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lunes, 23 de febrero de 2015

Desafío Run & Roll (VIII): "Maratón de Santis"



Desafío Run & Roll: 10 maratones en 10 semanas.

A 15 días de los 100 de Vallecas, mi propósito era  el de llevar a cabo una especie de ensayo general para la prueba, tratando de, en la medida de lo posible, reproducir las condiciones en las que competiría: misma ropa, calzado y alimentación, ya que además de pasteles y agua, pretendía tirar de geles e isotónico, hata ahora no utilizados en mis maratones de entrenamiento, sin cargar con mochila o bote en la mano como hasta ahora, para lo que quería dejar un par de botes en el reocorrido el día anterior.

Sin embargo, no pudo ser. Tras correr algo más rápido de lo habitual en un entreno el jueves por la noche -porque me estoy acostumbrando al ritmo "tractor"-, el viernes me desperté con un gemelo resentido y ya con dudas de si podría cumplir con mi cita semanal, ya necesariamente pospuesta para  domingo para recuperar un día más. Además, por asuntos familiares, ya solo podría salir el domingo a mediodía, que me gusta mucho menos que la mañana.

Así que el domingo, tras comer a las doce, poco después de las dos, enfilé la carretera de Sancti Spiritus con la idea de darme la vuelta en el Km. 25, pero con el miedo cierto de que tal vez no llegara ni al 2, ya que desde el primer momento, notaba la molestia en el gemelo, algo aliviado por el extracto de guindilla del Capsidol. Antes del llegar al kilómetro 5, ya había decidido que en esas condiciones, me bastaba con el maratón, que no iría más allá.

El entrenamiento fue bastante bien, duro, en solitario, con aire de costado, el primero que hago completamente por asfalto, el que muchos conocerán bien aunque no sean de Ciudad Rodrigo, si han corrido la media; es el recorrido en línea, cuyo perfil reproduzco. El gemelo no me dolía pero sí lo notaba. El jueves corrí con unas viejas zapatillas de asfalto, y culpándolas en parte de mi principio de lesión, me hizo regresar a las de montaña que vengo utilizando durante las últimas semanas y que casi seguro, aunque parezca raro, llevaré en Vallecas.

Desde mi casa a Sancti Spiritus llegas con 18 kilómetros con lo que tienes que hacer 3 más por esa recta interminable, que se hace larga hasta en bici; curiosamente, excepto el final, es el tramo que más largo se me ha hecho durante el entrenamiento. Hay que ser honesto y decir que podría haber seguido hasta el 25, que el gemelo me lo permitía, pero el hecho de haber descartado la posibilidad al principio, obra una suerte de clic mental que incapacita para sufrir más de lo previsto en el plan mental, factor determinante en el gran fondo. 

La vuelta, con perfil más favorable, fue del bien al regular y del regular al mal, como es inevitable en un maratón, pero creo que salvamos lo de empantanarnos en el "muy mal". Sí noté que, al ser el primer maratón que hago todo sobre asfalto, me dolían las piernas algo más de lo habitual porque si alguno no se había dado cuenta, el asfalto está muy duro, es lo que tiene. Aunque es un dolor soportable, si con 30 kilómetros voy así, ¿cómo iré con sesenta o setenta?, lo que me hace meditar seriamente sobre la posibilidad de drogarme durante la carrera y llevar algún ibuprofeno, por si acaso. 

En fin, el fin del maratón con 3:44.

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"

lunes, 9 de febrero de 2015

Desafío Run & Roll: VI maratón, 23 + Cross Pollino + 7


Crónica al vuelo de mi sexto maratón de 2015. El pasado sábado celebrábamos nuestro ya clásico Cross Pollino de 12 kilómetros, los últimos, los del encierro a caballo del próximo domingo de carnaval. Mi propósito era el de llegar a la salida de nuestra jaramugada más asequible, a las cinco de la tarde, con treinta kilómetros en las piernas para rematar la faena acompañado tranquilamente de mis compañeros -hacemos reagrupamiento para acabar todos juntos-, entrando en la ahora peculiar Plaza Mayor, ya con todos los tablaos en construcción.

Bien, me retrasé exactamente treinta minutos en mi hora prevista de salida, con lo que tuve que conformarme con una aperitivo de 23 kilómetros. Hasta entonces, regular. Creo que comí más de la cuenta y camino del pantano soportaba una continua molestia en el estómago. En la crónica del V maratón  me quejaba del frío, pero una semana después, este fue aún mayor, sobre todo por el severo aire helado que en los tramos en que soplaba de cara, era muy molesto. Sobreponiéndome, los kilómetros iban pasando y ya eran 12 cuando llegué a los pies de La Calera tras cruzar el pantano. Desde allí descenso hasta Águeda, donde decidí regresar a Ciudad Rodrigo por el camino del Canal del Águeda sobre un terreno a ratos muy pesado con estrechos tramos embarrados que incluso me hicieron resbalar mas de una vez. A la carretera que lleva a Pastores llegué con 21 kilómetros. Cansado, algo que noto aún más en los dos kilómetros que me llevan, con subida por la Puerta de Santiago incluida, hasta la Plaza Mayor donde llegué con casi dos horas.

Allí decidí comer algo mientras saludaba a los amigos, que este año fueron menos de los habituales -puede que el frío o el fútbol-. Durante los últimos kilómetros ya me había visto tocado, empezando a vislumbrar los fantasmas que te atormentan hasta llegar a los malditos-benditos 42. Sin embargo, mientras encaramos la larga ascensión hasta Pedrotoro, que este año se hizo bastante más dura por un fuerte aire de cara que me dejó las manos congeladas, iba tranquilo charlando con la pareja de "Agus", a la par que los kilómetros caían a la saca  más ligeros, sin estar tan pendiente y darle tantas vueltas mirando el GPS como cuando marchas en solitario. 

