Mostrando entradas con la etiqueta Biciteca. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Biciteca. Mostrar todas las entradas

miércoles, 23 de julio de 2014

GP Canal de Castilla, la yihad ciclista contra la dictadura de la maneta integrada


Supe de esta prueba hace un par de años. Más de doscientos kms., más de cincuenta de caminos, tomando como eje o motivo central de la prueba el Canal de Castilla y un reclamo: LA ROUBAIX CASTELLANA. 

Ese párrafo es droga dura  para un jaramugo en periodo de desintoxicación, más si el festejo es cerca de casa, una de las condiciones que más valoro últimamente.

Había que probar y tratar de encontrar algo de lo que se prometía; buscar algo de la esencia del deporte popular que muchos anhelamos, y que a menudo nos defrauda por el exceso de afán por la competición dentro de un mundo en el que, excepto cuatro figuras, todos somos una banda de aficionadillos, aunque a alguno le cueste admitirlo. 

Respecto al ciclismo, supongo que algún año volveré  a alguna marcha cerca de casa en el Sierra de Béjar o la Estrella, pero hay mucho dentro de ese mundillo que no me acaba de convencer, sobre todo en el tema actitud. Por ejemplo, tengo muy claro que nunca volveré a una Quebrantahuesos, aunque una de las cosas más bonitas que se pueden hacer sobre una bici es la ascensión al Portalet; a día de hoy preferiría hacerla en solitario, con amigos, o con futuros amigos. 

Pero, como iba contando, por la información y fama que me llegaba de la carrera, además de alguna referencia muy válida, GP Canal de Castilla parecía diferente, unido además el estímulo de conocer una zona cercana para mí desconocida.

Y he aquí, que todas mis expectativas fueron ampliamente superadas. 

Ya el ambiente me pareció diferente de entrada, cuando llegamos a primera hora  acompañados de otros miembros del equipo Biciteca: Sergio, Hugo, Manu y Dori Ruano; un honor compartir maillot con toda una campeona del mundo y España.

Manu, ya en vías de convertirse en una suerte de  iluminado gurú en el mundo del pedal –tiene hasta las trazas-,  traba conversación con unos y otros y me van llegando primeros retazos de conversaciones sobre ciclismo, que más tarde, durante el desarrollo de la carrera, me confirmarán el curioso pelaje de muchos de los ciclistas que hoy parten de Medina de Rioseco. 

Separo dos grupos a los participantes. Por un lado los de siempre, los de  la bici de carbono y el mucho correr –yo soy de los primeros, no de los segundos-,  por otro, unos tipos raros a los que cariñosamente rápidamente identifico como talibanes que son fácilmente reconocibles antes de escucharlos por su montura o  atuendo, resumible en una lista no cerrada de caracteres básicos: uso de bicis antiguas; muchos de esos hierros pesan el doble que mi bici, algunos de ellos cargados además con guardabarros, portabultos, alguna alforja, incluso algún curioso portabotes en el manillar, con ligero bote de metal claro. El verdadero talibán suele llevar un maillot antiguo, que recuerda a míticas fotos en blanco y negro en ascensiones de tierra, lo menos transpirable y más alejado del tejido técnico posible. Algunos no llevan culottes sino pantalones cortos más bien de calle –no sé si con badana-, incluso zapatillas de caminar normales. A estas alturas de la descripción, ya resultará obvio, pero efectivamente, un talibán no se depila. Por otro lado, sus conversaciones giran sobre  marchas y concentraciones ciclistas fuera de las comunes,  sino de un circuito paralelo de bicis clásicas. Como una pareja que llevo al lado va charlando de pruebas en Europa, le pregunto a uno de ellos si han corrido la “París-Roubaix” y me responde que no, que no existe de bicis antiguas, que sí ha hecho el Tour de Flandes con el trasto sobre el que pedalea, lo que me causa bastante más admiración que un “Top Ten” en Quebrantahuesos.

En cambio mi bici llama la atención por el lado malo, por lo buena que es. Una Cervelo P2 resulta demasiado ligera, vistosa y hasta cara para el cariz de la prueba. Además la llevo tal cual, sin ninguna modificación para adaptarme a las especiales características del recorrido, salvo cinta aislante cubriendo parte del cuadro para prevenir el daño que puedan hacer las piedras que salten del camino. Ni siquiera he puesto ruedas un poco más anchas o con algo de dibujo.

