Comienza la tertulia. Aquí dejo mi punto de vista. Si ha habido alguien que se lo ha leído, supongo que se animará con algún comentario.
Creo que Italo Calvino era el que escribía aquello de que un clásico nunca acaba de contar lo que tiene que contar. He aquí la prueba. Por qué las cuitas de un hombre a finales del siglo XIX, siguen tan vigentes a comienzos del XXI.
La muerte. Siempre está ahí. Cada mañana que nos levantamos está un poco más cerca y sabemos que un día llegará aunque nunca pensamos en ello. Me gustaba aquello que contaba Martin Amis en “Dinero” cuando un personaje se levantaba por la mañana y decía que se sentía más viejo que nunca. Y es que efectivamente era así, aquél día era más viejo de lo que había sido nunca.
En un retrato apresurado y veloz, Tolstoi nos describe la vida de Ivan Illich, la vida de un triunfador. El protagonista se ufana de su discurrir vital, una vida “agradable y decorosa” como él gusta pensar y como la describe con cierto tono burlón el autor. La velocidad con que nos cuenta su historia de ascenso social contrasta con la detallada agonía hasta el desenlace fatal. Lo apresurado del relato de sus triunfos nos parece mostrar la futilidad de los logros y éxitos “terrenales”. Nada importa cuando vas a morir.
Afán de poder, rivalidades, codicia, pequeñas miserias como matrimonios sin amor para alcanzar y perpetuarse en la casta de los privilegiados. En definitiva, vanidad.
El cuento es perfectamente aplicable a la sociedad hedonista que nos toca vivir donde prima el dinero y la capacidad para consumir, para tantos vara de medir una vida plena.
¿Dónde queda todo ello cuando te enfrentas al final, a la muerte? Eres consciente de que siempre has sabido que estaba ahí pero nunca te paraste a pensar que el tiempo pasa y un día llegará. La sentías como ajena. Sin embargo siempre acechaba a tu vera.
Te enfrentas en soledad a la parca y bateas tu pasado en busca de las pepitas de oro que dieron sentido a tu vida. El personaje no encuentra felicidad en los oropeles de su vida adulta llena de imposturas, dominada por las apariencias y donde la felicidad es cartón piedra. Honestamente sólo encuentra verdaderos momentos de felicidad en su ya lejana infancia. Empieza a preguntarse si toda su vida ha sido en vano, una tremenda farsa. Esto le provoca una tremenda angustia. No entiende que si ha vivido “como es debido”, haya malgastado su existencia.
Mira a su alrededor, a los que ve insultantemente vivos, y siente a los que le rodean, a sus más cercanos, a sus iguales, como falsos y artificiales, como era él mismo, ahora ya “homo sacer”, muerto en vida. En cambio sólo encuentra verdadera compasión y naturalidad en el sencillo campesino que le sirve. Una persona no contaminada por las dobleces del acomodado. Es el mensaje que Tolstoi entendía como una verdadera felicidad, el de vuelta a las raíces, a la naturaleza. Bien, el planteamiento puede considerarse pueril y bastante simple, en la onda de las odas bucólicas; sin embargo, con matices, lo entiendo, me llega y de hecho lo persigo.
Yo, como lector, pienso en la muerte como antes de aquella fatídica mañana que se golpeó, pensaba Ivan Illich. No está mal recordarnos que un día llegará, que el tiempo vuela y que tal vez haya que replantearse miserias cotidianas y preocupaciones absurdas.
Es uno de los libros que me compré en Madrid así que no hay debate aunque se pueden hacer propuestas para el futuro. 20 de Diciembre, "El Principito". Es corto y hace tiempo que le tengo ganas. Os dejo enlace para leerlo directamente en internet.
Elijo a los Decemberistas porque tomaron el nombre de una facción de la nobleza rusa que apostaba por una apertura a las ideas ilustradas, si mal no recuerdo. Una canción que me mata. "The King is Dead" es sin duda, uno de los mejores discos del año.
13 comentarios:
Creo que lo dije en otra entrada tuya, pero me repito: en mi opinión el mejor relato del siglo XIX junto a "Bartleby, el escribiente". Tolstoi, ya sea en las distancias largas (larguísimas, "Guerra y Paz"), en las medias ("Resurrección") o en las cortas ("Iván Ilich") nunca falla.
Saludos.
