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lunes, 28 de enero de 2013

La ley de la adaptación




Lunes, 28 de enero. Punto y seguido. Hace un par de meses comencé nuevo reto. No es de los que lucen  pero precisamente por ello, es de los que más cuesta. Volver a estudiar de verdad. Confieso que me costó arrancar, que en ocasiones me asustaba  no ser capaz de afrontar aquellas palizas de hace ya tantos años. Ahora sé que no había lugar a temores. Al final, todo funciona en el modo entrenamiento. Es la vida, no tiene secreto.

Os pasará a todos los que practicáis deporte de forma regular. Periódicamente, integristas de la vida sedentaria que llevan años sin realizar actividad física alguna, se interesan por la mejor forma para comenzar a practicar algún deporte de resistencia. Nunca dejo de insistir en que hay que ir muy poco a poco, que la paciencia y esos pequeños progresos apenas perceptibles y tan duros de lograr en los primeros tiempos, son la clave. El cuerpo se encuentra tan oxidado y reticente a moverse que cualquier pequeña meta se muestra a menudo infranqueable. Es entonces cuando los dolores, molestias y lesiones surgen por doquier. Además de que mentalmente no se tolera sufrir,  el cuerpo no está adaptado a ningún tipo de carga y termina por "romperse". Toca resistir, toca insistir.


Bien, estudiar viene a ser lo mismo. Comienzas poco a poco y a menudo te parece imposible conseguirlo, más si son materias áridas, más si no son apuntes sino libracos. Tienta renunciar y aceptar que tu momento pasó. Sin embargo, progresivamente comienzas a adaptarte y sentir que te mueves con más soltura, que las horas sobre las páginas no transcurren tan lentas, que consigues llegar a esos objetivos parciales que, antes o después, te regalarán la victoria final. Incluso llega un día en que eres consciente de que disfrutas del proceso. Al fin y al cabo, tratas de interiorizar la obligación desde otro punto de vista. Soy curioso, me paso la vida leyendo. ¿Por qué no me va a interesar aprender cualquier cosa, sea lo que sea? Pronto me lanzaré a lo que realmente me apasiona.

Eso sí, la vida se convierte en una especie de contrarreloj en la que paradójicamente casi nunca estás cansado y en la que no se permite malgastar ni un instante. Una vida que actualmente, y a grandes rasgos, viene a ser un gráfico de seis porciones: 

Trabajo - Estudios - Susana - Leer y Escribir - Deporte - Cajón heterogéneo.

Curiosamente, hace unos días leía en el blog de Rebeca una frase de Darwin que lo explica mejor que nadie: "Un hombre que se dedica a malgastar una hora de su tiempo aún no ha descubierto el valor de la vida"

Independientemente del resultado de los exámenes, cuando esta mañana, después de levantarme a las cinco, apunté veintiseis horas de estudio durante la semana pasada, me paré a disfrutar de la familiar satisfacción que solo proporciona la ascensión de la montaña, la que cualquier ultrafondista sabe mucho más valiosa que la cima. Por otra parte, esa combinación ansiedad  + descompresión de esta mañana se parece mucho a las de las grandes citas deportivas, a un cien millas, por ejemplo. De nuevo esa jodida y bendita sensación adictiva. Estoy perdido.