viernes, 24 de agosto de 2012

Cuando el destino no es más que deuda (II)


De niño, justo cuando tu cuerpo es elástico e irrompible como el del héroe,  te gusta lucir heridas, presumir de vendajes, de puntos en brazitos, de cicatrices recientes.  Las heridas importantes, las que nunca se ven, llegan después, duelen aún más tarde. Han de ser recordadas para siempre y olvidadas al instante. El único camino para crecer es extender la armadura, multiplicar sus piezas. La expresión de tu rostro congelándose hasta convertirse en esfinge. Convertirme en Atenea, convertirme en mi avatar. La capacidad para soportar no conoce clases. La misma que te orienta en la oscuridad de la fatiga cuando te acercas a los  cien kilómetros, ilumina tu reflejo en el espejo cada mañana. Convertido en roca, los chacales sonrientes pierden sus dientes. Los principios no existen. Los principios de mis principios eran nada. Si decides resistir, resistirás. Si resistes, aunque caigas, vencerás. El precio: la infinita tristeza de la debilidad en aquel que se cree invulnerable, la derrota en  aquel que creen invencible.  

4 comentarios:

CiegoSabino dijo...

Coiss, sí que estás "oscuro".

Atalanta dijo...

Ya, ya, entiendo, ja, ja. Verdaderamente esto es lo que más me gusta escribir. El trabajo de buscar imágenes para lo que quiero contar. La serie es sobre líneas de futuro. Sé que estas historias las lee poca gente pero supongo que a alguien le puede sugerir lo mismo que hace conmigo la poesía. Todavía queda una tercera entrega. Esta noche. Sé de qué voy a escribir, no el qué. Hay que ponerse y si procede, darle el visto bueno a lo que llevas pensando a lo largo del día.

Furacán dijo...

A mi me gusta, no da lugar mucho a comentarios pero me gusta porque va muy directo, porque todos tenemos nuestras historias...

Atalanta dijo...

Se agradece Furi, de verdad. Ya sé que no ha lugar a comentar pero siempre pienso que alguna frase le diga algo a algún rarillo :)