Grandes hombres en pequeños espacios

A menos de una semana del Maratón del Castellón, como era de prever cada vez que regreso medio en serio al asfalto, el pasado jueves mi gemelo dijo "basta". De tal forma, ante mi ventana transcurren los días de un puente gigantesco sin poder moverme y rezando para que el músculo esté recuperado el próximo domingo y podamos cruzar la meta de un maratón una vez más.

Días agradables de estudio, lecturas y suaves entrenamientos con Alicia cara a su debut en la San Silvestre el próximo 26 de Diciembre.

Entre los libros que he leído, se encuentra "Corazón de Ulises", de Javier Revete, un desmedido canto de amor por la civilización clásica griega. La obra, recomendada por Ironmanu, me ha calado; ha convertido al que ya era un entusiasta en un verdadero "hooligan", ávido de beber de las fuentes, de leer directamente a los autores milenarios y no conformarme con las visiones, resúmenes o interpretaciones de autores occidentales como Indro Montanelli o Robert Graves.

Por escribir algo, dejo un par de apuntes por si a alguien le interesa. Hablando de la Atenas del Siglo V, la que a grandes rasgos coincide con el gobierno de Pericles, Javier Reverte reflexiona:

"¿Es la Historia quien, empujada por la necesidad, provoca el nacimiento de hombres extraordinarios, o es la casualidad quien echa a la vida hombres geniales para que inventen la Historia?"

En un pequeño lugar, en un corto periodo de tiempo se sucede tal acumulación de talento como quizá nunca acaeció: Sócrates, Platón, Aristóteles, Sofocles, Esquilo, Eurípides, Praxíteles, Fidias, Herodoto, Tucídides... algo más que hombres. "Ciudadanos" que fijarán la democracia como el mejor forma de organizar una sociedad y que se sienten orgullosos y superiores a las tiranías que circundan a la brillante ciudad griega.

Una determinada forma de pensar, de encarar la vida y el conocimiento del propio ser humano. Es un hombre que no espera una vida ultra terrena y que sin embargo no se lamenta por ello, utiliza su razón para rastrear la verdad y que aspira a la perfección, a la belleza y al conocimiento en todos los ámbitos. Otorga al hombre la libertad acompañada de la responsabilidad. Nace la ética.

Igualmente se fijarán unos rasgos que se imbricarán, evolucionando, con mayor o menor brío a lo largo de los siglos, y que determinarán las señas de identidad de nuestra civilización occidental.

¿Es el espíritu de una determinada época el que determina la acumulación de tanto talento o es la acumulación casual de esos insignes hombres los que marcan la grandeza de ese periodo?

Si fuera cierta la primera opción y manejáramos las claves, ¿no sería maravilloso poder repetir una Florencia renacentista? ¿Un Madrid del Siglo de Oro? ¿Una Institución Libre de Enseñanza?