En el tramo de tierra de La Cañada, hablando con Bienve y Manu, aceleramos algo más, sintiéndome bien, animado, mucho mejor de lo que pensaba antes de llegar a la plaza, con lo que una vez más se confirma que la predisposición mental y los estímulos, cara a practicar fondo, son mucho más importantes de lo que el profano pudiera pensar; aunque supongo que tantos kilómetros en solitario dándole vueltas a la tortura autoimpuesta, debe ser una buena forma de poner a prueba, de entrenar mi determinación para exigirle cuando de verdad lo requiera: con un dorsal en el pecho, con una meta al fin de la última zancada. 

El percance del día. Mientras subimos por la Avenida Conde Foxá, alguien comentó algo, miré hacia atrás un instante, y el mero y clásico tropiezo con un bordillo, en una secuencia de un par de lentos segundos, pasó de una caída sencillamente evitable a ridícula e inevitable, donde actuó como factor determinante la caraja que lleva uno encima, en un cuerpo agotado, dolorido, aterido y esencialmente torpe. O tal vez fueron los cencerros que algunos cogieron en la Huerta del Agus, que tan valiente como soy, me hicieron pensar que ya amenzaba un cabestro detrás. En fin, el resultado fue la palma de una mano despellejada. 

Iba a escribir cuatro letras a la velocidad de la luz y ya voy por el sexto párrrafo, a toda velocidad, eso sí, bastante más que en mis maratones. La manada de cabestros entró en Plaza y yo, sin parar demasiado, que sabía sería peor, me despedí a la carrera para terminar mis deberes: 7 kilómetros más. A pesar de llevar 35, iba animado. En un principio pensé dar una vuelta al pueblo pero finalmente opté por ir a Ivanrey, que crería se me haría más corto. Hasta allí bien; sin embargo, la vuelta, otra vez contra el gélido aire que consiguió que hasta las puntas de mis pies se quedaran heladas,  me hizo pelear los últimos kilómetros de otro maratón para llegar hasta la puerta de casa faltándome trescientos metros para los 42 y sencillamente obviarlos. Ahora es difícil de explicar no completar esa calle de ida y vuelta, pero cuando vas mal, vas muy mal, y yo, a esa hora, ya de noche, solo pensaba en mi ducha de agua caliente. Además, mi maratón me lo homologo y certifico yo mismo, que para eso me lo he inventado.  3:50 (descontanto parada) Además, para eso...

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"


lunes, 2 de febrero de 2015

DESAFÍO RUN & ROLL: V Maratón, un triste maratón de domingo por la tarde



Obligaciones me impedían cumplir con mi autoimpuesto deber semanal durante las mañanas de sábado o domingo. Primer intento frustrado el sábado por la tarde; cuando ya estaba a punto de salir, comenzó a granizar y decidí posponer para la tarde del domingo.

El domingo tenía pensado salir en torno a las tres, tres y media pero, a pesar de haber comido pronto, comencé a remolonear: siesta, fregar, un te, leer un rato, lo que no era más que signo de las pocas ganas que tenía de meterme un maratón en el cuerpo. Después de barajar salidas de emergencia, como la de volver a aplazar para el lunes, dado que me he pedido una semana de vacaciones para estudiar para los exámenes, finalmente me dije que adelante, que lo intentaría, y si veía que no, me volvería a casa. Salí de casa a las 16:30.

Del recorrido solo tenía claro que iría hasta El Salto por carretera y desde allí volvería por La Cañada. Así lo hice, animándome a medida que pasaban los kilómetros, corriendo a 5 minutos hasta que llegué a El Salto con 11 kilómetros. Allí se enlaza con La Cañada, cuyo primer kilómetro es completo de ascenso. Allí me comenzó a soplar el frío aire de cara en esta dirección, y así continuaría hasta la carretera a Sanjuanejo, donde llegué medio helado.

Hasta allí, pistas con desniveles hasta el sendero que conduce a Pedrotoro y al cruzar la carretera, la Cañada que lleva a la Ermita de la Virgen de La Peña. Antes de bajar el cuestón (Km. 22), comí algo, me puse los guantes y dejé allí el bote de agua en una cuneta, dado que tenía pensado volver a pasar por allí un rato después. Como aún no había anochecido, decidí ir hasta Sanjuanejo por la carretera y volver por el camino del río. Al volver a la ermita, casi estaba en el Km. 30., y aunque estaba cansado y me dolían las piernas, iba animado porque la cosa podía ser bastante peor.

Al llegar al pueblo, me tocó hacer el recorrido urbano de 11 kilómetros que habitualmente hacemos en los entrenos nocturnos de diario. Creí que no era gran cosa. que casi estaba hecho pero se me hizo muy largo; iba muy lento, aunque creo que era más por el desánimo, que por un deterioro obejtivo. Sinceramente pienso que con algún estímulo -una meta, un acompañante- hubiera podido ir más rápido, pero ir por las calles desiertas de Ciudad Rodrigo en soledad un domingo por la noche me pareció algo bastante deprimente. 

Y en esto, como siempre pasa con el maratón, haciéndoseme los últimos kilómetros mucho más cuesta arriba de lo que pensaba acabé el quinto maratón del año con casi el mismo tiempo de la semana pasada: 3:54. Entré en casa hecho una birria, pero menos que otras veces y sorprendemente hoy casi tengo ninguna agujeta ni molestia, menos de veinticuatro horas después, algo que nunca me había ocurrido tras esa distancia. Supongo que será la ansiada adaptación de mi cuerpo al gran fondo.

