martes, 31 de agosto de 2010

Tras caer el telón


El hombre es animal racional. Nos distingue del resto de animales la capacidad para elaborar complicados razonamientos. Sin embargo, hay otra diferencia que me atrae más y es la que quizá le otorga una cualidad más “humana” en el sentido más valioso del término en cuanto a su capacidad de empatía, de ponerse en lugar del otro: es la peculiar facultad para elaborar historias, para fabular, que nos acompaña desde los albores de nuestra especie, que está con nosotros igualmente como individuos desde edades tempranas. Nos gusta contar e igualmente nos gusta escuchar a nuestros congéneres relatar esos cuentos, con más o menos base real, portadoras de nuestros sueños o miedos.

Apenas hace un día que terminó la Feria de Teatro. Tras dos años de ausencia, he disfrutado con fruición de muchas representaciones. Después de alguna obra, me he preguntado dónde reside el secreto del éxito de un arte tan simple y complicado a la vez, en los tiempos de la pantallas de evasión continua, de la diversión fugaz y superficial.

El verdadero prodigio ocurre cuando eres testigo, pleno de mudo asombro, del milagroso e instantáneo proceso en el que dos, tres personas, valiéndose de las luces, de cuatro trapos o de algún trasto, que hasta hace apenas un instante era objeto sin vida, son capaces de transportarte a otro mundo o a otra época. No necesitas más. Caes fácilmente en el engaño, lo estás deseando, te prestas a ello. Grupo de actores aupado a la “orchestra”, lugar mágico por naturaleza, con licencia para engañar. Supongo que al igual que gusto de los clásicos del cine, a veces de imperfecta realidad, facturada con empeño pero sin medios, lo que no es óbice para comulgar con placer del mensaje que portan los diálogos de unas estrellas inmortales teñidas de gris, igualmente me bastan un par de versos de Shakespeare para dejar este mundo atrás.

Somos hijos de dos padres, por una parte de la civilización clásica, de esa asombrosa cultura griega y latina, por otra parte, de la tradicion cristiana. El teatro, básicamente como lo conocemos ahora, lo arrastramos de los griegos, de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Ya no existe el coro pero en esencia, los temas siguen siendo los mismos; en realidad, las tramas de las historias siempre han sido y serán las mismos, las escuches dentro de una fría y humeda cueva, la escuches en un teatro de Nueva York.

Sobre todo los clásicos son intemporales. No pierden vigencia. Como decía Italo Calvino,” un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tienen que decir”. Con más o menos fortuna, estos días he escuchado declamar a muchos actores sobre los mismos temas que han preocupado al hombre desde que es hombre, los que son inherentes a su condición humana: la ambición, el amor, los celos, la muerte, la tortura, la belleza, el miedo.

Parece que el teatro siempre estará vivo pero me vuelvo a preguntar cómo un arte tan simple, tan puro, que a menudo requiere del esfuerzo del espectador para una adecuada comprensión, puede sobrevivir en los tiempos del ocio absoluto y del placer inmediato; cómo una forma de expresión anacrónica, milenaria, tan fuera de lugar en muchos aspectos y para muchas personas, en la época de “facebook”, del opio de las retransmisiones deportivas en masa, de complicados juegos en red capaces de estimular los cada vez más adocenados y exigentes a la vez, gustos de las nuevas generaciones, se mantiene en pie. Bendita extrañeza.

Por otra parte, no puede existir mejor marco para el milagro anual que Ciudad Rodrigo, pétrea ciudad congelada en el pasado, que por principio debe gustar de arte antiguo. Dotándolas de vida, contaba Ortega que la piedras de Salamanca enrojecían al atardecer, escandalizadas por los pensamientos del ilustre paseante Unamuno. Cuento yo que sólo una ciudad con verdadera personalidad, con ancianos oídos aún atentos, con alma, puede ser el marco para versos, saltos, risas o lamentos de tantos titiriteros, así como para las emociones, reflexiones o aplausos del hambriento público asistente.

Lamentablemente sabemos que al igual que Salamanca, divisa de la cultura más por herencia que por inquietudes de la actual ciudadanía, Ciudad Rodrigo puede ser impermeable a muchas expresiones artísticas. Sin embargo, creo que la labor de la feria en estas trece ediciones, es lenta pero persistente, cala poco a poco en numerosos espíritus. Por no hablar del vivero de niños mañanero, uno de las partes esenciales de todo este tremendo disparate que algún maravilloso día a alguien se le ocurrió montar en nuestra ciudad.

Que sea por muchos años.

Para despedirme, unos versos de uno de mis autores favoritos y de una de mis obras predilectas, “Macbeth”. Es difícil ser capaz de decir tanto, que nos atañe a tantos, que nos atañe a todos, con tan poco: “Esa engañosa palabra, mañana, mañana, mañana, nos va llevando por días al sepulcro y la falaz lumbre del ayer ilumina al necio hasta que cae en la fosa”.

De música dudaba si poner el “Shakespeare´s Sister” de The Smiths; al final me decido por una hermosa pieza que ya utilicé en su día, cuando le dediqué un post llamado
"Nervios y sangre, cuerda y beats", a Craig Armstrong, el compositor de la música de “Romeo y Julieta”, la película de Baz Luhrmann.



8 comentarios:

CiegoSabino dijo...

Pues ale, ya está dicho todo.

Este sí lo tienes que mandar a "los medios", e incluso te diría que se lo hagas llegar a los organizadores de la feria. Seguro que sabrán hacer buen uso de tan magnífico artículo.

