martes, 31 de diciembre de 2013

2014, que la rutina no nos alcance


Lástima, ya se acaba 2013, el que ha sido, con mucho, el mejor año de mi vida y hoy, 31 de diciembre, toca lo previsible, desearos de verdad un 2014 lleno de buenos momentos, pero sobre todo un año repleto de lucha.

Los malos espíritus están ahí, pero podemos seguir la costumbre de los supersticiosos indianos, que temerosos del océano, colgaban bolas de espejo en la puerta de sus casas para que aquellos huyeran al ver su reflejo deformado. El mal siempre ronda, en forma de amargos recuerdos o amenazas ocultas, siempre latentes; pero todos podemos colocar esa pequeña bola para sortear los obstáculos y seguir adelante.

En 2013 conseguí salir de una celda que, durante años, yo solo me había encargado de construir. Liberado, comencé a pelear, a construir cada día un poco más rápido, comencé a entender qué era vivir. Mucho de los más valioso que atesoro lo conseguí en 2013 porque sobre todo fui capaz de reconocerme a mí mismo en el espejo. Sin embargo, en 2014 quiero lograr mucho más: acabar el puto Derecho que dejé tantos años aparcado y empezar otra carrera,  publicar al menos un par de libros, intentar acabar un jodido ironman sin entrenar y lo más importante de todo, abrazar a mi primera hija y puede que, si todo sale bien, hasta acariciar el vientre de Susana protegiendo a su hermano. Por ahora son suficientes metas. Me gustan esas palabras de Gandhi: "Es este "no descansar nunca" lo que proporciona el verdadero reposo. En este movimiento incesante se descubre una paz inquebrantable"

No encuentro mejor forma de desearos que un feliz año 2014 que servirme de la mágicas palabras de Manuel Vicent en este estupendo artículo: "El tiempo". La fórmula para ser feliz es bien sencilla: que la rutina no os alcance.

"El tiempo no existe. El tiempo sólo son las cosas que te pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno ya no le pasa nada. Después de Reyes, un día notarás que la luz dorada de la tarde se demora en la pared de enfrente y apenas te des cuenta será primavera. Ajenos a ti en algunos valles florecerán los cerezos y en la ciudad habrá otros maniquíes en los escaparates. Una mañana radiante, camino del trabajo, puede que sientas una pulsión en la sangre cuando te cruces en la acera con un cuerpo juvenil que estalla por las costuras, y un atardecer con olor a paja quemada oirás que canta el cuclillo y a las fruterías habrán llegado las cerezas, las fresas y los melocotones y sin saber por qué ya será verano. De pronto te sorprenderás a ti mismo rodeado de niños cargando la sombrilla, el flotador y las sillas plegables en el coche para cumplir con el rito de olvidarte del jefe y de los compañeros de la oficina, pero el gran atasco de regreso a la ciudad será la señal de que las vacaciones han terminado y de la playa te llevarás el recuerdo de un sol que no podrás distinguir del sol del año pasado. El bronceado permanecerá un mes en tu piel y una tarde descubrirás que la pared de enfrente oscurece antes de hora. Enseguida volverán los anuncios de turrones, sonará el primer villancico y será otra vez Navidad. La monotonía hace que los días resbalen sobre la vida a una velocidad increíble sin dejar una huella. Los inviernos de la niñez, los veranos de la adolescencia eran largos e intensos porque cada día había sensaciones nuevas y con ellas te abrías camino en la vida cuesta arriba contra el tiempo. En forma de miedo o de aventura estrenabas el mundo cada mañana al levantarte de la cama. No existe otro remedio conocido para que el tiempo discurra muy despacio sin resbalar sobre la memoria que vivir a cualquier edad pasiones nuevas, experiencias excitantes, cambios imprevistos en la rutina diaria. Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando uno era niño."


De música, os dejo el vídeo más importante del año. Desde 1965 aguardaba "Like a Rolling Stone" por su vídeo oficial. Un vídeo curioso, interactivo, lleno de  personajes que vienen a representar todos los que poblamos el mundo y a los que no nos queda otra que seguir rodando, sin olvidar, que como le ocurrió a la protagonista de la canción, los buenos tiempos pueden pasar dolorosamente de largo. Los malos también, os lo aseguro.

FELIZ 2014.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Mi página más afortunada



Hace alrededor de un año descubrí una iniciativa a través de la página "www.soypoeta.com" que planteaba enviar un poema un día determinado a cualquier periódico sobre la crisis económica y sus consecuencias en la sociedad. Bien, escribí uno. Meses después me enteré de que se iba a publicar una recopilación cuyos beneficios irían destinados a la Fundación Rais  que lucha contra la exclusión social.


Era un gran noticia pero mejor aún fue saber que iba a compartir páginas con Luis Eduardo Aute, Federico Mayor Zaragoza, Ángel Petisme, Inma Luna o Juan Carlos Mestre.  Para mí, todo un privilegio.

El libro se presentó el pasado lunes en el Ateneo de Madrid. Mi poema: "Fuego Amigo" va incluido en "En Extraplomo", un libro de relatos que quería presentar esta Navidad pero que a esta hora, aún no me ha llegado, por lo que mucho me temo que o los tengo antes de Reyes o pospongo el acto hasta la primera semana de febrero, ya que inmediatamente después de las Fiestas, no parece tiempo propicio.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mejores discos 2013: las versiones de la dama y la vagabunda



Antes de entrar en materia con el análisis de los mejores discos del año, un apéndice previo para dos discos que se van a categoría aparte por tratarse de lecturas de material ajeno. Discos extraordinarios, por otra parte. 

La medio francesa, medio americana Madeleine Peyroux tuvo su momento de gloria hace alrededor de una década. Ya no tiene aquel tirón pero conserva su prestigio y  ese extraño aura de gran dama  que tienen las grandes vocalistas de jazz. A cuestas con el sempiterno y pesado referente de Billie Holliday, gusta de cantar al dolor y la pérdida aunque evidentemente nunca pudo sufrir como el atormentado y menudo cuerpo de su modelo  El motivo central de "The Blue Room" es el disco de Ray Charles "Modern Sounds in Country and Western Music" , publicado a principios de los sesenta durante esos años trascendentales en la construcción de la identidad de Estados Unidos que todos conocemos mejor que nuestra propia Historia.

