No hay suspense. La mayoría ya conocéis que hubo final feliz. 2:58:35. Puesto 111 de los 1.545 que entraron en meta. Este dato sí que me sorprende. Al cruzarme con la cabeza de carrera, es cierto que tenía la impresión de que no me precedían muchos atletas y todos me parecían corredores curtidos, pero nunca imaginé que estaría tan alante.
No voy a insitir. Ya os conté que ha mucho tiempo tenía el sueño de bajar de las tres horas pero pocas veces había estado cerca. Hace muchos años, 3:01 en San Sebastián, un "3:04" en Sevilla, un "3:06" en Asturias. En 2011 a una eternidad del tesoro, 3:14 en Badajoz y 3:10 en Sevilla.
En fin, que el tema del maratón no tiene nada que ver con todo esto sino que la relación viene de que ayer me hice casi todo el maratón a la guisa del fulano de la foto, en pantalón corto y sin camiseta.
Con Michel, un amigo que acabó la carrera tan o más contento que yo.
Mis razones. Uno de los mandamientos del maratoniano es el de no estrenar nada el día de la prueba. Si una prenda te da problemas, correr 42 kms. con ella, puede convertirse en una tortura. Bien, yo me compré una camiseta y un pantalón por cuatro duros en la feria y los estrené el domingo. Hacía más calor del que yo pensaba. Yo quería frío, más frío. En distancias cortas me da lo mismo pero en "larga" sé que el calor me tritura. Cuando llevaba cinco kilómetros, ya me dije que aquella camiseta era una manta y que iba a prescindir de ella. En el 9 me la quité y allí se quedó.
Más tarde fui consciente de que me encantaba correr así. Resultaba muy agradable y refrescante sentir en todo tu cuerpo el abrazo de la brisa. Casi me sentía como un indio. Aunque parezca más un espontáneo que un corredor serio, no descarto abonarme a correr así en carreras largas. Quizá haya que hacerse unos tatuajes y hasta depilarse para que todos te conozcan y hasta alguna marca de las raras te pague las zapatillas.
Aunque parezco animado en la foto de la salida, no las tenía yo todas conmigo. Las más de doce horas de pateo de Oporto del sábado me parecían como poco, temerarias, pero en ese sentido, un viaje así no me lo puedo plantear de otra forma. No puedo irme a Oporto y quedarme sentado. Va en contra de mi naturaleza. Tal vez todo ha empezado a rodar porque escucho a mi cuerpo y le doy lo que me pide y le exijo o mejor dicho le dejo de exigir cuando él me avisa. Simplemente intento hacer lo que me hace sentir bien.
Cuando comenzó la carrera trataba de animarme mirando fijamente el globo de las tres horas y dando palmadas. ¡ROCK AND ROLL! El principio es muy duro. Una rampa larga y dura que todos intentamos recorrer demasiado deprisa. Mi globo sale disparado y hasta el Km. 4 no lo alcanzo. Después ya sabéis, la anécdota de la camiseta. Circulamos al margen del río.hasta el caso urbano (Km. 17).
El recorrido es bueno aunque no idóneo como los de Sevilla o San Sebastián. Hay unos cuantos tramos de pavés, alguno de ellos en cuesta al paso por la ciudad y al otro lado del río que hacen bastante daño. Marché con la liebre hasta la media maratón donde pasamos con un tiempo de algo más de 1:29. Aunque no me sentía especialmente bien, me dije que íbamos muy justos, que necesitábamos algo más de colchón y decidí adelantarme, también por correr algo más cómodo ya que la parte de la carrera que discurre al otro lado del río, tras un emocionante paso por el emblemático Puente de Luis I, es demasiado estrecha y en algunos tramos había demasiada congestión, incluso con riesgo de caída.
LLegando al Km. 27 me noto flojear y sobre todo noto las piernas pesadas, algo doloridas. Es la falta de alguna tirada larga como Dios manda. Sin embargo, trato de concentrarme y seguir manteniendo los ritmos en torno a 4:15. Al paso del tunel que nos devuelve a la ciudad, atrona Bob Marley y notándome cada vez más lento y que mis pies cada vez pesan más, me digo que tengo que ser ligero, que tengo que ir suave, fácil, que todo esto es más espiritual que cuestión de fuerzas. El reggae me ayudó. Más mal que bien, debí conseguirlo. A pesar de un fuerte viento en contra que sopló a lo largo de todo el río hasta el Km. 40 y un par de repechos que hicieron daño de verdad, seguí adelante, pasando atletas y apretando un poquito más hasta la larga recta de meta en subida en la que traté sin éxito, de engancharme a un atleta portugués del que yo había tirado en el plano y que me animaba a voces para que no me soltara.
Nada me quitará ese recuerdo, esos kilómetros finales animando a todos los que iba dejando atrás, esa recta de meta infinita y cuesta arriba en la que jadeando como una locomotora, no podía dejar de sonreir y dar las gracias a todos los que me animaban. Fue algo tremendo. Un subidón natural. Endorfinas en torrente. Y sí, por unos instantes, al entrar en meta, me emocioné de verdad.
Curioso que de los 46 maratones que llevo, en el más rápido que he corrido, ha sido en el que probablemente haya acabado más entero, sin síntomas de agotamiento, sin dolores y sin problemas de estómago a pesar de los tres geles que tomé.
Mis compañeros de aventura. Michel consiguió su mejor marca. Se lo merecía más que nadie. Juanlu y Santi consiguieron la medalla a pesar de llegar tocados.
Aunque me parece igual de difícil que antes, me siento con margen de mejora. Tal vez alguien pueda pensar que tras haberlo conseguido, ahora lo veo más fácil o asequible. No es así. En un maratón son muchos los factores a tener en cuenta y es difícil mantener esos ritmos durante tanto tiempo. Seguiré en ello y seguiré a mi manera, sin planes, sin series y haciendo lo que me apetece. Por ese camino veo factible bajar esta marca aunque ya no es algo que me quite el sueño que sí era bajar de tres horas. Tal y como yo entiendo el deporte, bajar dos, cinco minutos, me preocupa poco. Prefiero trabajar para completar Sables o Spartathlon que para rebañar unos segundos. Hombre, sí me haría ilusión bajar el 1:20 en media aunque eso no lo veo tan claro. Sin un trabajo específico de calidad me parece difícil, pero se intentará.
2011 ha sido un buen año. Me había propuesto aprobar dos asignaturas pendientes. He conseguido ambas. Un inmerecidísimo Oro en Quebrantahuesos ya que no había entrenado nada y bajar de tres horas en maratón. En 2012 hay que quitarse la espina del Ironman. Estos dos años no lo he intentado más que nada, porque no cuadraron las fechas.
Os dejo un vídeo de Krupicka para que conozcáis al personaje y otro de uno de los cantantes que mejor me hace sentir cuando lo necesito. Es curioso que con lo que me gusta, sólo haya pasado por aquí en una ocasión. Es Josh Rouse. Orfebre pop con influencias en tiempos country, ahora bossa. Se enamoró de la luz mediterránea y de una valenciana y por aquí se quedó. Hasta las canciones tristes suenan cálidas y achuchables cuando él las canta. Banda sonora para un fin de semana perfecto. En un par de días pongo unas fotos de Oporto y os cuento algo. Un adelanto.