En la pasada feria de teatro de Ciudad Rodrigo, uno de los montajes que más me gustó fue la propuesta de Viridiana basada en los Sonetos del amor oscuro de Lorca, en los propios once poemas y en la peripecia de aquellos hojas iluminadas, prácticamente ocultas debido al canto de un amor homosexual con el que la familia, depositaria de los manuscritos, no acababa de sentirse cómoda, hasta su publicación por ahora definitiva en 1984 en el ABC.
Un actor en escena nos narraba apasionado los desvelos del autor, la agitada existencia de aquellos papeles tan vivos con las propias correcciones de Lorca, siempre a punto de perderse, resultando casi mágica la lectura en una pequeña sala a oscuras de estos poemas de estructura clásica, de una belleza y poder de evocación extremos a cargo no de nuestro mejor poeta, sí del más universal.
Soneto de la dulce queja
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.
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