En primer lugar, felicitarte por la idea de la tertulia y por animarnos a leer, en mi caso, creo que es lo primero que leo de Tolstoi.
A ver si algún día me atrevo con Guerra y Paz o Ana Karenina.
Me ha parecido un relato ameno, se lee del tirón en poco tiempo y pasas un rato entretenido y pendiente de cuando llegará la muerte de Iván.
Moraleja, disfruta la vida que son dos días, un pequeño golpe en el costado acabó con el Sr. Illich, hoy en día eso no pasaría, la medicina avanza que es una barbaridad, pero ¿y si en vez de un golpe es un cancer?, si que puede que este cuento tenga una vigencia en los años que vivimos.
Lo de los "trepas" que tenía alrededor, igual, en la sociedad actual sigue muy de moda.
El Principito si lo leí, pero me vendrá muy bien releerlo, fue en mi infancia y tengo unos recuerdos muy leves.
Lo dicho, gracias y a por el segundo libro.
Un abrazo.
Yo creo que lo del golpe es un cáncer, el golpe es una metáfora de golpearse, herirse, cuando más alto se está, encima de la silla, escalando la pirámide social.
Pero no me parece un triunfador, ha seguido la corriente (nunca se atrevió a decir preferiría no hacerlo porque no sabe qué quiere) y ha llegado donde está, nunca fue feliz, ni los que le rodean, todos unos falsos, intentando aparentar. Eso le da un toque atemporal, la sociedad es así y lamentablemente no cambiará. Me llama la atención que siempre se refiere a los personajes por su nombre y apellidos. Hay tristeza en el fondo, salvo el pobre criado, los que tienen no son felices, no tienen ni la sinceridad.
Me gustan las descripciones del interior de cada uno, pero aunque corto, el relato se me ha hecho largo, quizás por leerlo online
Ivan Illich: piensa en cómo vivir y aprende a morir. El sentido de la vida sólo puede nacer de la conciencia de la muerte. Hasta que no aparece esa conciencia, Ivan Illich ha aceptado sin ningún tipo de crítica los valores convencionales vigentes en su sociedad: el éxito social, el dinero, el lujo... Sin embargo, en la cercanía de la muerte descubre la "gran mentira" de esos valores. El egoísmo y la insolidaridad que encierran así como la deformación de la realidad que niega la muerte.
Siempre me sorprendo por el lenguaje tan actual de algunas obras con 150 años de historia. Y no digamos si se trata de un libro como "Smert Ivana Ilyicha"; o sea, mis felicitaciones también al traductor. Coincido con vosotros, y enfatizo, la triste actualidad de la trama, especialmente en ciertos ambientes. Conozco a álguien que vivió un primer matrimonio "decoroso". Tras cada acto social le caían críticas por todos lados: "¡has familiarizado demasiado con éste, has gesticulado demasiado, has hablado cuando no te correspondía, etc., etc.!". En casa hasta el papel higiénico debía ser de Piaget... Quizá los solteros, o jóvenes casados, no admitáis que esposas tan deprimentes como la de Illich también están de plena actualidad, especialmente si hay un buen seguro de vida de por medio. Pero lo de los hijos es muy triste (excepto el pequeño gesto de pena que muestra una vez su hijo). Sólo los gestos caritativos del sirviente son de agradecer. Una pena, aunque Illich nunca hizo nada para que las cosas fueran diferentes.
Gonzalo, pues el de Melville no lo he leído así que me da que antes o después va a caer por aquí. Leí "Ana Karenina" y me conquistó, claro -sobre todo los personajes e Levin y Katienka-. Tengo pendiente "Guerra y paz" pero no sé si meterme justo después de otro tocho ruso de más de mil páginas como es "Vida y destino", de verdad otra obra maestra.
Michel, gracias a ti, compadre. A ver si se anima la gente. Yo lo leí en el insituto pero no lo recordaba. Ni que me hubiera gustado especialmente. Con esa edad no se puede entender. Ahora sí. Se lee bien y es lúcido en sus apreciaciones sociales, que no han cambiado demasiado con el tiempo, en por ejemplo qué piensan los que rodean al enfermo o los compañeros que leen la noticia de su muerte. No importan los avances médicos. Ella siempre está ahí y antes o después llegará.
David, es cierto. En lo alto de la escalera, justo cuando él está donde quiere estar, habiendo conseguido lo que perseguía.