A Dayna Kurtz, a pesar de tener un talento descomunal y de haber compuesto canciones escalofriantes, nunca le dedicarán un gran reportaje en un suplemento dominical. Se me partió el alma cuando la vi mendigar unas perrillas para publicar un disco. Entonces fui consciente del verdadero estado de la cuestión cultural, de los problemas de la gente que se dedica al mundo del arte.  Erudita musical, en este "Secret Canon Vol. 2" continúa la labor iniciada el año pasado con el primer volumen, la de recuperación de grandes canciones de la música negra que pasaron desapercibidas en su día o que permanecen olvidadas.

Ambas obras son redondas. Si normalmente no te interesa la música que se publica por aquí por resultarte a menudo demasiado estridente, si piensas que los hijos del rock and roll somos gente de escasas luces, dale una oportunidad a estos dos discos, a estas recopilaciones de jazz, blues y rythm and blues Si no te convencen, puede que necesites urgente diagnóstico para  sensibilidades atrofiadas. 

Vale.

lunes, 23 de diciembre de 2013

FELIZ NAVIDAD



Ya sé que a muchos les carga pero es lo que hay, damos asquito. Alguno ya habéis recibido en casa la postal de la artistaza. 

Canción navideña rockera, por supuesto; este año de grupo fetiche atalantiano, los daneses Raveonettes.

Lo dicho, FELIZ NAVIDAD de corazón para todos los que pasáis por aquí.

P.S. Por si alguien le interesa, ayer publiqué un artículo sobre mi relación con mi ciudad en el blog de Ciudad Rodrigo.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

martes, 17 de diciembre de 2013

Mejores discos internacionales 2013: las medallas




Dudé entre eligir cinco, siete, diez para este artículo. Finalmente un podio; ya no me pidáis color de los metales. Durante los próximos días analizaré por separado tres discos muy distintos con una nota común: la intensidad. Ademá y como es usual, haré varias entregas con treinta o cuarenta de los discos que, en mi opinión, destacaron durante 2013.

Mañana los nacionales.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Despacio




"No corras. Ve despacio,
que donde tienes que ir
es a ti mismo...
y tu pequeño yo, recién-nacido eterno
no te puede seguir"

(...)

Si vas deprisa,
el tiempo correrá delante de ti
como una mariposilla loca.

Si vas despacio,
el tiempo te seguirá
como un buey manso"

(Juan Ramón Jiménez)

*Apunte rosa: Tras grabar el disco, Jason Isbell (exDrive by Truckers, una de mis bandas de rock favoritas), se casó con Amanda Shires.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Ultratrail de las Hurdes, 23 de mayo

Casi todos teníais noticias pero toca anunciar en forma la fecha y recorrido, para que la gente se vaya echando sus cuentas. Curiosamente, ni comenzará ni terminará en Las Hurdes. 

A todos los interesados os quiero la noche del viernes 23 de mayo en Robledillo de Gata, un bonito pueblo de Cáceres aunque no lejos de Ciudad Rodrigo, donde cenaremos en restaurante antes de irnos a dormir con sacos en algún local que intentaré conseguir a través del Ayuntamiento. La salida la realizaremos todavía de noche para llegar al Chorrito de Ovejuela cuando amanezca. 

Después ascenderemos a La Bolla, cruzaremos el Valle del Esperabán y por Horcajo pasaremos hasta otro valle, hasta El Gasco. De ahí marcharemos a Nuñomoral, donde giraremos por el Valle del Río Hurdano, dejaremos atrás Casares de Hurdes para internarnos en la zona del Majá de Robledo y el Mirador de La Pregonera. Volveremos a Casares y por la Ruta de Alfonso XIII pasaremos al último valle, el del Río Ladrillar.

De allí pasaremos a Batuecas y de ahí ascensión a la Peña de Francia, el punto más alto del recorrido. Finalmente descenderemos a la Alberca donde tras la cerveza de rigor, nos vendrán a recoger para volver a Ciudad Rodrigo. 

Estimo que la distancia total se irá a más de 100 kilómetros -supongo que habrá gente que se atreva con todo y algunos con partes-, pero hasta mayo, toca revisar cada tramo y publicar datos concretos -aunque bien sabéis que lo mío es ir al pairo-. Solo os digo que el terreno es duro, no extremo, pero a ratos exigente, además de que son muchos kilómetros. Lo bueno es que en caso de "emergencias", hay salidas (pueblos y carreteras), por todos lados. El recorrido os aseguro que es realmente espectacular con atractivos muy variados, de lo que dan fe las fotos que acompañan la convocatoria.


















miércoles, 11 de diciembre de 2013

El Consejero ilustrado


El primer guion para cine de Cormac Mc Carthy es noticia. "La carretera" ya pasó por aquí y todos habéis visto otra magnífica película basada en un libro suyo, "No esa país para viejos".  Llamar crítica a mis tres líneas escritas a la velocidad de la luz se antoja excesivo, pero me temo que esta va a ser la línea de este blog a menudo. Me gustó cómo y qué escribe este autor. Aquí la prosa recargada se sustituye por unos diálogos totalmente fuera de lugar sobre el sentido de la vida, el amor, el dolor, el mal o la muerte. Pero lo reconozco, me lo trago, me gusta la peli porque me gusta lo que dicen, sin tener en cuenta demasiado a cuenta de qué viene el cuento. Y cuesta pensar que el cuento, el fresco, sí es real, que a estas horas hay gente conviviendo con el horror absoluto. Está bien que la historia no suavizara ni buscara giros redentores a una realidad terrible.

Toda la mala gente que sale en la película -que son casi todos-, bien podían haberse dedicado a la literatura o a la filosofía, dada la enjundia de sus razonamientos, pero se conoce que es una actividad menos rentable, aunque probablemente garantice una vida más tranquila y un final menos traumático

Me hizo gracia que utilizaran una canción de Josh T Pearson. Este hombre es una de los señores más mustios que conozco en esto de la música - y os aseguro que conozco aburridos... para aburrir-. El año pasado Susana me lo prohibió. Este vídeo da fe de mis afirmaciones. Si hubiera sido grabado en un país menos civilizado, probablemente lo hubieran atropellado o le hubieran roto la guitarra en la cabeza... con razón. Nunca una cosa seria estuvo tan cerca de un Celebrities de la Muchachada. Si os lo veis entero, os pago una cerveza esta Navidad.

lunes, 9 de diciembre de 2013

"Devils & Dust" (2005)


Recupero una serie meses aparcada, para continuar con el análisis de todos los discos de Springsteen.

