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jueves, 31 de diciembre de 2015

2016, ¡¡EN MARCHA!!


Desde siempre he sido aficionado a la Historia en general, pero hay etapas que me han atraído especialmente desde chaval. Una de ellas son los albores de la conquista del espacio, puede que de lógica atracción para un tipo que disfruta tanto de la soledad y la calma. La carrera espacial desde el lado americano aparece analizada con detalle y gracia en un magnífico libro de Tom Wolfe que ya pasó por aquí: "Lo que hay que tener. Elegidos para la gloria".  Sin embargo, el bando soviético resulta aún más fascinante por el misterio inherente a todo lo que se trajinaba tras el telón de acero, que aquí adquirió proporciones de gran historia clásica, sobre todo por el mítico personaje de personalidad oculta, con poderes casi míticos que se ocultaba tras el cinematográfico sobrenombre de "El diseñador jefe", cuya identidad solo fue revelada una vez muerto, Serguéi Koroliov, así como su tremenda historia detrás en forma de años de reclusión en los campos del Gulag siberiano. Tal vez alguno de vosotros disfrutara la semana pasada de un muy buen par de documentales que emitieron en La 2 y que puede que aún tengan colgados en su página.

A lo que iba, desde hace muchos años -en el margen del blog ha estado desde el principio-, cuando toca hacer algo complejo, afrontar un día jodido, encarar una competición exigente -cuando competía- o simplemente subir un puerto, al inicio de la empresa me repito las palabras de Gagarin justo antes de despegar: "¡¡POEHALI!!" ("¡¡EN MARCHA!!"). Me parece una estupenda frase que denota una gran confianza cuando no se puede dejar de ser consciente de la que tienes encima: el primer hombre lanzado al espacio en uno de aquellos pepinos que la mitad de las veces se caían o estallaban, por no hablar de las frágiles garantías de un regreso entero. Tantas cosas se podían torcer en aquellos aventuras, que no merecía la pena asustarse. La vida misma.

2016, ¡¡EN MARCHA!!

Como hace poco se cumplieron 100 años del nacimiento de Frank Sinatra, comparto "Fly me to the Moon". Este mundo extraño en el que pudiendo disfrutar de esta canción cantada por un gran cantante, muchos preferirán comprarse estas navidades un disco con la versión de un tío majete aficionado a cantar llamado Bertín Osborne, ese señor al que, por lo que veo en los anuncios de programación, le han dado la llave de La 1 para que cierre cuando termine. En fin, iba a decir que esto es la cultura del régimen, pero más bien esto es la cultura hoy. Sin más.

FELIZ AÑO NUEVO


martes, 6 de septiembre de 2011

Lo que hay que tener

Unas notas sobre uno de los últimos libros que he leído,  “Lo que hay que tener .Elegidos para la gloria”. Siempre me ha atraído la carrera especial. Es algo que aún no ha perdido magnetismo para mí. Creo que fue y seguirá siendo la última gran aventura, la última gran frontera. Ésa es la razón por la que en este blog siempre luce un astronauta operando en el exterior de su nave mientras a sus pies todo el planeta tierra continúa en su empeño autodestructivo. ¿Qué no daría por tener esa sensación sólo unos instantes?


Recordaba la película de los ochenta –nunca la vi- pero no sabía que se basaba en un libro de Tom Wolfe. Creo que es el sexto libro que leo del autor. Máximo representante del “Nuevo Periodismo”, Tom Wolfe a veces parte de hechos y personajes reales para crear un fresco en el que desentraña las situaciones, el verdadero motor de la acción o disecciona la sociedad de una etapa histórica concreta. Es entretenido, muy gráfico, divertido y a veces despiadado.


El contexto es muy importante. Plena “guerra fría”. Mientras el lanzamiento de cohetes de Estados Unidos fracasa reiteradamente, la Unión Soviética sigue rompiendo  barreras, lanzando el primer satélite y colocando a Gagarin  en la órbita terrestre.

En los años sesenta, en el albor de la era de los misiles balísticos, el efecto intimidante sobre la población americana de las proezas de los rusos es simplemente devastador. La gente tenía miedo de que si los comunistas dominaban el espacio, acabarían con ellos de una forma casi sobrenatural. El secretismo soviético agiganta la leyenda. No se conoce la identidad del “planificador jefe” (más tarde, después de su temprana muerte, se sabrá que era Korolyev, un antiguo represaliado de Stalin) y eso no hace más que aumentar el poder de un mito que se imagina invencible. Su rivalidad con Von Braun, el responsable alemán del proyectos americanos también da para una buena novela.



En esa situación, los astronautas son elegidos como adalides para enfrentarse en desigual batalla contra el "Imperio del mal". Aunque sus dotes de pilotaje importen poco en una cápsula colocada sobre un cilindro repleto de miles de toneladas de combustible que casi siempre estalla, son elevados a la gloria mucho antes del primer vuelo. Su valentía y el valor de su misión así lo demanda.

El libro parte de quiénes eran los astronautas, extraordinarios pilotos de caza. La mayoría de ellos venían de las pruebas de vuelo de prototipos donde trataban de “forzar el envolotorio”, buscar las posibilidades últimas de cada nuevo aparato. El índice de mortalidad en los años cincuenta en esta profesión era asombrosa o lógicamente alto. Chicos de alrededor de treinta años que prácticamente cada mes acudían a entierros de compañeros. Los jinetes de caza eran chavales de ego enfermizo que vivían la vida al límite, siempre a la búsqueda de un nuevo record de velocidad o altura.

Se veían a sí mismos como una casta  portadora de un don especial. No sólo era valor. Cualquier idiota podía ser un suicida. Se trataba de algo más. Una mezcla de valor, destreza, ambición y el temple necesario para dominar la situación en los momentos críticos.

El mítico “Houston, tenemos un problema” del Apolo XIII lo explica muy bien. Es la tranquilidad del que camina por el alambre. Cuando alguien tiene “lo que hay que tener”, nunca se pone nervioso. No hay lugar al pánico. Se trata de probar alternativas hasta que el problema desaparece o hasta que mueres. Así de simple.

Si estudias con detalle algunas de las primeras misiones, te asombras de las ocasiones en que todo estuvo a punto de acabar en tragedia y sin embargo concluyó como aparente misión de éxito sin contratiempos.

La presión política por vencer en la carrera espacial, ponía a los miles de personas participantes en los proyectos contra las cuerdas y sin embargo salieron airosos del reto a base de grandes dosis de trabajo, compromiso y algo de suerte. Mi reconocimiento y admiración para esa especial estirpe de pioneros, para los "yankees" y para los rusos.

De banda sonora los hombres del espacio, Spacemen 3. Yo tenía mis cintas del Pleistoceno pero nunca los había visto. Esto del Internet es fantástico. Si hubiera visto este vídeo hace diez años me hubiera quedado alucinado. Ahora me gusta, pero no me vuelve loco. Cuando era joven e impresionable, las imágenes de esas guitarras, ese cóctel de ruido y psicodelia simplemente me hubiera noqueado.