viernes, 3 de octubre de 2008

Cuando la nieve se vuelve negra

Esos momentos, esos instantes taaaan largos que teme el fondista. La pájara, el desfallecimiento, el desfondamiento, el hombre del mazo. Siento no recordar qué ciclista describía este estado, que sufrió mientras subía un puerto, con la frase que encabeza esta entrada: “La nieve se volvió negra”. A mí me encantó. Me parece precisa y poética a la vez. Creo recordar que era de Andy Hampsten pero no estoy seguro.

Seguro que todos recordamos nuestra primera pájara, probablemente sobre la bicicleta. Yo era un verdadero pardillo que apenas había hecho deporte en serio y como tantas veces en mi vida deportiva globeril, decidí hacer algo para lo que no estaba preparado y pasó lo que tenía que pasar, que llegó un momento en que no podía con mi alma. No entendía qué me pasaba. Creí que me había sentado algo mal. Después, por desgracia, ya me he familiarizado con las sensaciones.

También me gustaba la descripción de otro ciclista cuyo nombre tampoco recuerdo cuando contaba cómo en un puerto de los Dolomitas de eternas rectas (estoy por asegurar que era la Marmolada) era incapaz de ver otra cosa que no fueran las letras de su llanta pasar a una velocidad increíblemente lenta mientras él se retorcía sobre la bicicleta en una suerte de tortura cuasieterna: Ziiiiiiiip…….ziiiiiiiiiiip…….ziiiiiiiiiip.

Las señales, los avisos:

1º- . Síntomas físicos. Todo tiene una explicación fisiológica para esa falta de fuerza, esas pulsaciones tan altas, esa sed, los vómitos, esa respiración tan alterada. Todo ello es evaluable objetivamente. Por aquí pululan médicos a la vez que triatletas que pueden iluminarnos.

Pero hay otras sensaciones más subjetivas, otras señales que me interesan más:

2º.- Cansancio. El más evidente, claro. Estoy esencialmente cansado. No puedo con mis piernas. Cualquier dificultad, cualquier obstáculo es una montaña, cualquier distancia un mundo.
2º.- Asombro. Si estás en carrera o entrenando en grupo, observas con estupor como todos tus compañeros te adelantan, te sobrepasan, te descuelgan cual superhombres. Te parece increíble que un día puedas circular a esa velocidad.
3º.- Al mismo tiempo, ausencia de capacidad de asombro. Ni el paisaje más abrumador, ni la cabra más estratosférica, ni la chica más preciosa, ni el culo más tremendo merecen tu atención. Un paso más, una pedalada más hasta el fin.
4º.- Ausencia de una capacidad de discernimiento clara. Los cálculos más elementales se tornan complicados. Si consigo mantenerme a este ritmo trotón de 4:50 el km y me faltan 12 kms, llego en un tiempo de …. A ver, ¿cómo era? Si mantengo la velocidad media de 28 y me faltan… ¿A las cinco estoy en meta… o es a las seis?
5º.- La capacidad para emocionarse se eleva al límite. Los ánimos, los gritos de apoyo de toda esa maravillosa gente que se agolpa a los lados de la carretera que me grita que siga, que ya está acabado….y a mí me entra el pálpito, brotan mis lágrimas. ¡Benditas gafas de sol! Si al final somos unos “nenazaman”.
6º. Odio al deporte. No pienso ir dentro de una mes al maratón de….Aunque haya pagado, ni aparezco en la línea de salida del ironman de… De verdad que no vuelvo. ¡Cuánta razón tiene mi familia!

Pero cruzas la meta y se obra el milagro…. LA PRÓXIMA VEZ NO ME PASA.


Siguiendo el guión de “Alta Fidelidad” de Nick Hornby, mis cinco mejores-peores pájaras o aquéllas que por una u otra razón resultan especiales:

