Mostrando entradas con la etiqueta Ultramaratona. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ultramaratona. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de marzo de 2014

UMA PROJECT, mucho más que un documental sobre una carrera




“UMA PROJECT”,  LA CONQUISTA DEL OESTE

Hace tres años el documentalista Fran López Reyes se puso en contacto conmigo. Había presenciado la Ultra Maratona Atlántica; días después leyó la crónica de mi carrera en el blog, lo que le confirmó lo que ya había intuido frente al Atlántico: allí había materia prima para un documental. Hoy tengo el privilegio de ver la película.

Y sorprendido, advierto que el fruto de aquella lejana idea llega más lejos de lo buscado. Pretendiendo reflejar la idiosincrasia de una carrera especial, sus imágenes consiguen mucho más. De ritmo pausado y factura técnica impecable, buscando la reflexión tras cada zancada, partiendo de las íntimas razones que atesora cada corredor, se abre el plano hasta retratar qué es la Ultra Maratona Atlántica, el reto que los une. Colocando al foco en  cada luchador anónimo y solitario de pequeñas entrenos diarios sin gloria, nos ofrece un fiel fresco de la mística de la resistencia, de qué se aloja tras esa misteriosa religión llamada deporte de fondo.

Sus imágenes me traen recuerdos de una carrera entre la tierra y el mar.

Y recuerdo…

El oeste puede encarnar un sueño, una huida, un misterio, una esperanza, una nueva vida. Para correr la Ultra Maratona Atlántica no tienes más que marchar con decisión hacia el oeste y seguir hasta el final, hasta que la tierra termine bajo tus pies.

Al llegar al océano, desde Melides,  gira al norte, siempre hacia el norte, hacia una meta que nunca verás y que cuando al fin adivines tras levantarse la niebla, descubrirás que te engaña tramposa, un espejismo que puede que te anime por apenas un instante para golpearte durante horas al percibirlo siempre lejos, pareciendo que ni tus pasos, ni el tiempo, ni los kilómetros consiguen acercarlo.

La Ultra Maratona Atlántica no precisa de marcaje, basta una línea de salida y una línea de meta, lo que da fe de lo simple y auténtico de su propuesta, pura esencia del gran fondo, elixir de la resistencia, correr sin fin, correr hasta morir.

Fue natural  dormir la noche anterior al raso en una playa iluminada de estrellas, acunado por el canto de las olas. Como tantos otros aventureros, traté de invocar a los dioses del océano buscando su buena ventura para la travesía que me aguardaba tras el amanecer, corriendo empapado a su vera, sin cesar de escuchar su imponente voz.

Soy castellano, sin más mar y playas que las del intruso en verano. Tratar de aprender rápido, de adaptarme al medio, de buscar la forma más fácil de desplazarme sobre una superficie inclinada e inestable, una arena que te atrapa y que, terca, se empeña en tirar de ti para que pares, para que camines.

Una tierra que te cuenta que después de todo, en los tramos más duros y complicados, poca es la diferencia entre tu patético trote y el caminar. Pero tienes claro que eres corredor y sabes bien que por pequeña que sea, la diferencia sigue siendo un mundo. Porque puede que la victoria en esta carrera sea bien simple de enunciar, difícil de cumplir: vencer a la arena es no caminar, no detenerse jamás.  

Y sobre todo esquivar el disparo, despistar a ese falso amigo que siempre acompaña amenazante al maratoniano durante sus últimos kilómetros, el temible morirse, el habitual desfallecimiento  que en una playa infinita podría convertirse en aún peor condena.

A pesar de todo, terminar con la habitual sonrisa ascendiendo la única cuesta de la carrera, el repecho de arena que conduce a la meta de Troia. Si es tan corto…  ¿por qué cuesta tanto?

Yo que ya tengo otros especiales cuarenta y dos sobre arena, sobre un desierto, el de Sáhara, para más señas, te prevengo: la Maratona del Atlántico puede ser aún más traicionera y todos sabemos que cuando más se teme, más tienta.


