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martes, 13 de noviembre de 2012

Todo fue contado


Borges contaba que solo hay, que solo hubo cuatro historias: 

El asedio de una ciudad poderosa de hombres valientes, Troya, por un ejército armado. La ciudad sabe que su defensa será inútil, que su destino es ser destruida. Aquiles sabe que morirá en la conquista. Los hombres como títeres en manos de los Dioses, incapaces de controlar su destino ¿Pueden ser nuestros triunfos más que ridículos?

El viaje de regreso de Ulises. Perderse y las dificultades para encontrar de nuevo el camino. Los obstáculos y la ilusión. El reencuentro. Sí, siempre la redención.

La búsqueda del vellocino de oro de Jasón y los Argonautas. Los sueños, el marchar detrás de quimeras absurdas, mágicas, inalcanzables.

El sacrificio de un Dios que se ofrecerá dando ejemplo y exigiendo nuestra parte. 

Más de dos mil años pasaron  y otros tantos pasarán y todo lo por contar, ya estará contado. Podemos marear y enredar pero con acento porteño, se nos responderá que todas esas páginas no son más que milongas. Y ellas, las palabras, siguen encandilando.

lunes, 1 de octubre de 2012

Solo dos fechas



Epitafio de Héctor Abad Gómez

Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte, y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.

(Jorge Luis Borges)

Si lees poesía, la mayoría de los versos pasan para no permanecer. Sin embargo, hay poemas que ya nunca marcharán de tu vida. Borges, un hombre que retratando la fragilidad de la condición humana, la fútil ambición de inmortalidad y el olvido, jamás será olvidado. Otra forma de permanecer con vida.

Este poema porta una curiosa historia: fue encontrado por el escritor Héctor Abad en un bolsillo de su padre el día que lo asesinaron.