jueves, 14 de marzo de 2013

Sierra de Bandoleros, mi peor y mejor ultratrail


Después de sacudirme una amarga década de lastre, veía 2013 como una puerta de tiempo perdido  que comenzaba con dos citas importantes, dos citas trascendentales de muy distinta naturaleza en las que debía demostrarme qué soy, cuál es mi  verdadera naturaleza para seguir por mi propio camino. 

De la primera, la más temible, ya os conté en su día. Mejor que bien. 

La segunda consistía en  volver a  acometer un Ultratrail que se aproximara a las cien millas.

Había tiempo que no encaraba una carrera con tanta ilusión y temor al tiempo. El pertinaz catarro que me obligó a renunciar al Maratón de Sevilla y que únicamente me permitió acometer un único entrenamiento de montaña de 32 kilómetros una semana antes de la prueba, no constituía para mí síntoma de inquietud. La fuerza que yo trataría de encontrar dentro de mí no procedería de la adaptación que proporciona el entrenamiento sino de otro tipo de fuente interior. Sabía que lo pasaría mal, muy mal, pero mi único objetivo era terminar, no me importaban ni tiempos ni puestos. Por experiencia sé que para finalizar este tipo de pruebas, más en las condiciones en que se disputó esta, se necesita probar tu temple, el material del que estás hecho. Se necesita ser capaz de soportar todo lo que te arrojen encima. Tratando de disipar las dudas que trajo 2012 en Soplao y Tilenus, (atenuadas por el resultado del Desafío Cantabria)trataría de volver a encontrar la motivación y  dureza mental que me llevaron a metas por momentos impensables como Tor des Géants, Mont Blanc o Ehunmilak.

Bien, la respuesta fue  simple y contundente. Me enfrenté no solo a una carrera ya de por sí muy exigente, sino a un desafío agigantado por unas condiciones del terreno y climatológicas especialmente adversas que aún así no me hicieron desistir de mi empeño. Por ello, mi respuesta, ser uno de los 114 participantes que finalizaron la prueba, es aún más clara y  de más valor.

Tras la carrera, cuando me levanté después de dormir apenas dos horas en el gimnasio del instituto de Prado del Rey,  mientras veía a mi alrededor corredores descansando,  Superpaco  atravesó el pabellón en calzoncillos camino del saco y me emocioné porque sentí que sigo siendo uno de ellos. Porque volvía a entender  las razones de todos esos cuerpos doloridos agolpados a mis pies. Esas razones que te determinan a continuar a pesar de todo, ninguno de ellos podría explicarlas, y sin embargo son más fuertes que todas las de los demás.

Hay un sensor infalible para indicar si algo me gusta. Si mientras lo estoy viviendo, me muero por contarlo, por un folio para anotaciones, entonces es que algo es de ley y durante Bandoleros, eso me ocurrió en tantas ocasiones, que ya no me queda duda alguna.

(Edu)

Los habituales sabéis que no soy muy de crónicas al uso pero aquí, bajando a la tierra,  podría elegir como una buena forma de contar la película de la carrera, la de tirar de la suma de obstáculos que al fin y al cabo son las que vienen a suministrar la medida del reto o de cada aventura personal. 

Aquí los problemas comienzan desde los títulos de crédito. Llegando a Prado del Rey, mientras en la radio todo eran noticias alarmantes sobre la lluvia caída y por caer en Cádiz,  apenas a diez kilómetros del pueblo me doy de bruces con un cartel que indica "Carretera cortada". Empiezo a pensar que tal vez he recorrido demasiados kilómetros en coche para no hacer ninguno a pie, que quizá suspendan la carrera. Afortunadamente no ocurrió. Solo prescindieron de tramos peligrosos reduciéndola a 129 kms.

