jueves, 26 de abril de 2012

Tertulia, Jack London




“Sabía que no podía arrastrarse ni medio kilómetro. Y sin embargo quería vivir. Era irrazonable morir después de todo lo que había sufrido. El destino le pedía demasiado. Y agonizante, se oponía a morir. Quizá fuese demencia, pero en las garras mismas de la muerte la desafió, y se negó a desaparecer.”

La vida en el filo. La vida a prueba.  La vida queriendo ser un instante más. 

El autor coloca a sus personajes en el centro de un decorado formado por una naturaleza inmisericorde y extrema encarnada por Alaska, donde las cuitas y motivaciones de sus personajes, animales o seres humanos, se antojan ridículas. Curioso como hasta en las puertas de la muerte, en la agonía más extrema, sigue persistiendo el instinto de consevación y esperanza reflejada también en el comportamiento de los animales antes de morir. 

La vida cumple su misión, la de contribuir al mantenimiento de la especie. “Era la ley de toda la carne. La naturaleza no era bondadosa con la carne. No le preocupaba esa cosa concreta que se denomina individuo. Su interés se concentraba en la especie, la raza”. 

Parece un punto de vista frío y quirúrjico pero especialmente en “La ley de la vida” , London consigue transmitir un tono hermosamente humano y emocionante poniendo voz a los pensamientos y recuerdos del anciano indio abandonado para morir. Impone su marcial resignación.

Retrato de la futilidad de los anhelos humanos, el del desafío a la naturaleza confiando en las propias fuerzas (“Encender una hoguera”) o el de las pasiones humanas más pedestres (el saco de oro en “El amor a la vida”).  La naturaleza es indomable y sólo somos títeres en sus manos. Su domesticación es vana ilusión.

Intención moral, la de intentar transmitir el valor real de lo que nos rodea y de lo que somos.

El lenguaje y el estilo es muy sencillo. De hecho, leí un par de ellos en inglés sin tener que acudir apenas a la traducción. Aunque tal vez un poco duros, me parecen ideales para niños. Son entretenidos y tienen fuerza. Fácilmente exportables a imágenes. De ahí las películas basadas en algunas de sus obras con historias y lenguajes ciertamente cinematográficos.

Una curiosidad. Sin llegar a los extremos que se recogen en sus páginas, a cualquiera que haya hecho ultrafondo de verdad, seguro que le traen a la memoria esos “buenos ratos” perdidos en el monte, emborrachados por esa bruma mental que te envuelve cuando llevas varias noches sin dormir en medio del esfuerzo.

Sorprendente que el autor de palabras que tan bien retrataban el instinto de supervivencia, terminara suicidándose con poco más de cuarenta años. Tal vez pesaron más otras palabras:
“Así era la vida, ¿eh? Una cosa vana y fugaz. Sólo dolía la vida. No existía dolor en la muerte. Morir era dormir. Representaba cesación, descanso. Y entonces, ¿por qué no se conformaba con morir?”

De música, Eddie, claro. Hablamos de Alaska, hablamos de Chris.

Para el próximo día, un relato sobre Charlie Parker de Julio Cortázar, "El perseguidor" de Julio Cortázar.  (Pinchad en el título). 1 de Junio.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Estuve hace un par de años siguiendo su huella por Alaska...al igual que hizo JAVIER REVERTE en el libro "el río de la luz".....fue una pasada ver dóde escribía...en una cabaña de madera junto al Yukón...una pasada.

Anaime.

Suso dijo...

Resumen telegráfico hasta que pueda seguir comentando:
Encender una hoguera, donde menos esperas, salta la liebre.
Amor a la vida, lo último que se pierde es la esperanza.
La ley de la vida, el muerto al hoyo y el vivo al bollo.

Javier dijo...

Sin haber hecho las lecturas, hago algún comentario
- "La vida en el filo" es la vida de todos. Aunque no se nos haga presente más que en el funeral inesperado, por ejemplo, la posibilidad de la muerte es constante.
- La vida humana, si existe la libertad, no puede estar determinada por el instinto de supervivencia. Vivimos porque queremos y para querer vivir tenemos que querer otras cosas y, si no tenemos nada por lo que vivir, quizá abandonamos la vida. Es lo superfluo para la vida lo que nos hace vivir.

Suso dijo...

La lectura de Conrad me resultó muy difícil, ya que siempre fui consciente de que no era capaz de entender todo el significado de sus palabras.
London, en cambio, se puede leer casi mientras uno duerme, sin prestarle demasiada atención. Con ello no quiero decir que existan niveles de significación más profundos u ocultos en sus relatos.
Me ha llamado la atención las relaciones existentes entre los personajes y la muerte.
Encender una hoguera: London "mata" o deja morir a su personaje; un individuo con poca experiencia en un medio muy hostil que nunca debió salir solo.
La ley de la vida: el autor no "mata" ni deja vivir a su personaje. El anciano simplemente debe morir para que su hijo pueda seguir criando a su nieto...supervivencia de la especie.
Amor a la vida: London pone a prueba a su personaje, pero lo deja vivir finalmente, a diferencia del caminante que muere congelado después de tener bien encauzada la hoguera, pero no ser suficientemente precavido.

