martes, 20 de mayo de 2014

Turismo, a nova sifilis



Esta semana se anunció que España alcanzará los 63 millones de visitantes durante 2014, 3 millones más que en 2013. La cifra es brutal, mentalmente inabarcable. Es nuestro maná, el salvavidas del naúfrago. Las razones son evidentes: maravilloso país de numerosos y variados atractivos, precios baratos e inestabilidad en zonas turísticas cercanas.

Hace unos días vimos un documental muy interesante, "Bye bye Barcelona" que da voz a la denuncia de los perniciosos efectos de un turismo desbocado, centrándose en una ciudad, Barcelona. Es el reverso de la fortuna, el cumplimiento del augurio "vigila lo que deseas porque puedes llegar a conseguirlo". Tras la nostalgia del vecino de barrio que demanda una mínima regulación que controle la ley de la selva, subyace la inutilidad de una casi imperceptible voz frente a los gigantes encarnados en el lobby hotelero, cuyas prácticas mafiosas también quedaron a la vista en un "Salvados" de hace un par de semanas.

Aquí se ve claramente cómo se cruza una línea donde la ciudad se convierte en algo muy distinto de un lugar para vivir, en poco más que un centro de recepción para que los implacables turistas se dediquen a hacer sus cosas -gran parte bastante absurdas-. La nostalgia del barrio antiguo impregna las indignidas declaraciones de los que han decidido seguir en sus casas de toda las vida a pesar de las ya casi insoportables molestias.

Si esto le ocurre a un entorno como el urbano, en principio mejor acondicionado para estas prácticas,  qué no será en el mundo rural o el entorno puramente natural. Todos conocemos algún pueblo que murió de éxito para convertirse en la antítesis de lo que, en un plano ideal, consideraríamos la vida en un pueblo. Y es que la masa pretende hacer turismo en el monte como lo hace en la ciudad, sin apenas renunciar a comodidades, y queriendo disfrutar de sus mismas posibilidades de evasión, sin saber "aburrirse" sabia y serenamente.

Sé que soy raro y por principio reacio a cualquier tipo de excursión mínimamente organizada. Cuando viajo me gusta ir a mi aire e improvisar, pero aún así, cuando el año pasado volví a Italia, quedé espantado de la locura de aquellas calles atestadas a deshoras en días laborables. Visité lugares para mí en principio mágicos y no sentí apenas nada, porque la capacidad de aislamiento era nula, porque no existía canal de conexión posible con las connotaciones que pudieran embargarme en el sillón de mi casa frente a una página  o fotografía sobre aquellos parajes o sus personajes.

Entonces fui consciente de que que para mí se abría otra etapa en la que carece de sentido alguno viajar a esos lugares emblemáticos o hermosos con el objeto de pedir turno para hacerme la foto de rigor. Ese viaje a Italia lo acabamos unos días en los Alpes y ahí sí aprecié realmente qué es la soledad y la serenidad de lo que busco.

El título del artículo viene de una pintada que vimos en Sintra -lugar ciertamente enfermo de este mal- y que además de graciosa, nos pareció especialmente lúcida.

P.S. Por si a alguien le interesa,  al documental se le pueden configurar los subtítulos en castellano.


8 comentarios:

Phaeton dijo...

A mi también me gustaría viajar por ejemplo como Lord Byron y alojarme en un palazzo veneciano. Pero, qué le vamos a hacer, el elitismo y la aristocracia no están bien vistos. En estos tiempos de democracia, al menos formal, la chusma se cree con derecho a ir a todas partes.

Atalanta dijo...

Comentario básico, necesariamente tendencioso e inexacto. El meollo es que en este caso concreto de Barcelona, la regulación en el casco viejo es necesaria. Detras de la renuencia se encuentra el lobby hotelero que no tiene problema en ejercer de mafiosos con los tocapelotas, lo que es muy grave. Es la historia de siempre, los del dinero, los fuertes, y todos los demás. De mi forma de hacer turismo, es una opción, para nada trascendente en la vida, acorde con nuestro caracter, forma de sentir o pensar. Nunca me haré una foto en Pisa, Santa Sofía o la cima del Everest, poco más que otro sitio atestado para el que no hay que tener más que dinero. Hay otros lugares y otras formas de viajar. Me repugnaría viajar como Lord Byron porque en lugar del palacio, prefiero un saco en el monte, y eso es algo que hace muchos años decidí.