Es curioso pensar que el último gran disco de Bruce, del que por cierto, ya casi han pasado diez años, fuera más una colección de retales creados durante casi diez años , que una obra concebida como una unidad. Sin embargo, a excepción de la luz de "Long Time Coming" -una de las mejores-, el disco no se resiente. A pesar de la variedad de ambientes retratados, no se percibe heterogéneo o deslavazado. Viene a ser un disco seco, amargo, brillante.

El punto de partida del disco es una canción: "Devils and Dust", escrita en 2003, en la que adopta el punto de vista de un soldado en la Guerra de Irak,  el que podría ser el de cualquier soldado en cualquier guerra, sea en la actualidad sea hace tres mil años. 

Como ocurrió con "The Ghost of Tom Joad" y "Nebraska", Bruce pretendíó grabar el disco con la banda pero finalmente descartó la idea pensando que el mensaje se conservaba más puro desde la austeridad. Sin embargo, las tomas acústicas requerían algo más y fueron retocadas por Brendan O´ Brien, ya productor en "The Rising". La mayor parte de instrumentos los tocó el Jefe, encargándose del bajo, Brendan. A las voces, Patti Smith, Lisa Lowell y Soozie Tyrell, además de las colaboraciones de Danny Federici a los teclados, Steve Jordan con la batería, Marty Rifkin, guitarra steel y Mark Pender, trompeta.

Para explicar el disco puede que lo mejor sea colocar el foco sobre su galería de personajes:

"Devils and Dust". Soldado en la Guerra de Irak, sintiendo que algo que no comprende lo convierte en algo distinto, sintiendo como su deber y el miedo, contaminan su   alma sin remedio.
"All the Way Home". Escrita en 1990 para  Southside Johnny, su amigo de juventud. El  que de vocación solitario, busca de compañía.
"Reno". La descripción de un sórdido y triste servicio con una  prostituta.
"The Hitter". Conversación del boxeador fracasado con su madre.
"All I´m thinking about". Las tribulaciones en falsete del amante abandonado
"Silver Palomino" Un niño recuerda a su madre muerta mientra cabalga.
"Black Cowboys". En las calles del Bronx, un niño nos habla de su madre, huida con  un traficante.
"Matamoro Banks". Historias de espaldas mojadas. Una mujer espera a su amado mientras él flota en el río.
"Jesus was an only son". El sentimiento maternal partiendo de la imaginería católica
"Leah". Una brillante y sencilla declaración de intenciones. El sello de la esperanza.
"Maria´s Bed". Esa salvación personificada en María.
"Long Train Coming". La canción fuera de lugar. En tono y texto, la felicidad desbordante, desde una nueva paternidad que lo ilumina todo.

Es un disco sombrío, en la onda de otras de dos de sus obras capitales: "Nebraska" y "The Ghost of Tom Joad". El retrato del desarraigo, del peligro de quedarse fuera de juego. La lucha entre lo mejor y lo peor de nosotros. El reverso del lado oscuro representado por el amor, sea maternal, sea de la pareja. La poética de los desheredados, el ansia de redención, de volver a empezar, de una nueva oportunidad, puede que demasiadas veces, ya demasiado tarde. 

Requiriendo silencio a la audiencia, durante la gira , Bruce interpretaba en solitario valiéndose de varios instrumentos -con protagonismo especial para el piano-, con apenas unas luces por toda escenografía.

Interpretaba versiones extrañas, algunas casi irreconocibles, prescindiendo incluso de estribillos. Imagino que acercándose al despiste al que juega tanto Dylan. A propósito, y saliéndome del tema, hay una anécdota muy buena de Ringo Starr en el camerino de Bob Dylan tras un concierto de éste: Ringo le recrimina a Dylan cuánto le hubiera gustado escuchar "Maggie´s Farm" mientras los músicos se parten de risa. Efectivamente, la habían tocado.

En 2005 ya no esperaba un gran disco de Bruce; ya no lo espero ahora y sinceramente creo que debería ser más selectivo con el material que publica; pero todos conocemos de su fuerza y energía. Ahora se anuncia disco de versiones para 2014, lo que es una gran noticia. Seguro que será tremendo ver a una banda tan potente y engrasada reivindicar canciones, espero que más bien ocultas u olvidadas.

En 2014 ya no espero un gran disco de Bruce. Quién sabe, tal vez me vuelva a sorprender en el futuro.

En los vídeos comparto la diferente interpretación de Southside Johnny. Si no lo conocéis y os gusta el rock americano, echadle un ojo a su discografía. Uno de esos tantos tipos que debió haber triunfado pero que se quedó a medio camino.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Los "Gran Gatsby"


Junto a una montaña de libros, en mi salón aguarda una pequeña libreta con una lista que nunca acaba de crecer y que nunca conseguiré completar; ni de extender, ni de leer. La mayor parte seguro serían balas certeras. Clásicos por encima del bien o el mal y apuestas de los últimos tiempos que por lo que me llegó por cauces varios o por lo que me contó gente de criterio fino, parecen fiables.

De entre los clásicos, con muchos años en espera se encontraba "El Gran Gatsby", una de las grandes novelas norteamericanas Bien, probablemente sea el "intocable" que más me ha defraudado.

La prosa de Fitzgerald es de altos vuelos, precisa y evocadora. Tiene el don, nació para ello y desde ese punto de vista es todo un placer recorrer sus páginas. 

Sin embargo, el tema de fondo, esa tensión entre dos mundos, el de la superficialidad que solo busca calmar apetitos y el del que porta dentro de sí algo más valioso o trascendente, no me parece de tan largo recorrido como imaginaba.