Furacán dijo...

Pues no era mala idea la del Ciego

Phaeton dijo...

El primer párrafo me ha recordado algo que en cierta ocasión escuché, y es sobre una novela de ciencia ficción en la que a los extraterrestres llegados a la tierra lo que más les sorprende de la especie humana es su extraña afición a escuchar y disfrutar de unos sonidos sin sentido alguno, es decir de la música.


Ya que tú eres persona de lecturas diversas aprovecho para preguntarte si has oído hablar de semejante novela, ya que sólo tengo esta vaga referencia. La pregunta, obviamente, se hace extensiva al resto de tus lectores.

Atalanta dijo...

CiegoSabino, gracias, hombre. A "ciudadrodrigo.net" sí se lo envío.

Furacán, no te creas, son medios locales.

Phaetón, ni puti. Aunque el buen cine de ciencia ficción, me chifla, de novelas he leído poco. "Crónicas marcianas" y "Farenheit 451" de Ray Bradbury, geniales las dos aunque esta última va más en la línea de "1984" o "Un mundo feliz". Poco más, "Neuromante" de ¿William Gibson?, recomendado por Ironmanu, que me pareció un tostón de cuidao pero que me empeñé en terminar y algún libro de relatos de Asimov. Poco más. Según lo cuentas, me imaginaba a los extraterrestres de los Simpsons.

Mildolores dijo...

Curiosos tiempos estos, en los que desbordados por la tecnología, el teatro parece vivir una segunda juventud. No tan estupenda como tiempos anteriores, pero mejor que hace diez o quince años, sí, no me lo negarás.
Quizá el pirateo se comió el cine y el teatro goza de esa ventaja. Cada vez son mas los actores implicados con este arte, por otro lado verdadero escenario de la interpretación, donde no existe el "¡Cooooorten!"
Yo mismo, de no ir nunca, me sorprendo a mi mismo yendo dos o tres veces al año, impensable.
(¿Me fuí mucho de lo que hablas? Creo que sí)

Tantatachán dijo...

Vaya, vaya... Impresionante tu visión del maravilloso mundo del teatro, de su intemporalidad y su belleza.
Ya sabes que me encanta el teatro, y no sólo por todo lo que tú has expuesto, sino también por su carácter curativo y educativo tanto para el espectador como para el equipo que lleva a cabo la obra.
En un grupo de teatro se crean lazos difíciles de romper, se aprende a dialogar, a ser tolerante, a compartir, a no dejar en bragas al compañero, a improvisar. La experiencia es única en cada actuación, las sensaciones van variando desde los miedos de "tu primera vez" hasta la alegría y espontaneidad de las siguientes experiencias, pasando por las ganas de crecer y madurar en escenas futuras.
Cada actuación es única e irrepetible. Cada escenario tiene un sabor, un espacio, un olor y una calidez distinta. Y, cómo no, cada actuación crea un ambiente común en los espectadores, al mismo tiempo que individualmente cada cual se queda con su cachito personal para el recuerdo.
Y escribiendo esto, me doy cuenta de la gran verdad que contiene la frase: "La vida es puro teatro".

El crusti dijo...

Otro lujo de entrada. Yo soy muy de tetaro, sobre todo clásico. Pero el precio me ha apartado paulatinamente de ello.
El origen del taeatro griego, y más concretamente de la tragedia es confuso, al igual que la etimología de la palabra. Se cree que el origen está radicado en los ritos de la fertilidad en los cultos dionisíacos. Finalmente el tatro derivó en una especie de "educación para la ciudadanía" (en cuanto a elemento educador e igualitario, inculcó y transmitió los valores e ideales de la sociedad ateniense) aunque tuviese su componente lúdico. Tal y como lo conocemos hoy, sólo mantenemos el componente lúdico.
La suerte de conservar las obras clásicas nos ha permitido conocer el mundo clásico: su cultura, su sociedad, su política,...
Y yo aún disfruto con ellas. Y recomiendo leerlas, más aún interpretadas en su verdadero significado. La cultura clásica griega es algo apasionante.
Ni idea del tema de los extraterrestres; aunque de adolescente me tragaba esos temas por toneladas.
Un abrazo
Santi

Atalanta dijo...

Mildo, ¿Por qué, hombre? Casa a la perfección. Cuando decidí publicar una turra atalantiana ¡sobre el teatro!, no me esperaba ni dos comentarios.Como bien dices, con fácil acceso tantos medios de entretenimiento, da pereza marchar al teatro aunque, si eliges bien, es dificil no disfrutar con la experiencia.

Alicia, tú tienes la suerte de disrutar del teatro desde los dos puntos de vista, como espectador y como protagonista. Yo, por naturaleza, soy tímido, pero a veces imagino lo increíble que debe ser la experiencia de poder declamar en público una obra, de sentirte otra persona. Sobre todo cuando termina la obra, cuando reciben los aplausos, se nota en sus caras la liberación que supone para ellos la culminación de una obra. Mejor que una meta ironman. Estoy más con Segismundo, "La vida es sueño".

Santi, gracias. Ya me esperaba tu gran aportación. Supongo que los precios en los madriles deben ser algo prohibitivo. Hermosa forma de educar. Estoy contigo, la cultura griega y como continuación, la romana, es algo completamente maravilloso. Soy un apasionado desde dagal. Los romanos continuaron en un sentido más práctico, pero a veces te asombras de lo avanzado, novedoso o perfecto en muchas de las disciplinas que cultivaron.