Lo demás, la verdadera historia de la carrera, muchos la sabéis porque lo habéis leído u os  la han contado y el resto la podéis intuir. Básicamente, un rosario de penalidades. Aunque soy perro viejo, las condiciones son las peores que he vivido, especialmente la primera terrible noche de la que verdaderamente eres consciente al ver las prematuras miradas de derrota en Villaluenga (Km 32). Aquí muchos comenzaron a retirarse cuando aún restaba todo lo peor. Antes de marchar de Villaluenga, sufrí otro percance estúpido, una caída que debió ser anecdótica pero que vino a convertirse un costalazo importante. No, no fue en un paso de montaña; fue en unas escaleras que resbalaban como la madre que las parió. En el edificio en el que guardaban las bolsas al que no sé para qué entré porque no tenía intención de cambiarme, me avisaron que se habían caído tres corredores, que tuviera cuidado. No acababan de avisar cuando yo ya marchaba escaleras abajo. Con el cuerpo helado, me golpeé el codo y la muñeca, temiendo durante algún tiempo que me hubiera hecho daño de verdad. Hoy el codo sigue dolorido pero en forma pero aquella noche tardó en esfumarse el dolor entre todo el  infierno que aguardaba.

Continúo. Me volví a perder -y van...- En lo peor del vendaval nocturno, cogí un desvío para una parte posterior de la carrera, me metí en un regato hasta la cintura al no ver una plancha que tenían para cruzar, seguí adelante contra un torrente de agua que golpeaba con saña el rostro y que impedía mirar al frente, costando horrores localizar las balizas, hasta que llegó un momento en que no encontré la siguiente. Justificada tanta blasfemia solitaria en el centro  de una noche intimidante y ausente pero ahora sé que fue una suerte. Tras errar sin sentido y sin tomar una determinación definitiva, decidí esperar a que llegaran más corredores. Toda mi ropa estaba empapada pero cuando estás en marcha no sientes frío; sin embargo, cuando me acurruqué contra una piedra para evitar la manta de agua que golpeaba de costado, me comencé a quedar congelado y me asusté, quizá como nunca me había ocurrido en una carrera. Al no llegar corredor alguno, decidí volver sobre mis pasos en un regreso que nunca acabé de ver claro, hasta que por fin apareció un grupo de luces a lo lejos, un pequeño vagón en medio de la noche, cuatro corredores destacados, imagino que cabeza de carrera que pararon junto a mí para, entre el ruido provocado por el aire y la lluvia, conseguir explicarme que me había equivocado de desvío, que debía volver atrás. Por lo que después me contaron, fueron ellos los que después también se perdieron, probablemente donde yo tampoco había encontrado el rastro correcto. 

Cuando por fin llegué al cortijo que servía de avituallamiento y al que debería haberme dirigido desde el primer momento y que no llegué a ver, ya me explicaron la situación con detalle. Me vine abajo. Había perdido cerca de dos horas sin avanzar ni un metro. Allí también había gente junto al fuego que habían decidido retirarse pero tenían que esperar vehículo o bajar a Montejaque siguiendo una sencilla pista de descenso de diez kilómetros. Decidí marchar hasta allí con ya rondándome la idea de dejarlo. Lo bueno de toda la peripecia fue que con el susto,   el cansancio se esfumó de golpe y bajé corriendo hasta el pueblo. A Montejaque (Km.50) llegué más animado porque comenzaba a amanecer y el arreón que te proporciona la luz solo es capaz de valorarlo el que lleva doce horas de noche en la mochila

TRas comer algo y comprobar que no existen visos de nuevos chaparrones, vuelvo templado a la guerra. Al tiempo que me cruzo con los "Pacos", padre e hijo, que bajan corriendo en una insólita y edificante escena hasta el pueblo,  me uno a una figura espigada y delgada, entrada en años, con barba y trazas de anacoreta. Es José Luis. Ya no volveré a separarme de él hasta meta. 