El sábado volvemos a la carga.

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"

martes, 27 de enero de 2015

Maratón Mackinnon


En principio, mi idea el domingo era la de correr la distancia maratón que hay entre Ciudad Rodrigo y Almeida por el Camino Torres, para revisar el recorrido de la etapa reina de la Despeadura Ilustrada, el Jueves Santo. Allí me encontraría con Susana y después de comer, se trataría de  bajar al Río Coa para conocer dónde tuvo lugar la importante batalla de la Guerra de la Indpendencia con Abril a la espalda, estrenando la mochila para la que se supone ya tiene el peso suficiente. Sin embago, la cosa se torció; Abril pasó mala noche con los dientes, durmió poco y optamos por que descansara algo más. En fin, para otro día.

Cambio de planes. Mi nuevo propósito era sencillo: enfilar el mismo camino, recorrer 21 kilómetros y vuelta, persiguiendo la cuarta distancia maratón del año en mi entrenamiento de gran fondo para los 100 de Vallecas, prueba para lo que, por cierto, todavía no estoy apuntado y repecto a la que siempre vacila mi intención durante los últimos kilómetros de estas palizas.

Poca historia. Empecé a las nueve y media de la mañana con mucho frío, pero el día fue templando, quedándose finalmente bastante agradable con una ligera brisa a ratos de más de fría. Arrastro un gemelo tocado desde hace un par de semanas, así que comencé tranquilo y así seguí, a más de cinco minutos kilómetro,  al principio como estrategia, al final porque no queda otra por lo averuado que marcha uno. 

Me sorprendió que el camino fuera más duro de los esperado, con muchos repechos de subida y bajada. Gallegos de Argañán está situado a 17 kilómetros de Ciudad Rodrigo y  casi exactamente a la misma altura -varía un metro- y el desnivel que se asciende y desciende es de doscientos setenta metros. Bien, llegando a Gallegos, se me ocurrió que podía intentar tirar hacia Espeja. Sabía que allí estaba enterrado Mackinnon, un general británico muerto en el segundo asedio a Ciudad Rodrigo durante la Guerra de la Indenpendencia y alguna vez me había  planteado hacer la variante de acercase al pueblo en el regreso desde Almeida. Le pregunté a un hombre de Gallegos si se podía ir por caminos hasta Espeja y me indicó una pista que me conducía hasta el cruce con la carretera nacional y la autovía, pero dudaba si el tramo final hasta el pueblo de algo más de dos kilómetros, se podía hacer por algún camino. 

Para allá que enfilé, pista parcelaria entre dehesa hasta la carretera: 5 kilómetros. La parte final, después de cruzar la autovía, por lo que yo vi, salvo algún tramo, solo se puede hacer por carretera. No es mucho, pero de ir corriendo entre el monte a la carretera, el percal cambia a bastante peor. LLegué a Espeja con 25 kilómetros, mi primera idea era entrar en el pueblo y buscar la tumba, pero como me ocurrió en Fuenteguinaldo a principo de año con el cuartel de Wellington, me pareció más prudente recular y volver a casa cuanto antes, ya que la vuelta podía hacerse larga. Después he leído que solo hay un monumento conmemorativo, que no se sabe exactamente dónde está enterrado el general.

Regresé al cruce de Gallegos con aproximadamente 27 kilómetros, cargué agua en el bar, y como tenía decidido hace rato, volví por la carretera. Si no recordaba mal de la bicicleta, llegando a Ciudad Rodrigo, tenía el maratón casi justo. A partir de aquí, se me hizo largo, los descensos porque el asfalto está muy duro -es lo que tiene- y me empezaron a doler las piernas más de la cuenta y los ascensos porque iba ya muy justito; como  que el último repecho de las piscinas lo hice andando y comiendo, después de pararme a mear, mera excusa para remolonear y aplazar lo inevitable: todavía quedaba trecho hasta casa. Bajé hacia el Blanco, en un descenso, a cinco minutos y medio, lo que da idea de cómo venía. No aburro, las habituales penalidades. Luis "Maki", me vio cuando llevaba 41 encima y puede dar cuenta de mi garbosa estampa: "el de la pata torcía". LLegando a los pisos de Santa Marina, 42 kilómetros. Fin, se acabó, que le den, andando hasta casa, medio cojo, medio destemplado, pero afortunadamente recuperé pronto, eso sí que lo noto. 

Tiempo total: 3:55, a 5:35 el kilómetro.

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"

lunes, 5 de enero de 2015

Maratón del Cordel, el primero del año


4 de enero, primera distancia maratón del año. Aunque no estaba completamente decidido a atreverme con algo tan largo, el hecho de saberme entrenado, me inclinaba a lanzarme a por ello. Sabía que si llegaba medianamente bien al enlace con la carretera a Fuenteguinaldo, enfilaría hasta el pueblo. Una vez tomada la decisión,  es quemar las naves, una vez allí, no queda otra que volver, sea bien, mal o regular. Al final, todo fue bien; buen entrenamiento y menos secuelas de las habituales. Pronto volveremos a la carga.

Nadie se presentó a la convocatoria. Esta mañana me he enterado que Daniel y Fran se acercaron a la piscina, pero como en el Árbol Gordo no apareció nadie, salí algo antes de las 9.

Comienzo duro, en solitario, a seis grados bajo cero, doliéndome las manos a pesar de llevar guantes, sobre todo en la que sostengo el bote de agua.Instantes en los que lamentas no vivir en zonas de inviernos más templados. Afortunadamente el sol se eleva rápido tras las montañas situadas a mi izquierda y en menos de una hora, cambias de opinión: sientes el privilegio de vivir en Castilla y saber qué es un invierno de verdad, disfrutar de uno de esos días en que nuestra tierra pasa de despiada con todo lo que crece o habita sobre ella, a acogedora madre que abriga con el aliento justo para un temprano día de enero, ideal para correr por el campo largas distancias.

