domingo, 7 de septiembre de 2014

La fortuna de Thelonius Monk




El prestigio que otorga la altura de una obra, recubre al autor de una pátina de irrealidad, lo convierte en un personaje bendecido por una especial gracia sobrenatural, que parece ocultar sus rasgos más humanos, situarlo un escalón por encima de los demás mortales.

Sin embargo, el sino de muchos de estos hombres, es el de vagar por una vida que no entienden, encerrados en su propio mundo, en un lento viaje a la incomprensión y el fracaso. Thelonius tuvo la suerte de descubrir la música como vehículo de expresión de sus sentimientos -siempre a la primera toma- y vía de escape de unos demonios que, tramposos, lo guiaban entre la depresión y la euforia. De no haber sido así, aún más, de no haber tenido a su esposa Nellie siempre pegada a su lado, seguro hubiera terminado su camino antes de tiempo tras dormir demasiadas noches  bajo la triste luz de salas de hospital; y solo, terriblemente solo. Sin embargo, tuvo suerte, tuvimos suerte.

Si te interesa el tema, apunta este documental producido por Clint Eastwood.


miércoles, 3 de septiembre de 2014

Maratón "Bierzo al límite": por perro y por viejo.




Antes de comenzar con mi carrera, unos apuntes sobre la organización, mejor sobre lo malo de la organización, a las que solo hago mención si me parecen extraordinarias como el Northwest Triman o si me parecen malas. Hay muchos aspectos que están bien, que pasan con el aprobado, pero eso se le supone, porque además aquí la inscripción me parecía algo cara: 25 euros. 

Malos detalles que dicen mucho como el anuncio de una estupenda zona de acampada sin que se menciones el importante dato de que te será imposible dormir, ya que  se encuentra a 100 metros del emplazamiento de la verbena –son las fiestas de Noceda- y posterior carpa de músical infernal para los ultrafondistas de la fiesta. Malos detalles como el retraso, sin comunicación ni razón alguna a los participantes, de más de cuarenta minutos en el inicio de la prueba, en un jornada en la que se preveía mucho calor. Malos detalles como que un avituallamiento de los anunciados no existiera.  Se especificaban cinco puntos –uno de ellos, el de meta- pero la realidad es que del km. 16 al 35, corrimos en autosuficiencia. La justificación no me sirve; la fuerza mayor de un pinchazo del vehículo previsto, unido a la falta de cobertura para avisar a la organización, para mí, no es tal. El incidente no me parece tan extraño, se ha tener a la gente en su puesto con tiempo de antelación suficiente para hacer frente a imprevistos. Es algo que nunca me había ocurrido y creo que no se obró con la diligencia exigible.

Ya en materia, sigo con un tema para el que tenía pensado un artículo más meditado, pero que soluciono con un párrafo. Ya me ha pasado en otra ocasión este año y aquí en el Bierzo, regresa la percepción de cierta imprudencia por parte de los organizadores a la hora de acometer este tipo de pruebas. Si decides meterte en estos líos, no basta con la ardua labor de un buen marcaje. Algo que parece que se tiende a olvidar es que los atletas, tus atletas están en zonas de complicado acceso, y deberías tener el conocimiento más ajustado y actual posible de la ubicación y estado cada uno de ellos, especialmente en  condiciones extremas, como pueden ser las de calor o mal tiempo.

A veces tengo la  inquietante sensación de que de pasarnos algo grave, pueden pasar muchas horas, no hasta que alguien te venga a ayudar, sino hasta que alguien de la organización se entere de qué ha ocurrido. Pienso sinceramente que los controles de paso no deberían demorarse durante distancias tan largas, no solo buscando la limpieza en la competición, sino sobre todo en previsión de accidentes y desfallecimientos. 

Dicho lo cual, remato con mi clásica y apresurada crónica de carrera.

Me he pasado dos tercios de la carrera pensando que no iba nada bien, recordando la retirada en la Verracada de unos días antes y llegando a la conclusión de que me tenía que hacer unos análisis, no porque me sintiera especialmente mal sino porque estaba cansado, porque tenía la difusa impresión de que todo el mundo estaba más fuerte que yo. Solo hubo dos momentos en los que no fue así: al principio y al final.

El maratón es duro: dos mil metros de desnivel positivo. El inicio es una continua ascensión de más de mil metros, que partiendo de Noceda, en su primera mitad discurre por un sendero que atraviesa un bosque hasta que se llega a una bonita zona de cascadas especialmente exigente, donde nos ayudamos de las cuerdas dispuestas en el margen del camino. Una vez fuera del bosque, enlazamos varios cortafuegos de extrema dureza, por distancia, desnivel y lo inestable del terreno. A mí no se me dan mal estas paredes; sufro, pero los hay que lo pasan peor y lo sé sobrellevar, lo que no quita que no le encuentre gracia alguna a estos tramos. Pocas vías más feas que los bastos cortafuegos.
Somos pocos y arriba llego bastante adelante, casi sin pretenderlo. Tengo claros mis ritmos y estos no van a variar en función de los demás. Algo que queda muy claro cuando después de coronar el punto más alto, comenzamos a descender.  Mi ritmo es conservador y los corredores me empiezan a adelantar y dejar atrás. Somos pocos –no llegamos a 30 - y temo quedarme el último. Voy con camiseta chusca de algodón y no llevo nada, ni botes, ni mochila –supongo que parezco un novato que pasaba por allí- y un participante me “reprocha” que no lleve gorra, ni líquido, le faltó decir que si estoy bobo. Dudo mucho muchísimo que ese fulano tuviera tantas carreras en el zurrón como para ir dando consejos en ese tono al personal –en fin, pequeño placer culpable, disfruté dejando atrás su cadáver kilómetros y horas después- Puedo ir más deprisa pero no quiero. Queda demasiado –no estamos ni siquiera en el km. 10- y va a hacer calor. Aunque temo derrochar fuerzas que después necesitaré, también tengo dudas sobre mi estado. ¿No será que estoy demasiado flojo? 

Tras un suave cresteo por los caminos fáciles que ofrecen el atractivo de las cumbres de un Bierzo infinito, se desciende hasta casi el km. 20. A partir de ahí, una larga subida de muchos kilómetros, algunos de ellos muy duros, por pistas. Es durante esta ascensión cuando comienzo a pasar corredores, lo que me anima a ir un poco más rápido, un poco más rápido, siempre caminando muy ligero. Los últimos que adelanto, cuando llevamos varias horas bajo un sol de justicia, van muy tocados, lo que motivó algo de mis reflexiones iniciales. 


El descenso se hace también por pistas, terminando fuerte y rápido, como en teoría se debería terminar un maratón, animado por el puesto y aún adelantando algún corredor en las calles de Noceda. Corrí todo lo corrible, acabé quinto para entrar con un tiempo de 5 horas y 45 minutos, lo que da idea de la dureza de la prueba. En meta me esperan Fernando Alvárez y familia, hijo del pueblo, que aunque vive en Ciudad Rodrigo, pasa allí muchas de sus vacaciones. Me colman de atenciones y ofertas para ir a comer, pero como tantas veces ocurre tras un maratón, tengo más ganas de vomitar, que de ingerir alimentos.

Respecto a la carrera, creo que, si se vuelve a hacer, deberían plantearse un recorrido puede que algo más corto, pero con algún tramo de caminos más técnicos y con más encanto, porque todos sabemos que la zona es preciosa y seguro ofrece muchas posibilidades.  Al Bierzo, sea esta u otra carrera, seguro volveré.

“¡¡YO SOY ESPARTACO!!”