La conclusión final es realista, demoledora:

"Tom y Daisy eran descuidados e indiferentes; aplastaban cosas y seres humanos, y luego se refugiaban en su dinero o en su amplia irreflexión, o en lo que demonios fuese que les mantenía unidos, dejando a los demás que arreglaran los destrozos que ellos habían hecho." 

"Había pagado muy alto precio por haber vivido demasiado tiempo con un solo sueño"

Ahora bien, quietos ahí. El final es maravilloso. Cuántas páginas se construyeron alrededor de este diagnóstico enmarcado en una frase. Puro arte, un verso fuera de lugar:

"Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado"

Y mira que escribiendo ahora, meses después de haberlo leído, me parece mejor de lo que recordaba. Puede que deba leerlo de nuevo. Puede que ver la película antes, me influyera para mal.

De la película, qué voy a contar. Lo ventilo rápidamente. Bazh Luhrmann es un tipo afortunado; con la suerte de recibir millones de dólares para montar una y otra vez la misma película, una acelerada cascada de imágenes con mucho ruido, mucho lío, mucha música, mucho... de todo, que soy incapaz de tomar en serio. "Romeo y Julieta" pudo sorprender, "Molin Rouge" algo tenía -lo reconozco-, pero a estas alturas todo se volvió tedioso. Cuando quiso construir un clásico tirando de manual, le salió "Australia", una película supuestamente preñada de sentimientos y emociones, más bien apolillados, que solo transmitía mentira y sopor.

Vale.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Hacia Santiago, no se es más que peregrino

Razones religiosas, deportivas, culturales. Son las tres casillas que marqué en el cuestionario que me ofrecieron en Roncesvalles para indagar sobre  mi motivación para acometer el Camino. De vuelta a casa, con mi bici “Nadadora” en el maletero del autobús, en apresurado balance, repasaba mis razones, todas en mayor o menor medida, tocadas, agitadas, satisfechas. Sí, encontré más que de lo que buscaba.



Razones religiosas, espirituales. Repaso el recorrido de mi tránsito interior en el Camino, ese viaje que aún no terminó, que nunca podrá terminar, pero que de un tiempo a este parte, dejó de ser tortuoso para convertirse en  afortunada corriente a puertos abrigados, en río al que solo le cabe conducirme a buen término

            Razones deportivas.  Para mi capacidad,  el reto es de entidad, puede que de los más duros que he acometido –con momentos puntuales muy complicados-, que en los primeros días hicieron nacer dudas en mí acerca de si sería capaz de completarlo. Sin embargo, a medida que Santiago se acerca, una nueva fuerza parece iluminar cada hora de pedaleo; todo parece más fácil o simplemente se tiene más temple para enfrentarte a las mismas dificultades de anteayer.

Razones culturales. El encuentro cultural en el Camino es constante, mas también apresurado, precipitado. Toda la riqueza que sale a tu encuentro, la anunciada en letras de neón pero sobre todo la diminuta, la casi invisible,  provoca algo de desazón en el espíritu sensible,  debido a que desde el primer instante – incluso en mayor medida  de lo presagiado antes de partir- , casi eres más consciente  de lo que pierdes que de lo que disfrutas. Pero las  condiciones autoimpuestas no eran negociables.

Y esas condiciones se reducen a  una semana para el Camino francés. Me hace ilusión completarlo y es el tiempo de que dispongo. Sin embargo, sé desde el primer momento,  desde ante de comenzar incluso, que el verdadero camino se hace caminando, sin ritmo, sin expectativas, parando o arrancando en función de lo que me ofrezca el Camino, descubriendo cada pueblo, cada huella, conociendo de verdad a compañeros peregrinos, deteniéndome en cada rincón que lo merezca, que nunca podrán ser todos, porque el Camino, como lo fue desde hace siglos, como lo será en los próximos, ha de ser distinto para cada uno.

Tan convencido estaba de esta idea que incluso al principio del Camino, me planteé recorrer los últimos cincuenta, cien kilómetros caminando, tras enviar la bici a casa a través de agencia en una de las últimas ciudades, pero finalmente pensé que habría sido una especie de traición a mi compañera, a la que me había llevado allí, que se merecía entrar en la Plaza del Obradoiro tanto o más que yo.


¿Es compatible el Camino de Santiago con la prisa, con etapas, con plazos? Mi conclusión es que sí pero viene a ser otro Camino. Más exigente a ratos, cuando a veces el jadeo da cuenta de la falta de aire, cuando el desfallecimiento asoma a diario, algo que jamás habría experimentado caminando; ello quita y pone, resta y suma algo inaprensible. Es una experiencia diferente.  Quiero pensar que algún día lo haré caminando, puede que tramos con Susana o mis hijos, puede que completo cuando esté ya jubilado y sin tantas urgencias.



Mi Camino de Santiago era un deseo que albergaba desde chaval, desde antes de dedicarme al ultrafondo y acometer cada año estimulantes aventuras a cada cual más dura o salvaje, con necesaria prioridad sobre aquel primer sueño romántico de adolescente. Puede que aquel viaje simplemente quedara aparcado al crecer, al privarle ya mi edad, del carácter iniciático que inconscientemente busca cualquier muchacho con inquietudes. De unos años a esta parte, se convirtió en un proyecto distinto.  No se puede reconducir a la idea “promesa” ya que mi mente no se mueve en esos parámetros, sino que con el tiempo veía el Camino como el final de un via crucis, de una etapa vital que por momentos creí eterna, sin fin, una condena insalvable.

Después de guardar en el zurrón metas, en principio mucho más exigentes, la idea de reto pasaba a segundo plano. En lo peor de mi infierno, pensaba que algún día me gustaría estar en camino, en el Camino, lejos de todo, de todos, hasta de “ese yo” que me atormentaba. De ahí que precisara soledad y requiriera como condición adicional, a pesar del mal tiempo, hacerlo lejos de las semanas de primavera o verano. Independientemente de la motivación de cada uno, creo que el Camino debe realizarse en silencio, sin demasiado gentío alrededor para entenderlo y entenderse de verdad, para encontrar nuestras propias razones.