El desnivel que se salva desde el inicio hasta Fuenteguinaldo es de 200 metros, concentrándose casi todas las dificultades en forma de repechos, algunos de ellos pronunciados, en los primeros 11 kilómetros, cuando se llega a la altura de El Bodón. A partir de ahí, 4 kilómetros más de cañada, ya menos complicada,  hasta que se llega a la carretera que conduce a Fuenteguinaldo. El tramo de asfalto coincide con el camino que llevo desde el inicio, que es el de la Cañada Real de Extremadura, el que continúa hasta el Puerto de Perales, utilizada en tiempos para llevar el ganado. Quería saber si necesariamente para recorrer estos 6 kilómetros, había que circular por la carretera o era practicable ir por el margen. Bien, se puede hacer sin problemas todo por tierra. Excepto los primeros trescientos metros donde hay que ir con algo de tiento por ser zona de afloraciones de hierba que ocultan huecos, el resto se recorre bien, hasta deprisa, si estás fuerte. LLegué a Fuenteguinaldo con casi las dos horas justas.

 
 A partir de aquí, regreso, a partir de aquí el recorrido de la que será última etapa de la primera Jaramugada por etapas, LA DESPEADURA ILUSTRADA, a recorrer el Sábado Santo por la mañana, cuya convocatoria en forma, pronto se anunciará.



Yo no la he buscado, pero ese día saldremos de de la casa en el que tuvo su cuartel Wellington durante la Guerra de la Independencia. El regreso bastante bien, con el piloto automático, tratando de cumplir con el habitual expediente. Un paraje a destacar, más en este sentido: el acercamiento al teso que se eleva sobre las ligeras estribaciones donde tuvo lugar "El combate de El Bodón" en septiembre de 2011, en el que se enfrentaron tropas inglesas, alemanas, portuguesas y francesas, donde existe un monolito conmemorativo y panel explicativo. Como contaba, el teso es un gran claro, un díafano prado entre las encinas de la dehesa que pueblan todo el recorrido y que albergan cerdos y reses, también bravas, un enclave que resulta especialmente hermoso en una mañana de invierno tan clara.

El final se me hizo algo largo -si no, no sería maratón-, pero dentro de lo asumible, dada mi experiencia. Zonas que a la ida eran de terreno duro o crujiente, ahora estaban encharcadas o embarradas, con lo que en algún despiste, me llevé algún susto, antes de abandonar por fin la sombra de encinas, para encarar los muros de la piscina que me seguían pareciendo encontrarse muy lejos. Sin embargo, llego bien, fuerte y con las piernas no demasido doloridas en 3 horas, 54 minutos. Buen entrenamiento para la próxima ocurrencia.

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Maratón "Bierzo al límite": por perro y por viejo.




Antes de comenzar con mi carrera, unos apuntes sobre la organización, mejor sobre lo malo de la organización, a las que solo hago mención si me parecen extraordinarias como el Northwest Triman o si me parecen malas. Hay muchos aspectos que están bien, que pasan con el aprobado, pero eso se le supone, porque además aquí la inscripción me parecía algo cara: 25 euros. 

Malos detalles que dicen mucho como el anuncio de una estupenda zona de acampada sin que se menciones el importante dato de que te será imposible dormir, ya que  se encuentra a 100 metros del emplazamiento de la verbena –son las fiestas de Noceda- y posterior carpa de músical infernal para los ultrafondistas de la fiesta. Malos detalles como el retraso, sin comunicación ni razón alguna a los participantes, de más de cuarenta minutos en el inicio de la prueba, en un jornada en la que se preveía mucho calor. Malos detalles como que un avituallamiento de los anunciados no existiera.  Se especificaban cinco puntos –uno de ellos, el de meta- pero la realidad es que del km. 16 al 35, corrimos en autosuficiencia. La justificación no me sirve; la fuerza mayor de un pinchazo del vehículo previsto, unido a la falta de cobertura para avisar a la organización, para mí, no es tal. El incidente no me parece tan extraño, se ha tener a la gente en su puesto con tiempo de antelación suficiente para hacer frente a imprevistos. Es algo que nunca me había ocurrido y creo que no se obró con la diligencia exigible.

Ya en materia, sigo con un tema para el que tenía pensado un artículo más meditado, pero que soluciono con un párrafo. Ya me ha pasado en otra ocasión este año y aquí en el Bierzo, regresa la percepción de cierta imprudencia por parte de los organizadores a la hora de acometer este tipo de pruebas. Si decides meterte en estos líos, no basta con la ardua labor de un buen marcaje. Algo que parece que se tiende a olvidar es que los atletas, tus atletas están en zonas de complicado acceso, y deberías tener el conocimiento más ajustado y actual posible de la ubicación y estado cada uno de ellos, especialmente en  condiciones extremas, como pueden ser las de calor o mal tiempo.

A veces tengo la  inquietante sensación de que de pasarnos algo grave, pueden pasar muchas horas, no hasta que alguien te venga a ayudar, sino hasta que alguien de la organización se entere de qué ha ocurrido. Pienso sinceramente que los controles de paso no deberían demorarse durante distancias tan largas, no solo buscando la limpieza en la competición, sino sobre todo en previsión de accidentes y desfallecimientos. 

Dicho lo cual, remato con mi clásica y apresurada crónica de carrera.