Phaeton dijo...

Da igual el saco que palazzo, eso es accesorio, lo sustancial es que tú quieres un monte para ti solo, o para unos cuantos, y yo una Venecia para mi solo o para unos cuantos. Donde pongo monte o Venecia, pon playa o Sintra o la Alberca o las cataratas del Niagara o por poner un caso extremo las Cuevas de Altamira donde una persona podría ser ya multitud. El mundo ya esta todo descubierto y explorado ya no queda ningún sitio donde no haya ido nadie y van siendo escasos a los que ha ido poca gente, lo normal es que en cualquier sito donde haya algo que ver haya mucha gente, seguramente demasiada. Al final va a resultar que Maltuhs tenía razón, nos vamos a comer el planeta, pero no el trigo sino las mismas piedras.

Atalanta dijo...

No me resigno a esa especie de determinismo que describes. En mi opinión, hoy por hoy, sigue habiendo opciones. Probablemente el problema viene del concepto "donde haya algo". Tal vez no sabemos encontrar por nosotros mismos algo más en casi cualquier parte; puede que necesitemos otra forma de mirar y disfrutar. Desde mi punto de vista, siempre habrá otros rincones y distintas formas de acercarse, pero la clave está en el interior de cada uno, algo difícil de explicar. Yo, después de probarlas, elijo renunciar a las formas que describo en el artículo pero es una opción totalmente personal con la que me siente a gusto. Tú me dices que no hay manera, yo te digo que sí, porque es como vivo.

Phaeton dijo...

Soy determinista, fatalista o simplemente pesimista porque el concepto "donde haya algo que ver" es casi también accesorio, lo importante es que la gente no quiere es estar en su casa y entonces "algo" puede ser cualquier cosa, como por ejemplo el horror de la Rambla que se describe en el documental donde lo único que el turista puede ver es a otro turista.

Cuando la filosofía imperante era la de mi abuela: "Qué necesidad tenéis de andar corriendo todo el día las carreteras, mas que estarse cada uno en su casa" viajar podía ser más divertido porque había relativamente poca gente en todas partes, y te podías ir a recorrer andando la Sierra de Francia y acampar en las Batuecas o en Gredos. Ahora no es posible hay mil prohibiciones y restricciones porque en todas partes hay montones de gente. Esos sitios que nosotros conocimos semivacíos ya no existen y cada vez habrá menos y si, como en mi caso, tus vacaciones han de ser obligatoriamente en Agosto olvídate de encontrar ningún sitio tranquilo. La cuestión es que, salvo mejor opinión, el dominguero de la tortilla de patatas tiene el mismo derecho que cualquiera a transitar las sendas que conducen a la laguna de Gredos.

Atalanta dijo...

No sé, compadre, te entiendo pero me remito a mi segundo comentario. Creo que hablamos de temas distintos. Al final me vienes a decir que yo no puedo hacer lo que hago y no se puede renunciar y yo te digo que sí... si lo sabré yo. Siempre hay sitios vacíos en la montaña y mínimamente tolerables fuera de ella, hasta en verano, pero somos personas distintas con gustos distintos. Tampoco hay que darle más vueltas.

Phaeton dijo...

No digo que no puedas hacer lo que haces, lo que digo es que cada vez te será más difícil. Cuando digo "antes" parezco el abuelo cebolleta, y es posible que ya lo sea, pero no estoy hablando de hace un siglo sino de unos pocos años, los que van de mi juventud, en la que las Batuecas eran un lugar casi mítico alejado del mundanal ruido a la romería en que se ha convertido hoy.

Atalanta dijo...

Me da que el verdadero abuelo soy yo. Sé que a la mayoría de la gente le gusta el "ambiente", cuanto más mejor, pero soy un tipo raro, a mí me carga. Con decirte que adoro Ciudad Rodrigo en invierno. Es la edad, sin duda, la que sirvió para reconocerme.