Más que una búsqueda, también la de esos pocos que seguro ahora mismo, ya cerca de lo peor del invierno, marchan decididos hacia Galicia, es un encuentro, un encuentro conmigo mismo, puede que un “gracias”, un “bienvenido” por sentirme de vuelta. Puede que por primera vez en mi vida, sea feliz de verdad, me encuentre  dentro de la luz que describe Enric Montefusco en la última obra de Standstill, que como él, no quiera que acabe el día, en una suerte de historia personal paralela a la del germen del disco. Y es que hace meses sentí crecer alas en mi espalda y nunca me sirvieron tanto como hacia Santiago.

La que fue mi vista durante una semana completa.

 Ahora sé qué me basta, que todo lo que necesito está dentro de mí, que no necesito ni una puta cosa que se pueda comprar, ni una. Me gusta esa frase de San Francisco de Asís: “Necesito pocas cosas y esas pocas que necesito, las necesito poco”. Y en estos temas sí que me estoy volviendo un integrista. Y cuando digo solo, me refiero a solo conmigo mismo, solo con los míos, con todos aquellos que siento alrededor que merecen la pena,  porque me identifico, porque los interiorizo como parte de lo más profundo de mí. Yo que tantas veces quise no vivir, ahora sé que siempre puedo vivir a pesar de todo.

Ni un instante nublaron mi pensamiento durante el Camino, problemas que durante años me atormentaban periódicamente, sin descanso, y solo por ello, porque jamás llegué a imaginarme fuera de la trampa en la que me iba enredando en soledad,  puedo dar gracias por estar vivo, por sentirme vivo, por el deseo de no volver a atormentar con mis silencios a los que me quieren. El Camino era la culminación de un deseo, el de volver a ser feliz, volver a ser yo. Era el fin,  un sello, la señal de un fin y un principio.  Porque hoy, ahora, cada hora, me dedico a construir y sé que tengo camino por delante. Y eso me basta.

Soy cristiano, soy creyente –acompañado de la inseparable duda unamuniana- y debido a esa condición, entiendo que vivo el Camino de una forma diferente a un no creyente. El mensaje cristiano me sigue pareciendo poderoso y responsable de gran parte de lo mejor que hay en mí, pero no insisto en el tema porque ya ha escrito sobre ello en alguna ocasión. Todo ese proceso de preguntas y respuestas que busco y encuentro a diario, se acentúa durante el Camino. Pero curiosamente, esa duda se vuelve escepticismo casi completo respecto a la ubicación de los restos del Apóstol en Santiago de Compostela. Puede que a muchos les sorprenda este hecho, mas francamente, el dato me parece irrelevante. Tal y como yo entiendo la religión, la veneración a restos, tumbas, reliquias, hasta imágenes, me genera una sensación que describo entre rechazo y hasta el cierto repelús que provoca  en mí esa extraña y absurda devoción por supuestos trozos de la Santa Cruz, por ejemplo,  o peor aún, de hombres y mujeres, que no sé en qué deben ayudar a entender o vivir el Evangelio.

Para mí, el Camino está construido sobre las vivencias, esperanzas, penas,  sueños, el dolor o la devoción de todos los que pasaron por allí, que, en cierto modo, dejaron sus huellas, conformando un patrimonio visible, pero sobre todo invisible. Ese es el pavimento del Camino y algo de mágico hay, algo de intangible, en la actitud  y disposición de todos los que te encuentras a diario en la ruta a Santiago. Supongo que existirán interesantes estudios antropológicos sobre el extraño fenómeno que son las peregrinaciones, común a muchas culturas a lo largo de la Historia

Celine escribía: “En la fatiga y la soledad se manifiesta lo divino de los hombres”.  El Camino es esfuerzo. Es la clave de bóveda.  La voluntad tras cada paso del peregrino.  Si no sufres, si no pasas malos momentos, seguro que para muchos,  cercanos al umbral de lo soportable, no hay Camino.

Como antes contaba, siempre ayuda acercarse a la meta, esa que se percibe tan lejos desde Pirineos, el ir quemando etapas. Al comienzo está la duda, el miedo. Sé que muchos me creen seguro por mi afición al deporte de resistencia, pero desde que llego a Pamplona, entre entusiasmado y prudente, estoy lleno de respeto y me pregunto  si mis planes, como siempre nada meditados o basados en datos objetivos, serán realistas. Paradójicamente,  tengo lo más importante, la máxima de Luke en  “La leyenda del indomable”: confianza en mí mismo. El hombre puede hacer tantas cosas y  hace tan poco. En cualquier campo. Si no hay esfuerzo, si no cuesta, si no duele, este viaje no vale nada. Puede que en cualquier viaje, puede que en nuestro viaje vital tenga que ser necesariamente así, para convertirlo en valioso y entonces sí, poder atesorarlo.

Solo así cabe emocionarse ante el sepulcro como símbolo, en la “Misa del Peregrino”, acogido por la fuerza que proporciona la consecución de esos objetivos que cuestan tanto y que espero me acompañe para siempre, el resto de mi peregrinación que será mi vida a partir de ahora. En este crucial momento, en este elegir caminos que es para mi y para todos, la vida.

Es curioso que después de terminar el Camino, aún no durmiera tranquilo, que el despertar tempranero, ya alerta por el día que me esperaba, fuera sustituido por el amanecer tranquilo y empapado del recuerdo agradecido de tantos kilómetros, por las ganas de contar e intentar transmitir con fidelidad lo que siento, de animar al que duda, de hacer recordar al que fue caminante.

No éramos muchos los peregrinos en Santiago;  al cruzarnos por las calles, nos reconocíamos, nos saludábamos con mirada cómplice, con una sonrisa que ya no perderíamos hasta el regreso a nuestros hogares, a la vida real. En un otoño, que como cada otoño, es tiempo de cosecha y de desprenderse de tantas hojas muertas que nos estorban para tratar de conseguir el fruto más adelante, más lejos, en la primavera que todos anhelamos.

Ya acostumbrado a madrugar, siempre recordaré un paseo de domingo por las desiertas calles de un Santiago envuelto por la niebla. Un paseo emocional final, pleno de sosiego. Una forma de descubrir el alma de esas hermosas ciudades turísticas, tornadas a espantosas por el trajín del implacable turismo.