Me he pasado dos tercios de la carrera pensando que no iba nada bien, recordando la retirada en la Verracada de unos días antes y llegando a la conclusión de que me tenía que hacer unos análisis, no porque me sintiera especialmente mal sino porque estaba cansado, porque tenía la difusa impresión de que todo el mundo estaba más fuerte que yo. Solo hubo dos momentos en los que no fue así: al principio y al final.

El maratón es duro: dos mil metros de desnivel positivo. El inicio es una continua ascensión de más de mil metros, que partiendo de Noceda, en su primera mitad discurre por un sendero que atraviesa un bosque hasta que se llega a una bonita zona de cascadas especialmente exigente, donde nos ayudamos de las cuerdas dispuestas en el margen del camino. Una vez fuera del bosque, enlazamos varios cortafuegos de extrema dureza, por distancia, desnivel y lo inestable del terreno. A mí no se me dan mal estas paredes; sufro, pero los hay que lo pasan peor y lo sé sobrellevar, lo que no quita que no le encuentre gracia alguna a estos tramos. Pocas vías más feas que los bastos cortafuegos.
Somos pocos y arriba llego bastante adelante, casi sin pretenderlo. Tengo claros mis ritmos y estos no van a variar en función de los demás. Algo que queda muy claro cuando después de coronar el punto más alto, comenzamos a descender.  Mi ritmo es conservador y los corredores me empiezan a adelantar y dejar atrás. Somos pocos –no llegamos a 30 - y temo quedarme el último. Voy con camiseta chusca de algodón y no llevo nada, ni botes, ni mochila –supongo que parezco un novato que pasaba por allí- y un participante me “reprocha” que no lleve gorra, ni líquido, le faltó decir que si estoy bobo. Dudo mucho muchísimo que ese fulano tuviera tantas carreras en el zurrón como para ir dando consejos en ese tono al personal –en fin, pequeño placer culpable, disfruté dejando atrás su cadáver kilómetros y horas después- Puedo ir más deprisa pero no quiero. Queda demasiado –no estamos ni siquiera en el km. 10- y va a hacer calor. Aunque temo derrochar fuerzas que después necesitaré, también tengo dudas sobre mi estado. ¿No será que estoy demasiado flojo? 

Tras un suave cresteo por los caminos fáciles que ofrecen el atractivo de las cumbres de un Bierzo infinito, se desciende hasta casi el km. 20. A partir de ahí, una larga subida de muchos kilómetros, algunos de ellos muy duros, por pistas. Es durante esta ascensión cuando comienzo a pasar corredores, lo que me anima a ir un poco más rápido, un poco más rápido, siempre caminando muy ligero. Los últimos que adelanto, cuando llevamos varias horas bajo un sol de justicia, van muy tocados, lo que motivó algo de mis reflexiones iniciales. 


El descenso se hace también por pistas, terminando fuerte y rápido, como en teoría se debería terminar un maratón, animado por el puesto y aún adelantando algún corredor en las calles de Noceda. Corrí todo lo corrible, acabé quinto para entrar con un tiempo de 5 horas y 45 minutos, lo que da idea de la dureza de la prueba. En meta me esperan Fernando Alvárez y familia, hijo del pueblo, que aunque vive en Ciudad Rodrigo, pasa allí muchas de sus vacaciones. Me colman de atenciones y ofertas para ir a comer, pero como tantas veces ocurre tras un maratón, tengo más ganas de vomitar, que de ingerir alimentos.

Respecto a la carrera, creo que, si se vuelve a hacer, deberían plantearse un recorrido puede que algo más corto, pero con algún tramo de caminos más técnicos y con más encanto, porque todos sabemos que la zona es preciosa y seguro ofrece muchas posibilidades.  Al Bierzo, sea esta u otra carrera, seguro volveré.

“¡¡YO SOY ESPARTACO!!”

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Marathon Man


(Susa)

Dios mediante, en diez días habré alcanzado cincuenta maratones y le dedicaré un artículo a la DISTANCIA.

Hoy la canción del último disco de The New Raemon.

"...de camino al matadero..."


sábado, 10 de marzo de 2012

Maratón del Sáhara, la carrera




Me gustaría haber llegado de otra forma, me gustaría haber llegado en forma. El que se pretendía entrenamiento apresurado de tres semanas se convirtió en uno express de tres días. Y no es una frase hecha, no. Uno de ellos, el de veinte kilómetros, retiró de la circulación mi gemelo. Así que me presenté en la salida de El Aaiún tras diez días parado para no empeorar las cosas. Bien es verdad que salía confiado porque dos días antes del maratón corrí con Rafa, ya en Smara, cuarenta minutos y no sentí molestias. Sé que soy afortunado, que tirando de genética y supongo que de la memoria que mi cuerpo ha ido acumulando a lo largo de los años, puedo completar la distancia con dignidad sin apenas entrenamiento. Saldría tranquilo, cruzaría los dedos para que el dolor no apareciera y encararía la segura crisis tirando de experiencia y temple. Ése ere el plan. Y el plan, en grandes líneas, se cumplió.

Vamos desde Smara hasta El Aaiún a las seis y media de la mañana pero la carrera no comienza hasta las nueve y media. Demasiado tarde, no libramos las horas fuertes de calor. El maratón es una fiesta. Partimos con mucha ilusión entre las banderas y los gritos de ánimos de la población del campo.

Por mi  parte, desde el comienzo me marco el ritmo que, a mí entender, es fácil y no demasiado agresivo; en torno a cinco minutos el kilómetro y hacia adelante.  Veo que me quedo solo, algo que tampoco quiero. Espero que se estabilicen los ritmos de los corredores, algunos quizá demasiado animados por la excitación del momento.  Yo ya soy perro viejo y sé lo que quiero y necesito. Espero mi momento.  Hay varias carreras, de cinco, diez y veintiún kilómetros. El maratón sólo lo corremos alrededor de noventa atletas.