En esta historia de problemas y obstáculos que es esta crónica, os cuento el momento más difícil, por otra parte siempre amenazante y esperado. Le volvía a tener miedo a las dos noches sin dormir. En torno al mediodía del sábado, saliendo del avituallamiento de Cortes de la Frontera, me comencé a sentir agotado y haciéndoseme bastante penosa la larga ascensión de regreso. Por si fuera poco, el sueño me vencía mientras atravesamos los amplios y espectaculares "LLanos del republicano". LLegué al km. 90 (Villaluenga), en torno a las siete de la tarde completamente agotado y destemplado. A lo largo del día no había llovido pero se sentía que las temperaturas estaban descendiendo más que el día anterior además de anunciarse abundantes lluvias para la segunda noche. Todo ello me desanimaba. Tal vez si  hubiera estado solo, me hubiera retirado; la tentación era fuerte. En el avituallamiento me dijeron que me arrimara al fuego pero lo descarté; me costaría aún más partir de nuevo. Decidí ponerme todas las prendas que tenía y me metí al cuerpo una mezcla explosiva de café, caldo, Red Bull, pasta, pasteles, isotónico, bocadillo y toda la comida que pillé. No me sentó mal. A pesar de que justo al salir comenzaba de nuevo a llover, volvía a estar más animado, quizá porque había vencido a la tentación y estaba más cerca de vencer. Había olvidado que de los momentos bajos, con la estrategia adecuada, siempre se terminar por salir.

En estas aventuras casi nunca las cosas llegan a ir bien. Justo en el momento en que todo parece ir sobre ruedas, algo se tuerce. Siempre hay una dificultad más, siempre es más largo  o más duro de lo que pensabas ese último tramo. Yo siempre me digo: "Piensa siempre lo peor". Y efectivamente, precisamente cuando por primera vez desde la salida, comenzaba a generar pensamientos positivos sobre la llegada a meta, sobre la satisfacción de conseguirlo, sobre el descanso, lo peor aguardaba a la vuelta de la esquina. Nos despedimos por segunda vez de la luz del sol mientras descendemos a Grazalema a través de una sierra maravillosa , que ya me había encandilado cuando antaño corrí el Titán, un triatlón muy duro que se celebra en la zona.

LLevaba horas con los pies doloridos pero no le di demasiada importancia. Es lo normal. Sin embargo, al salir de Grazalema, me molestaban más de lo normal. Sobre todo durante un  largo descenso técnico lleno de barro en el que cada paso comenzó a convertirse en una tortura. Las casi treinta horas con los pies empapados estaban cobrando su peaje. No me había cambiado de calzado porque no le encontraba demasiado sentido. Es imposible luchar contra  un pesado terreno encharcado permanentemente embarrado o senderos que más bien podrían ser cauces de agua improvisados. En Benamahoma me quito las zapatillas y aprecio el desaguisado que sospechaba. Varias ampollas de varios tamaños y un aspecto general que verdaderamente da grima (lástima de foto). Trato de hacerme un apaño y tirar para delante. Restan dos segmentos, menos de veinte kilómetros teóricamente bastante fáciles que ya de ningún modo me apartarán de mi objetivo.

Esa última parte fue un lento avanzar cojeando tras José Luis aguantando el dolor, tratando de aliviarlo ayudándome de los bastones. Antes de llegar a meta, todavía nos tocó soportar esos periódicos diluvios que deben ser habituales en la zona. y una larga cuesta de entrada a Prado del Rey que, al fin y al cabo era el fin que se merecía la prueba. Una meta a la que entro sonriendo para ir directo a por esa cerveza que costó tan cara, con un tiempo de 34 horas y 43 minutos. Salimos 288. LLegamos 114. Puesto 91. 



Lllevaba dos días cojo pero hoy estoy mejor. Si aún con dolores, pensaba en el siguiente ultratrail en el que ya apostaré por hacerlo más rápido y entrenado, qué os voy a contar hoy, que ya estoy mejor.

Canción cogida por los pelos. LLegar a los pueblos de madrugada, atravesar calles solitarias, encontrarse con miradas de vecinos extrañados son esos habituales episodios que los conversos conocen. En todos estos pueblos blancos había algo en común: los carteles de Cruzcampo- 1904. "1904" es también una estupenda canción de The Tallest Man On The Earth, al que volveré en el proxímo artículo, el que será última entrega de mis   mejores discos de 2012. 

