sábado, 16 de febrero de 2013

Los "Azarías" de Oriente



 "Las baladas del ajo" de Mo Yang no es más que un atajo entre mundos,  desde la lejana China de los ochenta a otro lugar, a mi lugar. Pero esos grupos de gente triturada hasta límites casi insoportables que acepta su suerte estoicamente porque es su destino, existen y existirán siempre y en cualquier lugar. El tema es el tema de tantos otros libros, el de una sociedad  en la que víctimas y verdugos asumen el orden como natural. Unos nacen ricos y felices, otros pobres y desafortunados. Tal vez en la próxima vida todo sea distinto.



"Los seres humanos podemos soportar toda clase de cosas"
"Seguiremos siendo pobres miles de años"
"Es mejor ir por ahí con ropas raídas que con el culo desnudo"
"Si todo el mundo estuviera en la cima, ¿quién iba a sujetar la base?Si todo el mundo fuera a la ciudad a divertirse, ¿quíén se quedaría en casa plantando las cosechas?"
"Deberías haberme arrojado a la fosa séptica cuando nací y haber dejado que me ahogara. De este modo, podrías haberme ahorrado muchos años de sufrimiento".

Al despiadado yugo estacional de depender del fruto de la tierra se le añaden otros que convertirán el clima en tan asfixiante -ese eterno olor a ajo-, que hasta la gente más curtida y dotada para aguantar lo inaguantable estallará.

Uncidos además a ese otro yugo que siempre estuvo ahí, con esas inhumanas costumbres de una China ancestral que esclavizan mujeres o martirizan al débil: matrimonios entre cadáveres, matrimonios concertados, el mal fario de ver nacer una hija, despreciada de inmediato como una carga absurda, incluso motivo de chanza.

Aplastados por otro nuevo yugo representado por un régimen comunista lleno de buenas intenciones y palabras vacías que solo esconden corrupción e injusticia y toneladas de irracionalidad disfrazada de razón.


 ¿Qué más toca hacer que abandonar el mundo? ¿Qué gesto más contundente que suicidarse embarazada para evitar que un niño llegue a este mundo de horror donde solo cabe sobrevivir?

Se ha criticado mucho a Mo Yang por mostrarse tibio en sus críticas al gobierno chino. No me gusta formarme opiniones apresuradas sobre temas que no conozco en profundidad y hoy por hoy, los periódicos no son fuente fiable. A la administración que se describe en el libro se le da más palos que a una estera, pero ya sabemos cómo funcionan los totalitarismos que perduran, siempre marcados por periódicas purgas y caídas en desgracia de  líderes que de un día para otro pasan de intocables a despreciables.

Vías de escape solo pueden ser la naturaleza como señora todopoderosa, indulgente o implacable , el amor o la magia ingobernable que se presenta a través de sueños y pesadillas  en una suerte de importación del Realismo Mágico sudamericano.

2 comentarios:

Michel dijo...

Me lo apunto, siempre es interesante leer a un flamante premio nobel.
Hace no mucho leí "El abanico de seda" de Lisa See, nos sumerge en la China profunda y rural, libro duro, pero muy recomendable.
Increible la costumbre de vendar los pies de las niñas, a algunas les costaba la muerte.

Un abrazo Abel.

Atalanta dijo...

Estos libros te dejan mal cuerpo porque al fin y al cabo sabes que no es ficción, que hubo, hay otros con otros nombres. A ratos es demasiado descriptivo, no te creas que me acaba de convencer. Lee "El olvido que seremos" que estoy leyendo ahora. Me lo recomendó Rebeca y es bonito de verdad.