Voy a lo mío. A los dos kilómetros ya veo que el grupo que me precede, de alrededor de siete unidades, aunque me aventaja en alrededor de doscientos metros, lleva un ritmo muy similar al mío por lo que decido acelerar hasta engancharme al vagón. Ya sabéis que no me gustan las carreras masificadas cada vez más de moda.  Sin embargo, gusto de correr acompañado  y sobre todo a estos ritmos, marchar charlando y conociendo a la gente.

Bien, estoy justo donde quería.  Metido en un grupillo a un ritmo medio, sin noticias del gemelo y con ya algo menos de cuarenta kilómetros de desierto por delante.  Un pensamiento maza golpea mi cabeza. “El Sáhara. Puede que una vez en la vida. Aprovéchalo. Devóralo. Unta el plato”.  Quiero ser una especie de radar de setenta kilos que no pierda detalle, al que no se le escape nada.  Al fondo el horizonte, la línea ente el cielo y el suelo.  No más.

 La primera media es la parte más fácil de la carrera, fundamentalmente son pistas con piedra y algo de arena. Marchas fresco y con ganas. Además sopla una ligera brisa en contra que  refresca.  Sin embargo es inevitable que a medida que avanzamos, el peso de los kilómetros comience a pesar y se opere la selección natural del  grupo.

Desde que me integré en el grupo comencé a charlar con Agustín, un vasco que competía por tercera vez y está implicado en su tierra en tareas solidarias con los saharauis.  Su idea es bajar de las cuatro horas.  Voy animado y firmo el propósito sin leer letra pequeña.

Pasamos por Auserd, mitad de la carrera y comienzo de la Media Maratón. No nos compliquemos buscando palabras: emocionante.  Montones de saharauis distribuidos a lo largo del largo paso por el asentamiento, nos saludan, nos animan entre signos de la victoria, gritos y banderas.  Pasamos la media en 1:54.

Los avituallamientos de agua, algo de isotónico, naranjas y dátiles están colocados cada tres kilómetros. He bebido y me he alimentado con cabeza – a propósito, los dátiles son una buena opción para  los ultras-. Lo que no me perdonaría es pecar de pardillo y fracasar por no atender casi a lo más importante en una prueba de estas características.

A la salida comienza la parte más complicada del recorrido.  El verdadero calor nos recibe para hacer varios kilómetros de repechos y arena. No son muy pronunciados lo que  es casi peor porque tratas de mantener el rimo del plano.  Agustín está fuerte y tensa la cuerda. Aunque comienzo a notarme ya algo cansado, aguanto bien el ritmo y me engancho sin problemas aunque sé que estoy gastando fuerzas que probablemente después echaré en falta. Pero bueno, ¿qué sería esto sin el factor riesgo, apuesta, pique?  
El recorrido está marcado con hitos de piedra. Excepto en caso de fuertes vientos, no hay pérdida. Sin embargo, aquí, entre ascensos y descensos, a veces dudamos cuál es el siguiente cerro a conquistar.  Ya sólo quedamos Roberto, de León, Agustín y yo. En el comienzo de un descenso, Roberto tropieza con unas piedras y se da un buen costalazo despellejándose una  mano. Ni los reflejos ni las fuerzas son las mismos de hace unas horas.

                Aunque hace rato que lo estaba viendo venir, justo cuando completamos toda la zona de desniveles y encaramos otro plano infinito que conduce ya hasta Smara, en torno al km. 34 y llegando a un avituallamiento, paro a comer y recuperarme, dejando marchar a mis compañeros cuyo ritmo es excesivo para mí. De hecho me doy cuenta de que he transitado por la zona roja demasiado tiempo. No puedo más, estoy totalmente vacío, ya no puedo correr y sigo caminando, también con problemas. Si hubiera una sombra me sentaría un rato. La chicharrera que está cayendo es importante. “ Vale, Abelín, no es la primera ni va a ser  la última. Sabes lo que tienes que hacer. Comer y asimilar, esperar que regresen las fuerzas”.  Me tomo un gel, al rato viene a nuestro encuentro Diego en un patrol al que le acepto otro gel y agua. Sabes cómo funciona el tema pero siempre tienes dudas.  Miro hacia atrás, miro hacia delante y recuerdo las palabras de Carlos cuando me contaba que en algún momento si te dieran una vuelta, no sabrías hacia dónde ir porque todo es exactamente igual. Sigo caminando y me digo que como no sea capaz de volver a ponerme en marcha y tenga que seguir andando hasta meta, se me va a hacer eterna la agonía.  Tras la carrera, me reía cuando me acordaba de este rato. No creo que llegara a un kilómetro la parte que hice andando  pero al fin y al cabo, estuvo bien este momento “Orens” (así llamaban los árabes a Lawrence).  Ya que vas al desierto, lo suyo era penar como un perro  por allí, como tantas veces habías visto en las películas.