- Maratón de Madrid. 1996. Mi primer maratón. Mi primer choque con “El Muro”. Había corrido tres medias en dos años y decidí que era hora de debutar en la mítica distancia. Acostumbrado a acabar muy fuerte en las medias, adelantando cadáveres, imaginé que el maratón sería lo mismo. Yo no conocía a nadie que hubiera corrido un maratón ni había leído apenas nada sobre el tema, pero yo para estas cosas siempre he sido bastante imprudente o cafre. No comí nada y, después de hacer una buena media, llegué al km. 30 notándome muy extraño. Todavía no había oído hablar del “muro”. Mi novia de entonces me preguntaba cómo iba y yo respondía que no muy allá. Madrid: Cientos de personas adelantándote (¡me voy a quedar el último!), ofreciéndote "su rueda" y tú preocupándote por sobrevivir, emocionándote por los gritos de ánimo y decidiendo que no volvía a hacer un maratón nunca más.
- 106 kms del Desierto de los Monegros. Probablemente influyó el hecho de sólo haber dormido cuatro horas en el coche la noche anterior a la carrera pero llegó un momento (Km. 60),en el que entré en barrena. Andar era casi una tarea imposible. Solo, rodeado por un calor asfixiante sin una sombra donde poder sentarme, viendo cruzar conejos por las pistas (¿eran espejismos?). Creí que mi primera retirada estaba presta a acontecer y sólo me preocupaba el hecho de que como me tuvieran que llevar en ambulancia, mi madre me mataba. Increíblemente llegué a un pueblo donde existía el único avituallamiento de la prueba, me comí un bocata de queso con mortadela y me enrosqué en posición fetal en el suelo a la sombra. Casi me duermo y media hora después estaba milagrosamente recuperado. Incluso pude volver a correr.
- Maratón de Oporto. Ambición. Salí más rápido de lo que debía, persiguiendo una marca que no tenía en las piernas. Llegando a la media, comencé a sentir la llegada del mal pero insistí en el ritmo (venía detrás Ironmanu y no quería que me echara mano) hasta que literalmente reventé, acabando a una velocidad descacharrante. Creo que influyó el hecho de que anímicamente estaba "tocado" por temas ajenos al deporte.
- Ironman de Ciudad Rodrigo. Mi ironman doméstico. Previsible. Creo que apreté demasiado en la bici, pero bueno, no importa. Estaba dispuesto a pagar el precio. Tampoco creo que hubiera sido bonito acabar entero. La próxima vez lo haré mejor. Seguro.
- Triatlón de Alpe D´huez. Llegué con un entrenamiento verdaderamente de risa y la ascensión final a Alpe D´huez, después de cien kilómetros y dos puertos más, en medio de un calor abrasador se convirtió en un reto casi imposible. Pedalada a pedalada, con las manos crispadas sobre la parte de arriba del manillar y sorprendentemente llego a la cima a una velocidad imposible de 9, 10 Km/h para hacer los 22 kms de carrera a pie por la estación con más pena que gloria.






Con el tiempo y la experiencia, quizá sabes gestionar esos momentos con más recursos. Eres consciente de que tienes que disminuir tus ritmos o incluso pararte a descansar y alimentarte bien antes de seguir en tu empeño aunque eso es fácil escribirlo ahora con la mente clara; más difícil llevarlo a cabo en medio de la tormenta.

Las palabras de Clemente Alonso McKernnan, nuestro élite humanista, describiendo estas situaciones:

“Ritmo petrolero, ausencia total de cambio de ritmo, ausencia total de expresividad en la cara, ausencia total de ganas de montar en bici (en particular las cuestas), ausencia total de capacidad fonativa (exceptuando “sí”, “no” o “no sé”), ausencia total de visión (salvo por la rueda de delante), ausencia total de voluntad (nos tiramos a la cuneta y él viene detrás) y –dicen los fisiólogos- ausencia total de glucógeno muscular”

¿A que por desgracia nos suena a la mayoría?

Aprovechando la coyuntura, aquí os dejo un poema acojonante de Baudelaire. A ver si os acordáis en la próxima pájara del demonio agitándose a vuestro alrededor

“La Destrucción”

Sin cesar a mis lados se agita el demonio;
nada a mi alrededor como un aire impalpable;
lo trago y lo siento que abrasa mi pulmón
y lo llena de un deseo eterno y culpable.

A veces, toma, sabiendo mi gran amor al arte,
la forma de la más seductora de las mujeres,
y, bajo especiosos pretextos de hipócrita,
acostumbra mi labio a filtros infames.

Me conduce así, lejos de la mirada de Dios,
jadeante y destrozado de fatiga, en medio
de las llanuras del enojo, profundas y desiertas,

y arroja en mis ojos llenos de confusión
vestidos manchados, heridas abiertas,
y el aparato sangrante de la destrucción.

Atrapado en la celda sin salida, en medio de la pájara.

¿Es o no curiosa la pintura con la falsa perspectiva?

Sobre todo no olvidéis lo más importante de todo esto: "¡Sarna con gusto no pica!"

10 comentarios:

davidiego dijo...

Señor, aleja de mi este cáliz.

Y dame inteligencia para no salirlo a buscar.

Muy bueno atalanta, per pajara ad inferni.

Jetlag-Man dijo...

¡Uuff, debe ser maravilloso no tener la pájara,... supongo!

Furacán dijo...

Buenísima entrada!

Clemente Alonso McKernan dijo...

Muy bueno. Tendremos que hacer una ampliación algún día sobre la mística de la pajara. Algo hay que ni sientes ni padeces a veces. Saludos

Anónimo dijo...

muy muy bueno!

saludos!

el chulo dijo...

a mi tambien me ha gustado mucho.
con respecto al poema de baudelaire coincido contigo.
saludos,
diego.

Atalanta dijo...

Me alegro que os haya gustado. Al menos algo positivo se ha sacado de esto de ser doctor en pasarlas putas.

A. dijo...

contesto a tu entrada anterior. Yo hice LZ y Roth en 40días con Zarautz (y Donosti?) por medio, así que te diré que si te da tiempo a recuperar y mantener forma.. y más un animalillo como tú.

La maratón de Niza es dura, pero de cabeza. Llana por el paseo de los ingleses, una recta enorme, paralelo al mar, hasta el aeropuerto y volver, 3 veces.

davidiego dijo...

huy, he firmado con el nick de A. pero el anterior era yo...

Atalanta dijo...

Gracias por la información, David.
Me parece que en eso de "animalillo", ambos somos de la misma escuela.
Si todo va bien, en 2009 quiero seguir a saco con carreras que quiero conocer.
Después ya prometo ser bueno y fijarme dos o tres citas claves cada año y cumplir con planes de entrenamiento.