que le precedieron, seguro no tan alejada de la suya como piensa. 
Me pregunto si no resulta aún más intimadante que cualquier victoria militar el que un pueblo dominador sea capaz de construir algo tan impresionante y abrumador como el puente de Alcántara. 
"Donde el arte queda vencido por su misma materia", poética forma de describir una obra de ingeniería, bella en su persecución de lo práctico y duradero.
 

sábado, 3 de septiembre de 2016

El hombre que supo reinar



Aunque no solo como hombre sino también como jugador ojalá está lejos el día en que, según Walter Benjamin, pueda decirse "quién fuiste pues ya no serás nunca nadie más que quien fuiste hasta ese instante del que no se vuelve", aprovechando la despedida de Calderón, el primero de los grandes, y los diez años transcurridos desde el Mundial de Japón, mejor escribir ahora que ya se adivinan tiempos en que a nosostros, afortunados, nos tocará relatar a los vengan sobre su leyenda.

Escribir sobre un niño hombre que con poco más de veinte años ya sabía lo cierto de las palabras de Kipling sobre el triunfo y la derrota, esos dos impostores.

Nos enseñó a vencer desde la constancia y la lucha cotidiana y oscura, aunque eso ya lo sabíamos. También desde la rabia y la pasión, que aunque sabíamos podía ser noble, no teníamos tan claro que hubiera de ser siempre así, que únicamente fuera aceptable por ese camino.

Pero sobre todo, en las pocas derrotas, nos enseñó algo que ignorábamos, que en esos momentos el ruido de fondo no significa nada, que toca buscar en tu interior lo que te rescatará para seguir adelante y volver a intentarlo.

Hoy, que muchas figuras del deporte parecen algo abobadas y grotescas -muy comprensible por otra parte, dado el tratamiento que se les otorga-, inquietantes espejos para nuestros niños y niñas, uno de los más grandes, el capitán de un grupo extraordinario, adoptó como seña de identidad la educación, la mesura y la serenidad, ajeno a las manipulaciones de los de siempre, los mediocres que aspiran a marcar grandes destinos, siempre los únicos posibles.

Gracias por mostrarnos una forma de crecer y ser hombres, creando lazos con todos nosotros del mismo material de los que unen a un grupo de amigos salvajemente buenos, impartiendo lecciones en la cancha y en la vida. Lazos que atan, que muestran un saber estar en el mundo.