Poco a poco, me empiezo a encontrar un poquito mejor pero ni por asomo me apetece correr. Decido esperar a algún corredor para tratar de engancharme.  Finalmente cuando por fin llegamos a una referencia, cuando cruzamos la carretera de Smara, llega un chaval vasco y me engancho. La cafeína del gel hace milagros. No me conformo con ir con él, en un alarde absurdo, lo adelanto y me marcho. No duro ni un kilómetro, la carrera me pone en mi sitio. Me vuelve a pasar y me olvido de él. Ya nos lo habían avisado muchas veces. La vuelta a Smara es muy larga, casi cinco kilómetros que completo trotando a un ritmo patético a alrededor de treinta grados y con los brazos ardiendo; agradeciendo a los escasos chavales de las afueras sus ánimos, a los que todavía tengo fuerzas para regalar el buff de Tor des Géants –bien soso, por cierto-.  No quiero volver a caminar y finalmente consigo entrar en meta. Unos argentinos están preparando un documental. Me entrevistan, me preguntan sobre la carrera. Joder, no pienso con claridad, parezco medio lelo, les digo que esperen a que me recupere. Después me preguntan algo más sobre la situación política y ahí sí me explayo con algo de coherencia.

Cuatro horas y doce minutos. Puesto 24 de los ochenta que finalizaron. Creo que a lo largo de la prueba sólo me adelantó un chaval. Imagino que de ir en forma, se puede correr en alrededor de 3:30. Con lo que iba, más que contento. Por cierto, el gemelo me lo "rompí" seis días después en la Media de SalamancaA alguno le extrañará en mí tanto detalle en una carrera pero sé que a muchos le gusta y la ocasión lo merece. El lunes sigo con un post largo sobre la vida en Smara.

Os dejo unas fotos de la carrera.

Música. Monster Magnet. Título apropiado, “Heads Explode”. Aunque la canción es un pepinazo no muy relacionada con el movimiento, son exponentes del “Stoner Rock” que tanto me prestaba a mí en tiempos. Ya he hablado en alguna ocasión del tema. Desierto, drogas, generadores eléctricos portátiles, riffs poderosos, trance. Palabra del profeta de Satán, el inteligente Dave Wyndorff.

Vale.


Un gran vídeo de medio horita sobre la carrera y sus razones

¡¡YO SOY ESPARTACO!!






Con Rafa, Miguel, Jesús y Mohamed.


A las siete de la mañana en el autobús urbano hace frío.


Me costó decidirme. Usé guetres.



Con "Tovarich" Miguel y Rafa, el guaje. Puxa Asturies.


Carlos, otro gran tipo de Madrid.


La sonrisa del deber cumplido. 

viernes, 13 de enero de 2012

Me voy al Sahara


 
27 de Febrero, lunes. Maratón del Sáhara, ocho días después del Maratón de Sevilla. Hace años que le tenía ganas y parece que este año, Dios mediante, se me logrará. 

La prueba se desarrolla entre los campos de El Aaiun y Smara. No creo que sea especialmente dura. Terreno pedregoso con repechos entre los kilómetros 20 y 30 donde hay zonas de arena. Temperaturas que oscilan entre los 10 y 25 grados.


Evidentemente la carrera me atrae. La idea de correr en el Sáhara, en el desierto, con sólo el horizonte por final, es un sueño pero la verdadera ilusión de este viaje, potenciada por el relato de recuerdos de compañeros que han participado, es la de convivir una semana en la campos de refugiados saharauis. 


Nos vamos a alojar con familias y  comer su comida. Ya nos avisan de que nos olvidemos de pedir comodidades y ducha diaria. Quiero conocer de primera mano la problemática de un pueblo marginado por la historia y obligado a languidecer a pesar de tener el inútil peso de la legalidad internacional de su lado. Manda el "statu quo". Durante esa semana se celebra la fiesta nacional, nos informarán sobre el estado de las cosas y nosotros intentaremos ayudar esos escasos días en lo poco que podamos además de dar testimonio de su lucha para que no caiga en el olvido. Sinceramente espero que sea una experiencia enriquecedora a todos los niveles.

Aparte del equipaje de mano puedo llevar una bolsa de quince kilos donde portar material escolar, gafas, linternas, material deportivo juguetes o medicamentos de primera necesidad. Los que estéis cerca y queráis colaborar, ya sabéis.

Desde dagalín me fascinó el desierto. Entonces me conformaba con las películas y los tebeos. Ya de mayor, tuve redaños para vencer "Los siete pilares de la sabiduría" de Lawrence de Arabia y por supuesto la película de David Lean la tengo en un altar (La llegada al pozo de Omar Shariff es de mis favoritas de la historia del cine,"El pozo lo es todo"). Una semana en el desierto. Una semana en la que voy a cumplir uno de mis sueños: ver amanecer y ponerse el sol en el Sáhara. 

"Walking Far From Home". Al pelo. Sam Beam es Iron & Wine. Él es poeta, él quería hacer películas pero tuvo que conformarse con ser músico. A Sam le es ajena la idea de colocar estribillos y coros en cada canción. Hay piezas que no lo demandan, como en esta tupida red asfixiante que crea en su último disco y que a mí me atrapó desde la primera escucha.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Maratón de San Sebastián, gracias Angus

A la expedición mirobrigense no se le auguraba nada bueno en Donostia. Dadas las circunstancias, el balance no puede ser más que positivo. Para mi sorpresa, CiegoSabino completó el maratón en 3:33 sin que su gemelo se resintiera, yo hice 3:24 (Creo que puesto 1080 de algo más de 2.200 atletas que completaron la prueba) con unas sensaciones malísimas pero con mi gemelo aparentemente entero cara a las tres semanas que me restan para los cien kilómetros de Barcelona y sobre todo Sole quedó encantada de su primera experiencia atlética, completando la carrera de 10 kms. en 54 minutos.


Poco que contar. Los habituales ya sabéis que desde Oporto (Mejor marca personal – 2:58), no había entrenado nada por una lesión de gemelo que sufrí unos días después. Prácticamente tres semanas sentado. De 100 a 0 en veinte días. Tengo un recuerdo de Oporto de una carrera rápida, sin problemas, sin agobios, fácil. La de ayer fue una carrera complicada, trabada, larga, llena de dolores y de sacar fuerzas de donde no  había.