Recuerdo. Mi recuerdo.

La película comienza su gira por festivales pero estoy convencido de que dará que hablar. Información y pequeño avance aquí. 

martes, 3 de agosto de 2010

Ultramaratona Atlántica, uma praia infinita

Esta carrera la descubrí en Febrero, en la feria del Maratón de Sevilla. Un maratón por la playa. Instantes después de leer el folleto, ya había decidido que salvo fuerza mayor, estaría en esa línea de salida. Me gusta probar cosas nuevas, diferentes. En mi fuero interno, siempre pensé que habría tramos de playa pero que probablemente existirían kilómetros más fáciles de gestionar. Eso de correr un maratón completo sobre arena de playa parecía demasiado salvaje. Bien, me equivoqué. Éste sí que es un maratón fácil de señalizar. Desde la playa de Melides, sigues la costa hasta la playa de Troia, siempre hacia el norte. No tiene pérdida.

He conseguido alguna foto de la edición anterior para que os hagáis una idea.

Por primera vez este año, me presentaba entrenado de verdad y seguro de que disponía fondo y el armamento adecuado para la empresa que tenía entre manos. Después de dos meses de competiciones y un mes de entrenos propiamente dicho –aunque sin carácter sistemático alguno, haciendo lo que me apetece-, me encuentro bien, casi , casi como nunca, casi, casi, como cuando hace dos años, marché a Roth. Lo que sí tengo claro es que fue un acierto no entrenar por arena. Si se me llega a ocurrir marchar a la playa de Aveiro a hacerme diez o quince kilómetros para probar, me da que hubiera descartado la carrera por imposible. Sin embargo, cuando ya estás metido en faena, no te queda otra que seguir adelante.
La noche anterior la pasé al raso, en una playa de Troia. Ya sabéis que para esto soy un poco “indio”. Troia no es una ciudad, es un complejo turístico moderno, orientado hacia la gente de Setubal, que llega en continuos barcos. Sin rastro del encanto del auténtico Portugal que amamos. La ventaja es que el paraje es bastante tranquilo así que me animé a pasar la noche en saco bajo los estrellas, acunado por el sonido del mar.Todo está enfocado a Septiembre, todo el entrenamiento está pensado paraTor de Géants. Allí dormiré poco y mal así que me lo tomaba como otra forma de endurecer el cuerpo y el espíritu. A ello se une que el libro con el que estoy ahora y que me dejó Alicia,"Hacia rutas salvajes" de Krakauer, es el retrato de un chico de buena familia que, recién licenciado, renunció a todas las comodidades para vivir por sus propios medios... hasta que murió de hambre en los bosques de Alaska -próximo post-

214 atletas en la salida. Nada más comenzar, no llevamos ni diez minutos, no hemos corrido ni un kilómetro y ya todo aquello me parece un disparate sin sentido. La playa que quizá yo imaginé algo más transitable no es más que un montón de arena (¿Qué esperabas?) en el que te hundes y cuesta horrores avanzar. A pesar de salir una mañana fresquita y con una agradable niebla, en menos de un cuarto hora estoy sudando a chorro con un extraño dolor en la parte izquierda de la zona lumbar. Afortunadamente éste desaparece poco después. Donde fueres, haz lo que vieres. Como siempre en Portugal, todos los corredores salen disparados. El problema es que no todos los atletas adoptan las mismas soluciones para marchar por la arena. Unos van por la parte más alta, otros pegados al agua, mojándose las zapatillas desde el comienzo. Prueba una forma, pruebo la otra pero ninguna me convence. Tampoco me acerco demasiado al agua. Me parece demasiado pronto para correr con los pies mojados. Hay atletas que van descalzos cargando con las zapatillas en la mochila, otros lucen una especie de escarpines con suela aunque la mayoría llevan zapatillas de asfalto con guetres. No hay nada como enfrentarte a una situación especialmente exigente para aprender a moverte. En menos de una hora recibo una clinic acelerado sobre correr sobre arena. No sé por qué comencé a correr yendo por las zonas que me parecían más sólidas, sin marcar demasiado. Poco a poco me doy cuenta que la mejor manera es seguir las marcas de los que han pasado y aunque sufriendo, consigo mantener un ritmo. Primer punto kilométrico, 5,5. Al loro, estoy corriendo a más de siete minutos y con muchos problemas. Ya tengo claro que esto va a ser un triunfo si consigo hacer la prueba entera sin caminar, lo que a estas alturas me parece altamente improbable.