Una cierre ineludible: una gran enhorabuena a una organización que requiere de mucho esfuerzo y dedicación. Organizar una prueba de estas características es un asunto delicado. Si a la profesionalidad exigible, se le une la calidez de ánimo y la sonrisa, no le pediremos más. Venga, sí: que sigan en ello, que nosotros volveremos a estar ahí para comprobarlo.

P.S. A ver si consigo alguna foto medio decente. LLevaba la cámara pero no la utilicé. 

"¡¡YO SOY ESPARTACO!!"



Algunas fotos, la mayoría de Paco hijo.

 Ya me parecía a mí raro lo del saco.

 La sección Málaga siempre animada, también en carrera.











 Con Eduardo, del mismo Euskadi, pues.
Con José Luis, un diésel indestructible. Lo mismo le da ocho que ochenta. A por los doscientos de la Cerdanya. 


15 comentarios:

CiegoSabino dijo...

Juer, vaya peripecias.

Vas a tener que hacer un curso intensivo de motivación y orientación en solitario, jeje. Eres demasiado dependiente de la compañía.

Al leer lo de las ampollas me estaba viendo mis propios pies arrugados como una pasa.

Venga ahora como con los estudios, a coger carrerilla.

Anónimo dijo...

Grande Epartaco!!!

Conseguir acabar con esa climatología tiene mucho mérito.



P.D.Te me estás haciendo un blando!¿que es eso de pensar en la retirada? :)

Un abrazo
Arturo

Unknown dijo...

enhorabuena,este año ha sido heroico terminar esta carrera.ha sido muy dura,bomita crónica,un saludo

RAFAGAS dijo...

Muchacho, eso es volver por la puerta grande.
Ya entiendo porqué no dedicas tiempo a entrenar, así es más duro y te presta más, masoca. Me alegro que estés feliz, no es para menos.

Efedexdx dijo...

Uff, me duele todo el cuerpo con solo leer tu entrada.
Enhorabuena, sobre todo por no rendirte.

Atalanta dijo...

Dentro de lo malo, perderme cuando ya me había perdido fue bueno porque aún con el tiempo perdido y la propina de kilómetros, pude volver a retomar el hilo. Si hubiera continuado por el desvío nunca habría podido hacer la carrera completa. Bien sabes que dudé si seguía siendo un ultratleta de verdad. Demasiadas dudas cuanto toca sufrir de verdad. Es difícil de explicar pero este fin de semana disfruté la carrera y la meta. Vencí y me volví a reencontrar.

Arturo, hace tiempo que no compartimos una pero últimamente, a la menor pienso en la retirada. En esta, a pesar de todo, conseguí terminar. Tú, con lo masoca que eres, te hubiera gustado.

Tragabuche, toda esa dureza convierte el reto y sobre todo el recuerdo, en aún más valioso.

Rafagas, necesitaba una de las buenas para demostrarme que podía. Tenía claro que sin entrenamiento, solo mi cabeza me llevaría a meta. Tenía tanto miedo como ilusión; como en las grandes ocasiones. Sabía que eso no era malo, que con ello podía soportar la paliza entera, aunque no tanto obstáculo añadido :)

Chago, no te imaginas cómo cuando acabas una de estas, no hay parte del cuerpo que no te duele. No te imaginas lo que es intentar dormir y encontrar una postura en la que estar medio agusto.

Gracias a todos.

Col dijo...

Uno que te lea y no sepa de qué va esto se quedará horrorizado. Se llevará solamente esa sensación "necesaria" de sufrimiento, de kilométrica agonía…sin reparar en que eso solo es la antesala de una sensación de satisfacción absoluta, de saberte capaz de “todo”… a pesar de luego no poder encontrar postura para dormir. Jejeje

Esta vez has superado el ocho de nota…

Un fuerte abrazo Espartaco!

Anónimo dijo...

Eres un héroe.

Miguel dijo...

Felicidades Abel, a mí me siguen pareciendo increíbles estas pruebas, solo ponerse en la línea de salida con las condiciones que había ya impone.

Michel dijo...

Buff Abel.

Impresionante y admirable.
Enhorabuena Espartaco.