Entonces pensaba que en el Camino yo también ya tengo mi parte, junto a la de cientos de miles de peregrinos que dejaron su huella durante siglos, que lo construyeron pieza a pieza, buscando, dejando su brote de esfuerzo; porque yo dejé algo de mi vida  y mi lucha, y aunque lo pasé mal muchas veces, mi parte siempre será pequeña porque soy fuerte y, aunque a veces reniegue, estoy acostumbrado a sufrir. Y además cuido mi frase, mi mantra consolador al que acudo cuando todo se tuerce: “Siempre puede ser peor, siempre puede ser peor, siempre puede ser peor”  Mas mi orgullo después de ocho horas de bici, se torna ridículo cuando en Astorga me cruzo con una peregrina de alrededor de ochenta años que apenas puede caminar y me pregunto qué fuerza le hace continuar, y aún hoy, cuando escribo estas líneas, me sigo preguntando si consiguió llegar a Santiago, probablemente su último gran sueño, ¿el sueño que pospuso, no veinte años como yo, sino toda una vida? Y a la que mi frase mágica de poco le sirve, porque ella está en lo peor.

El Camino prende en ti, te deja prendado a él, se queda soldado a tu espíritu y te proporciona la certeza de que volverás, como tantos con los que te cruzas y de los que conoces que volvieron o proyectan volver, o aquellas chicas italianas que regresaron un año después para quedarse de forma definitiva y encargarse de la gestión del albergue municipal de Nájera. En esta época del año casi todo son extranjeros: alemanes, italianos, ingleses, japoneses, muchos coreanos, alguno de ellos machacado por los chinches que se solazan en algún albergue  cuya mala fama se extiende por el Camino. ¡¡BUEN CAMINO!!, el sincero saludo que intercambiamos.

 Cuando me quejaba, también pensaba en Alvin, el protagonista de “Una historia verdadera”, que se convirtió en una figura inspiradora para mí. Alvin era un anciano enfermo que decidió hacer un largo viaje en una cosechadora a través  de varios Estados de Norteamérica para despedirse, antes de morir, de un hermano con el que llevaba años sin hablar. Es la historia que da pie a una película sencilla, una poderosa obra maestra, extraña en la obra de David Lynch (“extraña” precisamente por no casar con la extraña y arriesgada obra del gran autor americano).

Eres peregrino, y cuando andas el camino, solo eres peregrino, solo piensas en llegar, en qué tiempo hará, en dónde llegarás, en lo bueno que sería conseguirlo. Estás fuera del mundo. Estás lejos de todo, y la apuesta debe ser firme. Todo lo demás sobra. Yo lo tengo claro, salvo para llamar a casa cada noche, llevo apagado el móvil –de hecho, como casi siempre en mi vida-, no quiero saber nada de internet o radio, ni siquiera música. Por no llevar, no llevo ni cuentakilómetros, ni apenas hago fotografías. Todo es accesorio, todo me aleja de mi propósito, de mi devenir principal. Cuento con la gente; unos y otros me orientan, amables, cuando tengo dudas sobre el camino y estas serán cientos. Entonces, para aliviar la mala uva, recuerdo al sacerdote de Nájera, hombre apasionado y feliz, cuando me agarraba fuerte y me hablaba de todos los malos  ratos que me aguardaban, pero que siempre pasarían, se olvidarían.


El recuerdo de mi abuela Claudina me alienta, me empuja. Ella era muy religiosa, pero sobre todo era muy dura. Siempre digo que mis supuestas facultades y gusto por el ultrafondo, más mi dureza mental que capacidad física, procede de esa resiliencia que mi abuela siempre tuvo para afrontar la vida en una España terrible. Esa España que nos retratan a menudo nuestros mayores, tornando fácilmente las tristes penurias de ayer en jocosas anécdotas hoy y que algún día me gustaría llevar en serio al papel. A muchos le tocó sacar adelante familias con apenas nada, a través de obstáculos a veces insuperables; situaciones que necesariamente han de marcar el carácter, que deciden cómo se afrontará la existencia futura, con el inextinguible miedo a perder esta antinatural abundancia. Ella, ya casi centenaria, murió mientras yo llegaba a Burgos tras una mañana de viento terrible. Me entristece pensar lo que hubiera gozado oyéndome contar de cómo una mañana de sábado, tras varias horas de torrencial lluvia, llegué a Santiago y estoy seguro que la vela que le encendí en la Catedral, fue una forma de mantenerla viva, de hacerle llegar mi recuerdo, mi mensaje, a las dos abuelas que este año se me fueron.  

Soy de la opinión de que el verdadero cicloturismo se debe acometer  en soledad, por lo que no volveré a hacer un viaje cicloturista. Es una peligrosa actividad que entiendo pueda arraigar en un peculiar tipo de personas. Una afición que puede convertirse en estilo de vida para  francotiradores, modernos eremitas, “locos” temerarios que tan bien entiendo por mis inclinaciones naturales. Sin embargo,  en este momento vital, pasar una semana lejos de Susana, se me antoja demasiado tiempo. Coincidí con varios ciclistas, no muchos, la mayoría solos; También gente en vehículos extraños: patinetes, tirando de un carro similar a un rickshaw  indio, otro con un burro. Ya sabéis, hay gente pa tó, más en el Camino, que como podéis suponer,resulta terreno fértil para lo exótico, donde el iluminado es carácter común.


Día tras día, pedaleando tantas horas sobre la bici, te conviertes en una mezcla entre indio y agricultor, siempre azorado. Aprendes a leer el tiempo, a sentir, a percibir esa insignificante y hasta agradable brisa que se levanta al comienzo del día como la amenaza que más tarde tornará en vendaval. Temes  la maldita y hermosa helada castellana tardando más de tres horas en ceder, acuchillando tus manos y pies, a pesar de llevar, dos, tres pares de guantes o calcetines, a sentir cómo el incipiente sol comienza a elevarse sobre el horizonte infinito de la meseta, templando cuerpo y  espíritu, mientras una jodida nube lo oculta por un minuto eterno y cuando pasa, entonces sí, entonces crees que el verso de Pushkin: “Frío y sol, qué hermoso día”, hablaba de Castilla, no de Rusia. O al agua de lluvia resbalando por cada rincón de tu cuerpo, tal que el último día,  tras bajarme de la bici frente al Obradoiro y quitarme los guantes, mientras miraba divertido mis dedos arrugados, después de dos días de aguaceros que ahora, tras la última pedalada, poco importaban.