Me he movido en los ritmos que pretendía –algo menos de cinco minutos el kilómetro-, durante prácticamente toda la carrera pero sobre todo la segunda media la he gestionado a base de coraje porque no tenía más que ofrecer.

El gemelo me empezó a molestar en el km. 7. Pensé que el dolor iba a seguir incrementándose hasta que no pudiera correr, tal y como sucedió en la Casa de Campo. Sabía que si me volvía a romper, no podría correr en Barcelona así que durante varios kilómetros medité si merecía la pena continuar y arriesgar o trabajar a más largo plazo. En el Km. 11, cuando pasaba delante de la Concha,  llegué a ponerme a caminar pensando en darme un baño en la playa y después marchar caminando a meta. Un espectador me animó a que siguiera. Le hice caso. Un poco más y decidiría.

Llegando al km. 17 tenian instalados unos bafles con música a todo trapo. Muchos de los que pasáis por aquí sois corredores y conocéis las sensaciones. En el fondo de verdad, el cercano al maratón, cuando vas bien "tostado", se dan sensaciones comunes. A veces parece que la sangre no te riega bien el cerebro –un día escribo un post sobre algunas curiosidades que me han sucedido durante mi carrera globeril- y te encuentras especialmente sensible a estímulos, bien puede ser un recuerdo, un pensamiento motivante o una simple canción.

Como contaba, al acercarme al punto de vuelta en la parte más alejada de meta, escuché el amenazador inicio de “You shook all night long” de ACDC. Literalmente se me eriza el vello, un escalofrío me azota la espalda, sonrío y  me digo que este maratón se va al bote como me llamo Atalanta. Ése fue el momento clave, ése en el que se unieron dos de mis grandes pasiones, el deporte y la música.

A partir de ahí, a partir de de la media que pasé en 1:40, todo fue  penar. Eran tantos los dolores que llevaba en las piernas, consecuencia de la falta de entrenamiento, que apenas notaba el del gemelo. No me sentía corredor, no tenía fuerza para mover las piernas. Ya me lo notaba en casa y las fotos me lo han confirmado, que efectivamente he perdido masa muscular estas semanas. Me dije a mí mismo que Oporto fue muy fácil, que éstos son los momentos en que un verdadero ultrafondista descubre su temple, si tiene o no carácter para aguantar el chaparrón y seguir adelante.  Lo que me sorprende es que a pesar de ir hecho una piltrafa es difícil que borre la sonrisa de mi cara. ¿Me estaré convirtiendo en un "jonkie" de las endorfinas? En mucho peores me las he visto y me las veré en el futuro así que un maratón llano de asfalto simplemente es otra lección, más cursos, másters en pos de la graduación cum laude. Así que así, piano, piano y tirando de la tercera “c” llegué a mete en 3:24.41. Buen entreno para los cien de Barcelona. Ahora a recuperar porque tengo unas agujetas TE RRI BLES, todas las que no tuve tras Oporto. 

Una lástima no poder aprovehar un maratón perfecto para hacer una gran marca. Perfil plano como un balsa y temperatura ideal. Salimos a seis grados y poco más se incrementó la temperatura durante la carrera.



Lo mejor del fin de semana no ha sido la carrera, ha sido compartir San Sebastián. En el mundo hay mucho "joputa", hay buena gente y hay muy buena gente. De éstos últimos he conocido unos cuantos en este extraño mundo entre bloguero y atlético.  Asís y Silvia son de lo mejorcito Nos acogieron y ejercieron de guía por su ciudad y sobre todo nos permitieron disfrutar de su compañía. Una abrazo muy fuerte. Ya sabéis que quedáis emplazados para una visita a Ciudad Rodrigo.


Algunas fotos del fin de semana. Unos minutos antes parecia que aquello no estaba para mucho baño.


Pero una preciosa de luz de tempraña mañana inundó la Concha y nos decidimos a acompañar a los habituales. No hay que ser muy valiente, el agua no estaba especialmente fría.



Ambientazo el sábado por la mañana en La Concha llena de niños jugando al fútbol. 


A los mirobrigenses, esto les resultará familiar.

 


Ruta de pinchos guiados por Asís y Silvia. Nosotros os llevaremos a algo más básico, los pollos de Ivanrey.

 


Surfistas en la Playa de Gros. Mundo atractivo aunque peligroso.

 


Foto tramposa. No era una para cada uno -estamos flojos-. Ya se nos habían unido alguno más, Montse y David que también corrieron al día siguiente.

 


El domingo por la mañana, antes de la carrera, justo después de hacerle al CiegoSabino un control de alcoholemia mientras el policía nos preguntaba si habíamos consumido EPO -lástima de foto-, nos encontramos con otros dos tipos de los más grandes y queridos en el mundillo del ultrafondo, Josu y Albertxo. Siempre digo que Euskadi es mi el mejor sitio para correr. Es gracias a gente como ellos.

 


Antes de la carrera con Piera Andrea, británica nacida y residente en Barcelona, a la que reclutamos en el albergue y que ya se quedó a comer con nosotros tras el maratón.


Con el incombustible Riki, acercándose al final de su increíble aventura. Creo que hoy le toca el maratón 424 consecutivo.


La foto que mejor resume el fin de semana. Gracias, amigos.


¡¡YO SOY ESPARTACO!!

 


Claro, os voy a dejar "You shook me all night long" pero también "Jailbreak", una canción que últimamente escucho mucho en el coche. Y es que el vídeo es muy bueno, con Bon Scott aún al micro y un "proto Angus" con un uniforme más arrastraíllo. Eso sí, en "play back".