Estás hecho de una pasta especial. Todo el mundo que tiene los huevos de enfrentarse a semejante reto, entrena y entrena y luego vuelve a entrenar y aún así muchos no lo acaban.

Un abrazo y chapeau.

Atalanta dijo...

Asís, tienes razón. Difícil explicar la paliza con la que vuelves en el cuerpo y lo contento que estás porque lo conseguiste. El ansia de esa conocida sensación son las alas que te llevan durante los últimos kilómetros.

Nacho, ay amigo, bajo pones el listón :). Cuando te decidas por una de estas desdubrirás que aquí solo se trata de aguantar mientras las horas van pasando.A ver si mañana escribo un artículo que tengo pensado sobre mis héroes del deporte.

MIguel, gracias pero me da que a ti poco te falta para lanzarte a por una de ellas. Todos hemos seguido el mismo camino y tú, con tu pasión, estás condenado de antemano :)

Michel, muchas gracias, compañero pero ya te digo yo que si sabes de qué va el tema, para acabar lo único que hay que hacer es ponerse burro. Otra cosa es apostar por hacerlo más o menos rápido. La pena fue perderse, podría haber escalado bastantes puestos pero mi objetivo era terminar, más en esas condiciones. En Tilenus fui muy entrenado, me estrellé a mitad de carrera por creerme el Kilian y después me desanimé. Fue una lección. Yo prefiero siempre terminar. Además aquel día no supe sobreponerme. Quizá demasiados problemas en la cabeza.

Si te lo tengo que explicar... dijo...

Como dice The tallest man on earth: "Love is all". La cuestión es disfrutar o amar lo que hagas; o amar lo que haces...
Me alegra leer que vuelves por tus fueros (¿alguna vez te fuíste?).
Un abrazo!

Mendi lasterketa dijo...

Aupa Abel-ATALANTA!
Un placer coincidir contigo en una ultra!
Quisiera haberte acompañado pero el instinto de supervivencia o egoismo, no lo sé, me hizo tirar para adelante cada vez que nos cruzábamos.
No quería parame a comentar nuestras pesadillas, quería seguir abanzando.
Me sentía despreciado cuando mi cabeza quería estar a tu lado pero mi cuerpo me mandaba avanzar.
Incluso en meta, no tuve palabras de felicitación para contigo, sólo quería sacarme una foto que atestiguara mi llegada, porque no daba crédito a mis ojos cuando por fín estba de vuelta en Prado del Rey.
Cuando quise entablar conversación contigo te perdiste en las tinieblas de la noche.
Sólo sé que coincidimos porque guardo una foto de los dos en meta.
Un abrazo Espartaco!

http://atalanta77.blogspot.com.es/2013/03/sierra-de-bandoleros-mi-peor-y-mejor.html

Mendi lasterketa dijo...

Aupa Abel!

Nuestra foto que atestigua nuestra llegada a meta en UT Banolero-2013 está en -> http://www.mendilasterketa.blogspot.com.es/2013/03/bandoleros-2013-grazaleman-euripean.html

Atalanta dijo...

Ironmanu, es difícil de explicar pero necesitaba convencerme a mí mismo de si realmente disfrutaba de todo el mundillo y de verdad de que a pesar de lo duro que fue, no guardo más que buenos recuerdos. Para mí, este año están quedando claras muchas cosas, las principales. Gracias, tron.

Eudardo, ¡¡Vamos, no jodas!! Ya no somos unos crios y también perros viejos en el tema. En estas aventuras cada uno tiene que seguir su propio ritmo. No queda otra. Yo también me marché antes de perderme. Me gustó cruzarme contigo tantas veces. Además, para mí los dos últimos tramos fueron una tortura por el estado de mis pies, te hubiera ralentizado y eso,bajo la lluvia, quema mucho. En meta nos llevaron al gimnasio en furgoneta y al día siguiente me volví para comer en Ciudad Rodrigo. En otra ocasión tocará charlar de nuevo, como hicimos durante la comida del día anterior. Ya me agencié las fotos. Abrazo.