Hasta esas pocas horas en que todo marcha bien, como debería, estás ansioso por aprovechar el buen tiempo, por recorrer todos los kilómetros posibles, temeroso porque sabes que lo bueno no dura. Cierta ansiedad que nace desde que a las siete de la mañana ves el parte meteorológico desayunando en un bar, que te acompaña con el inicio de la marcha antes de las ocho y que casi siempre cede cuando finalmente te pones en acción, para volverse satisfacción, un pequeño, íntimo triunfo, al alcanzar el objetivo del día. Es la misma ansiedad de las líneas de salida de las carreras especiales. Y la única forma de calmarla es la habitual: hacerlo, conseguirlo. Y ahí, una vez más, la experiencia, la dureza mental es lo esencial. A medida que transcurren las semanas, mis recuerdos del camino se asientan en un día tipo en el que se mezclan las  cotidianas dificultades y la alegría al bajarme dolorido de la bici.

Lo  mismo que la bici –la que utilizo para moverme por Ciudad Rodrigo-, se fue adaptando al Camino con necesaria reparación en Burgos, recolocación de equipaje, etc., le pasó a mi cuerpo. En esa bici nunca he hecho grandes distancias y extrañando la postura, al principio sufría dolores en varias partes de mi cuerpo que fueron cediendo con el tiempo, quedando solo los normales en culo, espalda –más si llevas mochila-  o los pies. O mis ojos, cuando sin gafas, soportaba horas de aire frío en contra y después, me costaba varias horas recuperar la capacidad para leer.

Con el paso del tiempo mi cuerpo se fue acostumbrando poco a poco a mis cabalgadas diarias de entre seis y ocho horas. Los dos, tres primeros días, me acostaba muy temprano y me dormía inmediatamente, completamente agotado, además de por el esfuerzo, por la tensión –sobre todo en las grandes ciudades- pero presumo de conocerme bien, y pensaba que con el tiempo, mi cuerpo, en lugar de notar la acumulación de kilómetros, se acostumbraría a la exigencia diaria, respondiendo mejor. Y así fue. Ahí juega un papel fundamental el descanso para levantarse de nuevo fuerte y acometer la jornada.

Y esa rutina diaria era la siguiente: Normalmente, a no ser que tuviera pensado parar en algún lugar determinado a lo largo de la mañana, pedaleaba alrededor de tres horas sin parar, justo cuando comía un puñado de cacahuetes –más tarde conguitos- y gominolas y entonces, seguía otro par de horas. A partir de la una, ya notaba que saltaban las alarmas y me estaba quedando sin gasolina. De insistir, lo pasaría mal. Entonces paraba en el primer bar que veía y comía normalmente un bocadillo de bacon con queso y un café y en menos de media hora, ya estaba otra vez manos a la obra, ya recuperado, aunque no pletórico. Entonces seguía hasta el objetivo que había decidido, según mi estado, durante las últimas horas, puede que muy alejado del que yo había previsto al inicio de la jornada. De esta forma, normalmente disponía de casi toda la tarde para visitar con calma el lugar en el que había decidido pasar la noche.

Respecto al equipamiento, llevaba  ropa para la bicicleta – de invierno y verano- y ropa de calle. En este tiempo, dada mi premura, no puedes lavar nada con lo que os podéis imaginar el hedor de la ropa de faena. Mi idea para “Los 500 de Asís” de agosto, es correr todos los días con la misma ropa y llevar ropa y calzado normal en mochila. Será verano con lo que tampoco hay que cargar gran cosa e incluso podemos lavar.

Para mí, el recorrido fue una verdadera aventura ya que carecía de información, limitándome a unas cuantas ideas preconcebidas, muchas veces desmentidas por la terca realidad que se ocultaba tras el otro lado de la loma. Marchaba al estilo puramente atalantiano, sin información sobre perfiles o dificultades.  Por principio, tiendo a pensar que me espera lo peor y en muchas ocasiones, no fue así, con lo que puede que hasta me alegrara descubrir una recta o un descenso inesperado. Me gusta marchar así. También es cierto que los momentos de miedo, de hartazgo, de  fracaso ante metas diarias excesivamente ambiciosas, son inevitables.

El comienzo del día es lo más duro, faltan tantos kilómetros, tantas horas para el final de etapa que cuesta levantarse y comenzar, más si las condiciones meteorológicas son malas. La mayor parte del recorrido lo he hecho por  carretera con lo que te pierdes mucho, pero si quería llegar, no debía arriesgar e intentar ir lo más ligero posible. En la carretera, sobre todo en salidas y llegadas a grandes ciudades se puede pasar mal por el tráfico. Algo que nunca me había pasado es que un camión me tirara literalmente de la bici y durante esa semana me pasó en dos ocasiones el mismo día, antes de llegar a Burgos. Fue por el aire terrible de aquel lunes –después leí que hubo rachas entre sesenta y cien Kms por hora- al que mi bici cargada ofrecía una resistencia demasiado peligrosa. No llevaba pedales automáticos ni calapies, sino zapatillas de deporte y los pedales de plástico baratos que le tengo puestos habitualmente a esta bici, con lo que me bajaba sin problemas, pero creo que nunca he pasado tanto miedo sobre la bici.

Puertos, puertos realmente duros y prolongados, a excepción de la unión de  Piedrafita y Cebreiro al entrar en Galicia, que se las trae, no hay. Algún puerto corto en la zona de Roncesvalles –que hice ida y vuelta-  o El Perdón, tras Pamplona, otro largo y tendido como El Manzanal  antes de descender a Ponferrada pero repechos de dos, tres, cuatro kilómetros, los hay para aburrir, algunos muy exigentes y ahí siempre están las antenas como referencia para orientar, aliviar y marcar el final del esfuerzo.


Alguno acabó del Cebreriro tan harto como yo.