Suso dijo...

Ya que he propuesto estas tres lecturas, permitidme seguir comentando algunas cosas.
El ¿suicidio? de London era una muerte anunciada en sus obras.
La primera vez que leí "La ley de la vida" casi no soporto el final de la obra, no por dramático, sino por desolador, ¿cruel?, demasiado animal y, por lo tanto, ¿inhumano?...
Ese final me causó gran... tristeza no, quizá una mezcla de melancolía, pena y compasión adobadas con un un gran pesar existencial.
Menos mal que London no describe la carnicería final... pensándolo bien, para qué, nos la deja imaginar a nosotros, mucho peor aún. No es necesario describir algo
que el autor desata con su discurso.
Aunque el personaje que se va a enfrentar a la muerte es ficticio, para mí representa la viva imagen actual de una mujer apedreada por la ignorancia, semienterrada hasta la cintura, o cualquier otro linchamiento o "injusticiamiento".
London tiene una capacidad especial para hundir al lector en una profunda miseria existencial, al convertirlo, quizá, en un pobre animal que no puede escaparle a la muerte, el dolor, el maltrato...
Casualmente, el anciano abandonado no recurre en los momentos finales a la ayuda divina para hacer más llevadera la muerte, lo cual delata también la ¿falta? de fe del autor, del que se dice murió de suicidio, aunque no está comprobado.
Recuerdo que otras obras de London también me causaron gran desasosiego ante el maltrato animal, en especial el descrito en la historia de Buk...
Buenas noches, en espera de historias algo más felices.

Nacho Cembellín dijo...

Mi inefable ignorancia me ha llevado de la mano de Javier Reverte descubrir hace pocos años a London y ahora y con muchos más esfuerzos a Conrad (tantos q voy a leerme de nuevo el Corazón de las tinieblas xq no ha sido buena idea tenerlo como libro de alcoba). El caso es q London me invita a querer viajara al Yukon y Conrad a un rio mucho más peligroso y quizás imposible de visitar, el Congo.

London era tan indomable como su adicción al alcohol, peligroso coctel y proclive quizás a la vez a la genialidad.

Un placer leerte Abel.

Furacán dijo...

Es uno de mis escritores favoritos, lo descubrí desde muy pequeño con Colmillo Blanco (de los primeros libritos que leí fue una miniedición de minibolsillo que venía con la revista de Petete, que años tendría? 6-7-8?, luego ya más mayor me leí la versión entera) Hay una frase en unos de sus libros que me ha acompañado desde entonces "siempre sucede lo inesperado"

Atalanta dijo...

Anaime, vaya lujo de viaje y aventura -aunque tú ya estás acostumbrado-. Estimulante por el lugar y por la carga emotiva que arrastra.

Plato, es cierto pero en situaciones y parajes extremos bien sabes que la apuesta es más arriesgada y puede salir mal. Cuentas con que puedes marchar al otro lado. Respecto al instinto de supervivencia, no estoy de acuerdo. No tengo experiencia pero en esa tesitura, creo que la vida no valora nada ajeno al deseo de seguir siendo vida. Nada más importa.

Suso, es interesante lo que cuentas sobre esa melancolía que transmiten los relatos sobre la condición humana. Es verdad que en principio en esas situaciones no nos diferencia de cualquier animal. La mutua espera del lobo y el protagonista en "Amor a la vida" es magistral. Sin embargo en "La ley de la vida", el que más me gustó de todos, lo que nos diferencia es el autoconocimiento de su papel cara al mantenimiento de la especia y esa aceptación final del anciano tan emocionante y digna de admiración. No deja de ser curioso que el autor de estos relatos donde la muerte estaba tan presente, acabara suicidándose, si fue así. ¿Una premonición? No me había dado cuenta. Es verdad que es sorprendente que ningún personaje rece o ruegue a algún Dios. Tenían también en ingles "El ingenio de Pooportuk" y "La casa de Mapuhi" que también leí. Me ha gustado.

Nacho, el libro anterior fue el de Conrad, con sus luces y sombras pero me gustó aunque lo considero demasiado recargado. London es más sencillo y sin embargo tiene mucha fuerza. Será el talento. El alcohol en determinadas personalidad puede causar estragos, más en personas que escriben un relatos de cinco páginas tan maravillosos como "¨La ley de la vida". ¿Quién no querría ir a Alaska o el Congo? Mi reino por unas fotos tuyas allí :) Un abrazo y gracias.

Furacán, te echaba de menos. Sabía que eras seguidor de London. Ya contaba, yo creo que si lees estas historias de crío no se olvidan jamás y marcan. La frase no es mala como aviso en la vida.

Abrazo y gracias a todos.