Respecto a la carrera, se conoce que la organización se ha vuelto más sensata y va sentando la cabeza lo que no sé si es buen o mal síntoma. Los 230 kilómetros originales se han transformado en 162, con algo más de 50 de caminos, con los que ya se queda uno a gusto, eso sí.

Llevaba algo más de un mes sin montar en bici, desde el Ironman, así que tenía muy claro que saldría tranquilo, a la expectativa de cómo respondía mi cuerpo y cómo me veía en los tramos de tierra con la bicicleta, sin descartar retirarme si veía que no me desenvolvía como debiera.

A pesar de que los primeros cuarenta kilómetros se desarrollan como marcha neutralizada, me sorprendió que, para mi gusto, quizá se iba algo más rápido de lo que yo deseaba, sobre todo a la vista de mi inseguro estado de forma, así que decidí integrarme en un grupo trasera que me llevaba como yo quería. 

Tuvimos suerte con el tiempo ya que amaneció nublado y no hizo nada de calor. En general, el recorrido de carreteras discurre entre dorados y agostados campos de cereal castellano, salpicados de pequeños bosques de galería junto a cursos de agua,  del ocasional amarillo del girasol, del morado del tomillo. Hechizados por las espectaculares montañas de fácil atracción, me llama la atención cómo me costó encontrar la fascinación por el punto de fuga de una carretera infinita, por el horizonte limpio de  la inclemente meseta, por esos duros y pequeños pueblos reacios a desaparecer,  reunidos junto a sus viejas iglesias, recios y resistentes como sus habitantes, hechos al viento, al sol y al hielo. Hoy más que nunca me siento hijo de Castilla, pero me costó encontrar mis señas de identidad. 

Alrededor del kilómetro noventa entramos en el primer tramo de caminos. Durante la marcha me explicaron que lo que llaman sirgas son los caminos que discurren junto al canal, que en origen fueron utilizados por las gentes  para transportar mercancías en burros y mulos. 

Sé que la primera toma de contacto con los caminos es importante. Entramos con precaución y circulamos despacio. Tal y como recomendaba la organización, llevamos muy hinchadas las ruedas para prevenir pinchazos, aunque con tanta piedra, parece imposible librarte. De hecho, empezamos a adelantar a ciclistas reparando. Con el tiempo, nos comienzan a adelantar a toda velocidad participantes más bregados en el asunto, con  peores bicis, pero mejor preparadas. Y como el que no quiere la cosa, comenzamos a acelerar, llegando una velocidad bastante digna. Especialmente en el segundo tramo importante, de casi quince kilómetros, acabo detrás de Manu circulando a en torno los treinta kilómetros por hora, hecho ya al tembleque, pendiente siempre de los baches más pronunciados, doloridos los brazos y agradeciendo ser de los que llevan dos cintas en el manillar. Salimos al asfalto excitados,  con una gran sonrisa en la cara comentando lo alucinante de la inesperada experiencia. 

Alrededor del Km. 100 subimos en grupo el Alto de Autilla, una pequeña tachuela con buen asfalto que se hace algo de más de dura por el molesto aire en contra que, excepto en los tramos de tierra, nos seguirá castigando hasta meta.

Arriba esperamos a Sergio, que ha tenido que hacer una inaplazable parada “técnica”. Sergio es montañero y nunca ha hecho esta distancia en bici; valiente, no ha elegido mala cita para debutar. Desde aquí hasta meta le echará coraje para terminar.

Hugo es el más fuerte de todos y se encarga de conducirnos en esa dura tarea que es bregar con los interminables kilómetros de las rectas de carretera castellanas contra el viento. Me empiezo a notar cansado, renuncio a dar más relevos y tiro de mi primer gel. En esta última parte es cuando se concentran la mayor parte de caminos A medida que nos acercamos a meta, la lluvia que ya había aparecido esporádicamente, comienza a arreciar. 