La meseta castellana. Es curioso que nunca me había parecido tan bella. Me debió reconocer como su hijo ya que se mostró clemente y, salvo momentos puntuales, la atravesé con bastante suerte. Toda la meseta, desde Burgos hasta Astorga en plato (grande, para los no familiarizados). No os creáis que era un ritmo “Cancellara”. Cargado y con las ruedas gordas, vas poco más allá  de los veinte por hora de media. Sí me hubiera gustado una foto de mi silueta con el horizonte de fondo una mañana de sol heladora de invierno. Habría sido la foto de mi camino, el de pedalada tras pedalada, hora tras hora en soledad, sin cuestas, sin levantar el resentido culo del asiento, sin ceder al cansancio o al hastío que tantas veces estuvo ahí.


De mi recorrido cultural, mi recuerdo es un magma casi indistinguible, indescifrable a veces,. de oscuros interiores de templos, de los bosques del inicio y el final, del  olor a vino en La Rioja, de las castañas cayendo a mi paso en Galicia, de curiosidades como las casas excavadas en la roca de Nájera, de esos “lugares en el paraíso” que son los claustros, de rictus contraídos de santos, de una iconografía cristiana donde la sonrisa apenas aparece, de todos esos rostros esculpidos y pintados de la nobleza religiosa o laica, esa montaña de vanidades y orgullo que me gustaría arrojar fuera de los templos con violencia, de un portazo. Y es que ese no puede ser el sitio de "la gente bien" que, por regla general, sojuzga a los demás, que tuvo la suerte de  cuna o de arreglo. No me casa con el mensaje cristiano y no es su lugar. Decía Max Weber: “Los evangelios tienen la costumbre de hablar siempre mal de los ricos”. Hay tantas cuentas que la Iglesia tiene que ajustar con su pasado, la española especialmente con sus lacras como son la Inquisición o  la Evangelización a sangre y fuego del Nuevo Mundo, con Cruzadas fuera de tiempo y lugar y veo tantas huellas que me retrotraen a ello. Yo soy cristiano y quiero una Iglesia más acorde con la Palabra que se predica, en la que no quepan irresponsables declaraciones de purpurados, ejerciendo de payasos mediáticos con sus delirantes opiniones sobre la homosexualidad o el papel de la mujer en el matrimonio. Ahora parece que tenemos una oportunidad como no se había visto en décadas, pero supongo que tratar de mover los herrumbrosos resortes internos de una organización de poder con tantas implicaciones temporales, debe ser tarea titánica.

Mas continúo. Recuerdos que son  una bola de fuego donde brillan faros como Pamplona, Astorga, Santiago, y claro, las dos estrellas del firmamento: Burgos y León contando con el inesperado lujo que es pasear por las catedrales anormalmente vacías, cumpliendo su función  plenamente, la de abrumar, la de invitar a la reflexión, a la oración.

No cabe descripción fiel de un paseo nocturno a la vera de la impresionante silueta de la Catedral de Burgos, arropado por el fantasmal entorno que marcan sus agujas  o  sobre qué es sentarse arropado por la piedra y luz que es el  frágil interior de León  No es extraño que ambas desmembraran toda la belleza de su equilibrio por precisamente ese ansia del hombre de querer mejorar lo inmejorable, que se rompieran, que León pudiera no ser más que un recuerdo. Son hechos que nos hablan de lo milagroso que es levantar esos monstruos.

Casi al final, en lo alto del Monte Gozo, divisando las torres del Obradoiro, leo el homenaje al peregrino más especial, un hombre que, en efecto, debió ser excepcional, San Francisco de Asís. Y ya pienso en mi proyecto: “Los 500 de Asís”. Durante la última semana de agosto  trataremos de llegar desde Galicia hasta Ciudad Rodrigo –algo más de 70 kilómetros al día corriendo y andando-, para conmemorar los 800 años de la llegada del Santo a nuestra ciudad.

Apunte final fuera de guion y que puede que hasta emparente con mi denostada autobiografía de Johnny Cash. Algo con lo que establecí una extraña relación, que me acompañó durante todo el trayecto, mientras cambiaban los paisajes, nacían o desaparecían los montes o bosques, las nubes o hasta los olores, y que siempre estaba ahí era el cuervo. Me dio por fantasear con que siempre era el mismo, que me acompañaba desde Roncesvalles. El cuervo, los cuervos, señores de España entera. Les hablaba, les gritaba, porque cuando llevas seis horas solo encima de una bicicleta, te vuelves un poco  loco. Curioso me resultó que cuando ya había terminado el Camino, en una exposición en Santiago sobre el Camino de Kumano en Japón, leía que su símbolo es un cuervo de tres patas, signo de la intervención divina en los asuntos humanos.

Durante el camino me enteré de que Lou Reed había muerto, uno de los principales responsables de mi temprano y eterno entusiasmo por el rock, desde que en el instituto descubrimos “Transformer” y “Rock and Roll Animal”. Es para mí uno de los mejores autores de letras de la música popular. Él era cínico, amargado por la fama, vanidoso, culto y genial, dotado para la disección de la vida en su lado más triste y oscuro. A modo de despedida, no os dejo una canción suya sino una de sus últimas apariciones, un recitado en el primer disco de Antony. Un “puñado del amor” es una intensa canción que encaja bien con que yo sentí en el Camino, en mi camino. Todos tenemos un camino que recorrer cada mañana. Aunque  a menudo envidiemos el del prójimo, todos vienen a ser complicados, pero hasta en el más largo y tortuoso, se puede dar un primer paso en la buena dirección. Buen camino.

Guía de mis etapas. Las distancias son orientativas. 
1.    SÁBADO. PAMPLONA – RONCESVALLES - PAMPLONA. 100 kms.
2.    DOMINGO. PAMPLONA – NÁJERA. 131
3.    LUNES. NÁJERA – BURGOS 90
4.    MARTES. BURGOS – SAHAGÚN. 120
5.    MIÉRCOLES. SAHAGÚN – ASTORGA. 120
6.    JUEVES. ASTORGA – TRIACASTELA. 133
7.    VIERNES. TRIACASTELA – MELIDE. 90
8.    SÁBADO. MELIDE – SANTIAGO. 55

“¡¡YO SOY ESPARTACO!!”