Para mí él mismo sí se ve como un "triunfador". Además la sensación de ejercer poder sobre los demás en el tribunal se torna adictiva. Es curioso como después la reconoce en cómo le tratan los médicos. 2011. Estamos rodeados de "Ivan Illich". Esperemos no despistarnos y convertirnos en uno de ellos.
Plato, tú lo expresas mejor que nadie. No supo vivir pero en el proceso de la agonía, aprendió a morir. Entendió la verdad y reconoció la gran mentira de su vida. Hagamos ficción, si después de estar a las puertas de la muerte, Ivan se hubiera recuperado, ¿le hubiera dado la vuelta a su vida? Si hubiera tenido otra oportunidad, ¿rastrearía aquella verdadera felicidad de la infancia?... o probablemente hubiera olvidado esa revelación.
Como comentas, está bien que de vez en cuando la vida te recuerde que la muerte está ahí, acechando, y que hay que intentar prescindir de lo superfluo y centrarnos en lo magro.
Pero no por ello dejo de participar del pensamiento que tienen sus compañeros una vez consumada su muerte, “qué bien que no me tocó a mí” a medio camino entre el egoísmo, el espíritu de supervivencia y el negarnos a aceptar lo que indudablemente cada vez está más próximo.
Sin duda el tema de la muerte es atemporal y como se comentó, especialmente aplicable a nuestra época dónde se valora más el envoltorio que el contenido.
¿Podría la crisis económica ayudar a un pequeño cambio de mentalidad, de reformulación de valores?
Ramón, nos cruzamos. El personaje del chaval sí es curioso porque parece más sincero e incluso no parece encajar con los demás. Apenas se le describe pero Tolstoi nos hace un retrato en un par de pinceladas.Sí, creo que todos somos conscientes de que en ciertos ambientes "bien", este mundillo funciona de forma similar, cambiando nombres, marcas, usos... esa tipo de vida siempre será el mismo. Aunque tampoco hace falta ir muy allá, todos conocemos "nuevos ricos" que lo llevan aún peor. Es cierto, Iván nunca hizo nada por cambiar su forma de vida aunque ni siquiera se paró a pensar un momento en que todo aquello era un farsa. No tan valiente como para enfrentarse a la realidad.
Rafa, otro con el que me cruzo. Así empieza el libro, con esas reacciones de los compañeros ante la noticia leída en el periódico, en principio muy cabrones, en el fondo humanos. Y efectivamente, leer este libro en estos difíciles momentos parece que le da más sentido que nunca. Yo a veces lo comento. Espiritualmente la crisis nos ha venido bien. Creo que nos pararemos a valorar más las cosas más sencillas y no a tratar de acumular bienes sin sentido.
Gracias a todos por los comentarios. Ya estás superadas mis expectativas del éxito de la propuesta.
¿Habría cambiado Ivan Illich si hubiese sobrevivido? ¿Quién sabe? Las verdaderas experiencias dejan en nosotros una huella, nos modifican. Todo depende de la profundidad con la que lo hagan.
no creo que Iván se hubiera atrevido a cambiar de haber dado con un médico que supiera a qué se dedicaba en vez de vender pócimas encumbradas por su nombre y fama. Se hubiera divorciado y largado a una ciudad lejana a ser un simple funcionario dedicado a lo que le gusta sin que hayamos llegado a saber qué es?
me gustó mucho también la descripción de la decoración de las casas de los nuevos ricos, o no tanto, que quieren aparentar.
Curiosamente anoche vi "La última estación" donde se retrata la vida del genio durante sus últimos días, sobre todo el conflicto que surgió con su esposa por su intención de renuncia de sus derechos de autor en favor del pueblo ruso. No es una gran película pero la información que aporta es muy interesante. Algo había oído pero no conocía al detalle la tropa que profesaba la religión tolstoiana. A investigar. Como siempre, Helen Mirren está espléndida.
No me había parado a pensar en la carga simbólica de la escena de la silla, como señala davidiego. El hecho de estar subido en una silla ya resulta ridículo. Así es que, emcumbrarse socialmente, sea al nivel que sea, siempre tiene algo de ridículo frente a aquello que verdaderamente debería preocuparnos. Un ejemplo de la ridiculez con la que se manifiesta o mide el éxito social, se encuentra en los comentarios de Jetlag-Man.
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