Ya hace tiempo que los tramos de tierra los afrontamos con seguridad y convicción, pero el agua va deteriorando el estado de los caminos y hay que ir con tiento. La carrera se convierte en algo muy distinto  en un tramo con repechos de tierra arcillosa de unos ocho kilómetros. La bici patina continuamente, las ruedas se bloquean por la acumulación de tierra junto al cuadro y la horquilla, el emisor del cuentakilómetros queda sellado por el barro, no consigo enganchar las calas, tengo mi primer y único pinchazo. En fin, una batalla de las de contar, sobre todo por ir con una bici de carretera.

Al final, todos conseguimos salir vivos y encaramos el último tramo de trece kilómetros y medio hasta meta junto al canal, con más piedras, muchos charcos pero piso más estable. Superamos los charcos a toda velocidad, rezando para que en alguno de ellos no haya un hueco u obstáculo demasiado grande y alguno clavemos la rueda. En una de ellos, Hugo se va al suelo por la acumulación de barro. Bueno, en GP Castilla, al menos había que tener un pinchazo y una caída y ya hemos cumplido.

El Canal de Castilla es una obra de ingeniería promovida por ilustrados españoles en el S XVIII para ser utilizada como vía de comunicación y transporte entre la meseta castellana y leonesa. Tratando de fomentar el desarrollo de la zona, fue utilizada para la navegación, el regadío, la pesca o como fuerza hidráulica. No conocía nada del paraje y de verdad que estos últimos kilómetros, bajo los árboles de su ribera, castigados por una lluvia torrencial que proporcionaba a la estampa un halo aún más romántico, con unos locos ciclistas en el papel de intrusos. Me sorprendió la belleza del paseo junto a la vía de agua jalonada de esclusas. Como que ya he decidido organizar alguna jaramugada para recorrerlo corriendo en algún reto que se irá definiendo con algo de información. 

Magnífico final para una prueba de la que me gustó todo, hasta el hecho de que no haya clasificaciones ni premios. Tras esperar a Sergio en meta, entramos en meta sonriendo, como no podía ser menos y pensando en volver, aunque esta vez con mi vieja Razesa, con mi abandonado maillot del Ariostea.

“¡¡YO SOY ESPARTACO!!”
















miércoles, 17 de julio de 2013

Biciteca, la mística de la bicicleta


Un manifiesto, una declaración de intenciones.

Dice la RAE que el sufijo -teca significa “lugar en el que se guarda algo; cajita donde se guarda una reliquia”.
La Biciteca aspira a ser eso: Una cajita llena de tesoros. Habrá libros, películas, canciones, pintura, fotografía, ropa, bicicletas míticas, piezas exclusivas, accesorios...
Y como la caja no tiene cerradura, estará abierta para que todo el mundo pueda aportar tesoros... o llevárselos!


Mi bicicleta habla de mí y yo hablo a través de ella.

Hablamos de libertad , nunca tan cercana como cuando casi siento amarrarla al pedalear con mis manos en el aire.

Hablamos de soledad, remediada al insuflar vida al metal.

Hablamos del silencio del esfuerzo honesto en busca de la cima.

Hablamos de miedos y problemas esquivados en cada curva del camino.

Hablamos de dolor y agotamiento, de la nieve de las montañas volviéndose negra.

Mas sobre todo hablamos del regreso y la sonrisa para contarlo.

Hablamos de Historia forjada por románticos campeones en blanco y negro en cimas de Alpes o Dolomitas.

También de  fugaces retazos de pequeñas  historias, de zumbidos de dinamos en carreras en noches de verano, de miradas perdidas de abuelillos fanfarrones contando aquel día que subieron en bicicleta la cuesta más dura del pueblo, dándole tan fuerte a los pedales que su recuerdo fue capaz de atravesar toda una vida

Hablamos de la aventura más audaz, sea  la vuelta al barrio o al mismo mundo.

 Si fueron y somos tantos sobre tantas bicis, todas distintas 

¿Por qué  nadie acertó a explicar esa desordenada pasión?


 Si buscas quien te muestre páginas de incunables o apresurados diagnósticos en libros, películas, fotografías, ropa, discos o accesorios sobre el extraño mal, si te tienta conocer todo lo que se cuenta en los bajos fondos sobre esa extraña relación con nuestras delgadas y tímidas compañeras,  prueba en el antro del "bicio",  Manu, soñador de vocación, al que le inventaron internet para compartir fotografías de chicas silenciosas, es camello de confianza, te suministrará material del bueno, del que engancha a un vivir malsano y feliz