
Cuando hace unos días escribí sobre "Nebraska" de Springsteen, deliberadamente dejé de lado la canción homónima, para revisitar "Malas tierras", película de culto por antonomasia, inspiradora del tema musical. Está firmada por Terrence Malick, uno de los directores más enigmáticos y esquivos de Hollywood. Nunca concede entrevistas y apenas existen fotos de él -en la película interviene fugazmente-. Cuando hace unos años estuvo nominado al Oscar como mejor director por "La delgada línea roja", en la entrega de premios utilizaron la imagen de la silla vacía del director durante el rodaje.
Estos días volví a verla. Basada en hechos reales, advertencia que usualmente representa un serio aviso sobre la potabilidad de la película, aquí no supone hándicap alguno. Estamos ante una de las mejores películas de los setenta, década fértil en clásicos, por otra parte. Una pareja de jóvenes enamorados a finales de los cincuenta cometieron una serie de asesinatos en su loca huida hacia ninguna parte, al más puro estilo Bonnie & Clide.
A bote pronto la película está emparentada por una parte con "A sangre fría" de Truman Capote, referente de la nueva novela americana que también toma como punto de partida el terrible asesinato de una familia para que el autor trate de rastrear las raíces de la violencia en una sociedad aparentemente sana y civilizada. Por otro lado, es innegable el vínculo con "Rebelde sin causa" de Nicholas Ray. El retrato de una generación que ya no ha vivido la guerra y que camina desorientada y escéptica. Aburrida y sin metas. El caldo de cultivo ideal para que nazca el provocador rock and roll.

Malick, dotado de una especial sensibilidad "de fábrica", puesta de manifiesto en sus escasas películas, utiliza cada plano para el retrato del horror de una forma poética. Busca razones pero no las encontrará. Un chaval incomprendido y rechazado, utiliza la vía de la violencia para conseguir lo que quiere.
Tras negársele la posibilidad de estar juntos, la pareja elegirá la la calle de en medio. Atrapados, sin salida, sin oportunidades, aburridos, fascinados por la figura de James Dean, "sin causa", utilizan las armas como varitas mágicas para solucionar sus problemas. Carentes por completo de empatía, insensibles, no miden las consecuencias. No piden perdón.
Ya completamente ajenos a la realidad, tratan de construir su propio mundo paralelo en el bosque con una cabaña... ¿para regresar a la infancia? Forjan sueños imposibles y se creen especiales. Charlie quiere ser famoso y lo conseguirá.
La relación de la pareja, interpretada por unos magníficos Sissy Spacek y Martin Sheen, es extraña. Apenas hablan pero se siente bien juntos. El Charlie real explicaba mejor que nadie sus sentimientos:
"Estar a solas con ella era como disfrutar de un pequeño mundo propio, no hablábamos mucho, sólo nos acostábamos el uno junto al otro con las manos cogidas... nos abrazábamos fuerte y escuchábamos el aullido del viento o mirábamos la misma estrella o nos acariciábamos el rostro... Junto a ella no me preocupaban mis piernas arqueadas, ni ser un pelirrojo con la cabeza hueca... Sabíamos que éramos el uno para el otro. Ibamos a conseguir que nos dejaran tranquilos. Si se nos hubiera dejando tranquilos, no hubiéramos hecho daño a nadie".
La película inspiró la canción de Springsteen que retrata en primera persona de forma aséptica lo sucedido. Le demandan una justificación que no tiene.
Estos días volví a verla. Basada en hechos reales, advertencia que usualmente representa un serio aviso sobre la potabilidad de la película, aquí no supone hándicap alguno. Estamos ante una de las mejores películas de los setenta, década fértil en clásicos, por otra parte. Una pareja de jóvenes enamorados a finales de los cincuenta cometieron una serie de asesinatos en su loca huida hacia ninguna parte, al más puro estilo Bonnie & Clide.
A bote pronto la película está emparentada por una parte con "A sangre fría" de Truman Capote, referente de la nueva novela americana que también toma como punto de partida el terrible asesinato de una familia para que el autor trate de rastrear las raíces de la violencia en una sociedad aparentemente sana y civilizada. Por otro lado, es innegable el vínculo con "Rebelde sin causa" de Nicholas Ray. El retrato de una generación que ya no ha vivido la guerra y que camina desorientada y escéptica. Aburrida y sin metas. El caldo de cultivo ideal para que nazca el provocador rock and roll.

Malick, dotado de una especial sensibilidad "de fábrica", puesta de manifiesto en sus escasas películas, utiliza cada plano para el retrato del horror de una forma poética. Busca razones pero no las encontrará. Un chaval incomprendido y rechazado, utiliza la vía de la violencia para conseguir lo que quiere.
Tras negársele la posibilidad de estar juntos, la pareja elegirá la la calle de en medio. Atrapados, sin salida, sin oportunidades, aburridos, fascinados por la figura de James Dean, "sin causa", utilizan las armas como varitas mágicas para solucionar sus problemas. Carentes por completo de empatía, insensibles, no miden las consecuencias. No piden perdón.
Ya completamente ajenos a la realidad, tratan de construir su propio mundo paralelo en el bosque con una cabaña... ¿para regresar a la infancia? Forjan sueños imposibles y se creen especiales. Charlie quiere ser famoso y lo conseguirá.
La relación de la pareja, interpretada por unos magníficos Sissy Spacek y Martin Sheen, es extraña. Apenas hablan pero se siente bien juntos. El Charlie real explicaba mejor que nadie sus sentimientos:
"Estar a solas con ella era como disfrutar de un pequeño mundo propio, no hablábamos mucho, sólo nos acostábamos el uno junto al otro con las manos cogidas... nos abrazábamos fuerte y escuchábamos el aullido del viento o mirábamos la misma estrella o nos acariciábamos el rostro... Junto a ella no me preocupaban mis piernas arqueadas, ni ser un pelirrojo con la cabeza hueca... Sabíamos que éramos el uno para el otro. Ibamos a conseguir que nos dejaran tranquilos. Si se nos hubiera dejando tranquilos, no hubiéramos hecho daño a nadie".
La película inspiró la canción de Springsteen que retrata en primera persona de forma aséptica lo sucedido. Le demandan una justificación que no tiene.