Alarmado, le pregunto a unos portugueses si toda la carrera es así. Me responden que a partir del diez cambia, mejora. En ello creí entender que nos sacarían de la playa y nos llevarían por alguna sólida y maravillosa pista. Llegando al kilómetro diez, la niebla se va levantando y se observa una playa infinita por donde a lo lejos, se ve transitar corredores. Descorazonado, constato que esto no tiene ninguna pinta de salir de las lindes del mar.

A partir del kilómetro 12 la arena es algo más sólida aunque sigue siendo muy complicado correr. En meta se comentaba que otros años, al bajar la marea, había quedado una superficie más dura. A medida que caen los kilómetros, corro con algo más de marcha y animado. LLegando al kilómetro veinte, me noto que voy bastante bien, empiezo a adelantar atletas con síntomas de agotamiento.

La carrera es en autosuficiencia. Te proporcionan un litro y medio de agua en la salida que llevas en el camelback. Sólo hay otro avituallamiento en el 28, donde te darán otro litro de agua más. Cuando llego, me bebo medio litro de un trago y el otro lo guardo. En meta entraré sediento y sin líquido.

Nunca se ve el final. Hay que rodear la península pero el contorno de la misma siempre se intuye inalcanzable entra la bruma. Ahora sí voy enchufado. Comienzo a ver atletas en lontananza. Empiezo a contar a los que voy adelantando, algunos con muchos problemas. Desde los quince kilómetros aproximadamente, corro por el borde del mar. Aunque me he pasado la carrera corriendo inclinado, me parece el sitio más correcto. Por supuesto los pies los llevo empapados por las olas pero no me importa demasiado.

Poco más allá del treinta, la arena torna más dura. Ahora sí, ahora, si llegas con fuerza, después del calvario anterior, te da la impresión de que te nacieron diminutas alas en los pies. Yo sigo a lo mío, adelantando y gozando hasta meta, donde llego con un tiempo de 5:09. Puesto 52. Después piensas que quizás podías haber apretado al principio pero hay que ser realista, cuando al principio sólo pensabas en sobrevivir, se antoja quimérico pensar en acelerar.

Por ahora no tengo fotos. Estoy esperando que me pase "El chino" las que nos hicimos en meta, después de charlar un buen rato con uno de los ilustres del trail que ha competido en todos los continentes. Algo que comentábamos y que también pensaba mientras corría era que por este año, con un día, he quedado "jartito" de playa. El fin de semana que viene a la montaña. Una cosa sí os digo, de los 39 maratones que llevo en las piernas, probablemente sea del que guarde un recuerdo más especial. Prueba recomendable para los sinceros amantes del fondo, para los talibanes, para los de paso tras paso sin más meta que el horizonte inalcanzable allá a lo lejos.

De música, dejo dos piezas. Algo muy obvio, "Carros de fuego" de Vangelis pero es que retrata exactamente cómo me sentía los últimos kilómetros cuando corría con la extraña e inexplicable alegría del final de un maratón bien corrido, cuando atravesaba las playas con tiempo para apreciar la belleza de las dagalas tiradas al sol, mientras tú ibas "sufriendo a gusto".

Aparte buscaba algo con el sonido del mar que nos acompañó durante todo el recorrido y me acordé de una canción de mi juventud, la versión de Loquillo y Sabino de la música de "Hawai 5-0", si mal no recuerdo banda sonora de una serie de televisión aunque para mí está mas unida a un mítico programa iniciático de Radio 3.

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"