sábado, 2 de enero de 2016

De repente Abril (VIII): la lectora de mapas y el poder del no




(Se reitera ADVERTENCIA: Material inflamable. Si te exasperan los niños o aún peor, los padres hablando de niños, sentimiento muy comprensible y razonable por otra parte, mejor no sigas leyendo)

Tarea de arquitecto o urbanista, la de diseñar casas, calles, ciudades y el mundo alrededor. Abril también está construyendo su mundo, es ya consciente de lo que le rodea y aunque mucho sigue sorprendiéndole,  creo que ya es menos que lo que reconoce, que lo que vuelve a conocer cada día, que sabe que volverá a estar ahí tras cada despertar. Por eso se apresura a fijar sus referencias, dibujar sus mapas y diarios en los que aparecen accidentes geográficos, pasos estrechos en forma de malos ratos y muchas corrientes favorables, por mar y aire, en forma de personas, episodios, cosas y sentimientos.

Para trabajar con esa información y sobre todo para que le sea útil, ha de saber transmitirla. De ahí esa frenética carrera por intentar nombrar todo a su alrededor. Su mente  es algo así como un campo limpio hasta el horizonte en el que han comenzado a elevarse  afloramientos  ya permanentes de naturaleza variada. O como una enorme caja donde se acumulan sus recuerdos, experiencias que ella traduce en palabras y algo que deben ser  como bocetos de conceptos. Comienza a descubrir, además de los colores, las letras y los números,  ese milagro humano, esas armas que le servirán para mucho más de lo que imagina, casi para construir vidas enteras acercándose al rumor de su fuego. Es entrar en una habitación o salir a la calle y despertar su dedo índice para señalar a cada cosa y decir qué es, como si con su mirada se obrara un conjuro y todo se iluminara recitando en voz alta su nombre o algo parecido a su nombre.

Últimamente Abril ha descubierto un gran poder: el poder del no. Hay ratos en que el proceso es simple y automático: pedirle o decirle algo e inmediatamente desencadenarse  un resorte interior, con o sin amago de ira, en la que se niega por principio, sin más. El tema u objeto es lo de menos,  ya que puede tratarse de algo que desea realmente, por lo que la estrategia a adoptar es tratar de distraerla  y que olvide su inicial actitud de cerrazón, muralla que a veces parece infranqueable y que, sin embargo, a menudo se derrumba en un instante, lo que no deja de resultar sorprendente.

Es imposible no acordarse de esa magnífica película de dibujos animados de Pixar ,“Del Revés”, cuya protagonista, Riley, de niña, se nos parece un montón a Abril.  Obra que creo solo es  disfrutable por los adultos, que a los niños  se les debe antojar un galimatías indescifrable, donde se adopta el punto de vista interno de la niña,  donde la verdadera estrella es su mente, asumiendo el protagonismo unos pequeños seres que gobiernan a Riley y que representan la ira, la tristeza, la alegría, el miedo y el asco, y donde tienen importancia conceptos de la psicología como la memoria a  corto y largo plazo. Y al que veo más veces de las que quisiera al mando, es al tipo de color rojo,  el que en determinadas circunstancias convierte a Abril en un pequeño ser exasperante.


Pero toda va bien, siguiendo el curso previsto, sin más incidencias e incidentes que los relativos a su integridad física, siempre precaria, siempre al borde del descalabro, situación que espero  con el tiempo  vaya atenuándose, porque es algo que yo llevo francamente mal por mi facilidad para detectar fatales riesgos a cada paso, para cierto regocijo de Susana.

Desde que pasé aquellos malditos años de angustia y exilio interior, algo que ahora creo estaba en mi destino, una  especie de purga para tratar de acercarme a qué soy realmente a todos los niveles, ostento una gran virtud: la de disfrutar de las cosas que me gustan que es muchísimo y son muchísimas. En esa escala, evidentemente hoy Abril ocupa el primer lugar y cada día que pasa es un privilegio el poder ser testigo  de lo extraordinario que ofrece una niña de cerca de dos años a mi vera, enredándose en mis piernas y exigiendo atención de continuo. Lo curioso es que a esos sentimientos y momentos de plenitud, les acompaña inseparable la consciencia de su fugacidad, de que  pronto añoraré esta  vida  o forma de vivir, porque la presencia de Abril lo mediatiza todo, porque convivir con ella convierte la vida en algo muy distinto. 


Sí, a veces estorba, molesta y cabrea, más por mis gustos y querencias, pero está por encima de toda duda que Abril marcará estos años, sin que pueda haber experiencia , logro o problema personal durante los mismos, que se superponga  a lo que es nuestra vida con Abril, lo más importante de nuestra vida, lo que dentro de unos años solo será un recuerdo del que quedará como símbolo Lola –curiosa relación, casi enfermiza, la de los niños con sus muñecos de apego- como testigo mudo. Ojalá también que, de alguna forma, en la memoria oculta, guardada en un escondido archivo del que ella en el futuro casi ni sea consciente, como en la película, Abril también atesore algo de su relación con Lola, de su vida con Lola, también de su vida con sus padres antes de convertirse ese alguien diferente, lo que también aguardamos con ilusión y esperanza.

Otra de las canciones favoritas de Abril.

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